miércoles, 20 de noviembre de 2024
Ruralidad en España: diversas realidades y retos sociales, Documentación Social, nº18
martes, 19 de noviembre de 2024
Factores que determinan el relevo generacional en el campo español. P. Barato, ASAJA.
jueves, 7 de noviembre de 2024
15 de noviembre fecha límite para participar en FotoRural 2024, 18ª edición del Concurso de Fotografía del Mundo Rural.
domingo, 6 de octubre de 2024
La despoblación rural, ¿ favorece o perjudica a nuestra fauna silvestre?.
Es un proceso que viene de lejos, por lo menos desde 1812 cuando se inició en España el ciclo de desamortizaciones que empezaron a dar el golpe de gracia a un mundo rural que hasta ese momento tenía medios de vida y sostén. Fue un proceso liderado por el Estado liberal y, hoy día, por la empresa capitalista. No me corresponde a mí en este artículo vislumbrar qué sucederá con este proceso en el futuro.
Avutarda. |
No hay una respuesta tipo “Sí” o “No”.
Por otro lado, hay otra fauna que se ve perjudicada por el abandono rural. Me refiero a las aves que dependen de cultivos humanos, como los de secano fundamentalmente, bien adaptados a nuestra geografía y nuestro clima. Las aves esteparias son un buen ejemplo, muy extendidas por las estepas cerealistas. Estos cultivos de secano están en retroceso por el propio abandono rural y porque los agricultores buscan una mayor rentabilidad en cultivos de regadío, más inadecuados para nuestro clima, y para los cuales las aves esteparias (entre otras) no están adaptadas, no pueden realizar ningún tipo de aprovechamiento en ellos.
Cuando llega el invierno y, con él, las grullas del norte, en muchas regiones de la Península Ibérica ellas se alimentan en los campos de secano de sus áreas de descanso. Estos agricultores son compensados económicamente por los daños causados. Si estos cultivos desaparecen, víctimas del abandono rural, ¿de qué se alimentarán estas magníficas aves?
No todas las interacciones del ser humano con la naturaleza son, pues, negativas.
El hombre, un elemento más en la cadena de la vida
En definitiva, el ser humano es un elemento más en la cadena de la vida. Influye en otros seres vivos, y a su vez es influido por ellos. Al menos, eso era antes de que el mono desnudo se saliera del ciclo de la vida presa de su ignorancia, su arrogancia y su soberbia.
martes, 5 de marzo de 2024
El problema es más cultural y de enfoque, que económico. Entrevista a Román Sánchez Besteiro / El politólogo que volvió a las raíces
Román Sánchez Besteiro / El politólogo que volvió a las raíces:
Entrevista a Román Sánchez Besteiro.
Nació en Cervantes. 1.209 habitantes, repartidos en 21 parroquias y 71 lugares, en una extensión de 276 km2, dice la Wikipedia.
Sí, nací en San Román de Cervantes, la capital municipal, mis padres no se complicaron mucho con el nombre. Eran maestros allí, ella en una escuela unitaria y mi padre en Preescolar na Casa [un innovador programa educativo, activo de 1977 a 2012, que suplía, sobre todo en el medio rural, las carencias de escolarización]. Tuve una infancia errante, como todos los hijos de maestros, hasta acabar en Lugo, pero siempre tuve mucho contacto con Cervantes, sobre todo gracias a Ramiro, uno de aquellos curas rojos, impulsor de muchas iniciativas que dinamizan Ancares.
Se fue a Madrid a licenciarse en Derecho y en Políticas. ¿En concreto, qué quería ser de mayor?
Desde muy pequeño me interesó mucho la política, y me imagino que quería ser profesor de universidad, pero me decepcionó que los profesores que a mí gustaban no les gustaban a mis compañeros y al revés. Volví a Santiago, a hacer un máster en Comercio Exterior y entonces, me llamó el cura Ramiro, porque la cooperativa A Carqueixa atravesaba un momento delicado, y me dijo que me veía con iniciativa e ilusión.
Lo de las vacas no era negocio…
No, todo venía del problema con una sala de despiece de principios de siglo (Artesanos Gallegos de la Carne) de la que éramos socios con más cooperativas que comercializaban ternera gallega suprema. Fallaron los distintos socios industriales, falló Mercadona que iba a ser el principal cliente y acabamos siendo otro juguete roto de sus proveedores. Para la cooperativa supuso perder el capital social y perder la confianza de muchos socios, porque hubo retrasos en los pagos.
Pero lograron reponerse.
Optamos por llegar al cliente sin intermediarios. Hicimos una encuesta a los socios y socias y decidimos apostar por la marca propia y la comercialización directa. Al principio sólo por internet. Vendíamos carne por lotes cerrados: tanto de costilla, tanto de filetes, tanto de carne para asar… Ahora ya podemos diversificar y servir lo que se quiera. Tenemos dos puestos en el mercado de abastos de Lugo y estamos empezando a comercializar comida elaborada: empezamos con jarrete con castañas, ternera con salsa de higos, callos y caldo. Todo de animales que se han alimentado de la leche materna hasta por lo menos los siete meses.
Les va bien, vamos.
