aquí con la ganadería y la agricultura puedes ganarte bien la vida.
Cuando la gente idealiza el pasado es que no lo vivió. Era un trabajo muy duro, prácticamente esclavo y de supervivencia, y eso permanece en la memoria.
La escuela es urbanizante y la gente expulsa a sus hijos fuera. El éxito es que tu chaval o tu chavala estudie y consiga ser médico en Lugo, y no que se quede y tenga una granja modelo.
O sea, que el problema es
más cultural y de enfoque, que económico.
Una tierra tan productiva como la que tenemos sería un lujo
para hacer lo que se quisiera.
Román Sánchez Besteiro / El politólogo que volvió a las raíces:
“Cuando la gente idealiza el pasado es que no lo vivió”
Román Sánchez Besteiro delante de su casa de Begonte. Foto de Ramón.
Entrevista a Román Sánchez Besteiro.
Nació en Cervantes. 1.209 habitantes, repartidos en 21 parroquias y 71 lugares, en una extensión de 276 km2, dice la Wikipedia.
Sí, nací en San Román de Cervantes, la capital municipal,
mis padres no se complicaron mucho con el nombre. Eran maestros allí,
ella en una escuela unitaria y mi padre en Preescolar na Casa [un
innovador programa educativo, activo de 1977 a 2012, que suplía, sobre
todo en el medio rural, las carencias de escolarización]. Tuve una
infancia errante, como todos los hijos de maestros, hasta acabar en
Lugo, pero siempre tuve mucho contacto con Cervantes, sobre todo gracias
a Ramiro, uno de aquellos curas rojos, impulsor de muchas iniciativas que dinamizan Ancares.
Se fue a Madrid a licenciarse en Derecho y en Políticas. ¿En concreto, qué quería ser de mayor?
Desde muy pequeño me interesó mucho la política, y me
imagino que quería ser profesor de universidad, pero me decepcionó que
los profesores que a mí gustaban no les gustaban a mis compañeros y al
revés. Volví a Santiago, a hacer un máster en Comercio Exterior y
entonces, me llamó el cura Ramiro, porque la cooperativa A Carqueixa
atravesaba un momento delicado, y me dijo que me veía con iniciativa e
ilusión.
Lo de las vacas no era negocio…
No, todo venía del problema con una sala de despiece de
principios de siglo (Artesanos Gallegos de la Carne) de la que éramos
socios con más cooperativas que comercializaban ternera gallega suprema.
Fallaron los distintos socios industriales, falló Mercadona que iba a
ser el principal cliente y acabamos siendo otro juguete roto de sus
proveedores. Para la cooperativa supuso perder el capital social y
perder la confianza de muchos socios, porque hubo retrasos en los pagos.
Pero lograron reponerse.
Optamos por llegar al cliente sin intermediarios. Hicimos
una encuesta a los socios y socias y decidimos apostar por la marca
propia y la comercialización directa. Al principio sólo por internet.
Vendíamos carne por lotes cerrados: tanto de costilla, tanto de filetes,
tanto de carne para asar… Ahora ya podemos diversificar y servir lo que
se quiera. Tenemos dos puestos en el mercado de abastos de Lugo y
estamos empezando a comercializar comida elaborada: empezamos con
jarrete con castañas, ternera con salsa de higos, callos y caldo. Todo
de animales que se han alimentado de la leche materna hasta por lo menos
los siete meses.
Les va bien, vamos.
Somos 215 socios de Cervantes, Navia de Suarna,
Fonsagrada, aunque algunos ya no están en activo. Somos los que mejor
pagamos los terneros y conseguimos poner en valor lo que Oliver Laxe,
vecino de Ancares, el director de O que arde, llamó “ganadería
heroica” en una campaña que hizo con integrantes de la cooperativa que
habían participado en la película. Una ganadería con los valores
tradicionales: trashumancia, alimentación natural, cuidado extremo de
los animales. El socio que más ganado tiene, tiene cien vacas, pero la
media es de 25 por casa. Y como se hacía antes, también le sacamos
rendimiento a otros productos como la miel o la castaña. Llegamos a
recoger algún año 220 toneladas de castaña. Los últimos años, sólo 10 o
25 porque vino la plaga de la avispilla.
¿Cómo fue pasar de los ambientes universitarios de Madrid y Santiago a San Román de Cervantes? ¿Qué está, a una hora de Lugo?
