Blog sobre Redecilla del Camino y comarca.

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martes, 31 de mayo de 2022

La provincia de Burgos ha perdido 21.240 vecinos en 10 años. Radiografía del desierto demográfico.

 Buena parte de la provincia de Burgos se ha convertido de un tiempo a esta parte 
en un auténtico desierto demográfico.
Redecilla del Camino pierde 47 habitantes en 20 años 
y tu tasa de natalidad es de 20,83/1000.
En 37 municipios no se ha inscrito ningún nacimiento entre 2000 y 2020, 
la mayor cifra de toda España.


Redecilla del Camino pierde, en 20 años, 47 habitantes.

Buena parte de la provincia de Burgos se ha convertido de un tiempo a esta parte en un auténtico desierto demográfico. Y la tendencia, lejos de frenarse, parece ir a peor a medida que avanza el tiempo, tal y como demuestran los datos del padrón municipal de la última década, que reflejan una paulatina pérdida de población a todos los niveles.

Las cifras, en este sentido, son demoledoras: en 2011, la población de Burgos alcanzó su techo histórico con 375.657 habitantes. Desde entonces, la provincia ha perdido la friolera de 21.240 vecinos. Y eso a pesar de que la llegada de inmigrantes ha amortiguado parte del golpe demográfico. Sin su aportación neta a la estadística, los datos serían todavía peores, ya que, básicamente, apenas nacen niños.

La estadística es este sentido también es demoledora. En 2020, último año con cifras oficiales en el Instituto Nacional de Estadística (INE), nacieron en la provincia un total de 2.165 niños, un número muy alejado del máximo registro histórico, que data de 2008. Aquel año, la tendencia demográfica aún venía espoleada por la época de bonanza económica previa y nacieron en Burgos un total de 3.525 niños. No obstante, la crisis lo cambió todo, y la cifra de nacimientos comenzó a dibujar a partir de ese momento una tendencia claramente inversa. La caída de la natalidad desde entonces se sitúa en el 38,5%, uno de los índices más preocupantes de todo el país, pero muy similar al de otros territorios de la España interior.

Además, los pocos niños que nacen cada año en la provincia lo hacen en apenas un puñado de municipios. Sólo la capital acumula más de la mitad de las inscripciones de recién nacidos de toda la provincia (1.199 en 2020, un 55, 3% del total). A partir de ahí, los únicos municipios con cierto peso en la estadística de nacimientos son Aranda (236 nacimientos) y Miranda (234). Curiosamente, la capital de La Ribera adelantó años atrás a la ciudad del Ebro en este aspecto, a pesar de que esta última sigue contando con mayor población empadronada.

En todo caso, el número de nacimientos en ambas ciudades también ha descendido sensiblemente en la última década, como también lo ha hecho en la práctica totalidad de los grandes municipios de la provincia.

Eso sí, el impacto ha sido mayor en unos lugares que en otros. Por ejemplo, la caída de la natalidad en Briviesca -y de población- es muchísimo más acusada que en otros municipios. En el último ejercicio con datos oficiales sólo se registraron 26 niños en la capital de La Bureba, muchos menos que, por ejemplo, en Medina de Pomar, cuya evolución en este sentido está siendo más plana.

En 37 municipios burgaleses no se ha inscrito ningún nacimiento en 20 años

A partir de ahí, el resto de municipios de la provincia se quedan a verlas venir. Y, en la mayoría de los casos, cada vez de una manera más sangrante. De hecho, en la provincia hay hasta 37 municipios en los que no se han inscrito nacimientos entre los años 2000 y 2020. Estamos hablando del 10% de los municipios de la provincia. Casi nada.

Cabe destacar que la inmensa mayoría de esos municipios tienen menos de un centenar de vecinos empadronados, y los que superan esa población (Humada, Barbadillo de Herreros, Valle de Valdelaguna y Huerta de Arriba), lo hacen por poco.

