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lunes, 7 de marzo de 2022

Los bosques del Barranco de Artaso.

En los Montes de Ayago, cuya vertiente al río Glera llaman Montes de Suso, existen múltiples variedades de configuraciones de los suelos, las rocas, la floresta, cárcavas, escorrentías, paúles, manantiales, riajales...
Lo que aquí no ofrece la web Silvestres Ezcaray es una descripción del bosque que acompaña al menos espectacular Barranco de Artaso, de Ojacastro, que desde Urdanta y Todeluna asciende hasta casi la linde de la jurisdicción de Redecilla del Camino.

Silvestres Ezcaray, Blog,
Superficie Forestal de La Rioja,
Montes de Ayago,
Sierra de La Demanda,

Enclavado en el municipio de Ojacastro, encontramos el desconocido barranco de Artaso. Un pequeño torrente que desagua su flujo hídrico hacia la margen izquierda del río Oja o Glera, aguas abajo de la mencionada localidad. La quebrada orografía que presenta este montaraz paraje riojano, permanece sutilmente camuflada entre la espesura de sus bosques frondosos. Una dilatada masa forestal que tapiza por completo las vertientes solanas y umbrías de este arbolado pie de monte demandés. A medida que nos adentramos a lo largo de su restringida cuenca fluvial, rumbo oeste, vamos notando como el  fondo de su valle se va haciendo cada vez más estrecho y abrupto, hasta quedar encajado entre escarpados muros de roca sedimentaria. Y es que en sus tramos más accidentados, las verticales paredes que jalonan el barranco de Artaso llegan a superar los diez metros de caída.

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Panorámica de las fragas húmedas de Artaso, en primavera, al inicio de la brotación foliar. 

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Vistas del barranco a mitad de verano, con su magnífico arbolado reverdecido y lustroso. En verde oscuro tenéis los hayedos, colonizando las vaguadas y fondos de valle húmedos y sombríos, mientras que en verde cano podemos contemplar la marcada distribución que establecen los melojares, ocupando las cabeceras y topografías convexas, más soleadas y secas. 

Este modelado topográfico es frecuente en toda la zona media del río Oja, correspondiéndose con la presierra demandesa, y es motivo de la composición lítica que en origen ostentan gran parte de sus suelos de aluvión. Si ahondamos en la naturaleza de su gea, podemos descubrir como el basamento o los cimientos sobre los que se erige dicha comarca, se hallan constituidos en su mayoría por conglomerados sedimentarios de origen Terciario. Como ingrediente primordial de esta clase de litología encontramos gravas, integradas por cantos rodados de diversas dimensiones, a la vez inmersas en una matriz arenosa, poco coherente y suelta. Dicha circunstancia geológica propició una importante acción erosiva, generalizada en tiempos pasados, cuando la cubierta vegetal del entorno se encontraba muy diezmada por la acción del hombre y sus ganados, lo que favoreció el desarrollo de profundos “tajos” o “barrancas“. A través de los mismos, durante las épocas de crecida y fuertes lluvias, se canalizaban arrolladores torrentes de agua. Al mismo tiempo, auspiciadas por un considerable desnivel altimétrico, sus desbordantes corrientes iban socavando, arrancando y trasportando ingentes masas de piedra y sedimento. A vueltas, rodando barranco abajo. Disolviendo y seccionado progresivamente los frágiles márgenes que procuraban reconducir el cauce fluctuante del arroyo de Artaso, hasta convertirlos en la quebrada garganta que podemos apreciar hoy en día, cubierta y camuflada ya de vegetación colonizadora. 

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Perfil edáfico del barranco de Artaso tras ser disuelto y disgregado por la acción erosiva del agua. En la sección vertical pueden apreciarse un afloramiento de gravas con diferente granulometría, incrustadas inestablemente en un masa de arena fina y suelta. 

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Increíbles paredes verticales flanquean la barranca de Artaso. Gravas, aglomeradas con arena, constituyen los frágiles sedimentos geológicos que cimentan el pie de monte de la Sierra de La Demanda riojana. Estos conglomerados de borde de cuenca, forman un sustancial relieve geológico a caballo entre las cumbres del Sistema Ibérico y las llanuras del Valle del Ebro, extendiéndose de este a oeste por gran parte de la región. 