A 45 minutos. Son 65 km, la mayoría por autovía, aunque
hay sitios como Piornedo, que están a hora y media. En Cervantes estuve
seis años, y ahora llevo tres a caballo entre Cervantes y Begonte [una
pequeña población a 30 km de la ciudad, en la otra dirección] porque mi
pareja trabaja en los alrededores de A Coruña y así nos pilla a medio
camino. Yo sigo teniendo bastante relación con la gente con la que
estudié de chaval en Lugo, incluso fui presidente de la Federación de
Peñas del CD Lugo. Por otra parte, en Cervantes hay tres asociaciones
culturales funcionando. Y disfruto mucho con la naturaleza.
Tiene el trabajo a 95 kilómetros de casa. No queda muy rural.
Estoy allí dos o tres días a la semana. Yo siempre quise
vivir en la casa que estoy rehabilitando, la de mis abuelos paternos. Mi
abuelo materno, Emilio, que era tratante de terneros y fundador de una
exitosa cooperativa de piensos, acostumbraba a ver oportunidades donde
los demás veían fracasos. Me llamó mucho la atención un día que hablando
de mi tío José María [José María Besteiro, productor de cine y
televisión] dijese: “Si siguiera aquí no iba a ganar menos”.
Contra lo
que se piensa y lo que se dice, aquí con la ganadería y la agricultura
puedes ganarte bien la vida.
No es ese el pensamiento mainstream entre la gente del medio rural.
Cuando la gente idealiza el pasado es que no lo vivió. Era
un trabajo muy duro, prácticamente esclavo y de supervivencia, y eso
permanece en la memoria. La escuela es urbanizante y la gente expulsa a
sus hijos fuera. El éxito es que tu chaval o tu chavala estudie y
consiga ser médico en Lugo, y no que se quede y tenga una granja modelo.
Da pena ver prados abandonados o convertidos en eucaliptales
O sea, que el problema es más cultural, de enfoque, que económico.
Una tierra tan productiva como la que tenemos sería un
lujo para hacer lo que se quisiera. Da pena ver prados abandonados o
convertidos en eucaliptales. Lo que se necesita es autoestima y
ordenación del territorio. Afortunadamente, empieza a cambiar la
tendencia, hay gente que quiere permanecer y eso, entre otras cosas, es
un servicio a la sociedad.
¿Qué le parecen las tractoradas de estos días?
Hay dos planos que se deben diferenciar. Una es la
necesaria transición hacia ganadería y agriculturas sostenibles. No
tienen nada que ver modelos de ganadería extensiva como el nuestro,
objetivamente buenos para el medio ambiente (la universidad de Santiago
hizo varios estudios donde secuestrábamos más carbono del que emitíamos,
evitamos incendios…), con macrogranjas que provocan problemas en
manantiales. Un segundo aspecto en lo que tienen razón es en cuestiones
como la enorme burocracia, y medidas que están pensadas para zonas de
Europa con explotaciones de grandes extensiones no tiene sentido
implantarlas en fincas de medio ferrado[unos 250 m2].
Con ese discurso regeneracionista, ¿no le tira la política?
Sí, siempre digo que todo lo que hacemos es política, pero
si de lo que se trata es de transformar la vida en el medio rural creo
que las cooperativas y las comunidades de montes tenemos más capacidad
que las administraciones públicas. Y creo que además el gerente de una
cooperativa no se debe significar, porque la gente que está en ella es
de todos los colores.
¡Cómo han cambiado las cosas en muy poco tiempo! Tras las manifestaciones de los agricultores en Alemania, y, sobre todo, Francia, nadie hubiera imaginado una reacción como la que han tenido los agricultores y ganaderos españoles. Hace unas semanas en este mismo blog relatábamos las reivindicaciones de los agricultores en los países citados y cómo consiguieron el apoyo de la sociedad y las negociaciones con sus respectivos gobiernos (https://ruralsiglo21.org/2024/01/28/la-voz-del-campo/). Incluso, el presidente de la República Francesa trasladó las preocupaciones de los agricultores de su país a la presidenta de la Comisión Europea.
En un contexto de reflexión sobre el futuro de la Política Agraria Común (PAC) y los condicionantes medioambientales, la presidenta de la Comisión Europea, influida, sin duda, por las próximas elecciones del mes de junio y el inusual impacto social de las reivindicaciones del campo en todo el continente, decidió dar marcha atrás a la decisión de reducir en un 50% el uso de fitosanitarios en la agricultura europea.
Creo, en primer lugar, que este nuevo planteamiento y lo que está sucediendo estos días, pone de manifiesto que las decisiones sobre la PAC, y sobre las cuestiones agrarias en general, deben tomarse teniendo en cuenta a los agricultores y ganaderos, los que están sobre el terreno y conocen la realidad de lo que sucede en el campo. Y, por otra parte, los que, en la práctica, en el ámbito agrario, van a tener que llevar a cabo los compromisos del Pacto Verde.