Somos 215 socios de Cervantes, Navia de Suarna, Fonsagrada, aunque algunos ya no están en activo. Somos los que mejor pagamos los terneros y conseguimos poner en valor lo que Oliver Laxe, vecino de Ancares, el director de O que arde, llamó “ganadería heroica” en una campaña que hizo con integrantes de la cooperativa que habían participado en la película. Una ganadería con los valores tradicionales: trashumancia, alimentación natural, cuidado extremo de los animales. El socio que más ganado tiene, tiene cien vacas, pero la media es de 25 por casa. Y como se hacía antes, también le sacamos rendimiento a otros productos como la miel o la castaña. Llegamos a recoger algún año 220 toneladas de castaña. Los últimos años, sólo 10 o 25 porque vino la plaga de la avispilla.
¿Cómo fue pasar de los ambientes universitarios de Madrid y Santiago a San Román de Cervantes? ¿Qué está, a una hora de Lugo?
A 45 minutos. Son 65 km, la mayoría por autovía, aunque hay sitios como Piornedo, que están a hora y media. En Cervantes estuve seis años, y ahora llevo tres a caballo entre Cervantes y Begonte [una pequeña población a 30 km de la ciudad, en la otra dirección] porque mi pareja trabaja en los alrededores de A Coruña y así nos pilla a medio camino. Yo sigo teniendo bastante relación con la gente con la que estudié de chaval en Lugo, incluso fui presidente de la Federación de Peñas del CD Lugo. Por otra parte, en Cervantes hay tres asociaciones culturales funcionando. Y disfruto mucho con la naturaleza.
Tiene el trabajo a 95 kilómetros de casa. No queda muy rural.
Estoy allí dos o tres días a la semana. Yo siempre quise vivir en la casa que estoy rehabilitando, la de mis abuelos paternos. Mi abuelo materno, Emilio, que era tratante de terneros y fundador de una exitosa cooperativa de piensos, acostumbraba a ver oportunidades donde los demás veían fracasos. Me llamó mucho la atención un día que hablando de mi tío José María [José María Besteiro, productor de cine y televisión] dijese: “Si siguiera aquí no iba a ganar menos”.
Contra lo que se piensa y lo que se dice, aquí con la ganadería y la agricultura puedes ganarte bien la vida.
No es ese el pensamiento mainstream entre la gente del medio rural.
Cuando la gente idealiza el pasado es que no lo vivió. Era un trabajo muy duro, prácticamente esclavo y de supervivencia, y eso permanece en la memoria. La escuela es urbanizante y la gente expulsa a sus hijos fuera. El éxito es que tu chaval o tu chavala estudie y consiga ser médico en Lugo, y no que se quede y tenga una granja modelo.
Da pena ver prados abandonados o convertidos en eucaliptales
O sea, que el problema es más cultural, de enfoque, que económico.
Una tierra tan productiva como la que tenemos sería un lujo para hacer lo que se quisiera. Da pena ver prados abandonados o convertidos en eucaliptales. Lo que se necesita es autoestima y ordenación del territorio. Afortunadamente, empieza a cambiar la tendencia, hay gente que quiere permanecer y eso, entre otras cosas, es un servicio a la sociedad.
¿Qué le parecen las tractoradas de estos días?
Un segundo aspecto en lo que tienen razón es en cuestiones como la enorme burocracia, y medidas que están pensadas para zonas de Europa con explotaciones de grandes extensiones no tiene sentido implantarlas en fincas de medio ferrado [unos 250 m2].
Con ese discurso regeneracionista, ¿no le tira la política?
Sí, siempre digo que todo lo que hacemos es política, pero si de lo que se trata es de transformar la vida en el medio rural creo que las cooperativas y las comunidades de montes tenemos más capacidad que las administraciones públicas. Y creo que además el gerente de una cooperativa no se debe significar, porque la gente que está en ella es de todos los colores.
domingo, 18 de febrero de 2024
En defensa de los agricultores
¡Cómo han cambiado las cosas en muy poco tiempo! Tras las manifestaciones de los agricultores en Alemania, y, sobre todo, Francia, nadie hubiera imaginado una reacción como la que han tenido los agricultores y ganaderos españoles. Hace unas semanas en este mismo blog relatábamos las reivindicaciones de los agricultores en los países citados y cómo consiguieron el apoyo de la sociedad y las negociaciones con sus respectivos gobiernos (https://ruralsiglo21.org/2024/01/28/la-voz-del-campo/). Incluso, el presidente de la República Francesa trasladó las preocupaciones de los agricultores de su país a la presidenta de la Comisión Europea.
En un contexto de reflexión sobre el futuro de la Política Agraria Común (PAC) y los condicionantes medioambientales, la presidenta de la Comisión Europea, influida, sin duda, por las próximas elecciones del mes de junio y el inusual impacto social de las reivindicaciones del campo en todo el continente, decidió dar marcha atrás a la decisión de reducir en un 50% el uso de fitosanitarios en la agricultura europea.
Creo, en primer lugar, que este nuevo planteamiento y lo que está sucediendo estos días, pone de manifiesto que las decisiones sobre la PAC, y sobre las cuestiones agrarias en general, deben tomarse teniendo en cuenta a los agricultores y ganaderos, los que están sobre el terreno y conocen la realidad de lo que sucede en el campo. Y, por otra parte, los que, en la práctica, en el ámbito agrario, van a tener que llevar a cabo los compromisos del Pacto Verde.
