El feudalismo tecnológico se arraiga en los campos de China e India |
Durante los últimos años, las principales corporaciones tecnológicas han lanzado iniciativas en el sector agrícola. Microsoft afirma que su ambición es mapear y recopilar datos sobre todas las fincas del mundo e integrarlos en sus plataformas digitales. Y por “todas” Microsoft no se refiere sólo a todas las grandes fincas industriales, sino también a los 500 millones de pequeñas fincas alrededor del mundo. En China e India, donde se encuentran casi dos tercios de las fincas pequeñas del mundo, y con la bendición y el apoyo pleno de ambos gobiernos, la expansión de las grandes empresas tecnológicas en la agricultura avanza rápidamente. Y lo hace sin restricciones reales, sin transparencia sobre los datos que recopilan, y sin regulaciones sobre los productos que estas empresas y sus socios producen a partir de estos datos. El poder corporativo en el sector también está camuflado, con muchas pequeñas empresas emergentes aparentemente independientes, pero que trabajan dentro de una red que en última instancia está controlada por unos pocos gigantes tecnológicos. Esto coloca al agricultor, ganadero o forestal en una posición muy precaria. Y aunque los servicios se presentan como una manera de entregar mayor información a las personas agricultoras, en realidad contribuyen a la pérdida de capacidades, ya que las incitan a depender en el asesoramiento generado por una inteligencia artificial y en los insumos corporativos, en lugar de utilizar sus propios conocimientos y sus propias semillas locales. Descubre más en nuestro nuevo informe: https://grain.org/e/7198 Otras referencias:
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miércoles, 20 de noviembre de 2024
El feudalismo tecnológico se arraiga en los campos de China e India
jueves, 7 de noviembre de 2024
Dónde encontrar setas: en los paraísos de Sierra de la Demanda: Montes de Ayago y de Oca.
Istock |
Permiso en mano
Una cosa obligatoria que se debe hacer en casi todos lugares antes de ir a coger setas es sacar el permiso de recolección. Este papel no es otra cosa que un permiso especial que tiene como fin garantizar una recogida racional y controlada pensando en la ecología de los montes, así como evitar la masificación para preservar este apreciado producto.
Estos permisos permiten a locales y visitantes recoger setas durante los días que lo obtengan —puede ser desde un día hasta todo un año—. Además, su obtención es muy sencilla y se puede realizar por Internet o en las distintas Áreas Reguladas de la Provincia.
La riqueza natural de la provincia de Burgos da la oportunidad de ir en búsqueda de estos tesoros preciados a diferentes zonas. Concretamente, en Burgos, Micocyl —el portal de micología de Castilla y León que, además, expide los permisos— tiene registradas tres zonas en las que se pueden recoger setas: Sierra de la Demanda-San Millán, Montes de Oca y Valle de Mena.
Montes de Ayago y Oca, Sierra de la Demanda.
La Sierra de la Demanda, situada en la zona oriental de la provincia de Burgos, esta área de recolección es uno de los más solicitados entre los que adoran la naturaleza, no sólo por la posibilidad de recoger setas y hongos entre sus bosques, si no por la variedad de paisajes que se encuentran en su interior. Además, cuenta con tres pueblos muy bonitos para visitar en los alrededores: Salas de los Infantes, Pradoluengo o San Millán, Fresneña, Avellanosa de Rioja...
sábado, 19 de octubre de 2024
La mejor imagen de naturaleza del año en MontPhoto 2024
Szabo, amante de la fotografía de naturaleza de estilo creativo, tiene también el honor de ser la primera mujer en conseguir este premio, circunstancia que no se había dado nunca en las 28 ediciones del veterano concurso.
El premio al mejor porfolio de Naturaleza fue otorgado al reconocido fotógrafo español Jaime Rojo por su trabajo «Salvar a la Monarca». El reportaje sobre las mariposas monarca y el peligroso viaje que emprenden después de haber descendido su población un 80% en las últimas décadas. Este proyecto le hizo ganar, entre otros premios, un World Press Photo regional este mismo año.
domingo, 6 de octubre de 2024
La despoblación rural, ¿ favorece o perjudica a nuestra fauna silvestre?.
Es un proceso que viene de lejos, por lo menos desde 1812 cuando se inició en España el ciclo de desamortizaciones que empezaron a dar el golpe de gracia a un mundo rural que hasta ese momento tenía medios de vida y sostén. Fue un proceso liderado por el Estado liberal y, hoy día, por la empresa capitalista. No me corresponde a mí en este artículo vislumbrar qué sucederá con este proceso en el futuro.
Avutarda. |
No hay una respuesta tipo “Sí” o “No”.
Por otro lado, hay otra fauna que se ve perjudicada por el abandono rural. Me refiero a las aves que dependen de cultivos humanos, como los de secano fundamentalmente, bien adaptados a nuestra geografía y nuestro clima. Las aves esteparias son un buen ejemplo, muy extendidas por las estepas cerealistas. Estos cultivos de secano están en retroceso por el propio abandono rural y porque los agricultores buscan una mayor rentabilidad en cultivos de regadío, más inadecuados para nuestro clima, y para los cuales las aves esteparias (entre otras) no están adaptadas, no pueden realizar ningún tipo de aprovechamiento en ellos.
