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jueves, 22 de diciembre de 2022

Aullidos de Esperanza: ¡Feliz Navidad, Felices Fiestas, Buen año 2023!.

 


Aullidos de esperanza en estos días en que acaba un año donde la naturaleza ha manifestado su poder, se ha quemado a sí misma y nos ha dejado en evidencia.

¡A los que os tocó ser fuertes en 2022,

os deseamos que os toque ser felices en 2023!

 

¡FELIZ NAVIDAD, FELICES FIESTAS y SALUD!


Calle y Camino, Vitor Barrio Sierra.



“Aullidos de esperanza” 
poema de David Herrero (Puche), con el arte de mi amigo Fernando Roldán. 
Pequeño homenaje en forma de poema,  y en apoyo 
a las gentes de la Sierra de la culebra, Aliste, Carballeda, Valle del Tera, 
arrasados este verano por el fuego
 
 
"Llora el corzo,
la cigüeña y el águila,
el ciervo y el zorro.
 
Llora el jabalí y el tejón,
el águila y el búho,
la jineta y el Halcón.
 
Aúlla el lobo en la maleza,
la manada no contesta,
se perdieron entre el humo
y ahora llora de tristeza.
 
Ya no repta la culebra que le dio nombre a esta sierra,
 ya no repta la escalera
 antes verde, ahora negra.
 
Se perdieron los castaños y los robles,
las retamas y escobones.
 
El brezo y el tomillo,
el madroño y el cantueso,
y los pinos ya quemados
en carbón se convirtieron.
 
No trabajan las obreras, las cenizas no las dejan,
ya no quedan flores
 que visiten las abejas.
 
Rojo fuego, llama intensa, que te trajo la tormenta, te llevaste el verde bosque, que te lleve a ti y no vuelvas.
 
Buenas gentes, 
pueblos nobles,
noroeste de valores, lucharemos contra todo, contra el fuego y los galones.
 
No estás sola, gente buena, de la Sierra la Culebra,
la provincia de Zamora solidaria ya se vuelca.
 
El futuro que te espera, no depende de quién manda, solo quieren que les votes, lo demás no le interesa.
 
Con aullidos de esperanza, orgullosa de tu gente,
tierra negra, antes verde,
la Culebra no se calla,
ni se compra ni se vende".
 
        David Herrero (Puche)

miércoles, 16 de noviembre de 2022

Cumbre Mundial de Seguridad Alimentaria...

Además de producir alimentos la agricultura/ganadería/pesca/silvicultura... tienen que pensar en qué, para qué, cómo producir, adónde va, qué consecuencias tiene... 
Hoy no tenemos que producir alimentos solo para sobrevivir.   
Por eso es esencial diferencia entre seguridad y soberanía alimentaria

Este video del Presidente de Colombia confronta de manera inteligente, contundente y valiente la imposición hegemónica y mercantilista avalada por las Naciones Unidas, con  una propuesta que eleva la protección a la alimentación (por tanto a la agricultura, a la ganadería... y a la vida misma y al planeta) al nivel de un derecho de todos los pueblos. 


Vivimos en un globo limitado, pero que se ha globalizado, con recursos de los que solo disfrutan unos 1.500 millones de personas; otras 5.500 malviven sin alimentos suficientes.

Y gracias que hemos llegado a producir alimentos para todos ellos, pero no hemos producido un sistema social y económico que permita a todas esas personad comprarlos

La agricultura/ganadería/pesca... están cumpliendo con su misión.
No es un problema de producción de alimentos, es un problema más elemental: 2 terceras partes de las personas, familias... no tienen dinero para comprarlos.
Y no será porque los agricultores se estén enriqueciendo por la cara. 
El problema está en otra parte.

sábado, 15 de octubre de 2022

FotoRural 2022. Tema: Crisis Climática.

Concurso de Fotografía del Mundo Rural, 2022, XVI Edición.

Temática central: Crisis climática
Los fenómenos meteorológicos extremos son cada día más frecuentes. El cambio climático es una realidad que se siente con más intensidad en el medio rural. La agricultura y la ganadería son actividades tan vinculadas al medio que el contexto climático es un factor determinante en su presente y su futuro.

En este escenario climático, los habitantes del medio rural luchan por adaptarse y por mitigar los efectos del calentamiento global. Las áreas rurales siguen acogiendo actividades estratégicas como la producción de alimentos que realizan los agricultores y ganaderos, la gestión del paisaje y la vertebración del territorio.

La crisis climática genera dificultades y obliga a adaptarse, pero también demuestra la resiliencia de los habitantes de las zonas rurales y su capacidad para adaptarse al medio con creatividad, trabajo e inteligencia.

El Concurso de Fotografía del Mundo Rural 2022 premiará imágenes que muestren esa complejidad de un contexto climático en crisis, donde las temperaturas y los fenómenos extremos, las tormentas, los pedriscos, las heladas y las sequías abundan, pero también la belleza de los paisajes y la fuerza de agricultores, ganaderos y artesanos trabajando.

El Concurso de Fotografía del Mundo Rural 2022 seguirá apostando por mostrar la realidad del campo español y analizará la confianza que aportan los seguros agrarios como herramienta imprescindible ante la incertidumbre para los agricultores y ganaderos.

Este año se incorpora un nuevo patrocinador para un nuevo premio: la Organización Interprofesional del Ovino y el Caprino -Interovic- patrocina el nuevo premio a la mejor foto del Ovino y el Caprino en el medio rural en España.

Premios

  • Primer PREMIO: 600€. Patrocinado por el Foro Interalimentario
  • Segundo PREMIO: 400€. Patrocinado por el Foro Interalimentario
  • Tercer PREMIO: 300€. Patrocinado por el Foro Interalimentario
  • Premio a la mejor fotografía relacionada con los seguros agrarios: 400€. Patrocinado por ENESA
  • Premio a la mejor Fotografía del Ovino y el Caprino en el medio rural en España: 400€. Patrocinado por INTEROVIC
  • Premio a la fotografía del Patrimonio Cultural Inmaterial en el Medio Rural: 400€. Patrocinado por el Ministerio de Cultura
  • Premio Fademur a la fotografía de las Mujeres Rurales: 400€ (Destinado a mujeres fotógrafas). Patrocinado por el Foro Interalimentario
  • Accésit a las 20 fotografías finalistas: 80€. Patrocinado por el Foro Interalimentario.

lunes, 5 de septiembre de 2022

“Se legisla contra lo rural: es más efectivo gestionar el campo para controlar los fuegos que aumentar los equipos de extinción".

Marc Castellnou, ACN
Entrevista a Marc Castellnou*, experto en incendios: 
Los bosques están al límite y cada vez habrá más fuegos imposibles de apagar
El jefe del Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales asegura que es más efectivo gestionar el campo para controlar los fuegos que aumentar los equipos de extinción
La situación forestal empeora y, según Castellnou, todavía puede hacerse más extrema. La responsabilidad recae sobre el cambio climático y las largas sequías, pero también sobre los despachos políticos en los que, según el experto, “se legisla contra lo rural”.

Cada verano, los medios de comunicación le buscamos para que nos explique qué está pasando con los incendios. Está siendo un año muy duro, pero ¿es peor que los anteriores?

Lo que pasa ahora es una continuación de lo que ocurre desde hace años, aunque sí está siendo un verano intenso. El año pasado tuvimos [en Catalunya] 15 días con temperaturas por encima de los 30 grados; este año a finales de julio ya íbamos por los 28. Estamos normalizando temperaturas que hace veinte años eran extremas. Hoy tenemos un clima más seco y árido que provoca más incendios, pero es importante entender que los fuegos no son solo causados por el cambio climático.

Las variaciones y el aumento de temperaturas han traído un territorio que es más propenso a quemar, sí, pero lo que enciende la chispa es la falta de gestión del territorio, que está totalmente abandonado en Catalunya, pero también en España y en Europa Occidental.

