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jueves, 21 de enero de 2021

El ascenso social del «hombre que solo sabía trabajar»: Bruno Zaldo.

Natural de Pradoluengo, Político y Empresario, y Cofundador del Bando Hispanoamericano.
Juanjo Martín y María José Zaparaín, docentes de la UBU, aportan 
nuevos e interesantes datos sobre su meteórica carrera empresarial y política.

Diego Santamaría,  

Martín García, J. J. ., & Zaparaín Yáñez, M. J. . (2020). 
 Naveg@mérica. Revista electrónica Editada Por La Asociación Española De Americanistas, (25). https://doi.org/10.6018/nav.43432
  

Bruno Zaldo junto a su mujer. ECB

Inteligente y audaz, visionario como pocos, se ganó a pulso la vitola de «hombre que solo sabía trabajar». Llegó a definirse, en declaraciones al periódico La Época a finales de noviembre de 1883, como un «socialista práctico» porque «así como voy recibiendo el dinero lo voy repartiendo por aquí y por allá».

Consideraciones aparte, lo cierto es que Bruno Zaldo supo construir desde la nada un amplio y diversificado imperio mercantil que le permitió encaramarse hasta las altas esferas, por las que se movía como pez en el agua. Sin embargo, aún queda por saber -rescatar, más bien- sobre aquel ‘indiano’, natural de Pradoluengo, al que los historiadores Juanjo Martín y María José Zaparaín desentrañan a fondo a través de un artículo publicado en Naveg@mérica, revista electrónica editada por la Asociación Española de Americanistas.

Profesores ambos de la Universidad de Burgos y autores de Entre México y España. De la emigración a la construcción de una imagen de poder, aportan información desconocida hasta la fecha para el gran público sobre una figura que «no solo bailó al compás de la trepidante velocidad que imprimía la nueva partitura de la segunda revolución industrial y del imperialismo capitalista, sino que, cual virtuoso solista, se adelantó en el emprendimiento de novedosas actividades de rabiosa modernidad en los campos económico y social». 

«Este hombre da juego para otros cinco artículos como este o una tesis en condiciones», asegura Martín, paisano de Zaldo e investigador apasionado sobre su vida y obra, de la que ya ha sacado jugo con anterioridad tras descubrir, por ejemplo, su papel como mecenas de la réplica a tamaño real del mihrab de la mezquita de Córdoba que se expuso en la Feria Universal de París en 1878. Sea como fuere, el artículo en cuestión desgrana las «fórmulas» empleadas por el empresario pradoluenguino para «estar dentro de la sociedad madrileña».

El empresario burgalés «sabía de dónde venía» y «era muy popular, incluso entre los propios obreros de sus empresas».

De entrada, su apuesta por la diversificación de negocios -desde el comercio al por mayor hasta la banca pasando por el sector de la construcción- fue crucial para amasar una fortuna capaz de abrirle muchas puertas. No en vano, su espíritu filantrópico también resultó de vital importancia para intensificar su influencia en la Villa y Corte. A este respecto, Martín y Zaparaín señalan que «la panoplia de donativos, cuestaciones, suscripciones, proyectos sociales y demás limosnas caracterizaron las actuaciones de Zaldo y su familia, aunque, a la par que generosas, no fueron totalmente desinteresadas. Estas muestras caritativas le permitieron abrir y consolidar su círculo de contactos y conocidos de las altas esferas, así como la construcción de su figura como la de un ‘buen patrón’ preocupado por sus obreros». 

Lo de ‘buen patrón’ no es baladí. Tampoco fruto de lo que hoy en día se denomina ‘postureo’. A diferencia de otros ‘indianos’ de su tiempo, Zaldo «sabía de dónde venía» y nunca permaneció indiferente a «las dificultades que pasaba la gente». Por eso, apunta Martín, «entregaba mucho dinero a los más desfavorecidos» y «era muy popular, incluso entre los propios obreros de sus empresas». En definitiva, «nunca perdió la perspectiva de saber que salía de un agujero» y lo demostró con la tierra que le vio nacer. Su obra culmen en Pradoluengo, soñada por su hermano y posteriormente costeada de su bolsillo, sería el Hospital Asilo de San Dionisio.