Una segunda reflexión es que el futuro de nuestra sociedad, y también de la agricultura, depende, en gran medida, de nuestro compromiso europeo, inquebrantable, con la lucha contra el cambio climático, la reducción de gases de efecto invernadero, la transición energética y los objetivos de la Agenda 2030. Este compromiso no puede ponerse en cuestión. Algunos, desde planteamientos muy reaccionarios, vinculados a partidos de ultraderecha, aprovechando el río revuelto, y rozando el ridículo, lo cuestionan, incluso señalan estos objetivos ambientales como el mayor problema para los agricultores y ganaderos. Hay que combatir este discurso, sin ambages. La agricultura y ganaderías europeas solo tendrán futuro en el marco de los compromisos del Pacto Verde. El componente ambiental ha de ser, además, un argumento fuerte para solicitar una PAC con más recursos y con un reparto mas justo de las ayudas, que priorice a las explotaciones familiares, pequeñas y medianas que, desde la multifuncionalidad, son las que vertebran el territorio, combaten la despoblación y cuidan del medio ambiente.
Es muy necesario hacer un esfuerzo pedagógico, hacia los agricultores y ganaderos, con los que, insisto, hay que contar para aplicar las medidas y para que éstas sean exitosas y consigan los objetivos propuestos en el Pacto Verde. Pero también hacia la sociedad en su conjunto, para que vea a los agricultores y ganaderos como un colectivo fundamental para el progreso social, en el desarrollo del medio rural, la preservación del medio ambiente o la garantía de la seguridad alimentaria. Quizá las manifestaciones de estos últimos días, que demuestran la fuerza del sector, mayoritariamente desde el respeto, y que han contado con un gran apoyo social, puedan constituir un punto de inflexión a este respecto.
Ajustando el foco, en el caso de España, hay algunas medidas en las que el gobierno ha actuado con rapidez y contundencia en los últimos años. El volumen de ayudas nacionales -al margen de la PAC- por la sequía, los efectos de la guerra de Ucrania o las consecuencias económicas de la pandemia, ha sido el más alto de nuestra historia. También, la subida exponencial del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de los últimos años o la reforma laboral, han tenido en cuenta, me atrevería a decir que, por primera vez, al eslabón más débil de la cadena agroalimentaria, los trabajadores asalariados del campo, tantas veces olvidados.
Es momento, ahora, de afrontar otras cuestiones. La defensa a ultranza de un modelo de agricultura familiar, que se asienta sobre pequeños y medianos emprendedores en nuestros pueblos, profesionales de la agricultura y ganadería, es urgente, imprescindible, si queremos que nuestro sector tenga futuro. Para ello, urge una PAC orientada a este modelo de explotación, que les priorice de verdad, que sea más sencilla y fácil de entender para nuestros agricultores y para el conjunto de la sociedad. Y es muy necesaria la elaboración de una ley de agricultura familiar que blinde este modelo de agricultura, que canalice la prioridad política hacia ellas, de tal forma que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y con los productores y operadores del feroz mercado global.
Y por supuesto, como ha comprometido el presidente del Gobierno, reforzar la Ley de la Cadena Alimentaria, para que exista rentabilidad en todos los eslabones, principalmente en el más débil, el primero. Que los costes sean razonables para todos, que los márgenes comerciales nos sean abusivos y que los precios sean dignos para todos. Parece muy lógico, pero no es fácil de lograr. Sin embargo, la batalla es necesaria, también muy urgente
Es evidente que la movilización de los agricultores y ganaderos tiene una motivación económica. Pero en la demostración de fuerza de estos últimos días hay también un deseo de decir a la sociedad de nuestro país algo así como: “Aquí estamos. Formamos parte de la sociedad, producimos alimentos y somos importantes. Y así queremos que nos veáis”
Nos lo están pidiendo. Y debemos escucharlos. Es momento de estar con ellos, de apoyarles y entenderles. No sólo estos días. Siempre.