Cuando llega el invierno y, con él, las grullas del norte, en muchas regiones de la Península Ibérica ellas se alimentan en los campos de secano de sus áreas de descanso. Estos agricultores son compensados económicamente por los daños causados. Si estos cultivos desaparecen, víctimas del abandono rural, ¿de qué se alimentarán estas magníficas aves?
No todas las interacciones del ser humano con la naturaleza son, pues, negativas.
El hombre, un elemento más en la cadena de la vida
En definitiva, el ser humano es un elemento más en la cadena de la vida. Influye en otros seres vivos, y a su vez es influido por ellos. Al menos, eso era antes de que el mono desnudo se saliera del ciclo de la vida presa de su ignorancia, su arrogancia y su soberbia.
lunes, 29 de abril de 2024
"Guía de adaptación al cambio climático para el Camino de Santiago Francés”, proyecto Fund.Sta. María La Real.
Un estudio, realizado desde el área de Paisaje y Sostenibilidad de la Fundación Sta. María la Real, ha permitido definir y catalogar hasta 24 tipos de paisaje diferentes en esta histórica ruta, que comprende, además, 69 unidades paisajísticas, a lo largo de cinco regiones y 173 municipios.
viernes, 12 de abril de 2024
«Si no conseguimos el equilibrio entre medio ambiente y agricultura, nos arrepentiremos», entrevista a Manuel Pimentel.
Protagonizó la única dimisión que tuvo que afrontar José María Aznar durante sus ocho años de gobierno; presentó su renuncia a 22 días de las elecciones de marzo de 2000, cuando apenas llevaba 13 meses al frente de la cartera. Ingeniero agrónomo y abogado de formación, Manuel Pimentel (Sevilla, 1961) ha recopilado sus artículos de los últimos 15 años sobre la crisis agrícola en ‘La venganza del campo‘ (Almuzara, 2023). Partidario de los acuerdos y enamorado de la vida rural, Pimentel pone el foco en una sociedad que se lamenta del olvido al que ella misma ha condenado al sector primario porque ha decidido que lo rural solo queda bien en ‘stories’ de Instagram.
Entrevista
¿El campo ha sido la primera gran víctima de la globalización?
El campo occidental ha sido víctima no solo de la globalización, porque en otras zonas también afecta la globalización y el mundo agrario está viviendo momentos muy buenos. El mundo agrario ha sido víctima de la bajada brutal de precio por la globalización y por la concentración de la distribución. Bajó tanto el precio que se hizo invisible para la sociedad. Y a raíz de eso comenzó el proceso que hemos ido viendo estas décadas.
Señala entonces a la distribución como uno de los agentes responsables.
En los años 80, 90 y 2000, la distribución se concentró mucho y adquirió un gran poder de compra y apretó mucho los precios. Esa competencia entre distribuidores se transmitió hacia abajo. La distribución es responsable de haber apretado los precios hasta punto de ruina de los agricultores, pero no es responsable del ascenso de los precios que estamos teniendo ahora. Cuando dicen que los precios suben mucho porque la distribución se lo lleva no es verdad. La distribución es la misma ahora que hace 10 años. Lo que está pasando es que las importaciones se encarecen y cada vez dependemos más de ellas porque hemos restringido nuestra capacidad productiva y hay menos oferta y por eso suben los precios.
En agosto de 2009 escribió: «Más pronto que tarde, el campo se vengará en forma de escasez de alimentos, que subirán de precio de forma brusca e inesperada». ¿Por qué si era tan evidente para usted hace 15 años, nadie ha hecho nada por impedirlo?
Porque los imaginarios son muy fuertes. Y ahora es muy difícil cambiarlo. La sociedad urbana valora tan poco la agricultura y tanto el medio ambiente que en el fondo de su alma lo que quiere es que el campo sea para pasear. Y toda la norma europea se realiza en este sentido. Al final los europeos hemos dicho «tengamos el campo para pasear y la alimentación que lo hagan otros por ahí y nosotros ni vamos a preguntar mucho cómo lo hacen siquiera». Esto produce perplejidad, porque nosotros nos restringimos con unas condiciones que están bien, pero a las importaciones no les exigimos lo mismo.
«La sociedad urbana lo que quiere es que el campo sea para pasear»
¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?
Cuando salimos al campo, como sociedad urbana que somos, no hemos vivido en esa naturaleza y nos molestan los regadíos, las granjas, los invernaderos… Queremos el campo, pero para otra cosa. Por eso empecé a pensar en la idea de la venganza del campo. Solo cuando el carro de la compra empieza a apretar, que va a seguir subiendo poquito a poquito, pues entonces nos daremos cuenta de que también debemos tener producción agraria en Europa. Estamos colaborando todos en impulsar hacia arriba los precios de la comida para ponerla como un privilegio de ricos. Y no como algo accesible para las clases medias y populares.
¿Si el campo hubiera contado con un buen lobby de comunicación hubiera evitado esta situación?