Una segunda reflexión es que el futuro de nuestra sociedad, y también de la agricultura, depende, en gran medida, de nuestro compromiso europeo, inquebrantable, con la lucha contra el cambio climático, la reducción de gases de efecto invernadero, la transición energética y los objetivos de la Agenda 2030. Este compromiso no puede ponerse en cuestión. Algunos, desde planteamientos muy reaccionarios, vinculados a partidos de ultraderecha, aprovechando el río revuelto, y rozando el ridículo, lo cuestionan, incluso señalan estos objetivos ambientales como el mayor problema para los agricultores y ganaderos. Hay que combatir este discurso, sin ambages. La agricultura y ganaderías europeas solo tendrán futuro en el marco de los compromisos del Pacto Verde. El componente ambiental ha de ser, además, un argumento fuerte para solicitar una PAC con más recursos y con un reparto mas justo de las ayudas, que priorice a las explotaciones familiares, pequeñas y medianas que, desde la multifuncionalidad, son las que vertebran el territorio, combaten la despoblación y cuidan del medio ambiente.
Es muy necesario hacer un esfuerzo pedagógico, hacia los agricultores y ganaderos, con los que, insisto, hay que contar para aplicar las medidas y para que éstas sean exitosas y consigan los objetivos propuestos en el Pacto Verde. Pero también hacia la sociedad en su conjunto, para que vea a los agricultores y ganaderos como un colectivo fundamental para el progreso social, en el desarrollo del medio rural, la preservación del medio ambiente o la garantía de la seguridad alimentaria. Quizá las manifestaciones de estos últimos días, que demuestran la fuerza del sector, mayoritariamente desde el respeto, y que han contado con un gran apoyo social, puedan constituir un punto de inflexión a este respecto.
Ajustando el foco, en el caso de España, hay algunas medidas en las que el gobierno ha actuado con rapidez y contundencia en los últimos años. El volumen de ayudas nacionales -al margen de la PAC- por la sequía, los efectos de la guerra de Ucrania o las consecuencias económicas de la pandemia, ha sido el más alto de nuestra historia. También, la subida exponencial del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de los últimos años o la reforma laboral, han tenido en cuenta, me atrevería a decir que, por primera vez, al eslabón más débil de la cadena agroalimentaria, los trabajadores asalariados del campo, tantas veces olvidados.
Es momento, ahora, de afrontar otras cuestiones. La defensa a ultranza de un modelo de agricultura familiar, que se asienta sobre pequeños y medianos emprendedores en nuestros pueblos, profesionales de la agricultura y ganadería, es urgente, imprescindible, si queremos que nuestro sector tenga futuro. Para ello, urge una PAC orientada a este modelo de explotación, que les priorice de verdad, que sea más sencilla y fácil de entender para nuestros agricultores y para el conjunto de la sociedad. Y es muy necesaria la elaboración de una ley de agricultura familiar que blinde este modelo de agricultura, que canalice la prioridad política hacia ellas, de tal forma que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y con los productores y operadores del feroz mercado global.
Y por supuesto, como ha comprometido el presidente del Gobierno, reforzar la Ley de la Cadena Alimentaria, para que exista rentabilidad en todos los eslabones, principalmente en el más débil, el primero. Que los costes sean razonables para todos, que los márgenes comerciales nos sean abusivos y que los precios sean dignos para todos. Parece muy lógico, pero no es fácil de lograr. Sin embargo, la batalla es necesaria, también muy urgente
Es evidente que la movilización de los agricultores y ganaderos tiene una motivación económica. Pero en la demostración de fuerza de estos últimos días hay también un deseo de decir a la sociedad de nuestro país algo así como: “Aquí estamos. Formamos parte de la sociedad, producimos alimentos y somos importantes. Y así queremos que nos veáis”
Nos lo están pidiendo. Y debemos escucharlos. Es momento de estar con ellos, de apoyarles y entenderles. No sólo estos días. Siempre.
jueves, 15 de febrero de 2024
Guía para abordar las tractoradas desde la España vaciada.
Esto sigue presente, y creo que es lo que explica el hecho de que un ganadero que trabaja a pérdidas por culpa de tratados de libre comercio vote opciones neoliberales. No es algo exclusivo del campo: ocurre lo mismo con los autónomos de las ciudades. No hay espacio aquí para hablar del gran error de considerar al pequeño propietario el enemigo, como si fuera lo mismo poseer Inditex que una zapatería o una cafetería de barrio. Pero sí tengo que resaltar que en el campo ese error sale aún más caro, porque el poso histórico del miedo a la pérdida de la tierra que da de comer es mucho más grande de lo que pueda parecer. Esto es lo primero que la izquierda tiene que entender.
No, no va a funcionar hablar de ecologismo. Primero, porque es percibido como algo de izquierdas. Así de sencillo y así de complejo. Pero además, no va a funcionar porque los agricultores y ganaderos sienten que se les hace pagar a ellos la factura ecológica de todos. Es uno de sus hartazgos. La Unión Europea le está sacando partido a la ola verde de las protestas de 2019. Pone medidas restrictivas dentro mientras firma tratados de libre comercio con países que desde luego no participan de pacto verde alguno. Y si los agricultores protestan, siempre podrán decir a la opinión pública que la UE quería ser verde, pero que estos señores bloquearon las calles con tractores pidiendo volver a lo de siempre. Y así, Von der Leyen y compañía ya tendrán lo que buscan: que se acreciente ese falso dilema entre el mundo rural y el desarrollo sostenible; que los de abajo se enfrenten entre ellos. Por eso ha sido muy inteligente la maniobra de retirar la ley que pretendía reducir el uso de pesticidas.
