Blog sobre Redecilla del Camino y comarca.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Han decidido vender su casa en el pueblo, porque no se puede tener una vida digna donde no llega el Estado.

 Mis padres han decidido vender nuestra casa en el pueblo. 
Lo hacen porque no se puede tener una vida digna donde no llega el Estado.
Hay un estado cuando hay un alcalde, maestro, 
un médico, cura, secretario,  un boticario y practicante... 
Cuando no hay esto, no hay sociedad organizada 
que cubra las necesidades básicas, no hay estado.
En Redecilla ya no queda más que el Alcalde, 
al paso que vamos, por poco tiempo. 
Por eso es vital defender con uñas y dientes el consultorio médico, enfermero, maestro... 
Si no, habrá que dejar de pagar impuestos; 
no se puede pagar la misma tarifa de impuestos 
para no recibir la misma calidad y cantidad de servicios...


Hoy mis padres han decidido vender la casa. Nuestra casa. La casa del pequeño pueblo donde en mi DNI figura que nací, aunque lo hice en una clínica de Barcelona, pero mis padres —neorural él, retomando lo rural, ella— se encargaron que se registrara algún nacimiento en el pueblo, porque el mío fue el único en —mínimo— 20 años.

Provengo de un pueblo de Lleida que en Galicia, tierra de mi madre, se llamaría aldea. Veintiséis habitantes censados. Sin escuela, panadería o siquiera un bar de pueblo para tomar un café o una cerveza —solo un restaurante chic que llena la plaza de coches de alta gama, que eso sí da dinero—. Fui a una escuela de una zona rural escolar, de 40 niños en total, donde conocías el nombre, apellido y cumpleaños de todo el mundo. Entonces mis padres lucharon para que llegase el transporte escolar —no hubo suerte, tuvieron que llevarme cada mañana al pueblo de al lado en coche—.

Hace unos 15 años diagnosticaron de Parkinson a mi padre y la enfermedad avanzó lentamente hasta hoy, que avanza de verdad. Le ofrecieron rehabilitación para mejorar la calidad de vida, con logopedas, fisioterapeutas, educadoras... pero tenía que ir al hospital de Lleida. Lo aguantaron unos meses, le fue bien. Pero un enfermo de Parkinson no conduce. Hay dos autobuses al día, y mi madre trabaja por la noche. Dejó de ir. Hace un año que ella, sociosanitaria, tuvo un accidente laboral y se jodió la espalda. Impugnamos el alta médica negligente de una mutua sometida a presiones por la situación de la covid-19. No tuvimos suerte. Sigue trabajando a la espera de una invalidez o empalmar alguna baja hasta la jubilación. Mi padre es artista, pintor. Se cansa, carece de una rutina, no tiene dónde ir, depende de mi madre, ya no pinta. Están hartos.

Si la repoblación de lo rural pasa por familias con aspiraciones pequeñoburguesas de usar lo rural a su antojo, no nos sirve.
Si pasa por el mismo modelo de relación urbana trasladado a un entorno donde se nos ha desposeído de servicios básicos, entonces no hace falta.

Han decidido venderla porque no se puede tener una vida digna donde no llega el Estado. Porque el régimen de bienestar familista que tenemos —en mi casa llamado del malestar— relega los cuidados a la familia dando al Estado un papel casi asistencialista. Y hay quien no tiene familia. Quien ha elegido no vivir cerca de ella. Quien cree que la familia no tiene por qué soportar la carga hasta extenuarse. Nosotros creímos esto, nos olvidamos de la coexistencia del modelo relacional de familia nuclear y el neoliberal que juntos impiden el apoyo mutuo.

A todo esto, se habla de repoblar. Si la repoblación de lo rural pasa por familias con aspiraciones pequeñoburguesas de usar lo rural a su antojo, no nos sirve. Si pasa por el mismo modelo de relación urbana trasladado a un entorno donde se nos ha desposeído de servicios básicos, entonces no hace falta. Si gente como mis padres tiene que irse porque no hay sitio para ellos en los lugares donde sentaron un proyecto de vida, de nada sirve que haya más gente, mientras esta se organice según las lógicas familistas de siempre sin exigir un cambio.

Si no hay lugar para el apoyo mutuo, no lo hay para la vida. Y si tenemos que dejar la nuestra en manos de un Estado que hoy más que nunca se dedica a la necropolítica, no la vamos a llevar bien. Todo esto entendiendo que la globalización ha llegado a unos puntos que solo agudizan las desigualdades territoriales ya no solo Norte-Sur, sino dentro del mismo Estado en la dicotomía campo-ciudad. Lo hace a favor de la conexión entre ciudades globales. Supera al Estado-nación. Nos deja, otra vez, a merced del capital. Nos da igual Tàrrega - Barcelona, queremos Londres - Barcelona. 