En primer lugar, Garzón era el líder de Izquierda Unida, y
en el mundo rural minifundista, el de los pequeños propietarios, el de
los autónomos, hay una larga tradición de enemistad con la izquierda,
vista como una amenaza a la propiedad privada. Porque en territorios
como Castilla y León, el agricultor es y ha sido mayoritariamente un
pequeño propietario, y no un asalariado como por ejemplo el jornalero
andaluz que trabajaba para un señorito. Históricamente, los pequeños
propietarios siempre han constituido una zona de confusión y conflicto
en la tradición marxista y en el movimiento obrero. ¿Pequeñoburgueses u
otra víctima del capital? ¿Amigos o enemigos? En no pocos lugares, las
identidades políticas se han construido en torno a esa lucha fratricida
entre los desposeídos y los casi desposeídos del todo. Esto sigue
presente, y creo que es lo que explica el hecho de que un ganadero que
trabaja a pérdidas por culpa de tratados de libre comercio vote opciones
neoliberales. No es algo exclusivo del campo: ocurre lo mismo con los
autónomos de las ciudades. No hay espacio aquí para hablar del gran
error de considerar al pequeño propietario el enemigo, como si fuera lo
mismo poseer Inditex que una zapatería o una cafetería de barrio. Pero
sí tengo que resaltar que en el campo ese error sale aún más caro,
porque el poso histórico del miedo a la pérdida de la tierra que da de
comer es mucho más grande de lo que pueda parecer. Esto es lo primero
que la izquierda tiene que entender.
No, no va a funcionar hablar de ecologismo. Primero,
porque es percibido como algo de izquierdas. Así de sencillo y así de
complejo. Pero además, no va a funcionar porque los agricultores y
ganaderos sienten que se les hace pagar a ellos la factura ecológica de
todos. Es uno de sus hartazgos. La Unión Europea le está sacando partido
a la ola verde de las protestas de 2019. Pone medidas restrictivas
dentro mientras firma tratados de libre comercio con países que desde
luego no participan de pacto verde alguno. Y si los agricultores
protestan, siempre podrán decir a la opinión pública que la UE quería
ser verde, pero que estos señores bloquearon las calles con tractores
pidiendo volver a lo de siempre. Y así, Von der Leyen y compañía ya
tendrán lo que buscan: que se acreciente ese falso dilema entre el mundo
rural y el desarrollo sostenible; que los de abajo se enfrenten entre
ellos. Por eso ha sido muy inteligente la maniobra de retirar la ley que
pretendía reducir el uso de pesticidas.
Además, mientras se ponga el acento en la cuestión
ecológica, no se pone en la económica. Mientras debatamos sobre los
mililitros de fertilizantes permitidos que recoja la siguiente
normativa, no hablamos de que todo apunta a que de aquí a unos pocos
años toda la agricultura y la ganadería estarán en manos de grandes
corporaciones transnacionales, y que los pueblos de Europa estarán más
vaciados si cabe, porque arruinados, sus habitantes pasarán a formar
parte de la masa desempleada o precarizada de las ciudades. Es muy
difícil y a la vez muy fácil: hay que hablar en términos económicos, hay
que explicar adónde se va el dinero que están dejando de ganar los
agricultores, para que todos tengamos claro quiénes son los culpables y
dónde está el enemigo. Sin perdernos en detalles, por muy importantes
que puedan ser esos detalles. Hay que ir a lo estructural; hay que hacer
una suerte de pedagogía de lo estructural. Porque en los últimos años
se ha querido articular tantas demandas distintas, que quizá hemos
acabado por perder de vista la demanda que tiene que articular a las
demás, eso que podríamos llamar “la demanda estructural”. Y no es que
haya demandas que no sean importantes. Lo que ocurre es, entre otras
cosas, que lo que se está haciendo no funciona, porque interpela sólo a
quienes se identifican con la izquierda. Se podría ir al campo a hablar
en términos de ecologismo y vestidos con chaquetas de coderas, pero les
puedo ahorrar el trabajo: no va a funcionar. Y la razón de ello,
insisto, no está en el contenido del mensaje, está en una cuestión de
identidades. Se percibe una amenaza de izquierdas, pero no la amenaza
neoliberal, y eso hace que si la lucha contra las macrogranjas o contra
el libre comercio la abandera alguien con ropaje de izquierdas, esa
lucha será lucha del enemigo y se percibirá como un ataque.
Se pueden crear nuevas identidades, claro está. Se suponía
que, desde el análisis de Mouffe y Laclau, era lo que pretendía hacer
el primer Podemos, pasando de la dicotomía izquierda-derecha a los de
abajo contra los de arriba. Pero al final todo quedó en un nuevo partido
de izquierdas, y lejos de interpelar a una mayoría, la mitad del país
vio el proyecto como algo situado a la izquierda de la izquierda. O sea,
como al enemigo. Y ahora, una vez muerto el espíritu del 15M, ¿sigue
habiendo oportunidades de articular un “los de abajo” contra el
capitalismo salvaje? ¿Por dónde empezamos? Las nuevas identidades no
nacen de la nada, sino que surgen a partir de las que preexisten, que se
funden, se separan, se desarrollan, mutan… Y es una mala idea pretender
que surja una nueva identidad popular partiendo de la identidad
“izquierda”, porque no va a funcionar. Desde sectores como el campo
(pero no sólo), todo lo que surja a partir de la izquierda se verá como
un otro amenazante: en el peor de los casos, un otro enemigo, y en el mejor, un otro que habla desde lejos y que los mira con condescendencia.