Además, mientras se ponga el acento en la cuestión ecológica, no se pone en la económica. Mientras debatamos sobre los mililitros de fertilizantes permitidos que recoja la siguiente normativa, no hablamos de que todo apunta a que de aquí a unos pocos años toda la agricultura y la ganadería estarán en manos de grandes corporaciones transnacionales, y que los pueblos de Europa estarán más vaciados si cabe, porque arruinados, sus habitantes pasarán a formar parte de la masa desempleada o precarizada de las ciudades. Es muy difícil y a la vez muy fácil: hay que hablar en términos económicos, hay que explicar adónde se va el dinero que están dejando de ganar los agricultores, para que todos tengamos claro quiénes son los culpables y dónde está el enemigo. Sin perdernos en detalles, por muy importantes que puedan ser esos detalles. Hay que ir a lo estructural; hay que hacer una suerte de pedagogía de lo estructural. Porque en los últimos años se ha querido articular tantas demandas distintas, que quizá hemos acabado por perder de vista la demanda que tiene que articular a las demás, eso que podríamos llamar “la demanda estructural”. Y no es que haya demandas que no sean importantes. Lo que ocurre es, entre otras cosas, que lo que se está haciendo no funciona, porque interpela sólo a quienes se identifican con la izquierda. Se podría ir al campo a hablar en términos de ecologismo y vestidos con chaquetas de coderas, pero les puedo ahorrar el trabajo: no va a funcionar. Y la razón de ello, insisto, no está en el contenido del mensaje, está en una cuestión de identidades. Se percibe una amenaza de izquierdas, pero no la amenaza neoliberal, y eso hace que si la lucha contra las macrogranjas o contra el libre comercio la abandera alguien con ropaje de izquierdas, esa lucha será lucha del enemigo y se percibirá como un ataque.
Se pueden crear nuevas identidades, claro está. Se suponía que, desde el análisis de Mouffe y Laclau, era lo que pretendía hacer el primer Podemos, pasando de la dicotomía izquierda-derecha a los de abajo contra los de arriba. Pero al final todo quedó en un nuevo partido de izquierdas, y lejos de interpelar a una mayoría, la mitad del país vio el proyecto como algo situado a la izquierda de la izquierda. O sea, como al enemigo. Y ahora, una vez muerto el espíritu del 15M, ¿sigue habiendo oportunidades de articular un “los de abajo” contra el capitalismo salvaje? ¿Por dónde empezamos? Las nuevas identidades no nacen de la nada, sino que surgen a partir de las que preexisten, que se funden, se separan, se desarrollan, mutan… Y es una mala idea pretender que surja una nueva identidad popular partiendo de la identidad “izquierda”, porque no va a funcionar. Desde sectores como el campo (pero no sólo), todo lo que surja a partir de la izquierda se verá como un otro amenazante: en el peor de los casos, un otro enemigo, y en el mejor, un otro que habla desde lejos y que los mira con condescendencia.
La lejanía y la condescendencia, aunque sean involuntarias, se aprecian en el propio uso del lenguaje: ¿por qué los medios de izquierdas hablan de los “campesinos”, si es un término con el que jamás se identificaría un agricultor? ¿Saben dónde no se cometen esos errores? En Vox. Y ojo, no hay que confundir la capitalización que hace Vox de la causa de los agricultores y ganaderos con la acusación de que sea ese partido quien los esté convocando. Porque ahora se está hablando de dos tipos de agricultores: los fieles a los sindicatos, cuya lucha es legítima, y los que pasaron por encima de estas organizaciones y convocaron sus propias manifestaciones el 6 de febrero, presentándose a estos últimos como marionetas de Vox que alteran el orden público con métodos fascistas por no tener una autorización de la subdelegación del gobierno que corresponda. Si la izquierda quiere una receta para terminar de regalarle a Vox la causa del campo, ahí la tienen: continúen insultando a un gremio al borde de sus límites, y sobre todo, alíense con sus enemigos. Porque, créanme, ahora mismo la inmensa mayoría de los ganaderos y agricultores de este país ve en los sindicatos agrícolas a un lastre con el que ya no están dispuestos a seguir cargando. Y no, esa misma inmensa mayoría, no ha acudido a ninguna cita de Vox. Es difícil saber aún quiénes han liderado la organización del movimiento y qué intereses puede haber detrás, pero a efectos de esta guía, me da igual: los agricultores no han sacado los tractores pensando en acudir a un acto de Vox.
Pero si seguimos por este camino, quizá la próxima vez sí lo hagan. Se le está poniendo en bandeja a Vox que capitalice un movimiento al que probablemente se le sumen los transportistas y quizá al final todos los autónomos. Sigan llamándoles fascistas, hasta que al final se dé una profecía autocumplida en media España. Después, ustedes dirán que ya avisaron del peligro. Yo diré lo mismo.
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* Bárbara del Arco es profesora de filosofía en Las Palmas de Gran Canaria, pero procedente de un pueblo de Zamora.
jueves, 8 de febrero de 2024
El malestar del campo: la crisis del neoliberalismo que amenaza con teñirse de pardo.
Cuando te equivocas de diana, o escupes contra el cielo.
Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual.
Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó
Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar
Manifestación de agricultores en Belfort (Francia) 31 enero de 2024. / Thomas Bresson (vía Wikimedia Commons) |
Las botas pardas se tiñen del marrón del barro. Algunos dirigentes de la extrema derecha europea habrán pisado más el campo en estas últimas semanas que en el resto de sus vidas. Desde Vox hasta Alternativa para Alemania, pasando por la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen o Hermanos de Italia, las formaciones ultras pretenden instrumentalizar la actual oleada de protestas de agricultores. Y eso que promueven el mismo modelo económico que tanto malestar genera entre los campesinos: el capitalismo neoliberal.