Hace unos años tuvo lugar un incendio a causa de un petardo mal apagado cerca de casa. Es una zona árida y seca —el far west catalán, si habéis visto Agosto donde sale Meryl Streep llorando en Oklahoma os hacéis una idea del paisaje— y el poco bosque que había fue calcinado. Fueron desalojando núcleos poblados hasta llegar al mío. Mis padres estaban en Galicia y yo trabajando en Barcelona. Ante el temor que las llamas llegasen a casa y que no hubiera nadie para salvar nada solo se me ocurrió pedirme un día libre para poder ir a buscar a mi gato, que estaba solo y a quien alimentaba un vecino —bombero voluntario, además—. No pensé en nada de la casa, ni en los cuadros de mi padre. El paisaje parecía sacado de uno de ellos, de colores fuertes, fauvistas, de cielos rojos y campos verde chillón. Ante la pregunta “qué te llevarías de tu casa si estuviera en llamas” solo se me pasa por la cabeza que es imposible meter tanta vida en una caja. Que solo quiero a quien vive dentro y que debería llevarme cada piedra para poder empaquetar la historia que las ha construido. Que nadie debería huir porque cuidaron tan mal el terreno que solo lo puede habitar una especie. 

Hablamos de esto en el coche, espacio rural por excelencia. Mi madre canta Vivo en la carretera de Miguel Ríos irónicamente mientras me lleva a tomar algo con mis amigas a la capital de la comarca. Sonríe resignada, vuelve a cantar.

viernes, 20 de noviembre de 2020

Últimas publicaciones en el Boletín Oficial de la Diputación de Burgos.

Boletín núm.  182 miércoles,  7 de octubre de 2020

AYUNTAMIENTO DE REDECILLA DEL CAMINO
Al no haberse presentado reclamaciones durante el plazo de exposición al público,
queda automáticamente elevado a definitivo el acuerdo plenario inicial aprobatorio de modificación de la ordenanza municipal reguladora de caminos y vías rurales, cuyo texto íntegro se hace público, para su general conocimiento y en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 70.2 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen Local.
Contra el presente acuerdo, se interpondrá recurso contencioso-administrativo, ante la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León con sede en Burgos, en el plazo de dos meses a contar desde el día siguiente a la publicación del presente anuncio, de conformidad con el artículo 46 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa.
En Redecilla del Camino, a 25 de septiembre de 2020.
El alcalde, Julio Gallo García
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Boletín núm.  185 martes,  13 de octubre de 2020

AYUNTAMIENTO DE REDECILLA DEL CAMINO
En cumplimiento de cuanto dispone el artículo 212 del texto refundido de la Ley
reguladora de las Haciendas Locales, aprobado por Real Decreto Legislativo 2/2004, de 5 de marzo, y una vez informada, se expone al público la cuenta general correspondiente al ejercicio 2019, por un plazo de quince días, durante los cuales y ocho más, quienes se estimen interesados podrán presentar reclamaciones, reparos u observaciones que tengan por convenientes. 
En Redecilla del Camino, a 23 de septiembre de 2020.
El alcalde, Julio Gallo.
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AYUNTAMIENTO DE REDECILLA DEL CAMINO
Aprobación inicial del presupuesto de 2020
El Pleno de esta Corporación, en sesión celebrada el día 15 de octubre de 2020, ha
aprobado inicialmente el presupuesto general de este Ayuntamiento para el ejercicio de 2020.
De conformidad con lo dispuesto en el artículo 169 del R.D. Legislativo 2/2004, de
5 de marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley reguladora de las Haciendas Locales, así como el artículo 20 del Real Decreto 500/1990, de 20 de abril, el presupuesto junto a su expediente y con el referido acuerdo estarán expuestos al público en la Secretaría Municipal, por el plazo de quince días hábiles siguientes al de la inserción del presente anuncio en el Boletín Oficial de la Provincia, durante los cuales los interesados podrán presentar por escrito las reclamaciones, reparos u observaciones que estimen oportunos.
El presupuesto se considerará definitivamente aprobado si durante el mencionado
plazo no se hubieran presentado reclamaciones; en caso contrario, el Pleno dispondrá del plazo de un mes para resolverlas. 
En Redecilla del Camino, a 15 de octubre de 2020.
El alcalde, Julio Gallo García.
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Resolución del Ayuntamiento de Redecilla del Camino por la que se anuncia la
subasta para la contratación del arrendamiento de lotes de fincas rústicas propiedad del Ayuntamiento.







jueves, 19 de noviembre de 2020

Crecer para morir: el círculo vicioso de las exportaciones agroalimentarias. La alimentación en el centro para transformarlo todo.