En todo caso, esos 37 municipios no son una isla en el conjunto de la provincia. Otros muchos van por el mismo camino. De hecho, en otros 37 municipios sólo se ha registrado un nacimiento en los últimos 20 años con datos oficiales, y en otros 38 sólo se ha inscrito a un par de retoños.

Un simple vistazo al mapa de población permite tener una visión relativamente acertada de la situación. Más allá de los grandes núcleos urbanos, la provincia de Burgos se está convirtiendo en un erial que pierde población a pasos agigantados.

Así, un total de 163 municipios de la provincia (el 44%) cuentan con menos de cien vecinos, y la tendencia es a la baja. Mientras tanto, la mayor parte de la población se concentra cada vez más en Burgos y su alfoz, Miranda, Aranda y las grandes localidades de Las Merindades (Medina de Pomar, Villarcayo y Villasana de Mena).

En todos esos lugares se ha registrado un incremento de población desde el año 2000, más evidente en unos y mucho más ajustado en otros. Por ejemplo, nada tiene que ver el crecimiento de la población de Aranda en los últimos 20 años (3.425 habitantes más, un 11,5%) con el de Miranda (129 habitantes más, un 0,36%). Además, si en vez de tomar como referencia el año 2000 se comparan los últimos datos con los de 2011, en la inmensa mayoría de los casos el resultado es negativo.

En este sentido cabe una mención específica para municipios como Oña (617 habitantes menos en 20 los últimos años), Espinosa de los Monteros (-522), Sasamón (-549), Villadiego (-488), Melgar de Fernamental (-473), Pradoluengo (-562), Belorado (-313) o Quintanar de la Sierra (-475). Todos ellos comparten un perfil similar, al ser municipios de tamaño medio con un marcado carácter rural y alejados de los grandes núcleos de población.

Sólo Arcos parece escapar de esa tendencia, con un crecimiento poblacional acumulado cercano al 650% en dos décadas, pasando de los 276 habitantes empadronados a principios de siglo a los 1.776 registrados en 2020.

España Vaciada

En todo caso, la fotografía de situación que presenta Burgos en términos poblacionales es muy similar a la que ofrecen buena parte de las provincias de la España interior. Y es que, la despoblación es un problema que sacude a la práctica totalidad de las zonas rurales de Castilla y León, así como en buena parte de Galicia, Huesca y las provincias del Sistema Ibérico, esto es, a la España Vaciada.

Lo llamativo es que, mientras todos esos territorios se convierten paulatinamente en un auténtico desierto demográfico, con la natalidad por los suelos y una tasa de envejecimiento disparada, apenas unos kilómetros más allá se vive otra realidad, con núcleos urbanos cada vez más grandes. De hecho, el impulso de Madrid y parte de las provincias del litoral ha permitido que España en general aumente su población en los últimos años.

Todas las noticias de Burgos, en BRUGOSconecta.  

miércoles, 16 de junio de 2021

Redecilla del Camino gana 2 habitantes en la pandemia.

Las grandes ciudades registran durante la crisis del coronavirus 
la mayor perdida de residentes hacia municipios rurales y 
a menor llegada de residentes de otras localidades desde 2011.  
El mapa del mayor éxodo desde las grandes ciudades de la última década: 
así se ha movido la población en la pandemia; así ha sido en Redecilla del Camino.

Redecilla del Camino gana 2 habitantes durante la Pandemia. Fuente INE/Eldiario.

La pandemia del coronavirus ha afectado a casi todos los aspectos de la vida, también los lugares donde la población decide vivir. Haber pasado más tiempo en pisos pequeños durante el confinamiento, poder teletrabajar o estar más cerca de la familia o la naturaleza son algunas de las posibles razones que han llevado a muchos a cambiar la ciudad por el pueblo en unas proporciones que no se veían desde antes de la crisis. 