Cuando faltan cuatro meses para las próximas elecciones europeas, esta rabia del campo aparece como un regalo caído del cielo para la ultraderecha, que ya tenía el viento en popa de cara a los comicios del 9 de junio. Si bien en 2019 las manifestaciones climáticas de los jóvenes tuvieron una incidencia en ese escrutinio y favorecieron el crecimiento de los verdes en la Eurocámara, la actual oleada de protestas campesinas aparece como un síntoma del cambio de época. Es una señal del efecto backlash (reacción conservadora) que sufre el ecologismo, pero también de los límites e incoherencias del neoliberalismo verde.
Alemania, Francia, Polonia, Países Bajos, Rumania, Italia… Es larga la lista de los Estados donde se han producido este tipo de movilizaciones, que también han alcanzado a España desde principios de febrero. La dimensión continental de esta contestación evidencia el carácter estructural de los problemas del sector primario. Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual. Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó durante décadas gracias a su modernización e industrialización, pero que se encuentra estancada desde principios del siglo XXI. Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar entre unos endeudados y empobrecidos campesinos.
En 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibió el 16,6% de los fondos de la PAC
A eso se le suman las incoherencias de las políticas agrarias de la Unión Europea. Por un lado, el hecho de dar una gran cantidad de ayudas al sector, sobre todo los 41.400 millones de la PAC, pero hacerlo sin criterios de justicia social –en 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibieron el 16,6% de los fondos, con ayudas individuales superiores a los 100.000 euros– ni climática –se reparten en función de las hectáreas, lo que incentiva una agricultura productivista y contaminante–. Por el otro, el haber renunciado a una regulación de los precios que se pagan a los campesinos y haber suprimido los aranceles sobre los alimentos de fuera de la UE, con la firma de tratados de libre comercio.
Estos factores económicos no resultan las únicas explicaciones del actual malestar agrícola –también alimentado por las sequías, el exceso de papeleo, las normas medioambientales, la competencia “desleal” de los productos ucranianos…–, pero han influido en el estallido social de esta profesión, tan desigual como precarizada.
“Queremos vivir de nuestro trabajo”, “Cuando llego a final de mes, no me queda ningún ingreso neto. Vivo gracias al salario de mi mujer”… Testimonios como estos resultan habituales entre los campesinos que han cortado carreteras en Francia.
Grupúsculos ultras se infiltran en las protestas
A pesar de ello, los grandes medios y buena parte de la clase dirigente han impuesto una interpretación mucho más simplista y parcial: el campo contra la ecología. Este diagnóstico solo tiene en cuenta las últimas gotas que han colmado el vaso –la supresión de la subvención del diésel rural en Alemania o Francia o una reducción del tamaño de las granjas en Bélgica o Países Bajos– en lugar del caudal de este malestar. También sirve para no cuestionar a la industria alimentaria y la gran distribución –una de las dianas predilectas de los campesinos movilizados– ni los dogmas económicos neoliberales, como la no regulación de los precios o los tratados de libre comercio. Y, de hecho, se trata del mismo marco discursivo de la extrema derecha.
Los grandes medios y parte de la clase dirigente han impuesto
una interpretación simplista y parcial: el campo contra la ecología.
“La ecología se lleva a cabo de manera sistemática en perjuicio de nuestros campesinos”, dijo a la cadena TF1 Jordan Bardella, número dos de la RN. Era el 20 de enero y apenas dos días después de que hubieran empezado los primeros cortes de carreteras, el cabeza de lista en las europeas del lepenismo intentaba instrumentalizar las protestas visitando una explotación ganadera en el suroeste de Francia, propiedad de simpatizantes de su partido. Ese ejercicio comunicativo no terminó de salirle bien, ya que luego se supo que esos mismos granjeros habían robado el año pasado tres hectáreas y 39 fardos de henos. Pero inauguró el desfile preferido en las últimas semanas de los dirigentes ultras: el del campo.
Ya sea haciéndose el imprescindible selfi encima de un tractor o a base de tuits, los Le Pen, Abascal o Geert Wilders quieren sacar rédito electoral a la rabia del campo. Además, militantes de grupúsculos neofascistas participaron en protestas de viticultores en Montpellier, donde hicieron proclamas de “más para nuestros campesinos y menos para los migrantes”. Y a principios de enero, el ministro de Economía alemán, el verde Robert Habeck, quedó bloqueado en un ferri en el norte del país debido a una concentración de campesinos cabreados, organizada a través de un canal de Telegram conspirativo y xenófobo.
¿La extrema derecha saldrá beneficiada?
Más que su presencia en las protestas, el riesgo de la ultraderecha es ideológico y electoral. “Desde principios de los años 2000, el auge del lepenismo se debió a su capacidad de implantarse electoralmente en los territorios rurales”, explica el historiador Edouard Lynch, especialista del mundo agrícola y profesor en la Universidad Lumière-Lyon 2, refiriéndose a la estrategia de Marine Le Pen de convertirse en la portavoz de la “Francia de los olvidados”. La mayor parte de los 88 diputados de RN en la Asamblea fueron elegidos en circunscripciones rurales en las legislativas de 2022. Es el mismo modelo “ruralista” que intenta aplicar Vox en España.
Hablar del “campo” no solo sirve para intentar seducir electoralmente a los campesinos –el 30% de ellos votó a Le Pen o Zemmour en la primera vuelta de las presidenciales de 2022, un porcentaje parecido a la media del país–, sino también a todos los habitantes de los territorios rurales y periurbanos. Ellos ya habían estado sobrerrepresentados a finales de 2018 en la revuelta de los chalecos amarillos, que marcó asimismo la campaña de las europeas del año siguiente.