Además, construyó viviendas de gran envergadura que conformarían «una avenida destacable dentro de las limitaciones del tradicional urbanismo rural burgalés» y que «la retranca popular» denominó en su momento «la acera de los ricos». Por otro lado, no dudó en encargar una bomba contra incendios para el pueblo que, según sus propias palabras, era el «último modelo adoptado en el mismo París».

Así las cosas, queda claro que este emprendedor burgalés «no era un niño de papá». Tampoco un codicioso sin escrúpulos, pues a lo largo de su vida «no dejó de producir beneficios en la sociedad». En su patria chica, en Madrid e incluso en Veracruz (México), su punto de partida empresarial. Ahora bien, «más que un socialista al uso era un liberal capitalista», sostiene Martín. De su época, que quede claro. 

SALTO A LA POLÍTICA

«Como él hubo unos cuantos, pero eran más presuntuosos». Martín pone el foco sobre este aspecto para remarcar que Zaldo se desligó de las pretensiones de aquellos, como el marqués de Comillas, que «intentaban crear una nueva aristrocracia» mediante la adquisición de títulos nobiliarios.

En este sentido, los autores de Entre México y España. De la emigración a la construcción de una imagen de poder subrayan que el también cofundador del Banco Hispano Americano lo hubiese podido conseguir «sin grandes trabas». Pero «no fijó sus metas en tales oropeles», sino en cargos más prácticos a través de la política «al objeto de consolidar su estatus».

Llegó a competir en las elecciones de 1910 con Benito Pérez Galdós y el PSOE de Pablo Iglesias, quienes le sacaron más de 10.000 votos de ventaja.

Dentro de este apartado, los docentes de la UBU apuntan que «al tiempo que la ejerció sin grandes alardes ideológicos, su adscripción a los liberales de Martínez del Campo se basaba no solo en raíces de paisanaje -los orígenes de este último se encontraban en Pradoluengo y el cercano Belorado-‒ sino que presentaba matices de pensamiento». 

La trayectoria política de Zaldo arranca en Madrid, donde ejerció como vocal de la Junta Municipal del Ayuntamiento de Madrid entre 1889 y 1908 «formando parte de la comisión de ensanches» y contribuyendo al imparable crecimiento de la ciudad mientras hacía de la promoción inmobiliaria un «próspero negocio».

Entre medias, salió elegido como diputado por Madrid (1905) gracias a su «posición económica y popularidad», ganada a pulso -entre otras cosas- por su afán de «disminuir el paro obrero» o defender la «apertura de la necesaria Gran Vía 72». Y aunque salió reelegido dos años más tarde, optó por renunciar al cargo para tomar posesión como senador por la provincia de Burgos tras la muerte de Manuel de la Cuesta.

Ese mismo año, recibiría la Gran Cruz de Isabel la Católica, «única distinción que ostentó y de la que se mostró especialmente orgulloso». Por si fuera poco, llegó a formar parte en 1910 de la candidatura monárquica, compitiendo con Benito Pérez Galdós y el PSOE de Pablo Iglesias, quienes le sacaron más de 10.000 votos de ventaja.  

EN FAMILIA

Como bien dice Martín, la biografía de Bruno Zaldo da como mínimo para unos cuantos artículos. El texto coescrito con Zaparaín es un mero «encuadre», aunque aporta un sinfín de acontecimientos que permanecían en el olvido.

Lo que parece evidente, y en ello insiste el historiador, es que la trayectoria vital del célebre ‘indiano’ pradoluenguino aún esconde unos cuantos relatos pendientes de darse a conocer. Lo complicado, al margen de la intensa búsqueda en archivos históricos o municipales y prensa de la época, es acceder a «cartas o documentación» que ayuden a conocerle en mayor profundidad.

Por suerte, se han podido rescatar relatos cuanto menos curiosos como aquel premio de la Lotería de Navidad ganado por casualidad. Y es que quiso la suerte ponerse de su lado tras un error empresarial que le obligó a quedarse con varios boletos. 

Tal era su afán por cerrar un círculo seguro a su alrededor que casó a su hija Isaura con su hermano Gervasio. Es decir, el tío carnal de la novia.

En el plano social, advierten los investigadores, «hay un hecho que parece entroncar más con las pautas de la vieja nobleza que con una actitud moderna». Si algo tenía claro Zaldo es que su patrimonio debía preservarse en familia. Para ello, tejió una red clientelar para proteger sus negocios que, a lo sumo, incluía a amigos y paisanos muy cercanos.