Nadie es perfecto, pero cuando tu producto no vale, como es el caso de la alimentación, pasan estas cosas. Entre 2000 y 2020, gracias a la globalización y a las nuevas técnicas agrícolas la alimentación europea fue la más barata de su historia. La comida no aparecía en ninguna de las encuestas sobre preocupación. Si tú no valoras la alimentación aún valoras menos los que la producen. Los agricultores se vuelven invisibles. Mientras tanto, la sociedad urbana valora cada vez más el medio ambiente, y esto es muy positivo, pero se olvida de la producción de alimentos. Todas las normas que hemos hecho en Europa nos limitan y restringen en nuestra capacidad. Claro, los agricultores iban protestando, pero como no nos apretaba la comida, no les hacíamos caso. En esa circunstancia, aunque hubieran comunicado muy bien, hubiera sido invisible para nosotros. Por eso empecé a acuñar el concepto de venganza del campo. Solo se van a hacer visibles cuando nos apriete mucho el carro de la compra. Y está empezando a pasar.
¿Hay una confrontación entre agricultura y cuidado del medio ambiente?
En el imaginario de la sociedad europea, cualquier invernadero, cualquier regadío o cualquier granja es una agresión al medio ambiente o de maltrato animal, y por lo tanto vamos a intentar limitarlo con nuestras normas. Ahí olvidamos una variable que es muy importante: el derecho a la defensa variada, sana y a un precio razonable del europeo. Se puede perfectamente conseguir producción agraria de manera sostenible con un equilibrio. Mi tesis ahí es que la política agraria común, que es la más importante en la UE, hasta ahora solo ha tenido el eje de la sostenibilidad, que se debe mantener porque es irrenunciable, pero también equilibrarlo con el derecho de los europeos a una despensa, variada, sana y a un precio razonable. Y para eso los agricultores son parte de la solución, no del problema. Si seguimos como ahora, que, aunque estamos en un momento de desglobalización entregamos la llave de nuestra despensa a terceros países, vamos a seguir pagando nuestra comida cada vez más cara. Si no conseguimos ese equilibrio entre medio ambiente y agricultura, nos arrepentiremos. Es muy difícil, pero no hay que renunciar a ello. Solo aceptamos al agricultor bueno, el que tiene cuatro cabritas y cuatro arbolitos. Si tuviéramos que vivir con ese modelo de agricultura, cada pera o cada manzana nos costaría mil euros. Solo tomarían esa manzana los ricos.
Y ahí es donde entra la extrema derecha a intentar pescar adeptos con su discurso negacionista del cambio climático.
Yo creo que estas protestas de los agricultores han sido muy profundas. Es un mundo que no quiere morir y grita su desesperación. Y lo ha hecho en países con gobiernos de izquierda y de derecha. Es un grito apolítico, profundo de todo un sector. Pero sería igual de suicida olvidarnos de la sostenibilidad de los sistemas naturales como del campo.
«Sería igual de suicida olvidarnos de la sostenibilidad de los sistemas naturales como del campo»
Habla de la paradoja de querer alimentos variados y baratos mientras se imponen normas y leyes que lo dificultan. A eso se suma la contradicción de querer consumir productos de forma masiva que quizá no sean apropiados para nuestra agricultura, como el aguacate, que exige mucho regadío. ¿Qué nos pasa como sociedad que no vemos esta paradoja?
El aguacate es un cultivo de regadío que en muchas zonas es totalmente sostenible. En la zona de la costa de Málaga, de Granada, antes se cultivaban chirimoyas y naranjas que también son de regadío.
Denuncia que hay un doble rasero con los temas energéticos y el regadío, que no se tiene en cuenta el impacto ambiental en plantaciones fotovoltaicas o en instalaciones de gasoductos de hidrógeno, pero que luego sí se ven esos problemas en trasvases hídricos o en planes de regadío.
Sí. Eso está tan metido que es muy curioso. Si hay algo que contamina el medio ambiente visualmente es un molino de viento, y si hay algo que contamina el suelo es una plata fotovoltaica. Y, sin embargo, la sociedad lo ve como algo más sostenible que un cultivo de perales. Y todo porque hemos demonizado al agricultor y hemos subido a un pedestal al técnico de energías renovables. Tenemos que optar, como país, pero tenemos que saber las consecuencias. El caudal ecológico hay que mantenerlo, pero nosotros tiramos muchísimas hectáreas al mar. La población sigue creciendo, la tierra fértil cada día es menor porque la infraestructura urbana, los colegios, hospitales, centros comerciales fotovoltaicos se comen miles y miles de hectáreas de tierra fértil todos los años. Por eso cada vez hay menos tierras y cada vez hay que alimentar a más personas. Y para alimentar más personas con menos tierras, hay que regar. Tenemos que decidir si queremos regar y producir o que sigan subiendo los precios de frutas y verduras.
Y aquí llegamos al consumo de agua: lo hemos visto con el regadío de Doñana, en otros es producción industrial o uso urbano o turístico, y todo eso en un contexto de sequía y menores precipitaciones. ¿El uso del agua es el gran problema que no se aborda en España?
Hay países que tienen menos pluviometría que España, como Israel, pero que tienen mucha más superficie de riego. Las medias pluviométricas no han cambiado en los últimos años. Puede ser que caiga más concentrado o menos, pero cae la misma cantidad de agua. El sinsentido es que haya zonas sin agua potable en Andalucía o Cataluña cuando les sobra agua y todo porque la gente no quiere poner un tubo desde el pantano a su casa. Y mientras tanto aceptamos regasificadoras, gaseoductos de hidrógeno de altísima presión de Algeciras a los Pirineos, con un ramal a Lisboa y atravesando parques naturales. Pero es lo que hemos decidido. El año que llueva tendremos agua y el año que no llueva, no habrá nada.