 La crisis del coronavirus nos ha recordado que la agricultura es una actividad esencial 
y, a la vez, nos muestra las vulnerabilidades de nuestro abastecimiento alimentario
 en una economía globalizada atrofiada de tanto crecer. 
Para rearticular en lo local la economía y en especial la alimentación, 
necesitamos revisar nuestras creencias, valorar y visibilizar, para que florezcan, las alternativas agroalimentarias
que están construyendo una economía arraigada en los territorios con justicia social y ambiental. 
¿Cómo lo hacemos?

Universidad de Sevilla,
Fuente Soberanía Alimentaria.


Crecer para morir: el círculo vicioso de las exportaciones agroalimentarias.
 «¡Arriba las manos, esto es un mercado!»,
del Comando Forquilla Ganivet

En las últimas décadas, una parte del sector agroganadero local se ha modernizado y se ha insertado en las cadenas globales de valor con una creciente orientación agroexportadora. Esta dinámica, lejos de hacerle ganar valor añadido, lo ha sumido en una profunda crisis económica que se expresó en las manifestaciones del otoño de 2019. Invirtiendo en tecnologías que implicaban costes crecientes además de impactos ambientales, el sector agroganadero, incluida una parte importante de la agricultura familiar, no ha dejado de aumentar sus producciones y sus exportaciones. Sin embargo, Europa vive desde hace décadas un problema estructural de excedentes que empobrece y expulsa a quienes trabajan en el campo. Recordemos que los excedentes han costado mucho dinero a la Unión Europea en el pasado llegando a tener que financiar su destrucción o subvencionar sus exportaciones contribuyendo, paradójicamente, al hundimiento de los precios internacionales. Sin duda, también han contribuido a ello la liberalización de los precios agrarios que han impulsado los acuerdos internacionales de libre comercio y la adaptación a los mismos de las últimas reformas de la PAC.

   La defensa de la orientación exportadora de nuestra agricultura no es una solución, sino un círculo vicioso que nos debilita.   

Deberíamos empezar a comprender que la defensa de la orientación exportadora de nuestra agricultura no es una solución, sino un círculo vicioso que nos debilita: invertir en profundizar la mecanización y la digitalización agraria implica nuevos costes para aumentar aún más producciones que generan nuevas reducciones de precios pese a los intentos de diferenciación en calidad. Exportamos cada vez más e importamos también más alimentos, lo que nos hace crecientemente dependientes de los mercados internacionales. A la vez, se reducen en número las fincas y aumenta su tamaño, en una dinámica de crecer o morir que termina siendo de crecer para morir. Estos procesos generan fuertes impactos ambientales que están destruyendo nuestra capacidad futura de alimentarnos: creciente consumo de energía tanto en la producción como en el transporte de los alimentos; pérdida de fertilidad del suelo y de biodiversidad, como en el caso de los monocultivos del olivar andaluz; contaminación y agotamiento de los acuíferos, como en los invernaderos de hortalizas en Almería o de la fresa en Huelva; ganadería intensiva con fuerte contribución al cambio climático que desestabiliza la economía de la ganadería extensiva y de las dehesas, por ejemplo, las macrogranjas porcinas, etc. A ello se unen la reducción del empleo y la degradación de las condiciones laborales en el campo, en especial para la mano de obra asalariada jornalera, mucha inmigrante pero también local.

¿Realmente debemos seguir promoviendo las exportaciones agroalimentarias para intentar compensar el déficit de la balanza de pagos y la factura energética? ¿No sería una solución más estratégica relocalizar y reterritorializar una parte creciente de nuestra producción alimentaria y también industrial, incluida la de material sanitario, y moderar así las vulnerabilidades socioeconómicas de una crisis como la actual? ¿No deberíamos, además, bajar el consumo de energía asociado al transporte a larga distancia de los alimentos y otros bienes necesarios para poder mitigar el cambio climático y la crisis energética? Ese es el debate hoy: es necesario y urgente que las prioridades cambien.

Rearticular en lo local los sistemas agroalimentarios: ¿cómo lo hacemos?

Disminuir el número de fincas y aumentar la escala y la intensificación, rebajando la mano de obra y dañando el medio ambiente nos hace vulnerables: ¿no tendría más sentido mantener e incluso aumentar el número de fincas, reduciendo la escala, defender el empleo agroganadero, eliminar excedentes y orientar las producciones prioritariamente a los mercados locales con criterios de calidad, sostenibilidad y justicia social?

