En el corazón del Pirineo aragonés, el pequeño pueblo de Búbal se ha transformado en un referente educativo gracias al Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados (PRUEPA), impulsado por el Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes. Desde su puesta en marcha en 1984, este proyecto ha permitido que más de 50.000 estudiantes de toda España convivan durante una semana en un enclave rehabilitado, donde la naturaleza y la historia se convierten en herramientas de aprendizaje basado en la experiencia.
Considerado como el “programa decano del Ministerio”, PRUEPA llegó a Búbal hace ahora 41 años con el objetivo de rehabilitar esta localidad, que había sido expropiada en los años 60 para la construcción del embalse de la Sarra. Grupos de universitarios primero, y alumnado de centros educativos de secundaria años más tarde, fueron devolviendo a la vida a través de distintas ediciones del programa las casas de piedra de este pueblo, hoy convertidas en aulas, dormitorios, espacios comunes, biblioteca, un museo y otros servicios por los que cada curso escolar pasan estudiantes de 3º y 4º de ESO, y de Formación Profesional Básica, para participar en actividades que combinan educación ambiental, cultura rural, salud y desarrollo sostenible.
Uno de los aspectos que más llaman la atención a quienes han participado en los últimos años en este programa es que no está permitido el uso continuado del teléfono móvil, “solo lo tienen una hora al día, el resto del tiempo los dispositivos están guardados”, explica Ana Puzo, Coordinadora Programa en Búbal. Teniendo en cuenta la dependencia del teléfono móvil que tienen los adolescentes; casi el 37% pasa más de seis horas con el móvil según el Informe Cáritas, es una noticia dura para los estudiantes: “Cuando el domingo nos dijeron que no podríamos tener el teléfono con nosotros nos asustamos, yo creí que iba a ser imposible. Dos días después, casi ni lo utilicé la hora que nos lo dejaban, prefería hablar con mis compañeros en persona”, confiesa Clara, de 15 años, alumna del Colegio de Elche.
Además, desde el domingo que llegan, hasta el viernes cuando se despiden, tampoco tienen la posibilidad de consumo, ya queque no hay tiendas, ni máquinas expendedoras, y no pueden hacer compras on-line sin su smartphone. “Voy a volver a casa con el mismo dinero que me dio mi madre al salir de casa”, comenta incrédula Samira, que ha viajado desde Gran Canaria, y que a sus 14 años está encantada con todo lo que esta experiencia le está ofreciendo: “El paisaje es muy diferente al de donde yo vivo, y aunque mis padres me había contado experiencias similares a esta que ellos habían vivido, cuando lo haces por ti mismo es especial, he aprendido cosas que me servirán en mi día a día, he conocido gente nueva y he vivido con los recursos y los valores que se vivían antiguamente. Creo que todos los jóvenes deberíamos experimentar esta sensación al menos una vez”, confiesa esta joven.
Aprendizaje práctico y cooperativo, y sin teléfonos móviles
Vivir la vida con los valores y los recursos que tenían antes los pueblos de montaña del Pirineo es uno de los objetivos de este Programa en Búlbal. Por eso, durante su estancia, el alumnado se divide en grupos para realizar tareas como el cuidado de huertos, el mantenimiento de las instalaciones y los caminos, la elaboración de compost, la reconstrucción de elementos arquitectónicos, la recogida de datos meteorológicos o el cuidado de animales como conejos, gallinas y ovejas. “Desde el primer día aprenden cómo funciona la depuradora y que, si tiran algo que no deben por el retrete, al día siguiente se lo van a encontrar allí”, explica Ana Puzo.

La enseñanza a través del ejemplo es la parte que más valora el profesorado de esta experiencia. “En clase ven el sector primario en el libro, pero aquí llevamos el aula a un espacio abierto donde ellos siguen aprendiendo de una manera práctica que les impacta mucho más”, apunta Cristina Rodríguez, profesora de Historia, que ha viajado junto con Javier Rodríguez, profesor de Economía, con el alumnado del IES Villa de Firgas, de Gran Canaria. Cada grupo, de entre 20 y 25 alumnos por centro participante, vive la experiencia acompañado por dos profesores. En algunas ocasiones también asiste un auxiliar de conversación en inglés, lo que enriquece la experiencia y favorece la competencia lingüística.