«Hemos demonizado al agricultor y hemos subido a un pedestal al técnico de energías renovables»
Habla de que todos los alimentos salen del campo, todavía queda muy lejos la impresión de comida 3D o la síntesis de alimentos en laboratorios, aunque es la gran promesa con la que nos dicen que se acabará el hambre en el mundo. ¿Podemos confiar en ella?
Yo creo que la sociedad tiene que estar abierta a cualquier tipo de innovación. Cualquier innovación que mejore la cantidad y la calidad de la comida, bienvenida sea. Ahora bien, lo que yo conozco que se está haciendo ahora dista mucho de ser una cuestión asequible y sostenible.
Durante la pandemia, descubrimos de golpe que trasladar la producción industrial a Asia le cuesta muy caro a Europa. ¿Nos pasa lo mismo con la alimentación?
Es lo que nos está pasando. En Europa vamos encareciendo, restringiendo y limitando las producciones agrarias propias, y por eso los agricultores han dicho «basta». Nosotros hemos decidido que en el campo europeo es para pasear y que la comida es algo molesto y que la produzcan otros por ahí y no miraremos mucho cómo lo hacen. Esto es surrealista, pero es lo que está pasando y no creo que cambiemos a corto plazo. Personalmente creo que se pueden hacer muchas cosas con las nuevas técnicas de cultivo y se puede mejorar el medio ambiente con más producción. Soy optimista y creo que hay campo para rato. Estamos en un cambio de ciclo, como ya pasó con la energía; y Europa, con un mundo en guerra, va a girar en algunas de sus políticas. El problema es que va a costar mucho llegar a eso y antes se tiene que poner el carro de la compra a 500 euros para que la gente empiece a valorar tener producción en Europa.
domingo, 18 de febrero de 2024
En defensa de los agricultores
¡Cómo han cambiado las cosas en muy poco tiempo! Tras las manifestaciones de los agricultores en Alemania, y, sobre todo, Francia, nadie hubiera imaginado una reacción como la que han tenido los agricultores y ganaderos españoles. Hace unas semanas en este mismo blog relatábamos las reivindicaciones de los agricultores en los países citados y cómo consiguieron el apoyo de la sociedad y las negociaciones con sus respectivos gobiernos (https://ruralsiglo21.org/2024/01/28/la-voz-del-campo/). Incluso, el presidente de la República Francesa trasladó las preocupaciones de los agricultores de su país a la presidenta de la Comisión Europea.
En un contexto de reflexión sobre el futuro de la Política Agraria Común (PAC) y los condicionantes medioambientales, la presidenta de la Comisión Europea, influida, sin duda, por las próximas elecciones del mes de junio y el inusual impacto social de las reivindicaciones del campo en todo el continente, decidió dar marcha atrás a la decisión de reducir en un 50% el uso de fitosanitarios en la agricultura europea.
Creo, en primer lugar, que este nuevo planteamiento y lo que está sucediendo estos días, pone de manifiesto que las decisiones sobre la PAC, y sobre las cuestiones agrarias en general, deben tomarse teniendo en cuenta a los agricultores y ganaderos, los que están sobre el terreno y conocen la realidad de lo que sucede en el campo. Y, por otra parte, los que, en la práctica, en el ámbito agrario, van a tener que llevar a cabo los compromisos del Pacto Verde.
Una segunda reflexión es que el futuro de nuestra sociedad, y también de la agricultura, depende, en gran medida, de nuestro compromiso europeo, inquebrantable, con la lucha contra el cambio climático, la reducción de gases de efecto invernadero, la transición energética y los objetivos de la Agenda 2030. Este compromiso no puede ponerse en cuestión. Algunos, desde planteamientos muy reaccionarios, vinculados a partidos de ultraderecha, aprovechando el río revuelto, y rozando el ridículo, lo cuestionan, incluso señalan estos objetivos ambientales como el mayor problema para los agricultores y ganaderos. Hay que combatir este discurso, sin ambages. La agricultura y ganaderías europeas solo tendrán futuro en el marco de los compromisos del Pacto Verde. El componente ambiental ha de ser, además, un argumento fuerte para solicitar una PAC con más recursos y con un reparto mas justo de las ayudas, que priorice a las explotaciones familiares, pequeñas y medianas que, desde la multifuncionalidad, son las que vertebran el territorio, combaten la despoblación y cuidan del medio ambiente.
Es muy necesario hacer un esfuerzo pedagógico, hacia los agricultores y ganaderos, con los que, insisto, hay que contar para aplicar las medidas y para que éstas sean exitosas y consigan los objetivos propuestos en el Pacto Verde. Pero también hacia la sociedad en su conjunto, para que vea a los agricultores y ganaderos como un colectivo fundamental para el progreso social, en el desarrollo del medio rural, la preservación del medio ambiente o la garantía de la seguridad alimentaria. Quizá las manifestaciones de estos últimos días, que demuestran la fuerza del sector, mayoritariamente desde el respeto, y que han contado con un gran apoyo social, puedan constituir un punto de inflexión a este respecto.
