Ayago es, clarísimamente, una localización; no es sólo el nombre de
En general a las palabras latinas que empezan por f, y sólo en el norte castellano y algo en sur de Francia, el castellano las convirtió con el paso el tiempo en h aspirada inicialmente y muda después, llegando la h a desaparecer de la escritura; Por ejempo: fagea se transforma en faga, luego en faia (faia-go en el año 863); se transforma la f en h, en (h)aya, aia, el aya-go (de nuestros días)[1].
Dice Rafael Lapesa que el foco inicial de ese fenómeno se da en el norte de Burgos y en
Rafael Lapesa nos está diciendo que este fenómeno, que se da en la comarca, tiene sus raíces en idiomas muy anteriores a los romanos, anteriores incluso a los celtas. Esos factores pudieron ser de órigen íbero o vasco. Estamos hablando de un sustrato lingüístico muy antiguo, del que esta comarca es protagonista, y que tiene su traslación directa en unos de sus topónimos, o vocablos más significativos: Ayago.
Como luego se dirá, la primera vez que aparece Ayago escrito lo es en documento sobre un acto jurídico del año 863; en la forma, tal como la analiza Rafael Lapesa, primitiva Fai(a(go) que nos llega como hay(a(go), o ay(a(go).
El subfijo o terminación –a-go puede tener relación con el sufijo precéltivo ieg. El sufijo ibero/vasco ago unido a palabras de origen latino nos ha llegado en castellano para darles fuerza, singularidad o grandeza al significado normal de las palabras latinas: como muerciélago, vástago, tartago, bálago.
Normalmente ese sufijo es átono (no lleva acento), pero también forma palabras en las que es sí acentuado, o tónico. Y curiosamente cuando este sufijo es tónico, es cuando se refiere, aunque no sólo, a árboles, plantas o vegetales, como apiago, viscarago, mucilago, plantago (plantaina, llantén), lappago(lampazo)[3]. Y podría ser éste el caso de Ayago, con raíz linguística de un árbol: el haya.
En ese sentido Ayago nos describiría un haya de singular magnitud o significación: un árbol memorable...; un árbol singular.
Cabe reseñar que la desinencia –ago del vascuence servir para formar el grado comparativo superior: en ese sentido Ayago sería el haya más grande, o muy grande.
Con mucha probabilidad la existencia de ese haya singular y “copuda[4]” estuvo asociada a mitos y ritos religiosos de los primitivos pobladores de la zona... Ya se ha demostrado que en la zona se produjo el culto mítico a los árboles: El poeta latino nacido en Calatayud (40 d.C.), Marcial, se refiere en su obra (4,55,23) a que en Buradón había un robledal sagrado adorado por los autóctonos o indígenas. (Buradón estuvo a menos de 5 klm de Redecilla del Camino)
Los ritos y mitos vinculados a la deificación de elementos de la naturaleza, con el trascurrir del tiempo, se cristianizan, y, en este caso, se asocian inicialmente a San Andrés, y cuando el culto a
En el documento que refiere la decanía de San Andrés de Faiago, el genitivo/complemento locativo de la preposición “de” expresa en este caso la pertenencia o relación de esa decania de San Andrés con el lugar o la comarca/montes de Ayago en la que está ubicado.
El Ayago de esta comarca es un nombre propio, no común. Estamos ante un San Andrés de Ayago, ante unos Montes de Ayago, ante una Virgen de Ayago.
Ayago aquí es el nombre propio de una posición geografica.
Es la pertencia de San Andrés, de unos Montes o de una Virgen a una entidad de nombre propio de carácter localista, llamada Ayago.
El “de Ayago” determina la localización singular, el nombre propio de un elemento físico localizado en un espacio concreto y llamado Ayago.
[1] Rafael Lapesa, Historia de
DRAE; Pilar García Mouton, Toponimia Riojana Medieval; y D. Manuel Alvar, Dialecto Riojano, Biblioteca Románica Hispánica, Madrid 1986.
Rufino Gómez Villar, Toponimia Vasca en la comarca de Belorado, Fontes Linguae Vasconum. Nº 92, Enero-Abril 2003; recoge un interesante y documentado estudio de la influencia vascuence que se percibe en los múltiples pagos de la comarca, sobre todo en la conservada en los Montes de Ayago.
[2] Rafael Lapesa, Historia de
[3] Términos todos estos que se hallan en la obra de San Isidoro de Sevilla, anterior al año 863. Isabel Velázque, Formación de las palabras en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla.UCM, Madrid 2003
[4] “Copuda”, singular adjetivo que los cantares y poemas de los danzadores y el “cachuburrio” de Redecilla, aún hoy día, dedican a el haya en el que se apareció
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