Aunque 2020 ha sido uno de los años con menos movimientos de residencia (con las restricciones de movilidad, se han registrado poco más de un millón y medio de variaciones de domicilio dentro de España), en los pueblos han aumentado los vecinos llegados de otros municipios a la vez que se han reducido los que decidían marcharse. Las ciudades más grandes, en cambio, han perdido más población hacia otros municipios que en años anteriores y han ganado menos nuevos residentes de otras localidades. En saldo neto, a los municipios rurales (menos de 10.000 habitantes) llegaron 100.000 residentes más de los que se fueron. En cambio, de las seis grandes ciudades (más de de 500.000 residentes), se marcharon 80.000 personas más de las que llegaron a la ciudad.

Así se desprende de los microdatos de la estadística de variaciones residenciales entre los años 2006 y 2020, publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y analizados por elDiario.es, que recogen las modificaciones en el padrón por cambio de municipio de residencia. Para este artículo se han analizado específicamente los cambios de domicilio entre localidades dentro de España. Es decir, no se incluyen altas y bajas en un municipio de nacimientos, defunciones, ni migraciones a o de otros países.


Los municipios más pequeños ganan población durante la pandemia

Evolución mensual del saldo migratorio en cada tipo de municipio (según el tamaño de su población). En azul si el saldo es positivo (más altas que bajas) y en rojo si el saldo es negativo (más bajas que altas). Se destacan los meses desde el inicio de la pandemia. Haz clic en los botones para ver el flujo de personas en cada grupo de edad

Fuente: INE

Las mudanzas a las grandes ciudades de más de 100.000 habitantes se han desplomado durante la pandemia: la mayoría han visto como más personas se iban a otros municipios que los que llegaban a vivir. Un claro ejemplo de esta situación son Madrid y Barcelona, junto a sus áreas metropolitanas. De ambas capitales se fueron más residentes que los que llegaron, y lo mismo sucedió en las ciudades de su cinturón más próximo. Hay que ampliar el foco hacia localidades un poco más alejadas y menos densamente pobladas, que podrían considerarse del extrarradio, para encontrar municipios con un saldo positivo entre altas y bajas.

En el siguiente mapa se muestra el saldo neto en el padrón de residentes de cada municipio motivadas por un cambio de residencia: aparecen en rojo si se van más residentes de los que se llegan y en azul si se mudaron al municipio más personas de las que se marchan. Los datos se muestran en valores absolutos y también ajustados por 1.000 habitantes.


Fuente: INE


No es la primera vez que las grandes ciudades pierden más población de la que ganan por los cambios de domicilio dentro del país. Pero la diferencia es que ahora los municipios que se benefician más del éxodo urbano son los más pequeños. En 2006, antes de la crisis, las localidades de más de 100.000 habitantes ya se habían encontrado en esta situación: el saldo entre la gente que se iba y la que llegaba a las grandes ciudades señalaba una pérdida de más de 70.000 residentes entre los municipios de 50.000 a 100.000 habitantes y de más de 80.000 en las ciudades de más de 500.000 habitantes.

Entonces la mayoría de los cambios eran hacia ciudades medianas, situadas en gran parte en las afueras de las grandes capitales. La tendencia ha cambiado completamente con la pandemia. Según los datos del INE, las zonas rurales han conseguido su mayor ganancia de residentes de otras zonas de España de los últimos 15 años. Una tendencia que se repite en prácticamente todos los grupos de edad.

Además el fenómeno que ha provocado las circunstancias derivadas de la pandemia de COVID-19 han revertido la tendencia y proyecciones demográficas de la ONU que indicaban que casi un tercio de la población española se concentraría en las mega-urbes de Madrid y Barcelona en 2035 y que más de un 37% de los habitantes viviría en cinco ciudades: las dos grandes capitales más Valencia, Sevilla y Zaragoza.