Una parte del sector agroganadero europeo, hombres y muchas mujeres del campo, está desarrollando ya desde hace décadas nuevas estrategias de reducción de insumos, actualizando saberes tradicionales para el rediseño de los agroecosistemas con innovadores criterios agroecológicos. También están diversificando sus producciones con estrategias multifuncionales, defendiendo los mercados locales y abriendo canales de comercialización en alianza con nuevos agentes rurales y urbanos, representantes de una sociedad activa y comprometida. ¿Qué racionalidad económica necesitamos que guíe a los hombres y las mujeres del campo?: ¿maximizar beneficios y producciones, minimizar el empleo entendido como un coste o generar autonomía económica manejando la biodiversidad con conocimiento campesino y defender un modo de vida con una ética del cuidado? ¿Qué racionalidad económica necesitamos que guíe nuestros hábitos alimentarios?: ¿supermercados desconectados de los límites de la naturaleza o el cuidado y la justicia socioambiental? Todavía tenemos una agricultura familiar y cooperativa campesina que trabaja la tierra cuidándola como modo de vida, buscando la estabilidad y la autonomía, generando vínculos de vida cotidiana con las gentes de sus territorios a quienes alimentan desde la proximidad relacional y física. Este es el sector agroalimentario que necesitamos.

Esta propuesta de soberanía alimentaria no es ni autárquica ni excluyente. Es un cambio de modelo y de prioridades de forma que el comercio internacional sea subsidiario del abastecimiento alimentario y no al revés, primando la proximidad para reducir las vulnerabilidades y la volatilidad de los mercados globales. La crisis del coronavirus nos recuerda que es el momento de preguntarnos hacia dónde caminamos y qué futuro agroalimentario queremos.

Nuevas políticas públicas

Esta transición necesita de políticas públicas a su favor y en este caso debemos poner la atención en la PAC, especialmente ahora que las negociaciones sobre su reforma están abiertas. Toda política pública necesita un modelo de referencia para fijar objetivos y diseñar políticas coherentes y eficaces. La PAC lleva décadas defendiendo formalmente un modelo agrario europeo basado en la multifuncionalidad, la sostenibilidad y la agricultura familiar y cooperativa, pero destinando la mayor parte de las ayudas a explotaciones intensivas agroexportadoras integradas en cadenas globales agroalimentarias. Es el momento de una PAC coherente para la reconversión agroalimentaria que necesitamos.

El debate sobre la PAC no está solo en los instrumentos, ayudas de primer o segundo pilar, sino sobre todo en el para quién y para qué. Estas cuestiones están interrelacionadas porque la forma en que se cultiva, se crían animales y se elaboran alimentos no es solo una cuestión técnica sino también sociocultural, económica y política al mismo tiempo.

Es necesario revertir la actual distribución desigual de fondos agrarios según la cual el 80 % del dinero lo recibe el 20 % de los beneficiarios de mayores dimensiones. La PAC debe dejar de subvencionar, e incluso comenzar a penalizar, las grandes propiedades de tierras y los modelos intensivos agroexportadores que tienen que iniciar urgentemente su reconversión. Este proceso implicará la destrucción de empleo en las industrias de insumos agrícolas, que tendrán que redirigirse hacia otros sectores del sistema agroalimentario o hacia otro tipo de actividades en un proceso general de reconversión económica y productiva para la mitigación del cambio climático. En todo caso, será necesario que mucha más gente trabaje el campo en un proceso de reagrarización y reruralización de la vida. Para ello las condiciones materiales y simbólicas del trabajo en el campo tienen que cambiar.

La PAC debe concentrar sus fondos en la agricultura y la ganadería a pequeña escala donde predominan el autoempleo y las racionalidades económicas sociales y cooperativas. La profesión agroganadera tiene que dignificarse y las políticas públicas pueden contribuir a garantizar una renta agraria mínima para todo agricultor o agricultora que trabaje la tierra con criterios agroecológicos y genere empleo de calidad. De la misma forma, los derechos laborales y sociales de quienes trabajan en el campo, libres de discriminaciones raciales o de género, deben estar garantizados por el conjunto de la sociedad; la producción de alimentos ha de considerarse un servicio público esencial.

Las políticas públicas deben garantizar una renta agraria estable capaz de atraer a la juventud y en especial a las mujeres a formas agroecológicas de producir alimentos y a la dinamización de mercados locales. Recordemos que los procesos de despoblamiento rural están, en muchos lugares, asociados a la emigración de las mujeres como resultado de la falta de oportunidades para desarrollar un proyecto de vida autónomo en el medio rural. Para ello son necesarias políticas imaginativas y activas de acceso a la tierra para mujeres y jóvenes a través de bancos de tierra y políticas integrales de reforma agraria destinadas a dinamizar nuevos sistemas agroalimentarios locales. Para ello, las políticas públicas, más allá de la PAC, tendrán que financiar unos servicios públicos de asesoramiento agroecológico, con personal técnico formado para ello, articulados con una investigación participativa al servicio de quien trabaje la tierra, transforme alimentos y los comercialice en el ámbito local.

No se trata de subsidiar actividades económicas que no son viables. Por el contrario, se trata de impulsar un cambio en la forma de producir y comercializar alimentos hacia una nueva economía local próspera y estable. Se trata de favorecer una estabilidad que se asienta en una población local que come cotidianamente alimentos saludables de proximidad con precios asequibles y así garantiza unos ingresos estables para productores y productoras locales que practican una agroecología de bajos insumos y costes.