Ajustando el foco, en el caso de España, hay algunas medidas en las que el gobierno ha actuado con rapidez y contundencia en los últimos años. El volumen de ayudas nacionales -al margen de la PAC- por la sequía, los efectos de la guerra de Ucrania o las consecuencias económicas de la pandemia, ha sido el más alto de nuestra historia. También, la subida exponencial del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de los últimos años o la reforma laboral, han tenido en cuenta, me atrevería a decir que, por primera vez, al eslabón más débil de la cadena agroalimentaria, los trabajadores asalariados del campo, tantas veces olvidados.
Es momento, ahora, de afrontar otras cuestiones. La defensa a ultranza de un modelo de agricultura familiar, que se asienta sobre pequeños y medianos emprendedores en nuestros pueblos, profesionales de la agricultura y ganadería, es urgente, imprescindible, si queremos que nuestro sector tenga futuro. Para ello, urge una PAC orientada a este modelo de explotación, que les priorice de verdad, que sea más sencilla y fácil de entender para nuestros agricultores y para el conjunto de la sociedad. Y es muy necesaria la elaboración de una ley de agricultura familiar que blinde este modelo de agricultura, que canalice la prioridad política hacia ellas, de tal forma que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y con los productores y operadores del feroz mercado global.
Y por supuesto, como ha comprometido el presidente del Gobierno, reforzar la Ley de la Cadena Alimentaria, para que exista rentabilidad en todos los eslabones, principalmente en el más débil, el primero. Que los costes sean razonables para todos, que los márgenes comerciales nos sean abusivos y que los precios sean dignos para todos. Parece muy lógico, pero no es fácil de lograr. Sin embargo, la batalla es necesaria, también muy urgente
Es evidente que la movilización de los agricultores y ganaderos tiene una motivación económica. Pero en la demostración de fuerza de estos últimos días hay también un deseo de decir a la sociedad de nuestro país algo así como: “Aquí estamos. Formamos parte de la sociedad, producimos alimentos y somos importantes. Y así queremos que nos veáis”
Nos lo están pidiendo. Y debemos escucharlos. Es momento de estar con ellos, de apoyarles y entenderles. No sólo estos días. Siempre.
jueves, 15 de febrero de 2024
Guía para abordar las tractoradas desde la España vaciada.
Esto sigue presente, y creo que es lo que explica el hecho de que un ganadero que trabaja a pérdidas por culpa de tratados de libre comercio vote opciones neoliberales. No es algo exclusivo del campo: ocurre lo mismo con los autónomos de las ciudades. No hay espacio aquí para hablar del gran error de considerar al pequeño propietario el enemigo, como si fuera lo mismo poseer Inditex que una zapatería o una cafetería de barrio. Pero sí tengo que resaltar que en el campo ese error sale aún más caro, porque el poso histórico del miedo a la pérdida de la tierra que da de comer es mucho más grande de lo que pueda parecer. Esto es lo primero que la izquierda tiene que entender.
No, no va a funcionar hablar de ecologismo. Primero, porque es percibido como algo de izquierdas. Así de sencillo y así de complejo. Pero además, no va a funcionar porque los agricultores y ganaderos sienten que se les hace pagar a ellos la factura ecológica de todos. Es uno de sus hartazgos. La Unión Europea le está sacando partido a la ola verde de las protestas de 2019. Pone medidas restrictivas dentro mientras firma tratados de libre comercio con países que desde luego no participan de pacto verde alguno. Y si los agricultores protestan, siempre podrán decir a la opinión pública que la UE quería ser verde, pero que estos señores bloquearon las calles con tractores pidiendo volver a lo de siempre. Y así, Von der Leyen y compañía ya tendrán lo que buscan: que se acreciente ese falso dilema entre el mundo rural y el desarrollo sostenible; que los de abajo se enfrenten entre ellos. Por eso ha sido muy inteligente la maniobra de retirar la ley que pretendía reducir el uso de pesticidas.
Además, mientras se ponga el acento en la cuestión ecológica, no se pone en la económica. Mientras debatamos sobre los mililitros de fertilizantes permitidos que recoja la siguiente normativa, no hablamos de que todo apunta a que de aquí a unos pocos años toda la agricultura y la ganadería estarán en manos de grandes corporaciones transnacionales, y que los pueblos de Europa estarán más vaciados si cabe, porque arruinados, sus habitantes pasarán a formar parte de la masa desempleada o precarizada de las ciudades. Es muy difícil y a la vez muy fácil: hay que hablar en términos económicos, hay que explicar adónde se va el dinero que están dejando de ganar los agricultores, para que todos tengamos claro quiénes son los culpables y dónde está el enemigo. Sin perdernos en detalles, por muy importantes que puedan ser esos detalles. Hay que ir a lo estructural; hay que hacer una suerte de pedagogía de lo estructural. Porque en los últimos años se ha querido articular tantas demandas distintas, que quizá hemos acabado por perder de vista la demanda que tiene que articular a las demás, eso que podríamos llamar “la demanda estructural”. Y no es que haya demandas que no sean importantes. Lo que ocurre es, entre otras cosas, que lo que se está haciendo no funciona, porque interpela sólo a quienes se identifican con la izquierda. Se podría ir al campo a hablar en términos de ecologismo y vestidos con chaquetas de coderas, pero les puedo ahorrar el trabajo: no va a funcionar. Y la razón de ello, insisto, no está en el contenido del mensaje, está en una cuestión de identidades. Se percibe una amenaza de izquierdas, pero no la amenaza neoliberal, y eso hace que si la lucha contra las macrogranjas o contra el libre comercio la abandera alguien con ropaje de izquierdas, esa lucha será lucha del enemigo y se percibirá como un ataque.
