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miércoles, 20 de diciembre de 2023

Trashumancia un práctica humana copiada de los animales, Patrimonio inmaterial de la Humanidad.

Hacia el octavo o noveno milenio antes de Cristo, 
el ser humano comenzó a domesticar ganado. 
Desde hace 10.000 años detrás de los rebaños.

Parece ser que ocurrió por primera vez en Mesopotamia y que la cabra fue la especie que inició el proceso, seguida por las ovejas y los bóvidos. Con la ganadería ya no se depende completamente de la caza para obtener proteína animal, pero se plantea un nuevo problema para aquellas comunidades: hay que alimentar a los animales. Los pastos pueden secarse o agotarse en un momento dado, por lo que los rebaños tienen que moverse en busca de otras zonas que les sean propicias.

Algo parecido ocurría con los grandes grupos de herbívoros salvajes que en aquella época todavía poblaban lo que hoy llamamos Europa. Estas manadas se desplazaban dos veces al año en busca de comida y todo indica que los incipientes pastores de la Península Ibérica aprendieron de ellas y comenzaron a realizar movimientos; pero en vez de seguir a los uros o a los rinocerontes lanudos para poder darles caza, se desplazaban con sus propios animales para procurarles sustento. Es el origen de la trashumancia, una de las actividades más importantes para el ser humano durante muchos siglos en lo económico, en lo cultural y en lo medioambiental.

Pasaban siete meses alejados de sus familias, diez directamente fuera de sus casas. Dormían a la intemperie. Soportaban los duros envites de la meteorología. Recorrían cientos de kilómetros, a pie, por caminos a veces peligrosos. Sufrían por su ganado, del que dependía la sustento doméstico. Y por las familias que habían dejado en el pueblo, en especial, por esas mujeres que se echaban al hombro toda la carga familiar y laboral sin una queja. Ser pastor trashumante nunca fue fácil, pero sí gratificante.

El orgullo es uno de los signos característicos de los pastores trashumantes. «Orgullo por haber sacado adelante a sus familias», explica el investigador Francisco Martínez. Hablando con familias de la trashumancia, Martínez ha visto «orgullo por el trabajo realizado, que les ha permitido sacar a sus familias adelante. Un trabajo lleno de sacrificios, pero también cargado de tradiciones y saberes», que se han conservado generación tras generación.

Martínez es coordinador y autor principal de 'Trashumando recuerdos', una publicación de la Fundación Oxígeno que recoge una amplísima investigación etnográfica sobre la trashumacia, partiendo desde las sierras de La Demanda y Neila en Burgos. «Los pastores trashumantes, unas personas singulares históricamente, habían pasado desapercibidos para la mayoría de la sociedad, pero habían dejado una huella importante en la historia, la cultura y el patrimonio», explica Martínez.

Así que, hace cinco años, la Fundación Oxígeno puso en marcha un proyecto para recoger la memoria de la trashumancia y darla a conocer. «El objetivo era recoger los recuerdos de las gentes que conocían la trashumancia porque la habían practicado, escribiendo las últimas páginas de la tradición en Burgos», indica, o de hijos y nietos que lo habían vivido en primera persona y sabían lo que había supuesto socialmente.

Las familias trashumantes están orgullosas de su tradición, pese a la dureza del trabajo.
Las familias trashumantes están orgullosas de su tradición, pese a la dureza del trabajo. Fundación oxígeno

Después de casi un centenar de entrevistas, de recorrer museos, archivos y miles de kilómetros de cañadas, de investigar y escuchar, en 2018 se presentó un documental que ahora se completa con una publicación. 'Trashumando recuerdos' condensa en 600 páginas la historia de la trashumancia y su impacto social, económico, cultural y patrimonial, con el apoyo de 570 imágenes y dibujos, 24 vídeos, 18 audios (estos accesibles con códigos QR) y más de 600 entradas de léxico trashumante.

«Queríamos dar a conocer el trasiego de pastores y ovejas por las cañadas», afirma Martínez, pero también homenajear a esos pastores trashumantes «que abandonaban la sierra en octubre, estaban siete meses fuera de casa, diez entre los que bajaban a Extramadura y pasaban en la sierra». Vivían a la intemperie, soportaban noches muy largas, innumerables penalidades y sufrían las noches de vigilia en las parideras, sabiendo que sus familias dependían de cómo resultara la parición de los corderos.

Una vida muy dura que, los implicados, recuerdan con pasión y emotividad. «A algunos se le saltaban las lágrimas cuando nos contaban sus recuerdos», apunta Martínez, quien no se olvida del importante papel que jugaba la mujer en la sociedad trashumante. Se quedaba en el pueblo, sola, con los niños y los mayores, atendiendo al ganado y asumiendo una carga laboral y familiar sin ningún tipo de comodidades. «Y los pastores le reconocen este trabajo».

Historia viva

Francisco Martínez destaca el impacto social, económico e histórico de la trashumancia en nuestro país, una tradición de ocho siglos, desde que Alfonso X el Sabio creara el Consejo de la Mesta en el siglo XIII hasta la actualidad. Cierto es que, en pleno siglo XXI, quedan pocos trashumantes (en Burgos, ninguno) pero la Asociación Trashumancia y Naturaleza mueve anualmente 40.000 cabezas de ganado, que recorren buena parte de los 125.000 kilómetros de la red de cañadas.

«La cultura trashumante es un legado que se ha movido por las cañadas», insiste Martínez. Se compartía cultura, costumbres, tradiciones, cantares, vestimenta o gastronomía, muchas de las cuales han perdurado hasta nuestros tiempos, lo mismo que un léxico asociado a la actividad. El legado de la trashumancia son también las cañadas, convertidas ahora en vías pecuarias protegidas, para usos no solo ganaderos, sino 'verdes' e históricos, en torno a las cuales hay innumerables bienes patrimoniales.

La trahumancia se ha perdido en Burgos pero se mantiene en España, donde se mueven 40.000 cabezas de ganado anualmente.
La trahumancia se ha perdido en Burgos pero se mantiene en España, donde se mueven 40.000 cabezas de ganado anualmente. Fundación oxígeno

Solo hay que analizar el caso de Burgos. Partiendo de Neila y Valle de Valdelaguna, siguiendo por la Tierra de Lara, el Arlanza y La Ribera, hasta salir de la provincia por el territorio Esgueva, nos encontramos con innumerables bienes patrimoniales. Solo en la zona de Las Mamblas, nos encontramos con la iglesia visigoda de Quintanilla de las Viñas, el castillo de Lara, el dolmen de Mazariegos, varias iglesias románicas, los monasterios de Arlanza y Silos...

Además, «las cañadas son el mayor parque natural de España», asegura Francisco Martínez, y la trashumancia ha modelado el paisaje nacional. Gracias a la tradición de este tipo de pastoreo tenemos los pastizales de las montañas leonesas y burgalesas o las dehesas de Extremadura y Andalucía. «La biodiversidad de España está asociada a la ganadería trashumante» y, ahora, su futuro depende de la extensiva.

Martínez recuerda que la trashumancia se ha reconocido como parte del patrimonio cultural inmaterial de nuestro país y, en Burgos, ha sido clave en la historia de las sierras de La Demanda y Neila. Los pastores, ajenos a los límites políticos provinciales, se movían por el Alto Macizo Ibérico, bajaban a Extremaduras y algunos, en lugar de retomar a la sierra burgalesa (soriana o riojana) acababan en la Cantábrica, en Palencia y León, creando nuevos lazos de hermanamiento que siguen vivos.

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