Necesitamos una nueva PAC para colocar la alimentación en el centro y rearticular las economías locales en torno a ella, ayudas para acompañar la reconversión no solo del modo de producir alimentos, sino también de su comercialización y consumo. La compra pública de alimentos locales en escuelas, hospitales, centros de mayores… junto a la dinamización de canales cortos de comercialización y mercados locales tienen que ser políticas públicas generalizadas en los territorios para esta transición en marcha.

   Necesitamos miradas nuevas que vean en lo rural el espacio que nos da la vida, territorios llenos de sabiduría, riqueza y belleza que hay que defender.   

La alimentación en el centro

Para colocar la alimentación en el centro y rearticular la economía de nuestros territorios hay que comenzar con un cambio cultural profundo. Necesitamos cuestionarnos los sesgos que se esconden detrás de nuestras miradas hacia lo agrario, lo rural y lo doméstico cuando los vemos como mundos a abandonar, atrasados, sin valor. Necesitamos cuestionar los relatos que nos impulsan a fortalecer unas dinámicas suicidas con mitos de riqueza, progreso, desarrollo, eficiencia, productividad, competitividad y crecimiento, que en realidad implican daño para las personas y para la naturaleza de la mano de pérdidas de empleo, aumento de las desigualdades sociales, empobrecimiento para la mayoría, en especial para quienes trabajan la tierra, y destrucción de unos recursos naturales imprescindibles para la vida.

Necesitamos miradas nuevas que vean en lo rural el espacio que nos da la vida, territorios llenos de sabiduría, riqueza y belleza que hay que defender. Necesitamos ver y sentir el mundo agrario campesino y agroecológico con el reconocimiento y agradecimiento que merecen quienes nos alimentan sin destruir nuestras posibilidades futuras de vida. Necesitamos disfrutar todos, no solo las mujeres, de nuestras cocinas y nuestra comida diaria como parte del cuidado y del cariño compartido con nuestra gente querida. Los cambios que necesitamos solo podrán venir de la mano de una nueva forma de sentir y mirar el mundo agrario, rural y culinario. Nuestra capacidad actual y futura para alimentarnos es lo que está en juego. Es, sin duda, el momento de plantearnos el futuro hacia el que queremos caminar y comenzar a dar los pasos hacia él.

Marta Soler Montiel

Universidad de Sevilla.

jueves, 12 de noviembre de 2020

¿Para cuándo una etiqueta Cruelty free que garantice que un alimento vegano ha sido producido sin ocasionar maltrato a los campesinos?.

 Los ganaderos de montanera, trashumancia y pastoreo, 
que continuamos apacentando a nuestros rebaños en modo tradicional 
con lo que produce el campo,
somos LIBRES DE CRUELDAD..
Los “ecologistas de pandereta” suelen ser urbanitas 
que prefieren superalimentarse con maca andina y chía mesoamericana 
antes que con un lechazo de pastoreo y km 0.


Patricia Palmero, ganadera, escritora
y alcaldesa de Prado, Zamora.
Europa prima la agricultura ecológica, lo que motiva que negacionistas de la emergencia climática y el Green New Deal se cambien de chaqueta: son los “ecologistas de PAC”

En nuestro Edén ultraliberal, donde todos tenemos un precio, la tierra es un bien raíz más. Y como tal, su función no es la de producir garbanzos, queso de oveja, aceite o aerogeneradores, si no la de rentar el máximo beneficio económico a su propietario

Si a lo anterior sumamos, que la ganadería de montanera, trashumancia y pastoreo está siendo fagocitada por la industria del pienso para humanos, verbigracia la industria alimentaria, que no necesita tierras sembradas de cereal o forraje, porque las integradoras imponen que sus animales se ceben sólo con sus piensos compuestos medicalizados, entenderemos mejor el cambio de rumbo que se está produciendo en el rural español.

Lejos quedan ya aquellos años de reivindicaciones agrarias vitales y sujetas a lógica. Sólo unos pocos podríamos hoy contextualizar históricamente aquel “La tierra para el que la trabaja”. Qué importa, si ya nadie quiere trabajar la tierra. Nadie. A excepción de unos pocos, entre ellos los escasos ganaderos de montanera, trashumancia y pastoreo, que continuamos apacentando a nuestros rebaños en modo tradicional con lo que produce el campo, tal y como se viene haciendo desde que allá por el Neolítico se inventó la agricultura y la ganadería. Porque trabajar cansa, produce escasos beneficios, y es más cómodo esperar a ver qué subvenciona Europa.