Se pueden crear nuevas identidades, claro está. Se suponía que, desde el análisis de Mouffe y Laclau, era lo que pretendía hacer el primer Podemos, pasando de la dicotomía izquierda-derecha a los de abajo contra los de arriba. Pero al final todo quedó en un nuevo partido de izquierdas, y lejos de interpelar a una mayoría, la mitad del país vio el proyecto como algo situado a la izquierda de la izquierda. O sea, como al enemigo. Y ahora, una vez muerto el espíritu del 15M, ¿sigue habiendo oportunidades de articular un “los de abajo” contra el capitalismo salvaje? ¿Por dónde empezamos? Las nuevas identidades no nacen de la nada, sino que surgen a partir de las que preexisten, que se funden, se separan, se desarrollan, mutan… Y es una mala idea pretender que surja una nueva identidad popular partiendo de la identidad “izquierda”, porque no va a funcionar. Desde sectores como el campo (pero no sólo), todo lo que surja a partir de la izquierda se verá como un otro amenazante: en el peor de los casos, un otro enemigo, y en el mejor, un otro que habla desde lejos y que los mira con condescendencia.
La lejanía y la condescendencia, aunque sean involuntarias, se aprecian en el propio uso del lenguaje: ¿por qué los medios de izquierdas hablan de los “campesinos”, si es un término con el que jamás se identificaría un agricultor? ¿Saben dónde no se cometen esos errores? En Vox. Y ojo, no hay que confundir la capitalización que hace Vox de la causa de los agricultores y ganaderos con la acusación de que sea ese partido quien los esté convocando. Porque ahora se está hablando de dos tipos de agricultores: los fieles a los sindicatos, cuya lucha es legítima, y los que pasaron por encima de estas organizaciones y convocaron sus propias manifestaciones el 6 de febrero, presentándose a estos últimos como marionetas de Vox que alteran el orden público con métodos fascistas por no tener una autorización de la subdelegación del gobierno que corresponda. Si la izquierda quiere una receta para terminar de regalarle a Vox la causa del campo, ahí la tienen: continúen insultando a un gremio al borde de sus límites, y sobre todo, alíense con sus enemigos. Porque, créanme, ahora mismo la inmensa mayoría de los ganaderos y agricultores de este país ve en los sindicatos agrícolas a un lastre con el que ya no están dispuestos a seguir cargando. Y no, esa misma inmensa mayoría, no ha acudido a ninguna cita de Vox. Es difícil saber aún quiénes han liderado la organización del movimiento y qué intereses puede haber detrás, pero a efectos de esta guía, me da igual: los agricultores no han sacado los tractores pensando en acudir a un acto de Vox.
Pero si seguimos por este camino, quizá la próxima vez sí lo hagan. Se le está poniendo en bandeja a Vox que capitalice un movimiento al que probablemente se le sumen los transportistas y quizá al final todos los autónomos. Sigan llamándoles fascistas, hasta que al final se dé una profecía autocumplida en media España. Después, ustedes dirán que ya avisaron del peligro. Yo diré lo mismo.
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* Bárbara del Arco es profesora de filosofía en Las Palmas de Gran Canaria, pero procedente de un pueblo de Zamora.
jueves, 8 de febrero de 2024
El malestar del campo: la crisis del neoliberalismo que amenaza con teñirse de pardo.
Cuando te equivocas de diana, o escupes contra el cielo.
Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual.
Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó
Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar
Manifestación de agricultores en Belfort (Francia) 31 enero de 2024. / Thomas Bresson (vía Wikimedia Commons) |
Las botas pardas se tiñen del marrón del barro. Algunos dirigentes de la extrema derecha europea habrán pisado más el campo en estas últimas semanas que en el resto de sus vidas. Desde Vox hasta Alternativa para Alemania, pasando por la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen o Hermanos de Italia, las formaciones ultras pretenden instrumentalizar la actual oleada de protestas de agricultores. Y eso que promueven el mismo modelo económico que tanto malestar genera entre los campesinos: el capitalismo neoliberal.
Cuando faltan cuatro meses para las próximas elecciones europeas, esta rabia del campo aparece como un regalo caído del cielo para la ultraderecha, que ya tenía el viento en popa de cara a los comicios del 9 de junio. Si bien en 2019 las manifestaciones climáticas de los jóvenes tuvieron una incidencia en ese escrutinio y favorecieron el crecimiento de los verdes en la Eurocámara, la actual oleada de protestas campesinas aparece como un síntoma del cambio de época. Es una señal del efecto backlash (reacción conservadora) que sufre el ecologismo, pero también de los límites e incoherencias del neoliberalismo verde.
Alemania, Francia, Polonia, Países Bajos, Rumania, Italia… Es larga la lista de los Estados donde se han producido este tipo de movilizaciones, que también han alcanzado a España desde principios de febrero. La dimensión continental de esta contestación evidencia el carácter estructural de los problemas del sector primario. Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual. Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó durante décadas gracias a su modernización e industrialización, pero que se encuentra estancada desde principios del siglo XXI. Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar entre unos endeudados y empobrecidos campesinos.