¿Cree que las administraciones focalizan en el cambio climático para no abordar la falta de gestión territorial?

El cambio climático es un factor más, pero puede llegar a ser una excusa, un hecho sobrevenido sobre el cual no podemos hacer nada. Es más fácil lamentarse por algo muy complicado que fijarse en la gestión del territorio, que es algo que se ha ido abandonando durante los últimos 100 años. Con esto no quiero decir que el cambio climático no sea determinante, porque las temperaturas extremas hacen que nuestro país queme con más violencia, pero la situación sería mucho más controlable si no abandonáramos a los bosques.

¿Por qué en los últimos años estamos teniendo estos grandes incendios?

Es una combinación de factores. La energía acumulada es cada vez más alta porque la temperatura va aumentando y los veranos duran más, así que los bosques gastan más energía de la que gastaban hace un siglo. Esto es como una familia que no llega a final de mes: si no llegas un mes, te puedes recuperar, pero si vas fallando sistemáticamente, a final de año estás muy endeudado. Esta deuda la notamos en la acumulación de vegetación muerta, que es muy combustible y que no es otra cosa que el resultado de las decisiones tomadas durante los últimos 10 años, que nos han dejado un territorio abandonado y susceptible a incendios ingestionables.

¿Incendios ingestionables?

Cada vez hay más incendios en los que la extinción no es posible: por más recursos que tengas y por muy bueno que seas apagando incendios, sin un territorio gestionado, no se puede hacer nada. Los bosques están llegando al límite y cada vez habrá más incendios imposibles de apagar, que son aquellos que emiten más de 10.000 kilovatios por metro cuadrado. El año pasado, que fue un año normal, los incendios emitieron de media 8.800 kw por metro, muy cerca del límite.

¿Los incendios pueden medirse en kilowatios?

Un incendio emite energía. Un fuego normal tiene entre 1.000 y 3.000 kW. Estos son fuegos que podemos controlar, pero si emite más de 10.000 kW, es demasiado potente y ya no podemos hacer nada para extinguirlo. Últimamente estamos viendo más incendios que superan estos límites, debido a la gran acumulación de vegetación muerta, que aumenta la intensidad del fuego. Un ejemplo de eso fue el de Pont de Vilomara, que tuvo una potencia de 127.000 kW por metro, un nivel de energía que superó en 12 veces la capacidad de extinción. Sé que son cifras muy grandes y puede costar de visualizarlas. Por ejemplo: la potencia que tenemos contratada de luz para hacer funcionar una casa ronda entre los 2 y los 3 kW. Pues ahora imagínate qué suponen 127.000.

"Invertir en bomberos no garantiza que el bosque no se queme. Hay que invertir en gestión del territorio para no llegar a un límite con incendios que no se puedan apagar"

¿Hay suficientes dotaciones de bomberos?

Los efectivos son suficientes para el territorio que tenemos y están suficientemente preparados. No se trata de invertir en bomberos, porque eso no garantiza que el bosque no se queme. Lo que se necesita es invertir en gestión del territorio para no llegar un límite con incendios que no se puedan apagar, por muchos bomberos que tengas. Haciendo el símil: no necesitamos más médicos, sino medicamentos y vacunas. Si nos dedicamos a construir hospitales, pero no hacemos nada para que la sociedad no enferme, acumularemos pacientes que no podremos curar. Es verdad que los equipos de extinción se podrían modernizar, pero no servirán de nada sin un territorio gestionado, limpio y con una economía rural.

¿Qué significa gestionar el territorio?

Por ejemplo, que esté ordenado para poder hacer extinción. También que haya políticas agrarias para que limpien el territorio. No puede ser que nos dediquemos a proteger las zonas rurales como si fueran un decorado, pero que no dejemos que se haga nada allí. La energía se acumula en los bosques, que están estresados porque nadie los atiende.

Un incendio es un proceso natural de renovación, que sirve para limpiar la vegetación muerta y abrir espacios para que nazcan brotes nuevos. Si no estuviéramos aquí, el ecosistema se adaptaría solo al clima cambiante. Pero la presencia humana ha alterado el funcionamiento de los bosques: les hemos dado un interés social, económico y poblacional que solo acumula energía y que, sin gestión, se transforma en grandes o súper grandes incendios. Es un gran problema porque no dejamos que se regulen solos, pero tampoco los gestionamos nosotros. Si a esto sumas las sequías, tienes la receta del desastre.

Apunta a que los bosques tienen una utilidad económica. Desde que se aprobó la Ley de Montes, que permite la recalificación de tierras quemadas, ¿han notado un incremento de fuegos provocados?

¿Cuántos fuegos crees que son provocados? Lo fue el del Pont de Vilomara y se le dio mucho peso en los medios de comunicación, pero la gran mayoría de incendios son naturales. Nos gusta mucho focalizar en los que son provocados para hablar del pirómano de turno y quedarnos tranquilos si lo cogen, porque eso nos quita mucha responsabilidad. Pero la verdad es que la gran mayoría de incendios son eléctricos, por accidentes de coche o problemas mecánicos.

La cuestión no es lo que provoca el incendio, sino que éste se pueda convertir en un súper gran incendio. Los pirómanos son un problema, pero no son la causa del desastre que tenemos entre manos. Centrarnos en ellos sólo sirve para esconder el problema real, que es que el territorio rural está abandonado, que no invertimos en despoblación. Es más fácil culpar a otro que asumir la realidad, pero es hacerse trampas al solitario.

"Focalizamos mucho en los incendios que son provocados para hablar del pirómano de turno y quedarnos tranquilos si lo cogen, porque eso nos quita mucha responsabilidad"

¿Qué pensó cuando el consejero de medio ambiente de Castilla y León culpó de los incendios a los ecologistas?

Evidentemente, los ecologistas no son culpables de los incendios; la culpa es de la política urbana que legisla contra lo rural. La culpa es de quien piensa que el territorio no se debe tocar y cree que todo se solucionará solo. Detrás de estas acusaciones hay una negativa a ver que, con las políticas actuales, estamos convirtiendo los bosques en un polvorín listo para arder. Si no se toman cartas en el asunto, lo que pasará es que el bosque buscará su propia solución, que es quemarse entero y volver a comenzar. Lo que no nos pueden decir es que no toquemos el territorio, pero que, si quema, vayamos a apagarlo.

¿Qué pasaría si dejáramos que los bosques ardieran?

Los bosques se regeneran con los incendios naturales. El problema es que estos súper grandes incendios queman con mucha más intensidad y energía de lo normal y pueden conllevar pérdidas de biodiversidad importantes. Un incendio normal sirve para sanear el territorio y prevenir de otros incendios. Es como una vacuna contra los grandes fuegos. Pero ahora ni dejamos que quemen, ni los protegemos nosotros. Y esto es así porque nos hemos convertido en una sociedad urbana que no entiende los bosques, a la que le gusta verlos, pero no los entiende.

No entendemos cómo funcionan los bosques ni tampoco el peligro de los incendios. ¿Qué pensó cuando parte de la ciudadanía se saltaba las restricciones e iba a parques naturales cuyo acceso estaba prohibido por el riesgo de fuego?

Cuando hay restricciones, se dan por dos motivos. El primero es evitar actividades que generen igniciones que se puedan evitar. El segundo es que, si hay un incendio y hay gente dentro de estos espacios, los bomberos que deberían estar apagando el incendio, estarán rescatando a estas personas. Supondría restar efectivos y es un lujo que no nos podemos permitir, porque los bomberos necesitamos ayuda en un territorio que está sin gestionar. Las restricciones son el precio a pagar por no invertir en nuestros bosques.