A nadie sorprenda, pues, que al igual que un trigal produce trigo, y el sueño de la razón produce monstruos (Goya dixit), un sistema aberrante, y la PAC tal y como está concebida lo es, sólo pueda producir aberraciones. Como que firmes defensores de macrogranjas porcinas, algunas de ellas, por ejemplo, la de Hellín en Albacete, contamina más que una refinería de petróleo, declaren sus tierras como agricultura ecológica en la nueva PAC. O como que, puede que si llegado el caso y la PAC del futuro, Dios no lo quiera, subvencionara las fincas de algodón recogidas por esclavos negros, estos ahora ecologistas de cartera llena y sin escrúpulos ni conciencia se reconvertirían sin dudarlo en las nuevas Scarlett O´Hara.

En la gran ciudad crece otro tipo de ecologista, también de cartera llena, pero escaso sentido común. Estos ecologistas de pandereta prefieren superalimentarse con maca andina y chía mesoamericana antes que con un lechazo de pastoreo y con alimentos de proximidad y kilómetro cero. Sin importarles las consecuencias que se derivan de su libre y contradictoria elección, como el despilfarro energético en el transporte o la esclavitud a la que se aboca a algunas comunidades indígenas. Ya existe una etiqueta internacional Cruelty free (libre de crueldad), para certificar los productos de origen animal producidos sin crueldad contra éstos. Así que ¿para cuándo una etiqueta Cruelty free que garantice que un alimento vegano ha sido producido sin ocasionar maltrato a los campesinos que lo han sembrado y recolectado en cualquier parte del planeta?

Aviso para navegantes: la palabra ecología, procede del griego, oikos para decir casa y logia para conocimiento, y sirve para definir la ciencia que estudia las relaciones que establecen las infinitas especies con el medio natural que habitan. Así que eco-oportunistas de PAC y eco-urbanitas de pandereta, que no saben diferenciar al mastín del carnero padre, aparte, más nos vale a todos tomarnos muy en serio la protección de esta casa común que habitamos, o no será tan sólo el mundo rural el que no tenga ningún futuro.

(*) Ganadera, escritora y alcaldesa de Prado.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Torre de Villaorceros en el nº2 del Boletín de la Asoc. Esp. Amigos de los Castillos, Burgos.

Víctor Barrio Sierra,
Boletín de la Delegación Provincial de Burgos, 
nº 2 noviembre 2020, páginas del 16 al 20.
Asociación Española de Amigos de los Castillos.








Hacia una aldea cosmopolita responsable de la naturaleza.

La aldea como factor de seguridad. 
Los dos grandes hábitats creados por la humanidad, la aldea y la ciudad, viven tiempos de zozobra. 
La aldea, perdida en la memoria, abandonada y tratada como un trasto inútil; 
y la ciudad, hipertrofiada, pervertida por el productivismo, malcriada por el capital y asfixiada por la prisa, 
se ha convertido en un enorme artefacto de pensamiento totalitario y hegemónico 
en el que se ha embarcado la humanidad como opción preferente de vida.
Jaime Izquierdo

Detalle de ilustración para el texto «Confesiones de una voyeur de huertos» | Comando Forquilla Ganivet

La aldea es una estructura protourbana, anterior por tanto a la ciudad y responsable de su advenimiento, cuya función esencial e irrenunciable radicaba en la gestión del territorio al que se vinculaba y que realizaba de forma organizada, regular y autorregulada, sometida a los procesos agroecológicos locales y limitada por el determinismo de los recursos renovables del entorno. Combinando unas tecnologías, las más de las veces orgánicas, con una cultura endógena creó un sistema estable de provisión de alimentos y energías para abastecer a la comunidad y comerciar los excedentes en los mercados urbanos de proximidad a los que abastecía.

Era, además, y ante todo, la más acreditada gestora local de la naturaleza que, utilizando la cultura vernácula, creó el campo, un territorio de naturaleza doméstica desde el que aprendió a dialogar con la naturaleza silvestre. Manejó las claves para conservar a ambas —doméstica y silvestre— por los siglos de los siglos hasta que el pensamiento y la ciencia industrial, productivista o conservacionista, la apartaron de sus funciones. Los acontecimientos económicos del siglo xx en Europa provocaron la quiebra de la aldea y el final del campesinado. La ciencia y la política industrial la acusaron injusta y presuntuosamente de ignorante, supersticiosa y atrasada.

Muy pocas voces salieron en su defensa ante el tsunami de la ciudad industrial. Entre ellas, la más preclara fue la de Lewis Mumford que en 1961 escribió: «Las aldeas están funcionalmente más próximas a su prototipo neolítico que a las metrópolis que han empezado a absorberlas hacia sus órbitas y a minar su antiguo modo de vida. Tan pronto como permitamos que la aldea desaparezca, este antiguo factor de seguridad se desvanecerá. La humanidad todavía tiene que reconocer este peligro y eludirlo». Esa advertencia de Mumford ha cobrado especial relevancia durante estos meses de pandemia e inseguridad urbana.