La lejanía y la condescendencia, aunque sean
involuntarias, se aprecian en el propio uso del lenguaje: ¿por qué los
medios de izquierdas hablan de los “campesinos”, si es un término con el
que jamás se identificaría un agricultor? ¿Saben dónde no se cometen
esos errores? En Vox. Y ojo, no hay que confundir la capitalización que
hace Vox de la causa de los agricultores y ganaderos con la acusación de
que sea ese partido quien los esté convocando. Porque ahora se está
hablando de dos tipos de agricultores: los fieles a los sindicatos, cuya
lucha es legítima, y los que pasaron por encima de estas organizaciones
y convocaron sus propias manifestaciones el 6 de febrero, presentándose
a estos últimos como marionetas de Vox que alteran el orden público con
métodos fascistas por no tener una autorización de la subdelegación del
gobierno que corresponda. Si la izquierda quiere una receta para
terminar de regalarle a Vox la causa del campo, ahí la tienen: continúen
insultando a un gremio al borde de sus límites, y sobre todo, alíense
con sus enemigos.Porque, créanme, ahora mismo la inmensa mayoría de los
ganaderos y agricultores de este país ve en los sindicatos agrícolas a
un lastre con el que ya no están dispuestos a seguir cargando. Y no, esa
misma inmensa mayoría, no ha acudido a ninguna cita de Vox. Es difícil
saber aún quiénes han liderado la organización del movimiento y qué
intereses puede haber detrás, pero a efectos de esta guía, me da igual:
los agricultores no han sacado los tractores pensando en acudir a un
acto de Vox.
Pero si seguimos por este camino, quizá la próxima vez sí
lo hagan. Se le está poniendo en bandeja a Vox que capitalice un
movimiento al que probablemente se le sumen los transportistas y quizá
al final todos los autónomos. Sigan llamándoles fascistas, hasta que al
final se dé una profecía autocumplida en media España. Después, ustedes
dirán que ya avisaron del peligro. Yo diré lo mismo.
-------------------
* Bárbara del Arco es profesora de filosofía en Las Palmas de Gran Canaria, pero procedente de un pueblo de Zamora.
Cuando te equivocas de diana, o escupes contra el cielo.
La dimensión continental de esta contestación evidencia el carácter estructural
de los problemas del sector primario. Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual. Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó
durante décadas gracias a su modernización e industrialización,
pero que se encuentra estancada desde principios del siglo XXI. Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar
entre unos endeudados y empobrecidos campesinos.
La PAC
nació en 1962. Desde entonces, se está subvencionando la agricultura en
Europa. Hay que potenciar la soberanía alimentaria pero protegiendo a
los pequeños agricultores, no a grandes empresas que trabajan en Europa
pero también en países con menos exigencias sociales y
medioambientales. Hay que cuidar a la agricultura pero no a cualquier
precio. El cambio climático es una realidad de la que no podemos
escapar. Por muchas tractoradas, la lluvia no se puede subvencionar.
Manifestación de agricultores en Belfort (Francia) 31 enero de 2024. / Thomas Bresson (vía Wikimedia Commons)
Las botas pardas se tiñen del marrón del barro. Algunos dirigentes de
la extrema derecha europea habrán pisado más el campo en estas últimas
semanas que en el resto de sus vidas. Desde Vox hasta Alternativa para
Alemania, pasando por la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen o
Hermanos de Italia, las formaciones ultras pretenden instrumentalizar la
actual oleada de protestas de agricultores. Y eso que promueven el
mismo modelo económico que tanto malestar genera entre los campesinos:
el capitalismo neoliberal.
Cuando faltan cuatro meses para las próximas elecciones europeas,
esta rabia del campo aparece como un regalo caído del cielo para la
ultraderecha, que ya tenía el viento en popa de cara a los comicios del 9
de junio. Si bien en 2019 las manifestaciones climáticas de los jóvenes
tuvieron una incidencia en ese escrutinio y favorecieron el crecimiento
de los verdes en la Eurocámara, la actual oleada de protestas
campesinas aparece como un síntoma del cambio de época. Es una señal del
efecto backlash (reacción conservadora) que sufre el ecologismo, pero también de los límites e incoherencias del neoliberalismo verde.