* Marc Castellnou (Tivissa, Tarragona, 1972) es un rostro que, a su pesar, reaparece cada verano. Como jefe del GRAF (Grupo de Refuerzo de Actuaciones Forestales) del cuerpo de bomberos de la Generalitat de Catalunya, es una de las voces de referencia cuando hay que hablar de –y entender– los incendios.


jueves, 1 de septiembre de 2022

Racionamiento racional e irracional en la Era del Descenso Energético: Einstein intuía correctamente que la estupidez humana era lo único que no conocía límites.

Tenemos que decidir qué priorizamos: 
si los derroches de energía o el combustible para tractores y cosechadoras, 
si los casinos o los hospitales, 
si Amazon o la tienda del barrio...

Antonio Turiel / Juan Bordera 


Imagina una noche dura: Tienes cuatro hijos, solo una barra de pan y dos opciones: racionar a partes equitativas o dejar que el más fuerte se coma el trozo que le dé la gana, aunque los otros se mueran de hambre. 

Lo humano, lo honesto, es lo primero, ¿verdad? 
No hace falta decir mucho más, cualquiera haríamos lo mismo. 
Bueno, cualquiera no.

Unos pocos dirigentes políticos están demostrando que Einstein intuía correctamente que la estupidez humana era lo único que no conocía límites. Estos dirigentes están patinando sobre hielo muy fino. La principal razón es que el decrecimiento ya no se puede esconder ni detrás de una bandera, ni detrás de un espejismo luminoso. Las personas no comemos banderas y sabemos ver qué es un despilfarro. De ahí el esfuerzo de los grandes poderes económicos en invertir y controlar medios que adulteren tanto la realidad. 

Pero el espectáculo está empezando a ser difícil de esconder, y cada vez aparecen más y más artículos, periodísticos y académicos, mejores y peores, que comentan y demuestran una realidad incontestable: tanto el cambio climático como la escasez están haciendo desaparecer el tabú del decrecimiento. Hasta presidentes como el finlandés no han dudado en ponerlo en palabras cristalinas para quien quiera escuchar: la gente en Finlandia y en otros países de la UE tendrán que acostumbrarse a que la economía no crezca todos los años.

Por eso las medidas de ahorro energético propuestas por el Gobierno y aprobadas en el Consejo de Ministros, aunque van en la buena dirección, en realidad se quedarán cortas ante lo que va a venir, y deberían ser tomadas como algo racional y permanente. Algo que deberá ir siendo acompañado por medidas más profundas de redistribución de la riqueza, o de otro modo, habrá problemas.

En la Era del Descenso Energético que estamos empezando a transitar, con el tiempo, estas medidas –que no son algo exclusivo de nuestro país– se van a ir normalizando y ampliando, y haríamos bien en asumirlo con rapidez.

No es un gran sacrificio limitar las horas en las que tener encendidas las luces o moderar la temperatura de la climatización

No es un gran sacrificio limitar las horas en las que tener encendidas las luces o moderar la temperatura de la climatización. Pero claro, hay otra opción para los que dicen ser “amantes de la libertad” cueste lo que cueste. Una opción muy evidentemente perversa: dejar que la sabia mano invisible del mercado asigne los recursos que escasean eficientemente. ¿Hay menos energía disponible? Pues para los –cada vez menos– que puedan pagarla. ¿Que porque unos derrochan combustibles fósiles o tienen beneficios extraordinarios otros no pueden ni calentarse un plato de sopa? ¡Libertad! Desde que el mundo es mundo.

Es curioso cómo la palabra racionamiento significa cosas distintas según el suelo que pisas. En España es sinónimo de pobreza, y para muchos, de derrota. Que el racionamiento se alargase tanto –el pan se racionó hasta 1952 durante una posguerra que fue eterna para los que la sufrieron– mientras en el resto de países occidentales no existía, aumentó la sensación de episodio a olvidar que nunca ha de repetirse. Ese fantasma va a ser agitado por los panfletos de extrema derecha, el temible e indeseable racionamiento (que vino de su propia mano) vuelve. Sin embargo, hay otros casos: los ingleses recuerdan el racionamiento como algo más positivo, ya que les ayudó a “vencer” a los nazis. Las experiencias no son solo lo que son, sino lo que significan.

Quizá por eso, con excesiva frecuencia, la mala política no apela a lo racional, sino a lo emocional. Tratan así de usar lo emocional como una manera de camuflar lo irracional y poco justificable de muchas de sus decisiones. ¿Corrupción? ¿Muertes en residencias? ¿Cierre de hospitales y degradación de los servicios públicos básicos? Nada de eso importa: lo importante es que el Gobierno no os quite la libertad, hombres de poca fe.

Pero entre broma y broma, la verdad asoma: quien pone en peligro tu libertad no es quien te quieren hacer creer. Ni es la Agenda 2030 ni el socialcomunismo. Es el mercado, amigo. En la defensa a toda costa de un neoliberalismo que cada vez será más disfuncional está inserta la inevitable destrucción de lo público. En tiempos de menor energía disponible, seguir las recetas neoliberales de siempre no va sino a exacerbar los problemas, por la propia naturaleza del sistema que los ha originado. 

El ejemplo de racionamiento del principio es una caricatura, una simplificación que nos ha ayudado a clarificar la diferencia –material, pero también moral– entre las diferentes opciones, pero en la Era del Descenso Energético en realidad no estamos delante de un dilema, sino de un trilema: tenemos que escoger una entre tres opciones.

La primera opción es la de las Medidas Coyunturales. En este caso se piensa que los problemas con la energía son pasajeros y se trata de racionar lo justo para afectar mínimamente a la economía. Se mantiene la economía de mercado y salvo por los recortes todo sigue igual. Tiene el inconveniente de que si las cosas siguen yendo a peor se van tomando más y más paquetes de medidas del mismo estilo, cada uno rectificando el anterior, causando el escepticismo, la incomprensión y el hartazgo de la población. Éste es el enfoque mayoritario en el mundo, y el que se defiende desde la UE y desde el Gobierno de España. Dentro de estas medidas también caben las elitistas, que buscan recortar más a quien menos tiene. No hace falta poner un ejemplo de esto (con nombre y dos apellidos), una persona que está dispuesta hasta a ir –otra vez– contra la cúpula de su propio partido y contra la cordura más básica.

La segunda opción es la de tomar Medidas Estructurales. En este caso se acepta que los problemas son permanentes. Se hace una previsión de cuánto se va a disponer y se toma una decisión sobre cómo se asigna (cuánto se da y a quién se le da). Obliga a tomar muchas medidas adicionales, disposiciones, supervisiones, regímenes sancionadores, etc. Estas medidas son extraordinariamente complejas de adoptar y costosas de implementar, y tienen el inconveniente de que si el descenso energético prosigue pronto se vuelven obsoletas. Este tipo de racionamiento es por ejemplo el que se está dando en países prácticamente colapsados, como el Líbano o Sri Lanka.

La tercera opción sería la de adoptar Medidas Decrecentistas. Implica aceptar que los problemas no son solo permanentes, sino que irán progresivamente a peor. Se necesita por tanto un esquema de racionamiento flexible, que se adapte a la disponibilidad (o indisponibilidad) de los recursos según ésta va cambiando. Obliga también a abrir un debate en profundidad con la sociedad, clave para hacer comprender qué está pasando, para que se puedan tejer complicidades y cooperaciones sobre un objetivo común compartido por la mayoría, elegir sectores esenciales y sostenerlos con fuerza, incluso incrementarlos, pero también exige asumir que habrá otros que tendrán que reducirse. Es prioritario repartir tanto la carga fiscal como garantizar unos mínimos de calidad de vida. Aunque haya que racionar, el buen vivir es posible y más deseable que nunca.

El problema con las Medidas Decrecentistas es la tentación por parte de ciertos sectores de implementarlas de manera autoritaria, sin necesidad de buscar un consenso social democrático, ya que obviamente sería más sencillo imponerlas por la fuerza; y eso más que a un esquema de racionamiento decrecentista a lo que nos llevaría es al ecofascismo. Ningún país del mundo está adoptando este tipo de racionamiento, aunque algunos países podrían estar deslizándose hacia un ecofascismo que –en formas de baja intensidad– ya está latente.