El saldo entre altas y bajas, año a año, desde 2006

Evolución anual del saldo migratorio en cada tipo de municipio (según el tamaño de su población). En azul si el saldo es positivo (más altas que bajas) y en rojo si el saldo es negativo (más bajas que altas). Haz clic en los botones para ver el flujo de personas en cada grupo de edad

Fuente: INE

Pero, ¿de dónde a dónde se trasladó el millón y medio de españoles que cambiaron de domicilio en el año de la pandemia? Los pueblos son, con diferencia, los que más se han beneficiado de los movimientos de la población. En concreto, más de 200.000 españoles decidieron dejar la ciudad (municipios de más de 50.000 habitantes) para trasladarse a las zonas rurales. De cada diez cambios de domicilio, tres fueron hacia un municipio de menos de 10.000 habitantes.

La decisión de mudarse al pueblo fue la primera opción para todos los grupos de edad a excepción de los jóvenes entre 20 y 34 años, cuyas primeras opciones de traslado siempre fueron grandes ciudades por encima de los 50.000 habitantes.


Los pueblos ganan la población que las grandes ciudades pierden

Número de personas que se dieron de baja en cada tipo de municipio (según el tamaño de su población) para empadronarse en otro (según el tamaño de su población). La escala de color va de municipios más grandes a municipios más pequeños. Haz clic en los botones para ver el flujo de personas en cada grupo de edad

Fuente: INE

La pandemia ha roto tendencias registradas durante años en muchas ciudades. Zaragoza, Gijón, Vitoria, Sabadell y Getafe son algunas de la veintena de ciudades que llevaban una década ganando más vecinos de otras ciudades que los que perdían. Este 2020, por primera vez, la tendencia se ha invertido y han registrado un saldo negativo. 

En el otro extremo, otra veintena de municipios –todos de menos de 50.000 habitantes– registraron por primera vez en toda la década más altas que bajas en el padrón por cambios de domicilio. Están en esta situación Hellín, Daimiel y Madridejos (en Castilla-La Mancha) o Almuñécar, Marchena y Villamartín (en Andalucía). 

En la siguiente tabla se puede comprobar cómo grandes capitales como Madrid, Barcelona, Valencia o Sevilla son las que más población han perdido como consecuencia de los cambios de municipio, mientras que Boadilla del Monte, Mijas, Calafell o Castro-Urdiales son las ciudades con el mayor saldo positivo.



E

martes, 19 de enero de 2021

La reestructuración espacial del poder: claves para pensar las políticas públicas en la España vaciada.

El despoblamiento es resultado de ese desequilibrio socioeconómico 
y territorial previo, nunca a la par, que lo agudiza. 
En este sentido, el problema de la España vaciada 
es un problema de modelo económico y social, no solo demográfico, 
lo que debería ser considerado en una política pública 
que quiera enfrentar el problema con seriedad. 


 María José Rodríguez Rejas, 
Enrique Javier Díez Gutiérrez. 

En estas “tierras incógnita” se está enfrentando la geografía del poder y sus intereses 
frente a los habitantes-guardianes y sus organizaciones colectivas 
que buscan construir una cartografía alternativa. 
Estos convocan no solo para ser visibilizados, 
sino para comunicar propuestas respaldadas por su experiencia, saberes 
y disponibilidad para hacerse cargo de sus territorios y sus vidas. 
El potencial de las “tierras incógnita” radica en que son espacios de transformación 
frente a la homogeneización urbana y la repetición de formas de vida que deshumanizan; 
en esa tensión se construye el “espacio diferencial”, como utopía concreta, del que nos hablara Lefebvre.
 

Hablar de la “España vaciada” significa reconocer que han sido las políticas de las Administraciones Públicas las que han contribuido a desangrar poco a poco al medio rural o, al menos, a no hacer lo suficiente para paliarlo o revertirlo. Estamos ante un problema grave que solo hace unos años pasó a ser reconocido como una cuestión de Estado.