El Movimiento Campesino Ciudadano fue la primera fuerza en las elecciones provinciales de Países Bajos el año pasado
¿La ultraderecha sacará un rédito electoral a este malestar del campo? “Me cuesta imaginar que no lo vaya a hacer”, reconoce el politólogo Guillaume Letourneur. Sin embargo, este especialista de la implantación rural de RN matiza que “esto dependerá de la oferta electoral en las europeas”, en las que el presidente de la Federación de los cazadores, Willy Schraen, liderará un nuevo partido ruralista.
“Quizás será esta lista la que saldrá más beneficiada por las protestas”, sostiene Letourneur. Este nuevo partido francés se inspira en el Movimiento Campesino Ciudadano, que dio la sorpresa en Países Bajos y se convirtió en la primera fuerza en las elecciones provinciales en marzo del año pasado. La candidatura de la España Vaciada también pretende dar la sorpresa en los comicios de junio.
Demonizar la ecología sin caer en el climato-escepticismo
La derecha mainstream –desde la CDU en Alemania hasta el PP en España, pasando por el macronismo en Francia– sigue con inquietud esta evolución del electorado rural. Esto ha provocado que haya endurecido su discurso contra el ecologismo. El presidente del Partido Popular europeo, el alemán Manfred Weber, ya se había opuesto el año pasado con claridad al Green Deal (Pacto Verde) de la Unión Europea, a pesar de que esa batería de medidas ha quedado descafeinada ante la influencia de los grupos de presión. “El gran problema es el Green Deal y su visión claramente basada en el decrecimiento”, ha denunciado recientemente el presidente de la FNSEA (principal organización agrícola en Francia), Arnaud Rousseau, conocido por poseer más de 700 hectáreas.
Aunque la ultraderecha se presenta como defensora de los pequeños campesinos,
en realidad respalda las políticas que alimentan su malestar.
“Ante cada dificultad, ustedes se dedican a señalar a los agricultores” y los presentan “como delincuentes, contaminadores de nuestras tierras y como los torturadores de los animales”, reprochó el primer ministro francés, Gabriel Attal, a una diputada verde en la Asamblea Nacional. En lugar de hablar de “competencia desleal”, señalar a la gran distribución o cuestionar la desregulación de los precios, el Gobierno de Emmanuel Macron ha acusado de este malestar agrícola a los ecologistas. Ha sacrificado varias medidas medioambientales, como el final progresivo de la subvención del diésel rural o un plan para reducir el uso de pesticidas, para responder a la rabia del campo.
Esta reacción representa, sin duda, una victoria ideológica para la extrema derecha. Intentando distanciarse de los discursos climatoescépticos, el lepenismo (y también los ultras en otros países) afronta el debate sobre el cambio climático con una nueva estrategia. Lo plantea como una confrontación entre el “falso medioambiente” punitivo, que defienden los tecnócratas de Bruselas y los “burgueses” urbanos que votan a la izquierda, y el “verdadero medioambiente” de los campesinos y cazadores. Una posición puramente retórica y llena de contradicciones, pero que también ha abrazado una parte de la derecha clásica.
Aunque la ultraderecha se presenta como la defensora de los pequeños campesinos ante Bruselas, en realidad respalda aquellas políticas que alimentan el malestar del sector primario. Votó en la Eurocámara, a finales de 2021, los fondos de la PAC, repartidos sin criterios de justicia social ni climática. También ha respaldado recientemente acuerdos de libre comercio con Chile o Kenia. En cierta manera, la rabia del campo refleja la paradoja en que se encuentra atrapada Europa: un continente enfermo de un neoliberalismo que nutre el voto a la ultraderecha. Y eso que esta defiende el mismo modelo que alimenta el descontento
Tractorada de protesta de los agricultores comarcanos entre Redecilla del Camino y Espinosa del Camino.
Concentración en el Chocolatero. Se han unido algunos tractores de la Rioja. |
sábado, 4 de noviembre de 2023
'Las Nieves': el 'faro' comunitario contra el aislamiento y la despoblación
El centro comunitario multiservicios Las Nieves se parece a una vela en la oscuridad, una suerte de experimento frágil que abre camino. Dentro del edificio, cedido por la Junta Vecinal al Ayuntamiento de Campoo de Yuso, que financió su reforma, una veintena de personas comienza a organizar las actividades de la tarde entre el taller de ganchillo, la partida de cartas y las novedades de la última jornada. A la entrada, Amalia Montes, una mujer pequeña y meticulosa, sonríe y abre los brazos invitando al antiguo saludo protocolario con dos besos bien estampados en las mejillas.
Tras las presentaciones improvisadas, José Ortega, el conductor de la furgoneta de nueve plazas que estos días recorre al menos la mitad de los núcleos de población de Campoo de Yuso -Sur de Cantabria. 14 localidades. 95 kilómetros cuadrados. 688 habitantes. El 35% de la población mayor de 60 años- afirma: “Mi madre ya no vive, pero le hubiera gustado ver esto”.
Orzales, Monegro, Villasuso, Servillas, La Riva, Lanchares y Corconte: son los núcleos de población –algunos de ellos separados por una distancia de 20 kilómetros– donde Ortega se detiene en la actualidad para recoger a sus vecinas, que no son solo usuarias del centro multiusos sino que han creado el espacio adaptado a sus necesidades e inquietudes. Y por estas dos razones –servicio de transporte público financiado por el Ayuntamiento e implicación de los ciudadanos en la concepción del centro– la iniciativa impulsada por UNATE y la Fundación PEM se distingue de las demás y aparece como posible modelo a replicar.