En 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibió el 16,6% de los fondos de la PAC
A eso se le suman las incoherencias de las políticas agrarias de la Unión Europea. Por un lado, el hecho de dar una gran cantidad de ayudas al sector, sobre todo los 41.400 millones de la PAC, pero hacerlo sin criterios de justicia social –en 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibieron el 16,6% de los fondos, con ayudas individuales superiores a los 100.000 euros– ni climática –se reparten en función de las hectáreas, lo que incentiva una agricultura productivista y contaminante–. Por el otro, el haber renunciado a una regulación de los precios que se pagan a los campesinos y haber suprimido los aranceles sobre los alimentos de fuera de la UE, con la firma de tratados de libre comercio.
Estos factores económicos no resultan las únicas explicaciones del actual malestar agrícola –también alimentado por las sequías, el exceso de papeleo, las normas medioambientales, la competencia “desleal” de los productos ucranianos…–, pero han influido en el estallido social de esta profesión, tan desigual como precarizada.
“Queremos vivir de nuestro trabajo”, “Cuando llego a final de mes, no me queda ningún ingreso neto. Vivo gracias al salario de mi mujer”… Testimonios como estos resultan habituales entre los campesinos que han cortado carreteras en Francia.
Grupúsculos ultras se infiltran en las protestas
A pesar de ello, los grandes medios y buena parte de la clase dirigente han impuesto una interpretación mucho más simplista y parcial: el campo contra la ecología. Este diagnóstico solo tiene en cuenta las últimas gotas que han colmado el vaso –la supresión de la subvención del diésel rural en Alemania o Francia o una reducción del tamaño de las granjas en Bélgica o Países Bajos– en lugar del caudal de este malestar. También sirve para no cuestionar a la industria alimentaria y la gran distribución –una de las dianas predilectas de los campesinos movilizados– ni los dogmas económicos neoliberales, como la no regulación de los precios o los tratados de libre comercio. Y, de hecho, se trata del mismo marco discursivo de la extrema derecha.
Los grandes medios y parte de la clase dirigente han impuesto
una interpretación simplista y parcial: el campo contra la ecología.
“La ecología se lleva a cabo de manera sistemática en perjuicio de nuestros campesinos”, dijo a la cadena TF1 Jordan Bardella, número dos de la RN. Era el 20 de enero y apenas dos días después de que hubieran empezado los primeros cortes de carreteras, el cabeza de lista en las europeas del lepenismo intentaba instrumentalizar las protestas visitando una explotación ganadera en el suroeste de Francia, propiedad de simpatizantes de su partido. Ese ejercicio comunicativo no terminó de salirle bien, ya que luego se supo que esos mismos granjeros habían robado el año pasado tres hectáreas y 39 fardos de henos. Pero inauguró el desfile preferido en las últimas semanas de los dirigentes ultras: el del campo.
Ya sea haciéndose el imprescindible selfi encima de un tractor o a base de tuits, los Le Pen, Abascal o Geert Wilders quieren sacar rédito electoral a la rabia del campo. Además, militantes de grupúsculos neofascistas participaron en protestas de viticultores en Montpellier, donde hicieron proclamas de “más para nuestros campesinos y menos para los migrantes”. Y a principios de enero, el ministro de Economía alemán, el verde Robert Habeck, quedó bloqueado en un ferri en el norte del país debido a una concentración de campesinos cabreados, organizada a través de un canal de Telegram conspirativo y xenófobo.
¿La extrema derecha saldrá beneficiada?
Más que su presencia en las protestas, el riesgo de la ultraderecha es ideológico y electoral. “Desde principios de los años 2000, el auge del lepenismo se debió a su capacidad de implantarse electoralmente en los territorios rurales”, explica el historiador Edouard Lynch, especialista del mundo agrícola y profesor en la Universidad Lumière-Lyon 2, refiriéndose a la estrategia de Marine Le Pen de convertirse en la portavoz de la “Francia de los olvidados”. La mayor parte de los 88 diputados de RN en la Asamblea fueron elegidos en circunscripciones rurales en las legislativas de 2022. Es el mismo modelo “ruralista” que intenta aplicar Vox en España.
Hablar del “campo” no solo sirve para intentar seducir electoralmente a los campesinos –el 30% de ellos votó a Le Pen o Zemmour en la primera vuelta de las presidenciales de 2022, un porcentaje parecido a la media del país–, sino también a todos los habitantes de los territorios rurales y periurbanos. Ellos ya habían estado sobrerrepresentados a finales de 2018 en la revuelta de los chalecos amarillos, que marcó asimismo la campaña de las europeas del año siguiente.
El Movimiento Campesino Ciudadano fue la primera fuerza en las elecciones provinciales de Países Bajos el año pasado
¿La ultraderecha sacará un rédito electoral a este malestar del campo? “Me cuesta imaginar que no lo vaya a hacer”, reconoce el politólogo Guillaume Letourneur. Sin embargo, este especialista de la implantación rural de RN matiza que “esto dependerá de la oferta electoral en las europeas”, en las que el presidente de la Federación de los cazadores, Willy Schraen, liderará un nuevo partido ruralista.