Casi dos tercios de los municipios españoles subsisten con menos de mil habitantes; de los 8.125 existentes, la mitad tiene menos de 500 personas y 1.286 tienen menos de cien. El Informe de la Federación Española de Municipios y Provincias sobre Población y despoblación en España 2016, subtitulado “El 50% de los municipios españoles, en riesgo de extinción”, daba cuenta de la magnitud del problema. Si entre 2015 y 2016, España perdía 67.374 habitantes, la población de las ciudades, por contraste, aumentaba en 14.000; un signo del desplazamiento de población en pro del modelo urbano concentrador que caracteriza al país.

La situación es alarmante en relación con el resto de Europa. De acuerdo con las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística para 2030, la pérdida de población rural seguirá aumentando y la situación se agravará aún más.
¿Cómo llegamos aquí? Más allá de las explicaciones demográficas sobre el envejecimiento de la población, hay un largo proceso que comienza con  la centralidad de lo urbano en la política de Estado. La profunda segregación entre el medio rural y urbano se inició con el modelo de desarrollo que consolidó el franquismo; un modelo dependiente y esquilmador que asignó al mundo rural una función subordinada al sector industrial. Esta dinámica, que fomentó el desequilibrio territorial y la desigualdad social, se arrastra hasta nuestros días y se fortaleció con las políticas neoliberales.

La recuperación de la arquitectura de los pueblos, el impulso al turismo rural y la revalorización sociocultural del “pueblo” y las tradiciones, tan en boga desde los años 90 del siglo pasado, se hicieron añicos a medida que la ofensiva neoliberal endureció las políticas de ajuste estructural, aprovechando el contexto de la crisis de 2008. Incluso, durante esos años, la ciudad fue el referente de crecimiento y especulación que desembocó en la burbuja inmobiliaria. Desde entonces, la reorganización del capital sigue desplazando población joven y adulta desde los pueblos y las ciudades pequeñas a las más grandes en busca del escaso empleo, cada vez más precario.

El vaciamiento en sus lugares de origen conduce a su vez a la pérdida de servicios; una espiral que alimenta el desplazamiento a los núcleos urbanos. Así se va conformando una geografía del poder. Un modelo que desarraiga, excluye y genera pobreza, que pasa a ser, sobre todo, pobreza urbana; pobres que luchan contra otros pobres, todos migrantes, sean originarios o procedan de otros países, disputando un puesto de trabajo, una vivienda barata, una distancia más corta al trabajo.

Se condenó a los espacios periféricos a ser proveedores de recursos naturales, agropecuarios y de trabajadores precarizados. Esa especialización se manifiesta hoy en la gestión de centrales hidroeléctricas que no benefician a los pueblos; en infraestructuras radiales de comunicación vinculadas a núcleos urbanos, dejando languidecer y desaparecer los trenes regionales; en la insuficiente dotación de centros de salud en las zonas rurales o su concentración en cabeceras urbanas saturadas; o cuando se exige la misma ratio de alumnado para un módulo de formación profesional en la montaña que en un instituto de la ciudad.

Las regiones periféricas, que coinciden con los territorios despoblados, proveen los recursos naturales usados como materiales de construcción (cantera, minerales no metálicos, madera) —entre el 50% y 75% de sus recursos—. Son las proveedoras de biomasa —Extremadura cuadruplica la media nacional y Castilla y León la triplica—. El esquema de producción y consumo de energía eléctrica sigue el mismo patrón.

Además, son el sostén del sector alimentario —Andalucía aporta casi el 25% del valor agrario total del país, que alcanza el 50% con la producción de Castilla y León y Castilla La Mancha—. Pero, además, se convierten en receptoras de residuos. De los 21 millones de Tm de residuos que se generan en el país al año, el 70% acaban en vertederos sin tratamiento; la UE habla de 88 vertederos en estas condiciones de los que 80% se ubican en Castilla y León y en las Islas Canarias. Castilla y León es también la primera receptora de residuos peligrosos y tóxicos. 