Tal era su afán por cerrar un círculo seguro a su alrededor que casó a su hija Isaura con su hermano Gervasio. Es decir, el tío carnal de la novia. De igual manera, su otra hija, Victoria, contrajo matrimonio con Adolfo Espinosa, también oriundo de Pradoluengo y unido a la familia por «fuertes lazos de apadrinamiento y clientelismo parentelar». No en vano, su vástago Vicente se desmarcó de dicha tendencia al casarse con Amada Muriedas, perteneciente a la alta sociedad madrileña. 

Con unos cuantos interrogantes aún por resolver, no cabe duda de que Bruno Zaldo era adicto al trabajo. Tras hacerse de oro en Veracruz y tender puentes con Europa a través de España, se instaló en su país natal negándose a «vivir de las rentas».

Podría haberlo hecho, pero «supo aprovechar las nuevas oportunidades de negocio que ofrecía la expansiva etapa de la Restauración, fundamentalmente en los sectores de la construcción y la banca, aunque sin dejar de lado ninguna otra rama de actividad que le pareciese atractiva». Entretanto, fue consolidando un legado que le permitió ganarse el cariño de mucha gente, con independencia de su estrato social. 

Cómo no, Pradoluengo lloró su pérdida el 28 de agosto de 1916. Allí residía de últimas porque nunca olvidó de dónde venía y quería estar cerca de casa. Enterrado en el panteón familiar tras un funeral de primera clase que contó con la banda de música de la villa, el Ayuntamiento se hizo eco del «sentir general del vecindario» consignando en las actas municipales «el sentimiento profundo que le ha causado la muerte del hijo más ilustre de Pradoluengo, Don Bruno Zaldo, que tantos beneficios hizo a su pueblo natal por el grande amor que siempre le profesó, suplicando respetuosamente a la familia del difunto, tengan la amabilidad de proporcionar al Ayuntamiento un retrato del mismo para ponerle en lugar preferente en el salón de sesiones».

Lo que se desconoce aún es si dicho cuadro llegó a existir porque no se tiene constancia de que se trasladase al Consistorio. Lo que sí se sabe es que el empresario mantenía una relación muy estrecha con el arte. 

De hecho, todavía se conserva un retrato de Isaura Zaldo ejecutado por el mismísimo Joaquín Sorolla.

viernes, 24 de enero de 2020

Reseña bibliografica sobre el libro de la oriunda redecillana, Mª Lorenza de los Ríos, Marquesa de Fuerte-Híjar.




En diciembre que ha publicado una reseña* a cargo de Marieta Cantos Casenave, en Cuadernos de Ilustración y Romanticismo, Revista Digital del Grupo de Estudios siglo XVIII (Universidad de Cádiz), sobre el libro* de la oriunda redecillana:
"María Lorenza de los Ríos, marquesa de Fuerte-Híjar. Vida y obra de una escritora del Siglo de las Luces".
  
"Reconstruir una trayectoria vital y literaria, y más en el caso de una mujer, sigue siendo una tarea casi titánica, dada la escasa documentación con que suelen contar los historiadores. Ese ha sido el caso de Elisa Martín-Valdepeñas y Catherine M. Jaffe, experimentadas investigadoras en el mundo femenino de la Ilustración española, que, a pesar de todas las dificultades, han logrado levantar el perfil biográfico y bibliográfico de María Lorenza de los Ríos y Loyo.


Esta gaditana había nacido el día de San Lorenzo de 1761 en el seno de una familia de la burguesía mercantil, formada por Francisco Javier de los Ríos y Mantilla, oriundo de la localidad cántabra de Naveda, que se había asentado en Cádiz —donde encontraría muchas posibilidades de establecer relaciones comerciales, gracias al amplio colectivo de cántabros matriculados en la carrera de Indias existente en la ciudad —, en la tercera o cuarta década del siglo XVIII y por la gaditana Feliciana Joaquina de Loyo y Treviño, de ascendencia castellana, pues sus progenitores eran naturales de Redecilla del Camino (Burgos), población que en aquellas fechas pertenecía a la Riojilla burgalesa y estaba vinculada al Camino de Santiago.