“Quizás será esta lista la que saldrá más beneficiada por las protestas”, sostiene Letourneur. Este nuevo partido francés se inspira en el Movimiento Campesino Ciudadano, que dio la sorpresa en Países Bajos y se convirtió en la primera fuerza en las elecciones provinciales en marzo del año pasado. La candidatura de la España Vaciada también pretende dar la sorpresa en los comicios de junio.
Demonizar la ecología sin caer en el climato-escepticismo
La derecha mainstream –desde la CDU en Alemania hasta el PP en España, pasando por el macronismo en Francia– sigue con inquietud esta evolución del electorado rural. Esto ha provocado que haya endurecido su discurso contra el ecologismo. El presidente del Partido Popular europeo, el alemán Manfred Weber, ya se había opuesto el año pasado con claridad al Green Deal (Pacto Verde) de la Unión Europea, a pesar de que esa batería de medidas ha quedado descafeinada ante la influencia de los grupos de presión. “El gran problema es el Green Deal y su visión claramente basada en el decrecimiento”, ha denunciado recientemente el presidente de la FNSEA (principal organización agrícola en Francia), Arnaud Rousseau, conocido por poseer más de 700 hectáreas.
Aunque la ultraderecha se presenta como defensora de los pequeños campesinos,
en realidad respalda las políticas que alimentan su malestar.
“Ante cada dificultad, ustedes se dedican a señalar a los agricultores” y los presentan “como delincuentes, contaminadores de nuestras tierras y como los torturadores de los animales”, reprochó el primer ministro francés, Gabriel Attal, a una diputada verde en la Asamblea Nacional. En lugar de hablar de “competencia desleal”, señalar a la gran distribución o cuestionar la desregulación de los precios, el Gobierno de Emmanuel Macron ha acusado de este malestar agrícola a los ecologistas. Ha sacrificado varias medidas medioambientales, como el final progresivo de la subvención del diésel rural o un plan para reducir el uso de pesticidas, para responder a la rabia del campo.
Esta reacción representa, sin duda, una victoria ideológica para la extrema derecha. Intentando distanciarse de los discursos climatoescépticos, el lepenismo (y también los ultras en otros países) afronta el debate sobre el cambio climático con una nueva estrategia. Lo plantea como una confrontación entre el “falso medioambiente” punitivo, que defienden los tecnócratas de Bruselas y los “burgueses” urbanos que votan a la izquierda, y el “verdadero medioambiente” de los campesinos y cazadores. Una posición puramente retórica y llena de contradicciones, pero que también ha abrazado una parte de la derecha clásica.
Aunque la ultraderecha se presenta como la defensora de los pequeños campesinos ante Bruselas, en realidad respalda aquellas políticas que alimentan el malestar del sector primario. Votó en la Eurocámara, a finales de 2021, los fondos de la PAC, repartidos sin criterios de justicia social ni climática. También ha respaldado recientemente acuerdos de libre comercio con Chile o Kenia. En cierta manera, la rabia del campo refleja la paradoja en que se encuentra atrapada Europa: un continente enfermo de un neoliberalismo que nutre el voto a la ultraderecha. Y eso que esta defiende el mismo modelo que alimenta el descontento
Tractorada de protesta de los agricultores comarcanos entre Redecilla del Camino y Espinosa del Camino.
Concentración en el Chocolatero. Se han unido algunos tractores de la Rioja. |
sábado, 20 de enero de 2024
Tratamientos Selvícolas preventivos de incendios en Redecilla del Camino, y otros pueblos comarcanos.
Desde las dehesas de los Montes de Ayago (1.220msnm) esta es una vista de la Sierra Demanda norte riojana. |
En la provincia de Burgos, se beneficiarán 26 ayuntamientos, con una inversión total de 2.777.342 euros. Estos tratamientos buscan conservar y mejorar las masas arboladas, prevenir incendios y, en caso de producirse, facilitar su extinción en condiciones más favorables.
Se trata de preservar estas maravillas. Ese es el haya, el árbol comarcano que ha representado a la Provincia de Burgos durante muchos años, en uno de sus carteles publicitarios más exitosos. |
Se llevarán a cabo diversas acciones, como clareos, cortas de regeneración, podas, desbroces y eliminación de restos vegetales. También se realizarán otras mejoras en el medio natural, como la conservación y mantenimiento de caminos, la recuperación de antiguas majadas, tratamientos sanitarios contra perforadores de resinosas, así como la retirada, limpieza y reparación de cerramientos ganaderos.
Las actuaciones en Burgos, se realizarán en los municipios en los que se llevarán a cabo estas intervenciones son Cascajares de Bureba, Condado de Treviño, Miraveche, Pancorbo, Santa Gadea del Cid, Miranda de Ebro, Bozoo, Bascuñana, Belorado, Espinosa del Camino, Fresneda de la Sierra Tirón, Fresneña, Ibrillos, Valle de Oca, Pradoluengo, Santa Cruz del Valle Urbión, Rábanos, Redecilla del Camino, Castildelgado, San Vicente del Valle, Valmala, Viloria de Rioja, Villafranca Montes de Oca, Villagalijo y Tosantos.
Las acciones principales se centran en tratamientos selvícolas preventivos para reducir el riesgo de propagación de incendios, como desbroces, gradeos, podas, clareos y fajas auxiliares. También se llevarán a cabo tratamientos selvícolas de desembosque en árboles completos, así como su apilado, para su aprovechamiento como biomasa.
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