La vulnerabilidad de las regiones periféricas crece con el despoblamiento.

    El capitalismo valoriza y (re)valoriza incluso lo que parece carecer de todo valor. No existen los espacios vacíos en la lógica del capitalismo.

Este modelo de organización económica, propio del extractivismo, en el que hay que incluir la economía del turismo, ha sido altamente rentable para unos pocos y se nutre de las “alternativas” economicistas (macrogranjas, proyectos de energía eólica en espacios naturales, áreas de entrenamiento militar, etc.). El vacío es un espacio susceptible de apropiación, más aún si en él hay recursos naturales o potenciales fuentes de riqueza. El capitalismo valoriza y (re)valoriza incluso lo que parece carecer de todo valor. No existen los espacios vacíos en la lógica del capitalismo.

El despoblamiento es resultado de ese desequilibrio socioeconómico y territorial previo, nunca a la par, que lo agudiza. En este sentido, el problema de la España vaciada es un problema de modelo económico y social, no solo demográfico, lo que debería ser considerado en una política pública que quiera enfrentar el problema con seriedad.

    El desplazamiento forzado de población, que se ve obligada a abandonar sus pueblos y pequeñas ciudades, está doblegando a miles de personas a dejar de ser para ser otros.

Además, el despoblamiento impacta en la vida social y cultural de los pueblos con la violencia silenciosa y profunda de la desmemoria y el olvido. El desplazamiento de quienes tienen que migrar a las ciudades condena a estas personas y a sus territorios al desarraigo sociocultural, a la desaparición de saberes, tradiciones y formas de relación que descansan en una hacer y una historicidad colectiva de largo recorrido. 
El vaciamiento territorial va acompañado así de vaciamiento sociocultural que arrasa con la diversidad. El desplazamiento forzado de población, que se ve obligada a abandonar sus pueblos y pequeñas ciudades, está doblegando a miles de personas a dejar de ser para ser otros.

Asistimos a una disputa por los territorios/espacios que refleja concepciones de vida antagónicas:
.- Una utilitarista, centrada en la ganancia y el enriquecimiento. 
.- Otra centrada en la vida colectiva de los pueblos y su cultura. 
En estas “tierras incógnita” se está enfrentando la geografía del poder y sus intereses frente a los habitantes-guardianes y sus organizaciones colectivas que buscan construir una cartografía alternativa. Estos convocan no solo para ser visibilizados, sino para comunicar propuestas respaldadas por su experiencia, saberes y disponibilidad para hacerse cargo de sus territorios y sus vidas. 
El potencial de las “tierras incógnita” radica en que son espacios de transformación frente a la homogeneización urbana y la repetición de formas de vida que deshumanizan; en esa tensión se construye el “espacio diferencial”, como utopía concreta, del que nos hablara Lefebvre.

En este contexto hay que repensar el fortalecimiento de la organización colectiva y de instituciones ancestrales, como las Juntas Vecinales, hoy amenazadas, que tienen atribuciones en el control y fiscalización del territorio y en el cuidado de la memoria.

Se necesita además un “plan estratégico de Estado” frente al reto demográfico que trascienda del problema a las soluciones, que esté centrado en un desarrollo equilibrado, con una perspectiva a medio y largo plazo. 
Es también imprescindible exigir cuentas claras y restitución de justicia en el manejo de los fondos públicos, tanto nacionales como europeos, para que éstos lleguen a sus destinatarios y cumplan su objetivo, generando mecanismos legales que impidan la corrupción y el dispendio, como ha sucedido regularmente.

La repoblación de las zonas rurales permitiría avanzar en un modelo de soberanía alimentaria, con base en la economía social productiva. Para ello, hay que romper el eterno ciclo productivista basado en el único criterio del beneficio ya que dentro del capitalismo no es posible atajar la volatilidad de los precios agrícolas dependientes de los mercados internacionales. Y tan importante como lo anterior es generar un proceso de descolonización del imaginario dominante que desvaloriza al mundo rural como lugar de oportunidades y de desarrollo vital.