Alemania, Francia, Polonia, Países Bajos, Rumania, Italia… Es larga
la lista de los Estados donde se han producido este tipo de
movilizaciones, que también han alcanzado a España desde principios de
febrero. La dimensión continental de esta contestación evidencia el
carácter estructural de los problemas del sector primario. Los
agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de
manual. Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se
desarrolló y prosperó durante décadas gracias a su modernización e
industrialización, pero que se encuentra estancada desde principios del
siglo XXI. Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y
genera malestar entre unos endeudados y empobrecidos campesinos.
En 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibió el 16,6% de los fondos de la PAC
A eso se le suman las incoherencias de las políticas agrarias de la
Unión Europea. Por un lado, el hecho de dar una gran cantidad de ayudas
al sector, sobre todo los 41.400 millones de la PAC, pero hacerlo sin
criterios de justicia social –en 2020, el 0,5% de las explotaciones más
grandes recibieron el 16,6% de los fondos, con ayudas individuales
superiores a los 100.000 euros– ni climática –se reparten en función de
las hectáreas, lo que incentiva una agricultura productivista y
contaminante–. Por el otro, el haber renunciado a una regulación de los
precios que se pagan a los campesinos y haber suprimido los aranceles
sobre los alimentos de fuera de la UE, con la firma de tratados de libre
comercio.
Estos factores económicos no resultan las únicas explicaciones del
actual malestar agrícola –tambiénalimentado por las sequías, el exceso
de papeleo, las normas medioambientales, la competencia “desleal” de los
productos ucranianos…–, pero han influido en el estallido social de
esta profesión, tan desigual como precarizada.
“Queremos vivir de
nuestro trabajo”, “Cuando llego a final de mes, no me queda ningún
ingreso neto. Vivo gracias al salario de mi mujer”… Testimonios como
estos resultan habituales entre los campesinos que han cortado
carreteras en Francia.
Grupúsculos ultras se infiltran en las protestas
A pesar de ello, los grandes medios y buena parte de la clase
dirigente han impuesto una interpretación mucho más simplista y parcial:
el campo contra la ecología. Este diagnóstico solo tiene en cuenta las
últimas gotas que han colmado el vaso –la supresión de la subvención del
diésel rural en Alemania o Francia o una reducción del tamaño de las
granjas en Bélgica o Países Bajos– en lugar del caudal de este malestar.
También sirve para no cuestionar a la industria alimentaria y la gran
distribución –una de las dianas predilectas de los campesinos
movilizados– ni los dogmas económicos neoliberales, como la no
regulación de los precios o los tratados de libre comercio. Y, de hecho,
se trata del mismo marco discursivo de la extrema derecha.
Los grandes medios y parte de la clase dirigente han impuesto una
interpretación simplista y parcial: el campo contra la ecología.
“La ecología se lleva a cabo de manera sistemática en perjuicio de
nuestros campesinos”, dijo a la cadena TF1 Jordan Bardella, número dos
de la RN. Era el 20 de enero y apenas dos días después de que hubieran
empezado los primeros cortes de carreteras, el cabeza de lista en las
europeas del lepenismo intentaba instrumentalizar las protestas
visitando una explotación ganadera en el suroeste de Francia, propiedad
de simpatizantes de su partido. Ese ejercicio comunicativo no terminó de
salirle bien, ya que luego se supo que esos mismos granjeros habían
robado el año pasado tres hectáreas y 39 fardos de henos. Pero inauguró
el desfile preferido en las últimas semanas de los dirigentes ultras: el
del campo.
Ya sea haciéndose el imprescindible selfi encima de un tractor o a
base de tuits, los Le Pen, Abascal o Geert Wilders quieren sacar rédito
electoral a la rabia del campo. Además, militantes de grupúsculos
neofascistas participaron en protestas de viticultores en Montpellier,
donde hicieron proclamas de “más para nuestros campesinos y menos para
los migrantes”. Y a principios de enero, el ministro de Economía alemán,
el verde Robert Habeck, quedó bloqueado en un ferri en el norte del
país debido a una concentración de campesinos cabreados, organizada a
través de un canal de Telegram conspirativo y xenófobo.
¿La extrema derecha saldrá beneficiada?
Más que su presencia en las protestas, el riesgo de la ultraderecha
es ideológico y electoral. “Desde principios de los años 2000, el auge
del lepenismo se debió a su capacidad de implantarse electoralmente en
los territorios rurales”, explica el historiador Edouard Lynch,
especialista del mundo agrícola y profesor en la Universidad
Lumière-Lyon 2, refiriéndose a la estrategia de Marine Le Pen de
convertirse en la portavoz de la “Francia de los olvidados”. La mayor
parte de los 88 diputados de RN en la Asamblea fueron elegidos en
circunscripciones rurales en las legislativas de 2022. Es el mismo
modelo “ruralista” que intenta aplicar Vox en España.