La importancia de este espacio natural radica en la extensión y estado de conservación que atesoran sus inmensos bosques caducifolios. Sus dominios forestales superan las 300 ha de superficie

En la umbría, empezamos observando un tipología de rebollar húmedo que conforma un bosque mixto de gran valor y riqueza florística, en el se entremezclan, además de robles: avellanos, cerezos silvestres, fresnos, arces y tilos. El estrato arbustivo es muy variado. En el mismo comparten hábitat acebos, madreselvas, rosales silvestres, espinos, boneteros, hiedras y brezos. Esta evidente pluriestratificación, medida en niveles, resulta encomiable; pues sirve para conectar la cadena de múltiples biotopos que se reparten entre las copas de los árboles y el suelo del bosque, aumentando con ello la prosperidad y valía biológica de este  ecosistema natural. Entre las hierbas vivaces destacamos las especies nemorales, adaptadas a vivir en los espacios más frescos y sombríos, bajo el sotobosque de fronda: Viola riviniana, Primula acaulis, Sanicula europaea, Lilium martagon, Doronicum plantagineum, Scilla lilio-hyacinthus, Asperula odorata, Melica uniflora. El grupo de los helechos cuenta con grandes y vigorosos representantes, acantonados a menudo sobre las paredes húmedas y rezumantes del barranco, lo que confiere al terreno una sugerente impronta selvática primaveral. Por su parte, la proliferación masiva de líquenes y musgos, abrazando troncos, ramas y piedras por doquier, nos indica unas excepcionales condiciones de pureza y calidad del microclima ambiental. 

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La riqueza botánica del bosque mixto húmedo, con  su verdor y frondosidad, sobrecoge al visitante primaveral. 

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Turgentes alfombras de musgo revisten luminosamente los fustes de estos viejos robles rebollos.

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En los reductos más frescos y resguardados, el estrato liquénico, presidido por líquenes, ostenta una notoria representación dentro del biotopo forestal. En esta imagen preinvernal, podéis valorar como los líquenes llegan a cubrir una cuantiosa porción del dosel arbóreo.

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Algunos representantes de la flora nemoral umbrófila: Doronicum plantagineum, Aperula odorata y Viola riviniana

Los hayedos se encuentran en franca expansión, ganando terreno a costa del rebollar, al que va desplazando y ahogando con el paso del tiempo. Las hayas, comienzan por ocupar las vaguadas más umbrías y húmedas de las laderas, para más tarde ir invadiendo cerros y divisorias, regenerándose eficazmente a la sombra de otras especies. Gracias a esto, en este paraje podemos observar las diferentes etapas que componen la vida de un hayal. Desde sus primeras fases de colonización, en las que sus brinzales forma arboledas mixtas en compañía de otras especies, hasta los últimos estadios de madurez, representados por vetustos ejemplares supervivientes, solitarios, y, a menudo, en avanzadas condiciones de decrepitud. La observación de hayas mochas o descabezadas, con aparentes vestigios de ramaje horizontal y muñones en sus nudos, evidencia que el bosque pudo encontrarse más aclarado y tratado en tiempos pretéritos. Asemejándose a una dehesa. Posiblemente al estar vinculado a antiguos aprovechamientos silvopastorales, ligados a la extracción comunal de maderas y leñas, al carboneo o a la voraz ganadería extensiva. 

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La vistosidad y contraste del hayedo primaveral, copiosamente regado por las lluvias, rivaliza con sus más afamados tonos cromáticos otoñales. 

En un tramo del desfiladero, podemos observar una incipiente tejeda, que cuenta con varias decenas de jóvenes pies que crecen guarecidos sobre los farallones del cantil. En el fondo húmedo del barranco contamos con poblaciones relictas de la ciperácea Carex flexuosa y del arbusto Viburnum opulus, denominado Mundillo o Bola de Nieve, no citado por ahora en ningún otro punto del valle del Alto Oja. 

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Pequeños regatos intermitentes alimentan las corrientes que fluyen por la barranca del Artaso. 

A nivel forestal, la solana de Artaso se halla algo más deteriorada que la umbría. Está cubierta por un dilatado rebollar de aspecto denso e intrincado, donde se cuentan demasiadas cepas con pies puntisecos y envejecidos, esquilmadas por la sobreexplotación de antaño. Los desbroces y claras selvícolas son necesarios para mejorar la estabilidad y grado de salud de ésta y de otras valiosas masas autóctonas de robledal presentes en la ibérica riojana, en concreto en todo el Medio Oja, descapitalizadas tras el abandono de usos agroforestales. En la desembocadura del barranco, en una solanita abrigada, se extiende la única formación de encinar que todavía perdura en la zona montañosa del Oja, apenas supera las 10 ha de terreno. Sin ir más lejos, el fito-topónimo de Artaso tiene su origen en la voz vasca “arte-artadi“, que significa encina. Lo que sin género de duda hace honor, desde antiguo, a su pequeño bosquete de encinas oscuras. 

Todo esto y mucho más podemos contarte acerca del mágico e inexplorado Bosque de Artaso ¿Existe un mejor lugar para hacerlo que en mitad de dicho bosque?  

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