Quede claro que ninguna opción de racionamiento es buena. Estamos hablando de racionar, y racionar quiere decir limitar. No hay suficiente y se tiene que elegir cómo se reparte. No es una situación que nadie pueda desear. Pero es una situación que no va a ser negociable y que tenemos que enfrentar como adultos, ayudándonos de la inteligencia colectiva.

También es importante dejar claro que hay muchas maneras aceptables de adaptarse al Descenso Energético, pero todas requieren de cierto tiempo. Por ejemplo, uno de los grandes problemas actuales es la falta de fertilizantes nitrogenados debido a la carestía y escasez de gas natural. Y si bien es sabido que el abuso de los fertilizantes nitrogenados lleva a la degradación de los suelos y las aguas, y que tenemos que emprender el camino a otras formas de agricultura realmente sostenibles y resilientes (especialmente destacable el trabajo de la investigadora del CSIC Marta Rivera y de Eduardo Aguilera), también es verdad que no podemos transformar nuestro sistema agrícola de la noche a la mañana mientras seguimos alimentando a la población

No podemos suprimir los enormes insumos energéticos de la alimentación y de tantas otras cosas de golpe, porque, al igual que una persona adicta a una droga, la falta repentina de la sustancia que generó la dependencia podría causarle más mal que bien. Necesitamos un plan de descenso adecuado, un plan de transición lento y pausado, con mucho trabajo a pie de campo, mucho ensayo y error, hasta poder conseguir que las cosas funcionen sobre el terreno, en todos los ámbitos, desde el sector primario hasta el industrial y de los servicios.

Pero sea como sea, tenemos que irnos desenganchando de la droga de los combustibles fósiles antes que ella nos abandone por la Geología y la Física. Y las renovables serán nuestra metadona. Esencial, para pasar el mono, pero ni por asomo podrá ser igual que la droga original

Mientras estemos ofuscados en esquemas coyunturales, discutiendo qué sector es más importante por la cantidad de PIB o de empleo que genera, dando por hecho que vamos a poder mantenernos en los paraísos artificiales que crearon los combustibles fósiles, peor lo pasaremos cuando, de repente, se nos corte el suministro de estas sustancias de las que somos tan dependientes. Este es el debate que como sociedad tenemos que abrir. Tenemos que racionar, no nos queda más remedio. Y dado que el racionamiento no va a ser optativo, hay que intentar que sea lo más racional y justo posible.

No se trata de escoger entre un mundo oscuro y deprimente o uno iluminado a miles de vatios de potencia: se trata de escoger entre un mundo donde la mayoría de la gente pueda vivir con dignidad, o uno en el que unos pocos disfrutan y la mayoría está sumida en la miseria abyecta. Y, spoiler, esos pocos no van a disfrutar mucho de una ciudad insegura (o un país, o un mundo). Si la mayoría lo pasa mal, nadie lo pasa del todo bien, eso es lo que hay que entender de una vez.

Tenemos que decidir qué priorizamos, si los derroches de energía o el combustible para tractores y cosechadoras, si los casinos o los hospitales, si Amazon o la tienda del barrio, si el metro y los servicios básicos esenciales o los espejismos brillantes que no pueden durar. 

No va a haber para todo, y por eso, democráticamente, racionalmente, tenemos que tratar de escoger lo mejor para crear una nueva sociedad que, a partir de los despojos y los errores de la actual, logre renacer con fuerza. 

Nada está perdido, como algunos quieren hacer creer que decimos

miércoles, 20 de julio de 2022

Los agricultores y ganaderos, la gente de los pueblos, ellos previenen y apagan incendios.

Este verano agricultores y ganaderos de Quintanilla, de Redecilla del Campo y del Camino, de Cerezo, de Ibrillos, de Villarta, de Quintanar, de Zamora, de Treviana, 
de Valuercanes, de Cirueña, de Grañón, de Sto. Domingo... 
han controlado varios incendios en la comarca,
¡ellos son los héroes apaga fuegos!.

Todos contra el fuego, todos: los protocolos, los ingenieros, los bomberos forestales, 
los agricultores, los ganaderos, los cazadores, todos, todos los vecinos.

Cuando se toca a arrebato, no sobra nadie; es arrebato: "impulso repentino, inesperado y generalmente brusco de hacer cierta cosa", Drae.

Los protocolos no saben de arrebatos, son la planificación y la puesta servicio de recursos para lograr sus objetivos.

Los protocolos antincendios habrán planificado mucho, habrán intentado poner estrategias y recursos (de prevención (poca), de extinción, de reconstrucción (menos)), mas una cosa es incuestionable: 
estos fuegos de los últimos años están desbordando todos los protocolos.

Al final, lo que estamos observando es que la profesionalización (protocolarización...), la prevención y lucha con el fuego y su gestión está bien, pero, de hecho, no es suficiente.

Al final, la participación de la ciudadanía es importante, es necesaria y, como vemos, inevitable para la gestión del fuego, y habrá que compensarla.

Al final, se aprecia que el trabajo "al arrebato" de un tractorista, de una población unida y con sus herramientas, hay que tenerlo en cuenta porque es muy efectiva en muchos de los incendios.

Al final, esa política fácil de evacuar a los pueblos, para saberles la vida, no les salva de nada, porque el fuego mata su proyecto de vida, y además no les han dejado hacer nada por su vida (otro proceso migratorio más al que se somete a las gentes de los pueblos: mejor echarlos de su pueblo, ya vendrán (-ya han venido-) los fondos de inversión a  tomar el territorio desde la city). Los que se han ocultado de la Guardia Civil, y no se los han llevado, han salvado más de un pueblo...

Al final, si se quiere de verdad repoblar el campo habrá que contar con los agricultores, con los ganaderos, con los silvicultores, con los recolectores (caza, pesca, miel, tubérculos, setas, paja y forrajes...), y no solo para que apaguen los fuegos cuando los protocolos han sido sobrepasados...; también para gestionar el territorio en todos los sentidos.

Incendio,  Redecilla del Camino, Villorceros, El Rebollar, el 13 de julio de 2015,
en el que los tractores 1º perimetraron el fuego de cereales
y luego los bomberos controlaron una lengua de fuego que se había metido en El Rebollar. 

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Entre tanto ganaderos y agricultores hacían lo que debían, defender lo que les da de comer o les daba, ahora morirán las ayudas en despachos y estamentos pudiendo haber evitado el desastre que lleva a Zamora a perder cerca de 70.000 hectáreas de terreno en menos de un  mes. 

En decenas de situaciones hemos estado con ellos, con remolques cargados de depósitos llenos de agua de sus mismos pozos y balsas. Con cubas llenas de agua, con mangueras y bombas de achique listas para sacar agua y recargar sus depósitos salvadores. 

Hemos visto tractores con arados, vertederas y rotavators arrancando cultivos para evitar que el fuego llegará más allá, más cerca de pueblos y explotaciones, de casas y granjas, de naves y rediles. 

La llamada a fuego antes se hacia a toque de campana y allí en la puerta de la iglesia, todos contra el fuego. 
En los pueblos se sabe que los bomberos tardan, que están lejos y muchas veces llegan al " humo de las velas ", y no porque ellos quieran sino porque la lejanía en los parques tiene un verdadero problema que se llama tiempo, y contra el fuego, el tiempo es oro, el oro de vida que se lleva entre los dos incendios de la Culebra miles de vidas que producen oxígeno, animales y plantas que cohabitan con los que de forma negligente juegan a un juego que nunca sale bien.

Por eso los agricultores y ganaderos, siempre tienen preparadas sus herramientas y son los que mejor prevén casos como los que estos días ahogan a las administraciones que no ven más allá de 4 años más de sillón. 