Hablar del “campo” no solo sirve para intentar seducir electoralmente
a los campesinos –el 30% de ellos votó a Le Pen o Zemmour en la primera
vuelta de las presidenciales de 2022, un porcentaje parecido a la media
del país–, sino también a todos los habitantes de los territorios
rurales y periurbanos. Ellos ya habían estado sobrerrepresentados a
finales de 2018 en la revuelta de los chalecos amarillos, que marcó
asimismo la campaña de las europeas del año siguiente.
El Movimiento Campesino Ciudadano fue la primera fuerza en las elecciones provinciales de Países Bajos el año pasado
¿La ultraderecha sacará un rédito electoral a este malestar del
campo? “Me cuesta imaginar que no lo vaya a hacer”, reconoce el
politólogo Guillaume Letourneur. Sin embargo, este especialista de la
implantación rural de RN matiza que “esto dependerá de la oferta
electoral en las europeas”, en las que el presidente de la Federación de
los cazadores, Willy Schraen, liderará un nuevo partido ruralista.
“Quizás será esta lista la que saldrá más beneficiada por las
protestas”, sostiene Letourneur. Este nuevo partido francés se inspira
en el Movimiento Campesino Ciudadano, que dio la sorpresa en Países
Bajos y se convirtió en la primera fuerza en las elecciones provinciales
en marzo del año pasado. La candidatura de la España Vaciada también
pretende dar la sorpresa en los comicios de junio.
Demonizar la ecología sin caer en el climato-escepticismo
La derecha mainstream –desde la CDU en Alemania hasta el PP
en España, pasando por el macronismo en Francia– sigue con inquietud
esta evolución del electorado rural. Esto ha provocado que haya
endurecido su discurso contra el ecologismo. El presidente del Partido
Popular europeo, el alemán Manfred Weber, ya se había opuesto el año
pasado con claridad al Green Deal (Pacto Verde) de la Unión
Europea, a pesar de que esa batería de medidas ha quedado descafeinada
ante la influencia de los grupos de presión. “El gran problema es el Green Deal
y su visión claramente basada en el decrecimiento”, ha denunciado
recientemente el presidente de la FNSEA (principal organización agrícola
en Francia), Arnaud Rousseau, conocido por poseer más de 700 hectáreas.
Aunque la ultraderecha se presenta como defensora de los pequeños
campesinos, en realidad respalda las políticas que alimentan su malestar.
“Ante cada dificultad, ustedes se dedican a señalar a los
agricultores” y los presentan “como delincuentes, contaminadores de
nuestras tierras y como los torturadores de los animales”, reprochó el
primer ministro francés, Gabriel Attal, a una diputada verde en la
Asamblea Nacional. En lugar de hablar de “competencia desleal”, señalar a
la gran distribución o cuestionar la desregulación de los precios, el
Gobierno de Emmanuel Macron ha acusado de este malestar agrícola a los
ecologistas. Ha sacrificado varias medidas medioambientales, como el
final progresivo de la subvención del diésel rural o un plan para
reducir el uso de pesticidas, para responder a la rabia del campo.
Esta reacción representa, sin duda, una victoria ideológica para la
extrema derecha. Intentando distanciarse de los discursos
climatoescépticos, el lepenismo (y también los ultras en otros países)
afronta el debate sobre el cambio climático con una nueva estrategia. Lo
plantea como una confrontación entre el “falso medioambiente” punitivo,
que defienden los tecnócratas de Bruselas y los “burgueses” urbanos que
votan a la izquierda, y el “verdadero medioambiente” de los campesinos y
cazadores. Una posición puramente retórica y llena de contradicciones,
pero que también ha abrazado una parte de la derecha clásica.
Aunque la ultraderecha se presenta como la defensora de los pequeños
campesinos ante Bruselas, en realidad respalda aquellas políticas que
alimentan el malestar del sector primario. Votó en la Eurocámara, a
finales de 2021, los fondos de la PAC, repartidos sin criterios de
justicia social ni climática. También ha respaldado recientemente
acuerdos de libre comercio con Chile o Kenia. En cierta manera, la rabia
del campo refleja la paradoja en que se encuentra atrapada Europa: un
continente enfermo de un neoliberalismo que nutre el voto a la
ultraderecha. Y eso que esta defiende el mismo modelo que alimenta el
descontento
Unos 150 tractores de agricultores y ganaderos de la comarca han marchado en protesta por la situación que se vivie en el campo en la N-120 desde el km 75 en Espinosa del Camino hasta el kilometro 56
en Redecilla del Camino, donde daban la vuelta.
