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lunes, 8 de marzo de 2021

La «mitificación de la letra impresa» en el medio rural.

El historiador Juanjo Martín (Pradoluengo) confirma la existencia de 77 periódicos 
de y en los pueblos de la provincia de Burgos (no en la capital) 
desde 1866 hasta la Guerra Civil / Dos tercios «no llegaron al año de vida»


              Juanjo Martín, historiador y profesor de la Universidad de Burgos (UBU). ISRAEL L.MURILLO             

 
Algunas desaparecieron, como quien dice, en un abrir y cerrar de ojos. Otras, por el contrario, se ganaron a pulso la condición de «periódicos de verdad» aunque a duras penas superaron los cinco años de existencia. Hablamos de cabeceras en el medio rural burgalés. La voz del pueblo en papel, esa gran desconocida que experimentó un boom desde el triunfo de la Gloriosa, gracias al decreto de 23 de octubre de 1868 que «entreabre la libertad de prensa», hasta el estallido de la Guerra Civil. Nada más y nada menos que 77 rotativos de todo pelaje y condición (burguesa) surgieron en unas décadas convulsas donde la «mitificación de la letra impresa» se extendía más allá de las ciudades. 

Buena cuenta se ha dado ya de la prensa local, cuya historia está perfectamente documentada gracias a investigadores apasionados como José María Chomón Serna o Miguel Ángel Moreno Gallo. Sin embargo, las publicaciones rurales constituían un «fenómeno menos estudiado» al que el historiador Juanjo Martín no se resistía a hincar el diente. Sabía que había hambre de información en aquellos tiempos, pero jamás imaginó una «explosión» de tal magnitud fuera de la capital. 

Como la curiosidad no mata al gato cuando de historia se trata, Martín hizo lo que mejor se le da. Bucear en todas direcciones hasta descubrir, en un mar de archivos, sorprendentes hallazgos plasmados en forma de artículo: Del Pico de Toralvillo a El Eco de Aranda: compilación de los 77 periódicos rurales burgaleses (1866-1936). Pero antes de entrar en materia, convendría saber a qué se debió que tantos periódicos -la mayoría entre comillas- proliferasen «como setas». La conclusión a la que llega el docente de la Universidad de Burgos (UBU) es que surgen como una especie de contrapeso a la «cultura urbana de la sociedad de masas». El orgullo de la patria chica era innegable y, de esta forma, los municipios podían permitirse el lujo de darse «pequeños aires de capital»

Decíamos al principio de este artículo que la expansión de la prensa fue consecuencia del decreto post-Gloriosa. Pues bien, apenas se conoce una referencia previa editada en Sedano: El Pico de Toralvillo. Después nacería, al albur de la libertad de prensa, El Valle de Salvajina en el «aún más minúsculo Rioseras». Desde entonces hasta 1883, una vez asentado el «modelo liberal en el campo», verían la luz otros seis periódicos, tres en Miranda de Ebro y otros tres en Aranda de Duero. Tan solo eran la punta del iceberg, la avanzadilla de un movimiento informativo y propagandístico imparable que se frenó en seco cuando las tropas de Franco se hicieron con la provincia y empezaron a ejercer una «censura asfixiante». Hasta el punto de afectar a los medios de su misma -o parecida- cuerda ideológica. 

Algunos periodistas y editores fueron excomulgados por sus ideas «anticlericales» y la Iglesia llegó a prohibir la lectura de algunas cabeceras a sus fieles.

Tal y como acredita Martín en su investigación, «la mayoría de los periódicos rurales burgaleses tuvieron una vida muy corta, lo que abundó en su escasa difusión». De hecho, en torno al 18% de las cabeceras más allá de Burgos capital «entrarían en la categoría de ‘falsos periódicos’ por su escasa continuidad, ya que fueron publicaciones de número único o, a lo sumo, dos». Efímeros pero vitales, aproximadamente dos tercios del total «no llegaron al año de vida» y tan solo siete superaron el lustro, «destacando los boletines religiosos».  

Por comarcas, la del Ebro se lleva la palma. Con poco más de 6.000 vecinos a principios del siglo XX, Miranda era un auténtico hervidero de prensa escrita. También de agitación política, que ya venía de 1881 tras el nacimiento de La Prensa Mirandesa, rebautizada en cuestión de meses como El Nazareno. Fuese para despistar o no, lo cierto es que su «anticlericalismo» tuvo consecuencias. Sus promotores, republicanos convencidos, acabaron siendo excomulgados por el arzobispo de Burgos. Al final, entre unas cosas y otras, la publicación «sucumbió al año siguiente de su aparición». 

Similar suerte correría La Concordia (1886), con su director, José Izarra, viéndose envuelto en «problemas judiciales por ser muy crítico con el Gobierno» y la Iglesia pisándole los talones por su «marcado carácter anticlerical». Sobre su «escandalosa» condena llegó a hacerse eco El Papa Moscas, periódico capitalino que confiaba en la desestimación del fallo por parte del Tribunal Supremo y que dejó una frase demoledora recogida por Chomón en Burgos: prensa y periodistas del siglo XIX: «¡Bonito se está poniendo el oficio!».

'La Verdad de Miranda', rotativo mirandés fundado por Raimundo Porres.
Portada de 'La Verdad'.

No sería éste el único guiño de El Papa Moscas a sus colegas de profesión en la ciudad del Ebro. «La verdad es que se necesita patriotismo y buen deseo para publicar periódicos en poblaciones de corto vecindario», subraya el rotativo burgalés ante la salida del semanario La Verdad, impulsado por el maestro y edil Raimundo Porres

Sus ideales republicanos, sus críticas al Gobierno y su profuso análisis de los problemas que atravesaba la sociedad mirandesa se tradujeron en unas cuantas enemistades. También con las autoridades eclesiásticas, que «prohibieron su lectura a los fieles». En cualquier caso, lo cierto es que La Verdad gozó de amplia influencia e incluso pudo presumir de contar con «corresponsales en Barcelona y Madrid». De «agencias», supone Martín, pero corresponsales al fin y al cabo. 

El editor de La Voz de la Bureba no dudó en «abroncar» a sus paisanos tras la fría acogida del primer número.

La confrontación ideológica en papel, como hoy en día, también era palpable en la Ribera del Duero. Por un lado, tenemos ejemplos como el de La Tricolor, cuya plantilla fue excomulgada por razones evidentes. Por otro, Martín pone el foco sobre medios como El Eco de Aranda, promovido por misioneros claretianos, o La Voz de la Ribera, una «especie de órgano comarcal del Partido Agrario» concebido por su líder, José Martínez de Velasco, como un trampolín para «consolidar su candidatura como diputado nacional». Es decir, «buscaba una clara rentabilidad política más que económica»

'El Eco de Aranda', periódico de la Ribera del Duero.
Portada de 'El Eco de Aranda'.

El tercer gran núcleo de la prensa rural se asentó en Briviesca y alrededores. Curioso es cuanto menos el caso de La Voz de la Bureba, semanario nacido en el ecuador de la Segunda República. Tenía un poco de todo, desde sucesos hasta cotilleos sin perder de vista el prisma político. Sin embargo, la fría acogida de su primer número irritó sobremanera a su editor. Tanto que no dudó en «abroncar» a sus paisanos porque «moralmente» debían prestarle apoyo. 

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