El nacimiento de Villalar como símbolo se remonta tiempo atrás. Ya
en el siglo XVIII León del Arroyal, ilustrado economista y destacado
protoliberal, manifestaba que Villalar fue "el último suspiro de la
libertad castellana". Los antecedentes de las conmemoraciones de
Villalar habría que situarlos en 1821, cuando el guerrillero
castellano, Juan Martín Díez "El Empecinado", y sus compañeros de la
sociedad "Los Comuneros", organizaron una expedición a Villalar en
busca de los restos de Padilla, Bravo y Maldonado. Estos hechos
tuvieron su punto culminante con un acto de homenaje a los Comuneros en
la plaza de Villalar el 23 de abril de 1821. En esta época es cuando
ciertos sectores, entre ellos los miembros de las sociedades secretas
"Los Comuneros" o "Los Hijos de Padilla", empiezan a emplear el en
ocasiones discutido pendón morado.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823), Los Comuneros
pasaron a ser objeto de admiración por las corrientes progresistas del
país. Durante la 1ª República, la revolución comunera fue también un
referente de libertad para el ala federalista del Partido Democrático
Republicano, que en 1869 proclamó el Pacto Federal Castellano,
el primer intento de una organización territorial federalista en
España. Así en el último párrafo de dicho pacto se afirma: "la sangre
de los Padilla, Bravo y Maldonados que corre por vuestras venas y al
ardimiento de que guardan memoria estos pueblos de las comunidades,
garantizan el éxito de nuestras aspiraciones y deseos". En aquélla
época el propio Pi i Margall, presidente de la 1ª República, afirmaba
que "Castilla fue entre las naciones de España la primera que perdió
sus libertades en Villalar bajo el primer rey de la Casa de Austria".
En los primeros años del siglo XX, durante la Restauración, hubo
otros intentos de celebración en Villalar. Entre ellos la iniciativa de
José María Zorita Díez, diputado liberal por Valladolid,
que realizó una petición de un crédito extraordinario para conmemorar
la batalla de Villalar. En 1920 el Ayuntamiento de Santander propuso
que las corporaciones castellanas celebrasen el IV Centenario de los
Comuneros de Castilla. Asimismo, la Casa de Palencia acordó en 1923:
"que el 23 de abril próximo vayan todas las representaciones de
Castilla a los campos de Villalar, a jurar el Santo Grial castellano,
ante el escenario de la rota Villalar (...). Que el mismo día y a la
misma hora se dedique en todas las ciudades castellanas un minuto de
silencio a los héroes de Villalar".
Años después, son numerosas las referencias al simbolismo de
Villalar. Pere Corominas, intelectual catalán de izquierdas, manifiesta
en su libro "Por Castilla adentro" (1930): "el carácter eminentemente
nacionalista de la guerra de las Comunidades de Castilla". Para él, el
documento que remitió la Santa Junta al rey es "la más bella y libre
Constitución que se haya dado nunca la nación castellana". Corominas
afirma que el sentimiento de la libertad política "hace de los
comuneros un núcleo precursor de las revoluciones inglesa y francesa.
No sé si en lengua alguna se ha defendido el principio de soberanía
popular en una forma tan elegante y humana como la usada por la Santa
Junta en su mensaje al emperador". En aquellos años el profesor Misael
Bañuelos manifestó que "Castilla deja de ser Castilla en los campos de
Villalar, y el castellano deja de parecerse al antiguo castellano,
coincidiendo con aquel suceso desgraciado de nuestra historia que
aniquila la personalidad de Castilla (...)".
Con el golpe militar de 1936 y el estallido de la guerra civil
española, la referencia comunera sigue presente entre las guerrillas
defensoras de la República. Durante la contienda se crea el "Batallón
Comuneros de Castilla". En su origen se difunde la convocatoria a
formar parte de una "columna castellana" para liberar a las provincias
de Ávila y Salamanca. Sus miembros eran básicamente castellanos y
usaban como simbología el pendón morado.
Ya en la década de los años 60, el historiador José Antonio Maravall
publica el libro "Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución
moderna", que constituye la primera contribución contemporánea que a la
vez revisaba y contradecía en parte la particular y deformada visión
que de los comuneros habían ofrecido hasta entonces historiadores
próximos a las instancias oficiales del régimen de Franco. Maravall
considera a las Comunidades de Castilla no como una simple rebeldía.
Para este autor la guerra de las Comunidades fue mucho más que una
serie de motines y disturbios, inspirada por un pensamiento político
coherente que le confiere el carácter de primer movimiento
revolucionario de la Europa moderna. Estas teorías son refrendadas en
estudios posteriores llevados a cabo por investigadores de gran
prestigio, como Juan Ignacio Gutiérrez Nieto en "Las Comunidades como
movimiento antiseñorial" (1973) y por Joseph Pérez con su tesis
doctoral "La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521)",
publicada en 1977. Los estudios de estos tres historiadores servirán de
apoyo a los nuevos movimientos autonomistas que surgirán durante la
Transición hacia la democracia, movimientos que tendrán en Villalar un
referente fundamental.
Con la actividad antifranquista de principios de los años 70 y las
luchas sindicales, se producen los primeros episodios que en cierta
manera pueden considerarse como premonitorios para el posterior
nacimiento del castellanismo moderno, y que tenían como objetivo la
consecución de la democracia y las reivindicaciones autonomistas. En la
primavera de 1972 se funda en Valladolid la librería "Villalar", cuyo
nombre es un homenaje simbólico a las libertades castellanas. Desde
esta librería se articuló buena parte del movimiento antifranquista
clandestino en Valladolid. Ese mismo año, en la librería "Villalar" se
presenta el poema "Los Comuneros" escrito por Luis López Álvarez,
obra literaria que se convirtió en referencia e himno del autonomismo
castellanoleonés, y más aún cuando en 1976 el grupo folk Nuevo Mester de Juglaría hizo una adaptación musical de dicho poema.
En 1976 se convoca la primera concentración autonomista en Villalar
de los Comuneros (Valladolid). Pese a la prohibición gubernativa, unas
400 personas se concentraron allí convocadas por el Instituto Regional Castellano-Leonés,
asociación regionalista que había nacido meses antes y que aglutinaba a
intelectuales, profesores universitarios, periodistas, ecologistas y
representantes de partidos políticos. Las personas congregadas en
Villalar fueron disueltas por la Guardia Civil y las actuaciones
musicales previstas finalmente no pudieron celebrarse. Estos hechos
contribuyeron a reafirmar la importancia posterior de la conmemoración
de Villalar. Al año siguiente, en 1977, cerca de 20.000 personas
asistieron al Día de Villalar, en una convocatoria conjunta de los dos
principales colectivos regionalistas de la época: el Instituto Regional Castellano-Leonés y la Alianza Regional de Castilla y León.
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