Huertos, cultivos, naves, almacenes de paja y grano, casas y edificios se han perdido por el fuego, lugares a los que no llegan con escaleras en altura los bomberos porque no las tienen, al menos en la provincia de Zamora, a los que no llegan porque los parques siguen lejos para los ciudadanos de segunda, si, de segunda que sólo son de primera a la hora de los votos. 

Veredas que ellos saben, caminos que conocen a la perfección y que gracias a su profesión han dado a las brigadas la pauta para ataques a las llamas de forma contundente. Ellos son los verdaderos héroes del sofocar de forma directa. La administración en este caso de velar por los pueblos es la Diputación y su Consorcio de Bomberos, que fueron activados tarde aún a sabiendas que muchos de los bomberos se ofrecieron horas antes sabiendo lo que les llegaba.

No vale la ingeniería muchas veces, sino el ingenio y ser de pueblo y a mucha honra.

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jueves, 14 de abril de 2022

La sangre es una semilla

La sangre es una semilla
Premio de formato abierto de World Press Photo 2022.
Fotógrafa: Isadora Romero*


A través de historias personales La Sangre Es Una Semilla: preguntas sobre la desaparición de las semillas, sobre la forzada la migración, el racismo, la colonización y sobre la posterior pérdida de ancestral conocimiento.

Durante el transcurso del siglo XX, el 75% de la diversidad genética de plantas agrícolas se perdió a nivel mundial. Una de las principales fuerzas impulsoras de la disminución de la agrobiodiversidad es el impulso del cultivo de monocultivos de variedades modificadas y, a menudo, no nativas, para cultivos de mayor rendimiento.

El video es narrado por el fotógrafo y su padre ( https://www.worldpressphoto.org/collection/photo-contest/2022/Isadora-Romero-OPFA/1)  , y está informado por la memoria del padre, así como por sus propias percepciones de las transformaciones experimentadas por los pequeños agricultores en las últimas tres generaciones. El padre de Romero emigró en 1981 en busca de mejores oportunidades y para escapar de la violencia que vivía Colombia en esos años.

El video está compuesto por fotografías digitales y de película, algunas de las cuales fueron tomadas en película caducada de 35 mm y luego dibujadas por el padre de Romero. En un viaje a su pueblo ancestral de Une, Cundinamarca, Colombia, Romero espera aprender sobre su historia y explorar los recuerdos olvidados de la tierra y los cultivos, y sobre su abuelo y bisabuela, quienes fueron 'guardianes de semillas' y cultivaron varias variedades de papa. . Solo dos variedades de patata se siguen consumiendo principalmente en Une.

Aunque el proyecto es una exploración del pasado, se involucra con técnicas contemporáneas, jugando con los paralelos entre los códigos genéticos y los códigos binarios de las fotografías digitales, para preservar este conocimiento antiguo para el futuro.

Este es un proyecto muy fuerte que aborda un tema de preocupación mundial desde un ángulo personal, reflexionando sobre la pérdida personal. 
A través de la investigación de sus propias raíces y ascendencia, la fotógrafa aborda el borrado violento y estratégico del conocimiento cultural que continúa teniendo consecuencias profundamente arraigadas en las nuevas generaciones, la sociedad en general y la Tierra. 
La combinación de métodos y capas sensoriales (sonido, diseño de código y dibujos colaborativos) construyen un lenguaje claro que es a la vez personal y político. 
El video tiene un buen ritmo y es un gran ejemplo de cómo la categoría de formato abierto es un espacio donde los fotógrafos pueden hacer uso de varios medios de una manera coherente e imaginativa para transmitir una narrativa de relevancia mundial.

El jurado otorgó a este proyecto el premio de formato abierto de World Press Photo porque conecta la pérdida personal del conocimiento ancestral y el patrimonio cultural con el borrado estratégico del conocimiento antiguo y las formas de vida, en un impactante comentario sobre las consecuencias de la pérdida de la agrobiodiversidad global.

*Isadora Romero es una narradora visual independiente ecuatoriana con sede en Quito, Ecuador. Le interesan los temas sociales, de género y ambientales. Sus ensayos visuales, explorando la frontera entre el arte y el fotoperiodismo, buscan diferentes enfoques utilizando diversas herramientas narrativas. Romero es co-fundador de Ruda Colec.

jueves, 10 de marzo de 2022

Vulnerabilidad socioambiental en la España Rural, Investigación SEVeRas.

RESULTADOS ENCUESTA SOBRE VULNERABILIDAD SOCIOAMBIENTAL 
EN LA ESPAÑA RURAL 

Daniel Gaitán-Cremaschi 
Sergio Villamayor-Tomás 
Esteve Corbera Elizalde 
Diciembre, 2021 



Este documento presenta los principales resultados de la encuesta sobre vulnerabilidad socioambiental en la España Rural, que forma parte de la primera fase del proyecto SEVeRas coordinado desde la Universidad Autónoma de Barcelona y financiado por La Fundación La Caixa. 
El proyecto tiene como objetivo evaluar qué territorios comarcales rurales de España son más y menos vulnerables al cambio climático, la despoblación rural y la globalización del comercio agropecuario y forestal, tres de las principales problemáticas del mundo rural. 
El objetivo último es mejorar las políticas de desarrollo rural, ajustándolas a las necesidades de cada territorio.
En el marco de este proyecto se impulsó una encuesta para conocer la opinión de los actores
involucrados en el desarrollo rural sobre estas tres problemáticas y de qué modo consideran que los
territorios rurales podrían hacerles frente.
En este sentido, la encuesta se centró en tres grandes preguntas:
1. ¿Cómo se manifiesta el cambio climático, la despoblación rural y la globalización del comercio
agropecuario y forestal en los territorios comarcales rurales?
2. ¿Qué características socioeconómicas y ambientales hacen a los territorios rurales más vulnerables
al cambio climático, la despoblación rural y la globalización del comercio agropecuario y forestal?
3. ¿Qué recursos hacen que esos territorios puedan responder mejor a éstas y a otras amenazas?

miércoles, 2 de marzo de 2022

Ganadería entre árboles: una fórmula perfecta, silvopastoralismo.

 Hoy vamos a hablar en ‘Bosques para Siempre’ del pastoreo de ganado extensivo dentro de bosques (silvopastoreo). Y es que vacas, cabras y ovejas también se alimentan entre robles, castaños, pinos, fresnos y hayas. Incluso los cerdos comen bellotas entre masas arbóreas más cerradas que la dehesa de encinas y alcornoques dispersos que nos viene enseguida a la mente. Estudios y expertos resaltan la importante capacidad para secuestrar carbono y mitigar los efectos del cambio climático que tiene esta actividad, sin olvidar la de prevenir incendios gracias al manejo constante del sotobosque. Nos vamos a conocer a ganaderos y ganaderas que practican el silvopastoreo en diversos puntos de España. 

Ganadería Cobrana. Somiedo.Asturias.
Ver también;  Silvopastoralismo, una actividad imprescindible en la transición a un modelo ganadero sostenible


“No tiene mucho sentido que si mis vacas pastan en las brañas más altas donde no hay árboles tenga derecho a ayudas de la PAC (Política Agrícola Común de la Unión Europea) y si lo hacen entre estas hayas pierda ese derecho”. Abordaremos en este artículo esta contradicción, en especial en un país como el nuestro, que reparte bosques muy diferentes por doquier. Ahora el paseo con Diego Cobrana entre montañas asturianas pide escucharle atentamente mientras se disfruta hacia arriba de las cumbres afiladas del valle de Somiedo y alrededor de una densa vegetación entre las que sus vacas buscan sobre todo la hierba.