Desde hace año y medio, para muchas vecinas –quienes se han implicado desde el comienzo del proyecto han sido en gran parte mujeres mayores, aunque hay más hombres mayores (52,1%) que mujeres (47,9%) en el territorio– todos los caminos llevan a Las Nieves, convertido ya en un faro contra el aislamiento y la despoblación.
Campoo de Yuso es uno de los 55 municipios cántabros calificado como “zona rural con reto demográfico”: pura España vaciada, un término que escama a quienes viven y trabajan en el área. “Lo que no es posible es que venga un tío de Madrid a decirnos cómo tenemos que hacer las cosas. Se nos quema Cantabria y se nos va a quemar España porque nadie gestiona el sector forestal”, se arranca el conductor de Las Nieves: “Te podría contar más, pero si me suelto, la monto. Yo tengo dos hijas de cuatro y cinco años y quiero que vivan aquí y no en una ciudad, donde nadie conoce al vecino. Eso es lo que se van a llevar”, sentencia mientras sale por la puerta.
Mi marido se suicidó hace doce años. Después de que falleciera pensé: 'hasta aquí he llegado, no voy a ir más adelante'. Estaba completamente amargada. Ya no sabía ni sonreír, Amalia Montes — Vecina de Campoo de Yuso
Amalia saluda de nuevo. Tiene 89 años y está acostumbrada a oír eso de “nunca lo diría”. “Sí, ya, lo del pacto con el diablo”, ironiza. ¿Su rutina antes de la creación de Las Nieves? “Mi marido se suicidó. El día 4 de noviembre hizo doce años. Estaba completamente amargada. Pintaba, cosía, hacía cosas porque siempre he sido muy activa, pero era una rutina sin ningún fin, no valía para nada. Después de que mi marido falleciera pensé: 'hasta aquí he llegado, no voy a ir más adelante'. Mi hija me quiso llevar a Barcelona, pero preferí quedarme en la casa del pueblo. Cuando empezó el proyecto de Las Nieves ya no sabía ni sonreír. Ahora he conseguido encontrarme y sentir también el cariño de la gente”.
¿Y de las actividades del centro, cuál le gusta más? “A mí me gustan todas, en todo lo todito que he podido entrar, he entrado. Hacemos gimnasia, me doy masajes, he hecho 28 pares de zapatillas con unos borletones -abre las dos manos- así de grandes. He tejido mucho”, finaliza Amalia, no sin antes abundar en las pequeñas rencillas intrínsecas de cualquier asociación entre seres humanos.
Entre tanto, Goyo Martínez calienta un café en el microondas. “Las Nieves me ha dado estabilidad. Me quedé viudo hace cuatro años. Lo echas de menos hasta por reñir, ya sabes, el roce hace el cariño, pero también otras cosas. Ahora estoy jubilado por enfermedad. Yo antes me dedicaba a desbrozar con la máquina por el monte. Desbrozar”, subraya.
“Esto está bien. Hablas con la gente, siempre se aprende mucho. Cada día que pasa es una victoria. Todo lo que han traído está bien. A veces te mandan hacer dibujitos y cuentas, que en casa igual no los haces, para la memoria”, se carcajea. Goyo tiene un hijo y acaba de ser abuelo hace 15 días. “Pero no te creas que estoy todo el día allí metido”, confirma. “Como dice el dicho, el ratón y el casado a su rincón”, apostilla.
José del Valle conduce su propio coche hasta el centro y entra bien derecho. Sufrió un ictus hace cuatro años: “Porque me lo han contado, pero no tengo ningún recuerdo. No sé cómo explicarlo, me quedé parado un día después de estar viendo la tele y ya no pude seguir subiendo las escaleras. Luego no conseguía darme la vuelta en la cama. Después me quedé frío. Y mi mujer me dijo que había que llamar a la ambulancia. Todavía me recuerdo diciéndole a los camilleros que cuidado con los escalones porque es una casa vieja. Y después, nada. Volví a casa en silla de ruedas”, relata.
“Toda la parte derecha me quedó paralizada”, cuenta José. “Empezó la pandemia y ahí te quedas.. Me dieron el alta y sin más. Yo ya daba mi situación por perdida. Gracias a Las Nieves he recuperado el habla, por ejemplo. Aquí hay gente que viene a que le soben la espalda, para mí fue una rehabilitación”. Y se toma muy en serio sus citas con la fisioterapeuta, las clases de psicomotricidad y el taller de actividades relacionadas con la memoria cognitiva mientras continúa rehabilitando su vivienda –es carpintero– y atendiendo la huerta.
Gracias al centro he recuperado el habla después de sufrir un ictus. Ha sido mi rehabilitación
José del Valle — Vecino de Campoo de Yuso
Esther Longo considera que el centro ha sido positivo en particular para las que viven solas. “Yo me dedicaba a tejer, pero ya me cansaba todo el día con lo mismo. Antes había un baruco en el pueblo, pero nos lo cerraron también así que no había nada. Pasaba mucho tiempo sola. Ahora vengo a Las Nieves todos los días que puedo y este invierno tampoco me voy a ir a Santander como hacía antes”, afirma. “Calla, que me dice mi hija que en el vídeo –una pieza audiovisual que recoge extractos de las entrevistas realizadas por UNATE y la Fundación PEM tras el inicio de la actividad– digo que es que no me han dicho nada. Digo: ‘No, no, no, yo no he dicho eso’”, se ríe. “Además, tampoco me iba a quedar a su casa, que yo tengo un piso allí”.