Debemos poner en valor la calidad de vida del mundo rural, su importancia como eje vertebrador del 80% del territorio nacional que está siendo abandonado y su función como mantenedor de una sabiduría oral que está desvaneciéndose. 
Hay que asumir que solo será posible el repoblamiento si se dota a los pueblos de los medios necesarios para que vivir en ellos sea agradable —cultural, emocional y vitalmente— y conveniente desde un punto de vista económico, ecológico y social. Otro futuro es posible en las “tierras incógnita”.

viernes, 15 de enero de 2021

“El franquismo ignoró al mundo rural y la democracia está en deuda con él”. Entrevista a Manuel Campo Vidal.

"El franquismo, contra lo que decía su propaganda, 
ignoró al mundo rural, lo estigmatizó como si fueran catetos". 
 "La situación actual es positiva y presenta rasgos de esperanza".
David Orihuela.        

"Hay que ver al poblador de zonas rurales 
como un trabajador medioambiental imprescindible para las ciudades".

Manuel Campo Vidal
 es, además de referencia del periodismo de las últimas décadas, uno de los grandes defensores de la España rural
Acaba de publicar el libro La España despoblada (editado por Sagesse para Next Educación), obra en la que desbroza un siglo y medio largo de historia de emigración interior y exterior en España. 
Lo hace partiendo de la experiencia propia, la emigración de sus padres del Prepirineo catalán a la urbe barcelonesa. Recoge también las historias de otros emigrantes, como su compañera Concha García Campoy o el cantante Manolo Escobar.

Esa web presenta informaciones, análisis, legilacion a mejorar, iniciativas.... que pueden ser de interés conocer.


¿España despoblada, vacía, vaciada, abandonada?
Se empezó hablando de la “España interior”, luego llegó la “España vacía”, pero los de Teruel, acertadamente, dijeron que parecía que siempre había estado vacía y se adoptó el término “vaciada”. Al final siempre hablamos de la hemorragia de los pueblos de España en favor de las grandes ciudades y de otros países. Se remonta a mediados del siglo XIX, pero hoy mismo hay 27 capitales de provincia que pierden población.

¿Qué ocurrió a mediados del XIX para que comenzase la hemorragia?
Que la revolución industrial llegó a España 50 años después de su inicio en Inglaterra. Aquí no teníamos ríos navegables y los caminos eran infames. Por tanto, la maquinaria llegó tarde.

Habla de una emigración económica, pero también hubo causas políticas.
La principal causa de emigración fue la económica, salvo los 30.000 españoles que después de la Guerra Civil se fueron a México abrazados por el presidente Lázaro Cárdenas.

El franquismo también fue causa de emigración.
El franquismo, contra lo que decía su propaganda, ignoró al mundo rural, lo estigmatizó como si fueran catetos. Pero la democracia también tiene ese punto negro. Se avanzó en libertades, en derechos sociales, pero se avanzó en las ciudades. Es una deuda pendiente. La democracia no tuvo sensibilidad con el mundo rural.

¿Qué supone esa despoblación para España?
Es una herida medioambiental en el planeta. Solo son sostenibles aquellos territorios que están poblados porque si no los incendios los devastan. La ausencia del trabajo de los habitantes del campo lo convierten en territorio desértico y muy deteriorado. Hay que ver al poblador de zonas rurales como un trabajador medioambiental imprescindible para las ciudades.

¿Qué necesitan los pueblos?
Que se tome en serio la cuestión. La tecnología nos va a ayudar mucho. Los fondos europeos de reconstrucción deben invertirse en proyectos razonables. Es determinante la decisión política y el factor humano.