Diego Cobrana es uno de los no más de 15 ganaderos del valle, y cuenta con una cabaña formada por más de 200 vacas de la raza asturiana de los valles. “A partir de abril o mayo, según como venga el año, las subiremos a las brañas (los pastos y prados situados a mayor altura), pero ahora pastan entre cualquier tipo de vegetación que tenemos más abajo, por ejemplo entre hayas, donde siguen comiendo hierba y algunas hojas caídas”, afirma este joven ganadero continuador de una tradición familiar de varias generaciones. Sus reses también se mueven entre fresnos, acebos y serbales de los cazadores, dos especies estas últimas apetitosas para un conviviente salvaje de las vacas, el oso pardo. “El oso no ataca, a veces algunos jóvenes simulan ataques como juego, y lo vemos porque subimos casi a diario a ver al ganado, porque el que sí puede hacer daño es el lobo”, apostilla Cobrana.

Pasamos de vacas a cabras, a las 50 de razas autóctonas (del Guadarrama y guisanderas) que Irene Jara y Mario de Castro tienen entre pinares del abulense valle del Tiétar. Las conozco bien porque, entre otras cosas, degusto casi a diario los quesos que elaboran con su leche desde Al Sur de Ávila, y comparto enseguida con ellos la inquietud que te entra al ver cabras comelotodo entre un denso pinar. “Ahora las tenemos entre pinos”, explica De Castro, “y se comen hasta los líquenes de los troncos, y es cierto que ramonean y comen los pinos más jóvenes, pero yo digo que por cada uno que comen plantan ocho con sus excrementos; piensa que de los cerca de tres kilos de estiércol que echa al día, dos se quedan en el bosque”.

Más biodiversidad y menos cambio climático con el silvopastoreo

No obstante, como apuntaba Diego Cobrana y ahora corroboro entre los cabreros de Santa María del Tiétar, resulta esencial un buen manejo del ganado entre bosques para que no haya un excesivo pastoreo que afecte a la capacidad de regeneración de la vegetación. “Tenemos un rodalillo (de rodal, conjunto de árboles que se diferencian de los dominantes en ese terreno) de castaños dentro del careo (las 60 hectáreas donde pastan) donde hasta diciembre comen incluso los erizos que cubren las castañas, y en verano las bajamos hacia los pastizales, a por la hoja del fresno, pero casi siempre son ellas las que van buscando el pasto más apropiado; es como si nos pastorearan ellas”, apuntan estos ganaderos también jóvenes. Este ir y venir entre bosques con pastos favorece incluso la salud de las cabras: “No las desparasitamos porque ellas mismas, cuando lo necesitan, tiran más del enebro; piensa que el aceite de miera de este árbol sirve para ese fin”.

Hay otra cuestión importante que surge en la conversación con Mario de Castro e Irene Jara: “Últimamente ha crecido mucho la zarza, la jara y la retama y las cabras regulan muy bien este sotobosque; además, hemos notado una mayor presencia y diversidad de aves desde que nos asentamos aquí”. Hablaremos de las dehesas más adelante, pero sobre este beneficio del silvopastoreo para la biodiversidad, la Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) acaba de dar a conocer un estudio científico que ha liderado en el que subrayan: “Los paisajes adehesados del suroeste de la península ibérica, gracias a que mantienen usos agro-ganaderos tradicionales y ricas poblaciones de ungulados salvajes, atraen buitres leonados procedentes de toda España y Francia”. Y concluyen: “Las dehesas ibéricas son claves para la conservación de las grandes aves carroñeras del sur de Europa”.

Más sobre beneficios ambientales, porque documentándome para este artículo di con otro que redunda en esta cuestión, en los valores en pro de la biodiversidad, la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático que aporta el silvopastoreo. Lo escriben en The Conversation José A. Reque, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia, y Almudena Gómez-Ramos, profesora titular de Economía, Sociología y Política Agraria de la Universidad de Valladolid. De entrada me quedo con esta frase: “Una promoción racional a nivel mundial del silvopastoralismo puede llevar a un secuestro de CO₂ del orden de 26 a 42 gigatoneladas. Su potencial es superior al de la reforestación”.

Lógicamente, hablan de evitar los riesgos del sobrepastoreo, que pueden provocar fenómenos erosivos, pero también de dos esenciales provocados por no contar y valorar como se debe a la ganadería extensiva entre bosques: incendios y despoblación rural. Con base en recientes estudios publicados en revistas científicas, Reque y Gómez-Ramos recuerdan: “La combinación de vegetación herbácea de ciclo anual y fuerte potencial de regeneración, intercalada con vegetación leñosa con potentes sistemas radicales capaces de explorar suelos profundos, supone una opción excepcional para el secuestro y fijación de carbono”. Uno de esos trabajos recopiló datos de 86 estudios para concluir que, en promedio, se produce un mayor secuestro de carbono en el suelo en sistemas agroforestales clasificados como silvopastoriles que en el resto.

Trashumancia en Salas de los Infantes, Burgos. Foto: Javier Rico.

“Somos a la ganadería lo que la artesanía a la industria”

Del estudio científico al estudio de campo. Nos lo muestran Clara Rubio y Antonio Valencia entre robledales de roble melojo y castañares repartidos entre los pueblos salmantinos de Montemayor del Río, Colmenar de Montemayor y Peñacaballera. Tienen 40 vacas, más sus crías, de razas avileña negra ibérica, limusina y charolesa, y comparan “el robledal donde pasta nuestro ganado, que aporta el doble valor de un pasto controlado más un bosque sano y cuidado, y ese que ves a no más de cien metros con una vegetación cerrada en la que no se puede entrar y los árboles están mucho menos sanos”. Advierten más cosas: que esto “sí fija población y fija el paisaje” y algo inherente al bienestar animal en la ganadería extensiva, que “queremos ver a nuestras vacas a gusto, porque un animal hormonado y que sufre no produce en condiciones”.

A medida que nos adentramos en estas conversaciones regreso al artículo de Reque y Gómez-Ramos en The Conversation: “El imparable despoblamiento del medio rural y el mal funcionamiento de la cadena de valor, que no permite remunerar adecuadamente la actividad al ganadero, cuestiona a día de hoy la continuidad futura de la ganadería extensiva”. “Y no digamos entre bosques”, añaden Rubio y Valencia. “Nosotros somos a la ganadería lo que la artesanía a la industria”, prosiguen, “y somos conscientes de que nuestros filetes son más caros que los procedentes de explotaciones intensivas, pero también queremos que se valore y reconozca lo que hacemos por conservar todo esto, que no se nos meta en el mismo saco”. Y, como con Diego Cobrana en Somiedo, vuelve a surgir la queja de que estos bosques cuenten como superficie forestal no pastable y se les excluya de las ayudas de la PAC.

Esperando a una PAC más comprometida con los pastos entre bosques

Dentro de la PAC existe un coeficiente de admisibilidad de pastos (CAP) por el que se otorgan ayudas a la ganadería extensiva. Ese CAP, basado fundamentalmente en imágenes de satélite, descarta que se pueda pastar en determinadas masas boscosas muy densas, con mucha pendiente y afloramientos rocosos y, por consiguiente, que se opte a las ayudas, situación que afecta negativamente a una orografía diversa e irregular como la española. “Y lo peor es que esto no cambia sustancialmente con la nueva PAC”, señala Javier Alejandre, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). “Es el problema de haber cambiado el modelo de pago y basarlo en la superficie en lugar de en el número de reses, o de no tener en cuenta la capacidad de regeneración de los pastos. Solo los eco-esquemas incluidos en esta programación de la PAC y la demostración, mediante alegaciones individuales, que tradicionalmente un tipo de ganadería ha aprovechado pastos entre bosques, pueden parchear esta situación”, concluye Alejandre.

