Hoy ha sido una mañana muy especial por varios motivos, principalmente por haber conocido los polos opuestos que te puedes encontrar en el Camino de Santiago, siempre desde el respeto a las motivaciones de cada persona para hacerlo
Hoy a primera hora hemos atendido a varias personas, alguna de ellas exigiendo rapidez para ponerles el sello porque tenían prisa en llegar, estamos hablando de las 8,00 de la mañana, nos dicen que aprovechan llegar pronto al destino para hacer turismo, en fin pierden sin darse cuenta lo bonito del Camino, nos privan de poder ser parte de ese Camino que están haciendo, en estos casos poco podemos ayudar.
A media mañana nos ha llamado la atención la visita de dos personas que llevan ya mucho tiempo en el Camino, venían con un animal, un borrico. Nos hemos presentado y se trata de Enrique*, en Google aparece su historia y es digna de leerla, para nosotros una buena persona y un PEREGRINO. Ha entrado en la Iglesia y ha estado un rato orando en soledad, después en la calle ha demostrado lo que es la esencia del Camino, hablar, escuchar, compartir, conocer……… y continuar sabiendo hacia donde te diriges, todo ello bajo el manto protector de Nuestra Señora la Virgen María.
Hemos estado comiendo con él y con Elena que le acompañaba, hemos hablado del Camino, del sentido del mismo, nos ha contado experiencias y vivencias que sólo aquí puedes escuchar.
Nos hemos despedido y cuan cierto es que sin decir nada un peregrino reconoce a otro peregrino. Que Dios guíe sus pasos. Buen camino.
Ha vuelto a ser una mañana de trabajo intenso, la tarde como siempre más tranquila nos permite el rezo de vísperas.
*Enrique era una persona especial.
Tras años regentando el albergue de peregrinos de Calahorra, la palabra compartir es una de las primeras en su vocabulario y, por eso, no dudó en coger el teléfono. «Aquí hay historia». Y así, en menos que rebuzna un burro, Enrique empezaba a relatar, delante de un plato de alubias rojas con guindillas por cortesía de Miguel, lo que ha sido una historia de contrastes.
Ha pasado de la velocidad de ser probador de Audi y Lamborghini y llevar camisas bordadas con sus iniciales a caminar durante más de cinco años allá donde le lleve el camino, con la lentitud que le marca su burro Espiri como única pareja estable a pesar de que no es la única compañía. La soledad no es compañera de viaje, en cada lugar encuentra a alguien donde compartir experiencias vitales, un trozo de pan y un cigarro que alguien le ha dado antes.
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