¿Qué lleva a Manuel Campo Vidal a enarbolar la bandera en defensa de la España rural?
Siempre he tenido mucha relación con esta cuestión. Lo hablaba ya hace muchos años con Labordeta y Marcelino Iglesias. Hace dos año y medio me llamó Paco Boya (hoy secretario general para el Reto Demográfico dentro del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) y me pidió que ya que yo estaba en los medios de comunicación le ayudase a levantar la voz y hacer saber a la España urbana que hay una España rural imprescindible. Nos pusimos en marcha y la eclosión llegó con la manifestación revuelta de la España Vaciada que tuvo lugar en Madrid en marzo de 2019 y para la que yo escribí y leí el manifiesto.

¿Y lograron que la España urbana fuese consciente de la importancia de los pueblos?
En eso fue clave la aparición de Teruel Existe. Llevan más de veinte años trabajando, pero el 10 de noviembre de 2019 obtuvieron un diputado sobre tres y dos senadores sobre cuatro. Además, ese diputado fue clave para que Pedro Sánchez pudiese formar Gobierno y no tuviese que repetir las elecciones.

¿Cuál es la situación actual?
Positiva. Y presenta rasgos de esperanza.

¿En esa esperanza ha influido la pandemia del coronavirus y el regreso al pueblo?

Dentro de lo terrible que está siendo todo, ha sido muy positivo que la España urbana reconozca que gracias a la España rural no se cortó en ningún momento la cadena de suministro alimentario. Poco antes de la pandemia, las carreteras estaban llenas de tractores en señal de protesta, pero cuando se necesitó, dejaron sus reivindicaciones y se pusieron a trabajar. Por otro lado, ya había una tendencia de salida hacia el mundo rural, hacia las zonas donde hay buenas telecomunicaciones. Con la pandemia, Google ha certificado el incremento de búsquedas de casas en pueblos.

Dice en el libro que uno de los grandes problemas es que las leyes se hacen en las ciudades y para las ciudades.
Las leyes y las normas. Se demostró con el decreto del estado de alarma, que no dejaban ir al huerto. El que lo redactó no sabía que el huerto es vital para muchas familias. Se hizo la presión oportuna y en tres semanas rectificaron.

El libro tiene también una parte autobiográfica.
Sí, porque mis padres fueron emigrantes, pero también hay notas de otras personas como Concha García Campoy o Manolo Escobar, que también tienen la experiencia de la emigración. Manolo Escobar me contaba cómo él y su familia emigraron de Almería a Badalona y se llevaron una cabra. Le pregunté dónde vivía la cabra y me digo que en la terraza del piso de Badalona.

Hay cifras incontestables, como que 27 de las 50 capitales de provincia pierden población en la actualidad.
Y que tres provincias, Ourense, Zamora y Lugo, tienen más población mayor de 75 que menor de 25. Eso es corrosivo para la estabilidad. España es un país muy desequilibrado en sus desigualdades sociales, pero también en las territoriales.

Otro capítulo habla sobre los jóvenes que en los años 60 dejaban el pueblo para estudiar y nunca regresaban. ¿Seguimos igual?
Aunque es algo distinto, antes para estudiar te tenías que ir a una gran capital, ahora te tienes que ir porque no hay trabajo. Tengo diez sobrinos en edad de trabajar y cinco están en el extranjero.


sábado, 25 de julio de 2020

IBI 2020, fraccionamiento de dos pagos.

La Diputación de Burgos ha decidido fraccionar los recibos 2020 
de Impuesto de Bienes Inmuebles de naturaleza urbana 
en dos fechas, en dos recibos, al 50% cada recibo:

           .- uno se cursará por banco el 04/09/2020,
           .- otro se emitirá el 05/10/2020.



Peligro extremo para los peregrinos en Redecilla del Camino, en todos los cruces con la N-120.

Se veía venir, lo que se observa diario: que algún de los Medios de Comunicación, esta vez de la mano del  Plan Director del Camino de Stgo....