A simple vista se podría decir que a la dehesa no le afecta ese CAP, sobre todo a aquellas con un arbolado más disperso y en terrenos muy llanos. Sin embargo, desde colectivos como la Federación Española de la Dehesa y la Fundación Savia denuncian constantemente la injustica de que gran parte de la dehesa se quede fuera. En algunas de estas dehesas más cerradas terminamos el viaje. Primero con Helena Escaño, hija de ganaderos que tiene claro que “todos somos dehesa: los pastos y los árboles, los animales y las personas”. Estamos en Cortegana, Huelva, con una ganadería de porcino en ecológico y con denominación de origen Jabugo que pasta entre alcornoques, encinas y quejigos. Incluso hay olivar y parcelas con huertas y cultivos de alfalfa y guisante, para que se consiga una rotación agro-ganadera sostenible.

¿Y si el jamón de Jabugo también es FSC?

“En la dehesa el objetivo no es que el cerdo engorde, sino que aproveche a fondo la montanera”, explica Escaño. Justo ahora estamos en plena montanera, momento de la caída de la bellota que solía empezar en septiembre (“el cambio climático cada vez la altera más y empieza más tarde”, se queja Escaño) y se prolonga hasta febrero. Aquí también recuerdo a los cabreros del Tiétar y el efecto antiparásitos del enebro: “En verano comen alfalfa y calabaza, que tiene propiedades antiparasitarias”, me dice esta joven ganadera. En la finca Montefrío de Cortegana también disponen de alojamientos rurales. “Es una manera de poner más en valor lo que hacemos, pero también de difundir y compartir conocimientos en torno a la agro-ganadería ecológica”, concluye Escaño.

La última parada en tierras onubenses da algunas claves para terminar con esperanza este periplo silvopastoral, sobre todo en lo relativo a poner más en valor y diferenciar en positivo esta ganadería extensiva. “Al igual que he conseguido la certificación forestal FSC para la madera o el corcho, ahora estamos trabajando para que las setas y los jamones, que ya tienen la DO Jabugo, puedan tener el sello FSC y darle aún mayor valor añadido al producto”. Así lo cuenta José Joaquín Suárez, ganadero pero sobre todo impulsor de numerosas iniciativas para revalorizar este tipo de dehesas, por ejemplo a través de la Asociación de Dehesas Ecológicas (Adeheco) o la Fundación Agroecosistema.

En el artículo de The Conversation resaltan lo necesario de estas líneas de apoyo “a través de un distintivo de calidad en el producto –como pueda ser un sello de sostenibilidad– o bien a través de apoyos directos al ganadero por los beneficios generados. En este sentido deben ser citados aquí los exitosos programas de empleo de ganado en régimen de pastoreo controlado para reducir el combustible vegetal en zonas estratégicas y prevenir así incendios forestales: las ovejas bomberas”. O las cabras bomberas, como destacamos recientemente en El Asombrario. “Tampoco verás que sale una llama de estas dehesas”, afirma Suárez, al que cogemos igualmente en la montanera y con un ganado muy diverso que favorece ese “cortafuegos” tan especial: “Ahora el cerdo ibérico es el rey de la dehesa, las ovejas me las llevo a un olivar para que lo dejen limpio y las vacas a zonas con menos densidad de arbolado; luego las pasaré a la dehesa, para que se coman las bellotas que han dejado los cerdos”.

martes, 1 de marzo de 2022

“No debemos aceptar sin más que la agricultura intensiva forma parte del orden natural de las cosas”

 “Europa está tan inundada de estos patógenos industriales como cualquier otra parte del planeta”.
La agroindustria empresarial solo tiene éxito si externaliza los costes de su producción en todos los demás: 
agricultores, consumidores, gobiernos, animales de granja, fauna local… 
Todos absorben los costes y los daños de la producción para que estas empresas puedan obtener beneficios. 
Una laguna de estiércol estalla y produce una muerte de peces en un río local. 
¿Quién paga? La empresa no
En el mejor de los casos suele recibir una pequeña multa, si es que la recibe. 
Los millones de euros en daños y limpieza los pagan los vecinos y 
los gobiernos de todas las jurisdicciones, desde la ciudad local hasta la Unión Europea.


Investiga la propagación geográfica y la evolución de los agentes patógenos en el sector de la agroindustria. ¿Qué hemos aprendido, por ejemplo, de la gripe aviar o la covid-19 en este sentido?

Con la pandemia de los dos últimos años aprendimos que cuanto más se propaga un patógeno a través de una variedad de entornos, más rápida y prolífica es su evolución. Hemos asimilado que, con el fuerte aumento del comercio internacional de aves de corral y cerdos, la cría industrial desempeña un papel muy relevante en la propagación de las gripes aviar y porcina, así como de otras enfermedades. Cuanto más se extienden estas gripes, más se promueven nuevas cepas y evolucionan sus  adaptaciones moleculares.

¿Cómo se comportan las distintas cepas de gripe aviar que han ido apareciendo?

Las cepas H5Nx que se propagaron por Europa y EE UU hace un par de años cambiaron de nicho ambiental. Pasaron de golpear zonas de producción extensiva de pollos –características de la producción mayoritariamente minifundista– a lugares de producción intensiva de pollos, poblaciones humanas urbanizadas y horticultura gestionada. Esto significa que estas nuevas cepas parecen estar cada vez más adaptadas a la producción avícola industrial, cerca de los centros urbanos.

El H5Nx también evolucionó para infectar mejor a las aves de corral industriales. La proteína hemaglutinina pasó de unirse específicamente a los receptores de los intestinos de las aves acuáticas, a expandirse hacia los receptores que se encuentran en las gargantas de las aves de corral. Eso significa que el virus podría infectar ahora a una gama más amplia de especies huésped, incluidas las aves de corral que la agroindustria mundial cría por miles de millones. La cría industrial desempeña un papel muy relevante en la propagación de las gripes aviar y porcina, así como de otras enfermedades

¿Es posible la resiliencia ecológica en un contexto como este?

No debemos aceptar sin más que la agricultura intensiva forma parte del orden natural de las cosas, como el oxígeno que respiramos o el suelo bajo nuestros pies. La producción de este tipo impulsa cada vez más la deforestación y la aparición de enfermedades. No encontraremos la resiliencia ecológica hasta que acabemos con la agricultura industrial tal y como la conocemos.

¿Cómo se consigue?

La resiliencia necesita la agrobiodiversidad en la granja de paisajes alimentarios que la producción industrial rechaza por principio. Apoyar una diversidad de ganado y aves de corral en cualquier granja produce los cortafuegos inmunitarios que impiden que los patógenos mortales evolucionen hacia la infectividad y virulencia, y que acaba con toda la base económica agrícola de una región. Sin embargo, la producción industrial depende de la deslocalización de la cría para obtener características morfométricas homogéneas como el crecimiento rápido o mayor tamaño.

¿Cuál es el papel de los agricultores?

Solo se puede producir un paisaje alimentario ecológicamente resistente devolviéndoles la autonomía. Los agricultores deben ser capaces de tomar decisiones sobre lo que es mejor para sus tierras y comunidades.  No encontraremos la resiliencia ecológica hasta que acabemos con la agricultura industrial tal y como la conocemos

En el libro Grandes granjas, grandes virus habla de que el contexto socioecológico y político es fundamental para explicar cómo las grandes explotaciones permiten la proliferación de los virus. ¿Por qué?

Una vez más, no podemos llevar a cabo las prácticas agrícolas que encajonan a los patógenos más mortíferos sin devolver a las comunidades agrícolas locales la toma de decisiones. Estamos hablando de resiliencia socioeconómica comunitaria, de economías circulares, de fideicomisos de tierras comunitarias, de redes cooperativas de suministro integradas, de justicia alimentaria, de reparaciones y de revertir traumas históricos de raza, clase y género.

En contraposición con la agroindustria.

