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martes, 23 de septiembre de 2014

Los nuevos Comuneros

 
Burgosconecta es
 
¿Y sabéis cómo llama Rifkin
a los miembros de esa nueva sociedad de consumidores y productores colaborativos?:
los nuevos comuneros”.
     

comunerosEste siglo XXI, que tan pocos años nos ha permitido ver todavía, nos ha traído también una serie de convicciones que están arraigando de forma profunda, no solo en algunas estudiosas élites intelectuales, sino en vastos sectores populares, extendidos por toda la variada geografía de nuestro planeta. Así, ya son muy pocos los que consideran que el crecimiento ilimitado, y el sistema de producción y consumo, es compatible con la sostenibilidad del medio ambiente y con una calidad de vida extensible a toda la Humanidad. Y por otro lado, también son cada vez menos los que creen que un modelo capitalista, basado en el ciego y desenfrenado afán de lucro particular, sea el modelo idóneo para un reparto equitativo de los bienes y de los recursos.
 

Aportando munición intelectual para estas sugerentes reflexiones, quiero compartir con los seguidores de “La Tenada del Común”, las interesantes y provocadoras opiniones del ensayista norteamericano Jeremy Rifkin, cuyos conocimientos de economía y sociología, le llevaron a publicar en 1995 el interesantísimo “El fin del trabajo” y que recientemente ha llevado a las librerías el polémico “La Sociedad de Coste Marginal Cero”, que -según sus editores- le confirma como un visionario, que intuye que con la aparición de una nueva y extraordinaria infraestructura tecnológica –el Internet de las cosas– tendremos una herramienta, asequible a todos, con el potencial de reducir a casi cero los costes marginales de grandes segmentos de la vida económica en los próximos años.

Rifkin entra de lleno en la denominada “economía colaborativa” o “consumo colaborativo”, sistema económico en el que se comparten y se intercambian bienes y servicios a través de plataformas digitales. Se refiere por tanto al impacto de las nuevas tecnologías en la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar. Así, el movimiento del consumo colaborativo supone un cambio cultural y económico en los hábitos de consumo marcado por la migración de un escenario de consumismo individualizado hacia nuevos modelos potenciados por los medios sociales y las plataformas de tipo “red entre iguales”. En los servicios de consumo colaborativo, las barreras de desconfianza se ven minimizadas gracias al uso de perfiles de usuarios con valoraciones y referencias añadidas por otros usuarios, lo que da origen a nuevas maneras de relacionarse, intercambiar, y monetarizar habilidades y/o bienes económicos, lo que era impensable hace unos años.

Según Rifkin, que es un utópico confeso, este descenso de los costes marginales está dando lugar a una economía mixta –en parte mercado capitalista y en parte procomún colaborativo– que tiene repercusiones de gran alcance para la sociedad y que a lo largo del siglo XXI, ambos modelos terminarán compitiendo entre sí en una lucha que “será prolongada y muy reñida”, ya que la economía del compartir acabará arrebatando grandes espacios sociales y de consumo al capitalismo tradicional.

Rifkin nos avisa de que hasta ahora sólo hemos visto una pequeña parte del procomún colaborativo, visualizada a través de Google, Facebook o Twitter, compartiendo música, coche, informaciones, videos o vivienda, pero esa tendencia irá a más, porque estamos dejando de ser productores o consumidores para convertirnos en “prosumidores”, personas que producen y consumen al mismo tiempo, y cada vez lo hacemos con menor coste.

Esa sociedad de coste marginal cero (el incremento del coste total que supone la producción adicional de una unidad de un determinado bien) está devastando sólidas industrias del siglo XX como periódicos, discográficas o editoriales, ya que cientos de millones de personas no necesitan pasar por ellos. La industria, afirma Rifkin, pensaba que su carta más poderosa era el control del paso del mundo virtual al físico, pero internet ha puenteado esa barrera, y en poco tiempo veremos cómo cientos de millones de personas producirán su propia energía a través de las renovables y cómo con esa energía podrán imprimir sus productos en sus impresoras 3D, que se abaratarán de forma imparable.

Rifkin imagina un futuro lleno de gente compartiendo sus conocimientos, que tiene instrumentos a mano para llevar sus ideas a cabo y en la que pequeños productores cooperarán de continuo. Para él, se trata de personas que se rechazan a ponerse límites, en cualquiera de sus formas, y que establecen una cultura transparente no jerárquica y colaborativa, democrática, participativa, plural, común.

Pero Rifkin va más allá, y no solo percibe un cambio de modelo de producción y consumo, también modifica radicalmente el funcionamiento de la economía, y de lo que es tan importante en un país como España con un 25% de paro, modifica el empleo. Así, el cambio de paradigma que nos presenta, ocurre cuando hay nuevas tecnologías de la comunicación, nuevas fuentes de energía y nuevas formas de transporte. El teléfono, el petróleo y los coches son algo del siglo XX. El presente ya está en internet, las energías renovables y el GPS. Según Rifkin, “la tarea hoy es construir las infraestructuras para esa nueva economía y, si España tomase esa tarea como suya, podría crear empleo para veinte años en toda clase de trabajos, desde los poco formados hasta los muy cualificados. Para eso tendría que moverse desde la economía fósil del siglo XX a la energía renovable del XXI”. Además, el modelo económico de Rifkin, contribuye a resolver uno de los grandes problemas de la Humanidad, el grave impacto sobre el medio ambiente de nuestro modelo productivo, la generación de residuos, las emisiones de gases de efecto invernadero, el calentamiento global y el cambio climático. La sociedad de coste marginal reducirá el uso de los recursos naturales, compartirá coches, viviendas, ropa, etc… y dejaremos de ser propietarios para ser usuarios compartidos.

¿Y sabéis cómo llama Rifkin a los miembros de esa nueva sociedad de consumidores y productores colaborativos?: “los nuevos comuneros”. Padilla, Bravo y Maldonado estarán satisfechos, perdieron una guerra y perdieron la vida, pero sus ideales están triunfando cada vez más en la sociedad.


1 comentario:

  1. Cuando Rifkin habla de economía colaborativa, habla de BlaBlaCar, la plataforma online que pone a los propietarios de un coche en contacto con viajeros para realizar juntos un trayecto de larga distancia y compartir gastos -y que ya alcanza diez millones de usuarios en Europa-. O las cooperativas de energía renovable que, según Rifkin, en Alemania producen casi el 27% de energía eléctrica y controlan casi todo el mercado de energía verde, donde las grandes eléctricas como EON sólo generan un 7% del total. O de empresas o servicios como Couchsurfing y BeWelcome, redes de alojamiento en la que uno se apunta con la condición de recibir también viajeros en sus casas. Todo cada vez a menores precios. A veces, a ninguno.

    No siempre estuvimos tan obsesionados con la propiedad o el individualismo, como ha ocurrido desde la Ilustración y los orígenes del capitalismo. En su libro, Rifkin pone como ejemplo de colectivismo una época con tan mala fama como la Edad Media: “La agricultura feudal presentaba una estructura comunal. Los campesinos unían sus parcelas en pastos y campos comunes que cultivaban entre todos. El procomún se convirtió en el primer ejercicio de toma de decisiones democrática de Europa”.

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