El hecho de que la experiencia la vivan de manera simultánea jóvenes procedentes de dos centros educativos distintos, llegados de zonas muy diferentes de España entre sí hace que “sea todavía más enriquecedor”, asegura Cristina Rodríguez, sobre todo si la sintonía y la conexión es tan buena como la que este centro y el IES Cayetano Sempere, de Alicante, han tenido en esta ocasión. “Nosotros presentamos un proyecto basado en investigación sobre salud mental, y hemos traído a Búbal un circuito emocional que llamamos baño terapia de bosque, el centro de Gran Canaria tiene un proyecto que va en esa misma línea, así que las actividades han sido complementarias, la base era la misma, y hemos adaptado las actividades a la realidad y las hemos sumado, ha sido muy enriquecedor tanto para el alumnado como para nosotros, el profesorado”, confiesa María Jesús Hurtado, profesora de Educación Física que ha venido acompañando a su grupo junto con Miguel Ángel Ferrández, también profesor de Educación Física desde la Comunidad Valenciana.
Además, participan en talleres de cocina tradicional, danzas populares, fabricación de cajas nido para las aves de la zona, elaboración de productos cosméticos naturales y jabón con recursos propios, y actividades de senderismo por el entorno. Las actividades están diseñadas para fomentar la cooperación, el respeto, la autonomía y el sentido crítico, ofreciendo a los estudiantes una educación integral que va más allá de los contenidos curriculares. La energía que se lleva el alumnado, y el aprendizaje en convivencia, valores y otras las competencias cívicas que están presentes en el currículum lectivo, pero que en clase a veces no sabes cómo trasmitir, aquí las aprenden viviéndolas en un solo día: “Todos los institutos deberían parar por aquí y vivir esta experiencia, es fundamental para la educación de los jóvenes”, coinciden en destacar ambas docentes.
“Nos gustaría que la gente del entorno conociera lo que hacemos en Búbal y que pudieran participar de ello”
Aunque el impacto es más que positivo entre el alumnado y el profesorado, y PRUEPA Búbal es un Programa de Educación decano en España, los recursos destinados a su mantenimiento van mermando. “Antes había biólogo, maestro, capataz, nos gustaría que hubiera más plantilla, pero es justo lo contrario, cada año tenemos menos semanas lectivas y los puestos de personal que se han quedado vacantes por traslado o por jubilación, ya no se han vuelto a cubrir”, denuncia la Coordinadora.
Ana Puzo, antes docente, es la responsable PRUEPA Búbal desde 2022. Explica que las instalaciones del pueblo son titularidad del Gobierno de Aragón, entidad de la que dependen también los seis trabajadores que están en plantilla todo el año, y los diez más que se suman en las épocas de visita de los centros educativos: “Un total de diez semanas lectivas a lo largo de todo el año con el programa del Ministerio, que se reparten en cuatro semanas en primavera y cuatro en otoño, más dos semanas verano”, explica la coordinadora, que recuerda que hasta hace unos años la ocupación era de prácticamente el año completo.
Dentro del programa Entorno Aragón, en el que participan además de Búlbal otros cuatro emplazamientos ubicados en distintas localidades del resto de la comunidad autónoma, también hacen visitas a estas instalaciones. En este caso concreto se trata de actividades diarias en las que el alumnado no pernocta, pueden hacerlas en cualquier momento del curso escolar, y están pensadas para niños y niñas desde primaria hasta bachilleratos.

Estas visitas dan movimiento a Búbal, pero a los trabajadores les gustaría que se hiciera una apuesta más decidida por el programa y que la labor que llevan a cabo se conociera más en la zona. “Nos gustaría que lo conocieran más los vecinos de los pueblos cercanos, en el Aragón en general”, dice Ana Puzo y hace una invitación a que quien así lo quiera “se acerquen, pregunten, participen de nuestras actividades, conozcan el museo y sus raíces, y que sientan Búbal como suyo”.