La soledad no es el problema de Milagros González: “Tengo seis hijos y nueve nietos, pero esto es un aliciente. Venir, charlar, salir del entorno familiar. Además, hacemos estas manualidades –señala a las banderitas de ganchillo que decoran la entrada de Las Nieves– y viene muy bien para la cabeza. Estamos muy contentas con el centro. Ahora vamos a hacer un árbol de Navidad también de ganchillo y mira tú que el otro día entré en YouTube y qué coincidencia que en Almansa, que ya hacían esas mantas de ganchillo para dar sombra, van a hacer lo mismo”.
Los lunes, los miércoles y los viernes por la mañana hacen gimnasia, según explica Milagros. “Los martes venimos por la tarde a hacer ganchillo y el jueves lo dedicamos a echar unas cartas”. Esther y Milagros son dos de las vecinas que José Ortega, el conductor, recoge cada día: “Venimos de cachondeo desde que nos subimos al coche. Ya le hemos dicho que menos mal que va con viejas, que si fuera alguna joven cualquiera le aguanta”, bromean.
“El transporte es básico”, incide Elsa Herrero, el alma dinamizadora de Las Nieves. Ingeniera técnica forestal y paisajista –“y florista”, añade– de formación, conduce cada día 90 kilómetros –desde Valderredible hasta el centro y de vuelta– para organizar la actividad diaria. Aunque su perfil profesional es otro, y aunque acaba “agotada”, dice que el trabajo es “muy gratificante”. “Me sale de manera natural. Luego está el tema más de administración, porque al final lo hago todo yo”, reconoce.
“Y mira, si algo ha sido duro y ha costado”, continúa Herrero, “es que quienes utilizan el transporte se acostumbren a avisar 24 horas antes, porque funciona bajo demanda, y cada día hacemos la lista de quién lo solicita. Lo que estamos viendo es que en este año y medio que llevamos abiertos se está sumando gente nueva que empieza a venir de forma habitual. A veces el conductor tarda hasta hora y media en traer a todo el mundo. Casi cuando llegan las últimas se tienen que marchar las primeras”.
Apoyo institucional
Amalia Montes, Goyo Martínez, José del Valle, Esther Longo y Milagros González son solo algunos de los vecinos que forman el “núcleo duro” –como lo define Elsa Herrero–, e incandescente de esta iniciativa de la UNATE y la Fundación PEM que emite pulsaciones desde febrero del año pasado gracias al apoyo del Instituto Cántabro de Servicios Sociales (ICASS) y al compromiso del Ayuntamiento de Campoo de Yuso y, en particular, de su alcalde, Eduardo Ortiz, y de la concejala de Servicios Sociales, Noelia González.
Es un éxito rotundo y a nivel personal es lo más fructífero que he hecho y el dinero mejor empleado, Eduardo Ortiz — Alcalde de Campoo de Yuso
“Es un éxito rotundo y, a nivel personal, de los 25 años que voy a hacer como alcalde, es lo más fructífero que he hecho y el dinero mejor empleado”, asegura Ortiz. “A mí me emociona porque muchas de las personas que van al centro han sido empleados municipales y a veces las circunstancias que los rodean después de jubilarse, al quedarse viudos o viudas, con problemas familiares o de salud, son complicadas. Cuando los ves allí, que van a la peluquería, que se arreglan para salir, que aprenden historia o manejo del móvil, es una satisfacción”.
Aunque el centro Las Nieves abrió las puertas en junio de 2022, el proceso de cocreación comenzó en febrero y fue un trabajo de “pico y pala, puerta a puerta”, describe Ramón Gelabert, coordinador de proyectos en la zona sur de Cantabria de la Fundación PEM. El fomento de la participación, huyendo de modelos estancados en “perspectivas tramposas”, como el concepto de “soledad no deseada” sin valorar las causas de esa soledad o “la victimización” de las personas mayores con “sesgos edadistas”, ha llevado a la construcción de un espacio común donde “hacer, compartir y estar”, apunta Francisco Gómez Nadal, coordinador operativo de UNATE. “En esta triple línea, donde al mismo tiempo que no hay presión para hacer cosas se promueve la autogestión, es donde surgen las propuestas y las iniciativas sin provocarlas”, defiende.
Las Nieves, que este año ha contado con un presupuesto “ajustadísimo” de unos 70.000 euros, ha conseguido asegurar su supervivencia en 2024 con la participación de la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad de Cantabria. UNATE y la Fundación PEM trabajan ahora en el diseño de un proyecto similar en la localidad de Hijas, en el municipio de Puente Viesgo, que podría empezar a andar en 2024. La metodología inicial será parecida, “pero seguro que el resultado no es igual”, añade Gelabert. “Estoy convencido de que no puede haber dos centros iguales porque todo depende de las necesidades de los vecinos y futuros usuarios”, finaliza.
La experiencia del Centro Comunitario Multiservicios Las Nieves será una las protagonistas del próximo Encuentro nacional de experiencias de comunidades rurales amigables con las personas mayores que se celebrará los días 31 de noviembre y 1 de diciembre en Puente Viesgo y donde participarán representantes institucionales, cargos municipales, profesoras universitarias, periodistas, personas mayores y responsables técnicos de programas de intervención en Cantabria, Asturias, Navarra, Madrid y Cataluña.
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