La ciudad, por su parte, fue el espacio donde la ciencia, las artes y las tecnologías inorgánicas alcanzaron su máximo esplendor. Desde su fundación hasta la Revolución Industrial, la ciudad había mantenido una relación simbiótica, cotidiana y familiar con el campo a través de un camino de ida y vuelta que unía la tierra —la naturaleza aldeana— con el mercado urbano, un espacio noble situado en el mismo corazón de la urbe. Hoy esa relación está rota y se hace preciso recomponerla.

Dos tareas se abren ante nosotros para este tiempo de reconstrucción: la integración agroecológica de la periferia agraria en el futuro de las ciudades —especialmente en las medianas y pequeñas— y la rehabilitación de los pueblos pequeños y aldeas. Para la ciudad, poner en marcha planes integrales de soberanía alimentaria y gestión integral de las zonas verdes que orlan la urbe; y para la aldea, dotarla de acceso a la comunicación telemática y poner en marcha la rehabilitación de su sistema agroecológico local.

Reactivar soberanías locales

   Apoyar la autonomía aldeana implica
una cesión de responsabilidades desde los gobiernos.   

 Como aldea cosmopolita, entendemos aquella que retoma su función de gestora y conservadora de la naturaleza y se relaciona con el resto del mundo a partir de la concertación entre sus tres componentes esenciales: el biológico —conjunto de especies y variedades domésticas y silvestres—, el cultural —conjunto de conocimientos y saberes recogidos en el cosmos, corpus y praxis local y los aportados por los nuevos tiempos— y el social —la comunidad aldeana y sus fórmulas de cohesión, cuidados y organización— que constituyen el armazón y sin los cuales la aldea no es viable y no puede desarrollar la función histórica que le es propia.

Sin estrategia, plan y gestión organizada, no hay viabilidad para la aldea. La estrategia aldeana es la herramienta que le permite anticiparse a los acontecimientos y ponerlos de su lado. Para que la estrategia despliegue toda su potencialidad, debe ser acertada y aceptada; es decir, pertinente y ajustada a las realidades y deseos de la comunidad y de todos sus miembros. Y para ello, para que la estrategia sea y se sienta como propia, lo mejor es que la elabore la comunidad aldeana desde la aldea, para la aldea y por la aldea.

En la medida que la aldea es una estructura orgánica nacida de la relación entre la naturaleza y la cultura humana, que dio como origen al campo y creó unas estructuras físicas, protocolos de trabajo, calendarios laborales, instrumentos o tecnologías y que en la actualidad se encuentra en riesgo de extinción, necesita reinventarse sabiendo que «ningún perfeccionamiento orgánico es posible sin una reorganización de sus procesos, funciones y propósitos», tal como nos recuerda Lewis Mumford.

Será necesario aumentar la autonomía aldeana ya desde el principio, en la fase de diseño de su estrategia, apoyándola para que tanto el diseño del plan como su gestión sean eficientes y cumplan las expectativas. Apoyar la autonomía aldeana implica una cesión de responsabilidades desde los gobiernos.

Aumentar la autonomía pasa por dotarla de atributos para que cumpla una función de interés para el conjunto de la sociedad y para ella misma, que ha sido pactada en la propia aldea y aceptada como pertinente por las instituciones territoriales de mayor rango competencial. Si quiere acertar en el diseño de su estrategia, debería seguir la recomendación de Marcel Proust: «Soyez vous-même, c'est votre seule opportunité d'être original» (sé tú mismo, es tu única oportunidad de ser original).

La aldea es el territorio de la naturaleza campesina

   Nuestros paisajes rurales no son ni espacios, ni naturales;
son mayoritariamente territorios de naturaleza campesina.   

 El campesino, dice el arquitecto paisajista portugués Henrique Pereira, «é um animal [racional, por supuesto] de clareiras» o, lo que es lo mismo, las comunidades campesinas en esa perspectiva ecológica histórica hicieron y mantuvieron claros en los bosques para vivir y darles otra vida, creando una segunda naturaleza y un nuevo ecotono que, por lo general, contribuyó al aumento de la biodiversidad y a la estabilidad del sistema territorial. Nuestros paisajes rurales no son ni espacios, ni naturales; son mayoritariamente territorios de naturaleza campesina, ahora abandonados, que conviven con el riesgo de incendio. Sin el concurso de las aldeas no podremos gestionar el medio rural, de ahí su importancia estratégica.