Volver a la vida de antes para dar sentido al presente y esperanza al futuro
Después de 41 años de actividad, la esencia del Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados (PRUEPA) no ha cambiado, sigue siendo una inmersión en el mundo rural, en la que los protagonistas son personas jóvenes que vienen de pueblos, pero también de ciudades, que llegan para conocer el entorno natural de Búbal y cómo se vivía en el Pirineo hace décadas a través de la experiencia en tareas del día a día y con la ayuda de un museo que recrea espacios, actividades y costumbres del pasado.
Los primeros años, con alumnado universitario, la actividad se centró en la reconstrucción de las instalaciones: “Quienes lo vivieron recuerdan a los universitarios subidos en los andamios o trabajando en las calles y la tierra”, comparte la Coordinadora. En la actualidad, la actividad de los grupos visitantes se centra en el mantenimiento de cuadras, gallineros, limpieza de caminos, arreglar sus estancias, colaborar en el servicio de comida y en la limpieza; básicamente, en vivir como se vivía en un pueblo.
Lo que ha sí cambiado en la última década es la desconexión digital: “Descubren que se puede vivir sin el teléfono móvil y sin consumir, y seguir estando bien, o incluso mejor”. El alumnado se encuentra con un entorno seguro, donde no existe el conflicto porque antes está la colaboración, generando un ambiente de convivencia que, para muchos, ha sido un bálsamo. “Hemos tenido casos de jóvenes que estaban atravesando situaciones complicadas, con tratamiento para dormir, con estados de estrés y ansiedad, y que después de esta experiencia vuelven diferentes, con una sonrisa, con ganas de hablar, es una semana capaz de reflotar al alumnado”, asegura la Coordinadora, que cuenta con la mirada cómplice de las dos profesoras que acompañan a los grupos de Gran Canaria y Alicante, porque ya han detectado casos como el que cuenta entre los chicos y chicas de sus grupos.
Y lo que las profesoras piensan, las alumnas lo verbalizan: “Ha habido chicos y chicas que se han relacionado más gracias a las actividades, al ambiente, a no tener el teléfono y a la experiencia en general”, asegura Samira, mientras Clara asiente y reconoce que ha aprendido cosas que le van a ser útiles el resto de su vida, y que está pensando, junto con otras amigas empezar a explorar, salir de la ciudad y “quedar para hacer rutas y descubrir nuestro entorno natural”, una idea que nace después de disfrutar de los árboles, las plantas, las aves y los pequeños animales que ha descubierto gracias a su experiencia de vida rural y como esta les ha hecho sentir.
Compromiso con la sostenibilidad y la salud
El PRUEPA Búbal está alineado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, por ello promueve la educación ambiental, la salud, la tolerancia y la convivencia. Desde 1998, forma parte de la Red Aragonesa de Proyectos de Promoción de Salud (RAPPS) y, desde 2010, de la Red Aragonesa de Escuelas Promotoras de Salud (RAEPS), lo que refuerza su compromiso con el bienestar integral de los jóvenes participantes.
Tras cuatro décadas de trabajo: “seguimos incidiendo en temas que fueron pioneros hace 30 años como el reciclaje o la economía circular, y que, sin embargo, no solo continúan vigentes, sino que siguen siendo una tarea pendiente”, apunta la coordinadora en Búbal, Ana Puzo. Explicar cómo se gestiona la comida, el desperdicio cero, hacer compost con los restos, y saber tratar y consumir el agua son saberes básicos que se aprenden en Búbal porque como el alumnado de esta visita ya tiene claro “en Búbal no se tira nada, una frase que se llevan grabada nuestros alumnos”, asegura la profesora Cristina Rodríguez.
El programa también se desarrolla en los pueblos de Granadilla (Cáceres) y Umbralejo (Guadalajara), ofreciendo a los estudiantes la oportunidad de conocer diferentes realidades rurales y participar en su recuperación. Este modelo de aprendizaje experiencial ha sido reconocido como un ejemplo de educación transformadora que conecta a las nuevas generaciones con su patrimonio, su entorno y su responsabilidad social.
En 2025, PRUEPA continúa vigente, con convocatorias para el periodo estival y lectivo, reafirmando su relevancia como herramienta educativa y cultural en un mundo cada vez más urbanizado y desconectado de la naturaleza.