 El libro tiene como eje la edición de las obras de María Lorenza de los Ríos, que viene precedida por una introducción en la que las autoras explican las dificultades de la investigación, al contar con un material documental bastante limitado en lo que se refiere directamente a la gaditana, a pesar de los 24 archivos en los que han realizado las pertinentes pesquisas. No obstante, esa dificultad inicial se ha salvado con el recurso a fuentes indirectas, relacionadas tanto con sus dos matrimonios como con las de otras personas de sus círculos de parentesco, amistad o de afinidad cultural o social, que ha dado como resultado una sólida semblanza de 239 páginas, que alumbra no solo su figura sino el contexto social, económico y cultural en que María Lorenza se desenvolvió como mujer y como escritora. Bien es cierto que algunos detalles interpretativos como la «sonrisita» «algo traviesa» (p. 191) del retrato con que se la pintó de recién casada constituyen una valoración muy subjetiva a tenor de la reproducción fotográfica de la pintura, lo que resulta casi anecdótico entre las otras valiosas aportaciones deducidas del resto de retratos, tarjetas y documentos manejados para rescatar el eco de esta voz femenina.

Por lo que respecta a las obras que se editan de la gaditana, los manuscritos de sus comedias han sido localizados en la Biblioteca Nacional. No se precisa la procedencia de las obras que fueron publicadas en vida de María Lorenza, pero es previsible que se trate de los ejemplares existentes en esta misma biblioteca, entre los que el Elogio de la Reyna N. S., publicado por Sancha hacia 1798, cuenta con un ejemplar en la Biblioteca digital hispana de la citada institución.

En esa misma introducción, las autoras ofrecen el estado de la cuestión sobre lo que hasta hace poco se conocía de esta mujer y escritora, de la que hasta el año 2000 apenas si se sabía que era la autora de La sabia indiscreta, una comedia sentimental en un acto. Enmarcan su edición y estudio en el reciente interés por las biografías de escritoras del XVIII, Josefa Amar y Bobón, Inés Joyes y Blake, María Gertrudis de Hore, Rita Barrenechea o María Rosa de Gálvez, a las que hay que añadir el estudio bio-bibliográfico realizado en la década de los 70 sobre Frasquita Ruiz de Larrea Aheran, que sigue necesitando de una semblanza y un estudio más riguroso. Además del interés por estas escritoras de la modernidad, las investigadoras destacan la atención que ha concitado en los últimos años la labor educativa, asistencial y cultural desempeñada por varias mujeres en el ámbito de la sociabilidad dieciochesca de la Junta de Damas madrileña, cuya labor tuvo cierta continuidad durante la Guerra de la Independencia en la realizada en Cádiz por la Sociedad de Señoras de Fernando VII, presidida por la marquesa de Villafranca, mientras la Junta madrileña, en la que colaboraba María Lorenza de los Ríos, continuaba su vocación filantrópica en la España josefina.

 Destacan las investigadoras que la gaditana se casó en 1774, a los doce años, con su primo el fiscal de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá, Luis de los Ríos, que le llevaba la friolera de veintiséis años; el matrimonio concertado —como, por otra parte, lo eran habitualmente los de su entorno— pudo enriquecer culturalmente a María Lorenza, tanto por el afán epistolar del esposo como por la afición a la historia y a los periódicos a que se suscribió en cuanto tuvo ocasión. Por otra parte, el enlace permitió al marido administrar un notable patrimonio que le sirvió para ayudar a sus parientes y para las obras tanto de la casa solariega de Naveda como las que inició para edificar una lujosa residencia en Reinosa, en honor de su joven esposa, «La niña de oro».

La biografía sigue las andanzas del matrimonio en Cádiz, La Coruña, desde finales de noviembre de 1779 —tras una breve residencia en Madrid— y Valladolid, adonde llegaron a principios de 1782. Allí, en septiembre de 1786, moriría Luis de los Ríos y María Lorenza, que para entonces tenía 25 años, conocería a Germano de Salcedo (nacido en Sto. Domingo de la Calzada), de 38, con el que se casó a los tres meses de enviudar, lo que fue aprovechado por próximos y extraños para dar rienda suelta a toda suerte de comentarios malintencionados. Si durante su primer matrimonio María Lorenza pudo iniciarse en el amor a las letras, su boda con el oidor de la audiencia le permitió profundizar en la cultura de la Ilustración. Miembro de la Sociedad Económica vallisoletana y de otras instituciones de la ciudad, la pareja continuó con estas prácticas culturales en su nuevo destino cortesano. El matrimonio ya vivía en Madrid a principios de 1789 y Germano ocupó el cargo de juez subdelegado de Teatros entre 1802 y 1806, lo que contribuyó a acrecentar la afición teatral del matrimonio y a que María Lorenza se convirtiera en la anfitriona de una tertulia en la que enriquecerse humana y literariamente.