Inicié el artículo con la advertencia de Mumford sobre el valor de la aldea. Y lo voy a terminar con lo que dejó escrito en El arte general de granjerías un aldeano reconvertido a fraile, natural de La Riera, en el concejo asturiano de Colunga, que en 1711 definió lo que ahora llamamos «desarrollo sostenible». Decía fray Toribio de Santo Tomás y Pumarada: «La conservación de una cosa es su continua producción, y se reputa el conservar por lo mismo que producir, y lo mismo es estar conservando una cosa que estarla siempre produciendo».

Leyendo a fray Toribio podemos llegar al convencimiento de que las reflexiones teóricas actuales sobre la sostenibilidad, la economía circular, la biotecnología, la formación agraria, el reciclaje, el ciclo del carbono, las energías renovables o la conservación de la naturaleza, formaban parte de la práctica cotidiana de la aldea Esos saberes ecológicos estaban engarzados en un elaborado y complejo sistema de pensamiento sistémico y local de trasmisión oral y fueron desmontadas por el pensamiento analítico urbanocéntrico e industrial. De ahí el interés en recuperarlos para que nos ayuden a rescatar la ciudad para hacerla agropolitana y para devolverle a la aldea sus atributos históricos y reforzarla con la posibilidad, inédita hasta ahora, de convertirse en cosmopolita.

Jaime Izquierdo

El título y el contenido de este artículo están basados en el libro La ciudad agropolitana. La aldea cosmopolita, de Jaime Izquierdo, publicado por krk Ediciones. Oviedo, 2019.

Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo

fundacion rosa luxemburgo

lunes, 2 de noviembre de 2020

FotoRural 2020, ganadores: Un premio finalista a foto la Dehesa en los Montes de Ayago, Valgañón.

 

El Concurso de Fotografía del Mundo Rural ha culminado este año su XIV edición.

Acceso a Ver ganadores 2020

El planeta se enfrenta estos días a un reto colosal e inesperado. Una pandemia global y destructiva hace tambalearse al mundo y a sus sistemas. España está haciendo frente, con firmeza y determinación, a los efectos negativos del coronavirus. Hoy más que nunca, comprobamos la necesidad de contar con cimientos firmes que sustenten nuestras estructuras sociales y no dejen desamparados a los ciudadanos.

La cadena agroalimentaria, formada por cerca de un millón de agricultores y ganaderos en España, y por miles de cooperativas, industrias agroalimentarias, transportistas y establecimientos de la distribución, ha lanzado un mensaje rotundo a la sociedad: somos esenciales, hoy y siempre.

Esa cadena tiene su origen y su fundamento en el medio rural. Por eso, la XIV edición del Concurso de Fotografía del Mundo Rural dirige este año su mirada al papel esencial de toda la cadena agroalimentaria durante el confinamiento, con la temática central “ESENCIALES, HOY Y SIEMPRE”.

La Fundación de Estudios Rurales de UPA y Eumedia, S.A., con la colaboración del Foro Interalimentario y de la Entidad Estatal de Seguros Agrarios (ENESA), convocan una nueva edición de FotoRural, un concurso de fotografía que trata de visibilizar la realidad rural de España. La Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR) también colabora y da nombre a una categoría del concurso.

Para el premio ENESA-Campo Seguro del concurso se valoran especialmente aquellas fotografías que resalten la condición del riesgo inherente a las actividades agrícolas y ganaderas, los fenómenos meteorológicos, la sequía, las catástrofes en el campo, el cambio climático, la sanidad y seguridad animal y vegetal, y demás facetas que se enmarquen dentro del ámbito de la seguridad en el campo.

El objetivo último del Concurso es impulsar el conocimiento de la realidad del espacio rural en su conjunto, con especial atención hacia aquellas situaciones directamente vinculadas con el trabajo de los agricultores y las agricultoras, con la oferta de productos alimentarios y de otros usos que obtienen en sus explotaciones, y con las actividades complementarias al ámbito agrario que se desarrollan en el mundo rural y en el conjunto de la cadena agroalimentaria. El ámbito territorial es el de España.

El Premio Fademur a la fotografía de las Mujeres Rurales está destinado exclusivamente a mujeres fotógrafas que reflejen la realidad de las mujeres rurales en España.

Premios

  • Primer PREMIO (Foro Interalimentario): 600€

  • Segundo PREMIO: 400€

  • Tercer PREMIO: 300€

  • PREMIO ENESA a la mejor fotografía relacionada con los seguros agrarios: 400€

  • Premio Fademur a la fotografía de las Mujeres Rurales: 400€

  • Accésit a las 20 fotografías finalistas: 80€, 
  • De los finalista publico sólo la de nuestro comarcano de VALGAÑÓN

    • José Félix Hernández Pérez,  Lluvia en la dehesa (Montes de Ayago), Valgañón (La Rioja)





Peligro extremo para los peregrinos en Redecilla del Camino, en todos los cruces con la N-120.

Se veía venir, lo que se observa diario: que algún de los Medios de Comunicación, esta vez de la mano del  Plan Director del Camino de Stgo....