Esta depende de la transformación de las agriculturas en economías industriales, convirtiendo la tierra y la comunidad en mercados de escala, organizados en torno a los beneficios que se obtienen en sedes corporativas a cientos de kilómetros de distancia. Si queremos impedir la aparición de patógenos, en primer lugar, hay que retroceder más hacia lo que se denominan economías naturales. Tales sistemas solo funcionan cuando se permite a los lugareños ajustar la estrategia agrícola y la planificación regional a las realidades de la tierra y de la mano de obra en tiempo real, en lugar de mantenerlo para los intereses de los beneficios corporativos trimestrales.

¿Qué ocurre con el bienestar animal?

Los animales de granja se tratan como clases de activos sujetos a volatilidades de precios. En consecuencia, la cría, el nacimiento y el desarrollo se inclinan logísticamente para servir primero a las proyecciones de mercado. Las cerdas industriales que están a punto de parir, por ejemplo, son sacrificadas en masa antes o después del parto mediante una histerectomía terminal. Se les retira el útero y se les coloca en cunas húmedas o se les rocía con un antiséptico antes de extraer los lechones de su envoltura uterina.

A continuación, los lechones se aíslan y, en algunos casos, se les induce médicamente a un destete precoz. Estamos hablando de las medidas extremas que toma la agroindustria para evitar cambiar el mismo modelo de negocio que seleccionan muchos de estos patógenos. No podemos estudiar la evolución y la propagación de los microorganismos sin incluir las realidades de los contextos socioecológicos y políticos en los que están evolucionando. Una laguna de estiércol estalla y produce una muerte de peces en un río local, ¿Quién paga? La empresa no. En el mejor de los casos, suele recibir una pequeña multa. Los millones de euros en daños y limpieza los pagan los vecinos y los gobiernos

En el caso de los residuos y los problemas que generan, también señala que son las poblaciones locales las que pagan las consecuencias de este tipo de producción. ¿Cómo podemos hacer para que las industrias contaminantes paguen las consecuencias?

La agroindustria empresarial solo tiene éxito si externaliza los costes de su producción en todos los demás: agricultores, consumidores, gobiernos, animales de granja, fauna local… Todos absorben los costes y los daños de la producción para que estas empresas puedan obtener beneficios. Una laguna de estiércol estalla y produce una muerte de peces en un río local. ¿Quién paga? La empresa no. En el mejor de los casos suele recibir una pequeña multa, si es que la recibe. Los millones de euros en daños y limpieza los pagan los vecinos y los gobiernos de todas las jurisdicciones, desde la ciudad local hasta la Unión Europea.

¿Qué propone entonces?

Devolver los costes externalizados a los balances de las empresas garantizaría que los causantes de los daños pagaran por ellos. Una intervención de este tipo también acabaría con la agroindustria tal y como la conocemos. Y eso no es malo. Hay modelos de producción de alimentos perfectamente razonables y ya bien elaborados que pueden alimentar al mundo y devolver a la humanidad –y a nuestra producción de alimentos– a la matriz ecológica de la que depende nuestra especie.

¿Son soluciones reales?

Sí, si la gente se organiza lo suficiente para actuar en consecuencia. De lo contrario, caemos en la trampa de lo que se conoce como “ecopragmatismo”. No podemos cambiar las cosas a menos que las corporaciones y la clase política que ha comprado estén de acuerdo con ello. Si eso sigue siendo así, todo está perdido. Muchas de las infecciones protopandémicas que ya circulan –las gripes, el ébola, los coronavirus, la gripe porcina africana, etc.– estallarán globalmente, y mucho antes que los cien años que separaron a la gripe de 1918 de la covid-19.

Usted señala que hay varias propuestas para garantizar la seguridad alimentaria con paradigmas alternativos y ambientalmente sostenibles. ¿Cuáles de estas propuestas le parecen más razonables y eficaces a corto plazo?

El tiempo se ha comprimido. La supervivencia a corto plazo requiere ahora pensar a largo plazo. De lo contrario, nos quedamos con el pensamiento que nos colocó en múltiples precipicios medioambientales y epidemiológicos. Llevará tiempo salir de una producción de alimentos dirigida por el capital que está destruyendo el mismo planeta que necesitamos para regenerarlos para muchas generaciones más. La alternativa que mejor funcione depende de una serie de circunstancias específicas de cada comunidad: la disponibilidad de agua, el tipo de suelo, la demografía o temas culturales.

También habla de las diferentes formas de tratar la agroindustria entre EE UU y en Europa. ¿Qué diferencias existen?

Europa se felicita a sí misma por no ser EE UU. Es verdad que este país y China están a la vanguardia de las tecnologías y prácticas de producción industrial -me vienen a la mente los campus de los hoteles para cerdos en China- pero, a riesgo de pintar las cosas con una brocha demasiado gruesa, Europa se esfuerza en gran medida por seguir el ritmo. El continente está tan centrado en orientar las prácticas agrícolas en direcciones que aumentan el rendimiento y reduciendo la agrobiodiversidad que, en última instancia, favorecen la evolución y la propagación de patógenos mortales. Como resultado, Europa está tan inundada de patógenos industriales como cualquier otra parte del planeta.

¿Me puede dar algún ejemplo?

Me viene a la mente es el Grupo Alimentario VION, de propiedad holandesa y alemana, con sede en los Países Bajos, la mayor empresa porcina europea. En contraste con el modelo cooperativo de Danish Crown, en el que los ganaderos son propietarios de la empresa, VION opera con el modelo americano de integración vertical. Es decir, subcontrata la producción a ganaderos de los Países Bajos y Dinamarca. Estas empresas han facilitado la concentración del mercado mediante adquisiciones horizontales de competidores directos.

¿Y de buenas prácticas?

Existen ejemplos de éxito en todo el mundo. La agroecóloga política Jahi Chappell escribió sobre Belo Horizonte, la ciudad brasileña de 2,5 millones de habitantes que desarrolló un sistema alimentario regional. Este método subvencionaba a los agricultores de la periferia para que cultivaran alimentos de forma agroecológica, protegiendo los bosques locales y suministrando a los residentes de la ciudad alimentos nutritivos en los mercados de barrio y en los restaurantes municipales, de los que se eliminaron los intermediarios usureros.

Con el apoyo del gobierno mexicano, los indios zapotecas desarrollaron una silvicultura certificada como sostenible y controlada por la comunidad. El pino de la llanura se vende al gobierno estatal, y los productos acabados, incluidos los muebles, se producen en una fábrica local. La cooperativa oaxaqueña reinvierte sus beneficios en la empresa, en la preservación del bosque y en sus trabajadores y la comunidad local. Así se mantienen las pensiones, una cooperativa de crédito y viviendas para sus hijos que estudian en la universidad.

La Federación de Uniones de Grupos de Agricultores de Níger –con más de 62.000 miembros, más del 60% mujeres y una cooperativa que opera a escala– les ofrece formación, banco de cereales, tiendas de insumos, líneas de crédito, servicios de ahorro, consulta, defensa y radio comunitaria. Antes de esto, al desmantelarse las cooperativas estatales, los agricultores solo podían consumir sus cosechas o venderlas a comerciantes con los que acumulaban enormes deudas.

Son iniciativas esperanzadoras…

Hay muchos más ejemplos de este tipo. Es como si hubiera todo un mundo ahí fuera, aparte de Europa, EE UU y su huella colonial en el mundo. Está claro que, con un gran esfuerzo, estos modelos son algo más que pruebas de concepto localizadas. Pueden ampliarse o, mejor aún, escalarse hasta abarcar el bienestar de millones de personas.


*Rob Wallace, Doctor en biología y pionero en filogenia molecular,  ha centrado sus investigaciones en la evolución y propagación de patógenos y su relación con la economía y la agricultura. Autor del libro “Grandes granjas, grandes virus”, editado en español por Capitán Swing, contrapone las prácticas dañinas de la agroindustria, como los intentos de producir pollos sin plumas, con las de cooperativas, donde hay una implicación de agentes locales y una resiliencia ecológica.

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