Tras la contextualización de la investigación, el estudio preliminar trata de dar cuenta de los episodios documentados de su vida, desde sus orígenes, su matrimonio casi infantil, la maternidad frustrada, la dedicación a la labor educativa y asistencial con la Junta de Honor y Mérito y la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, los sufrimientos ocasionados por la guerra, la pérdida del primer esposo, el segundo matrimonio y la maternidad de acogida en la figura de una niña de la inclusa, así como las voces de la escritura femenina que asoman tanto tras las obras literarias de creación como en las de los discursos más institucionales, en los que sin embargo afloran sus inquietudes por la identidad nacional, las traumáticas experiencias de muchas mujeres de distinta procedencia social —originadas en muchas ocasiones por cuestiones de honor—, pero también otros temas privilegiados por el pensamiento ilustrado como el recurso a la amistad, que en sus escritos aparecen como consuelo y solución, al menos paliativa, de difíciles circunstancias vitales.

La segunda parte del libro, su núcleo, está constituida por la edición de las obras de la marquesa de Fuerte-Híjar: las comedias El Eugenio y La sabia indiscreta, la oda A la muerte del Excelentísimo Señor don Francisco Álvarez de Toledo y Palafox, el Elogio de la Reina Nuestra Señora y la traducción de la Noticia de la vida y obras del conde de Rumford.  A estas se añade un anexo compuesto de 32 documentos, entre los que figuran otros escritos de María Lorenza: tres cartas autógrafas, tres testamentos —otorgados en 1788, 1812 y 1816—, la carta de agradecimiento por su admisión como socia de la Junta de Damas, así como diversos informes, oficios, peticiones y memoriales que María Lorenza firma bien en calidad de curadora del Montepío de Hilazas, o de la Real Casa de Niños Expósitos de la Inclusa madrileña, bien como directora de la Real Asociación de Caridad de Señoras, o en su condición de presidenta y curadora de la Junta de Damas de Madrid, a los que se añaden varios informes de censura sobre las memorias de las comisiones de la Junta de Damas madrileña, a las que perteneció María Lorenza u otros informes relativos a distintas actividades realizadas por estas instituciones en las que la gaditana participó.

 Al frente de la edición figura una nota donde se explican los criterios seguidos respecto a los manuscritos y ediciones tenidas en cuenta, así como respecto a la corrección de errores, la modernización de la ortografía, las abreviaturas y las aclaraciones léxicas. Quizás se echa en falta la explicación del orden seguido para la publicación de las obras, puesto que no siguen el cronológico, así como el uso de algunos signos como las llaves para las acotaciones dramáticas, que no suele ser habitual.

 El libro se cierra con un apartado de fuentes y bibliografía, así como un útil índice onomástico que culminan un estudio riguroso, sólido y denso que convierten a esta edición y biografía en un iluminador retrato de época, que hubiera brillado aún más con una buena corrección editorial".

Marieta Cantos Casenave

*Cantos Casenave, M. (2019). Elisa Martín-Valdepeñas y Catherine M. Jaffe, «María Lorenza de los Ríos, marquesa de Fuerte-Híjar. Vida y obra de una escritora del Siglo de las Luces». Cuadernos De Ilustración Y Romanticismo, (25), 699-701. https://doi.org/10.25267/Cuad_Ilus_romant.2019.i25.41

* Elisa Martín-Valdepeñas y Catherine M. Jaffe (2019), 
María Lorenza de los Ríos, marquesa de Fuerte-Híjar. Vida y obra de una escritora del Siglo de las Luces, Madrid - Frankfurt am Main, Iberoamericana - Vervuert (La Cuestión Palpitante. Los siglos XVIII y XIX en España, 31), 485 pp.

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