Concentración en el Chocolatero. Se han unido algunos tractores de la Rioja.
el 'faro' comunitario contra el aislamiento y la despoblación
“Estaba amargada. Pintaba y cosía pero era una
rutina que no valía para nada. Cuando empezó el proyecto ya no sabía ni
sonreír”, relata una de las integrantes del “núcleo duro” que participó
la creación de este espacio orientado a las personas mayores en una zona
rural del sur de Cantabria
La tarde de noviembre se cerraba sobre Torrelavega con una fina
lluvia, en Reinosa el cielo desaparecía bajo la niebla y olía ya a
chimenea pero a la altura de Orzales, el resto de la puesta de sol se
veía sobre el pantano del Ebro. Al llegar a La Población, a casi 100
kilómetros y una hora de distancia de Santander, sin apenas haber visto
ningún vehículo más en la última parte del trayecto, era casi de noche.
La luz que quedaba del día enfriaba el aire bajo el chirimiri pero a
través de las ventanas del ala oeste de las antiguas escuelas se
filtraba la suma de los halógenos cálidos, las estufas de pellet y una
sensación de comunidad en construcción.
El centro comunitario multiservicios Las Nieves se
parece a una vela en la oscuridad, una suerte de experimento frágil que
abre camino. Dentro del edificio, cedido por la Junta Vecinal al
Ayuntamiento de Campoo de Yuso, que financió su reforma, una veintena de
personas comienza a organizar las actividades de la tarde entre el
taller de ganchillo, la partida de cartas y las novedades de la última
jornada. A la entrada, Amalia Montes, una mujer pequeña y meticulosa,
sonríe y abre los brazos invitando al antiguo saludo protocolario con
dos besos bien estampados en las mejillas.
Tras las presentaciones improvisadas, José Ortega, el conductor
de la furgoneta de nueve plazas que estos días recorre al menos la mitad
de los núcleos de población de Campoo de Yuso -Sur de Cantabria. 14
localidades. 95 kilómetros cuadrados. 688 habitantes. El 35% de la
población mayor de 60 años- afirma: “Mi madre ya no vive, pero le
hubiera gustado ver esto”.
Orzales, Monegro, Villasuso, Servillas, La Riva, Lanchares y
Corconte: son los núcleos de población –algunos de ellos separados por
una distancia de 20 kilómetros– donde Ortega se detiene en la actualidad
para recoger a sus vecinas, que no son solo usuarias del centro
multiusos sino que han creado el espacio adaptado a sus necesidades e
inquietudes. Y por estas dos razones –servicio de transporte público
financiado por el Ayuntamiento e implicación de los ciudadanos en la
concepción del centro– la iniciativa impulsada por UNATE y la Fundación PEM se distingue de las demás y aparece como posible modelo a replicar.
Desde hace año y medio, para muchas vecinas –quienes se han
implicado desde el comienzo del proyecto han sido en gran parte mujeres
mayores, aunque hay más hombres mayores (52,1%) que mujeres (47,9%) en
el territorio– todos los caminos llevan a Las Nieves, convertido ya en un faro contra el aislamiento y la despoblación.
Campoo de Yuso es uno de los 55 municipios cántabros calificado como “zona rural con reto demográfico”: pura España vaciada,
un término que escama a quienes viven y trabajan en el área. “Lo que no
es posible es que venga un tío de Madrid a decirnos cómo tenemos que
hacer las cosas. Se nos quema Cantabria y se nos va a quemar España
porque nadie gestiona el sector forestal”, se arranca el conductor de Las Nieves:
“Te podría contar más, pero si me suelto, la monto. Yo tengo dos hijas
de cuatro y cinco años y quiero que vivan aquí y no en una ciudad, donde
nadie conoce al vecino. Eso es lo que se van a llevar”, sentencia
mientras sale por la puerta.
Mi marido se suicidó hace doce años. Después
de que falleciera pensé: 'hasta aquí he llegado, no voy a ir más
adelante'. Estaba completamente amargada. Ya no sabía ni sonreír, Amalia Montes
— Vecina de Campoo de Yuso
Amalia saluda de nuevo. Tiene 89 años y está acostumbrada a oír
eso de “nunca lo diría”. “Sí, ya, lo del pacto con el diablo”, ironiza.
¿Su rutina antes de la creación de Las Nieves? “Mi marido se
suicidó. El día 4 de noviembre hizo doce años. Estaba completamente
amargada. Pintaba, cosía, hacía cosas porque siempre he sido muy activa,
pero era una rutina sin ningún fin, no valía para nada. Después de que
mi marido falleciera pensé: 'hasta aquí he llegado, no voy a ir más
adelante'. Mi hija me quiso llevar a Barcelona, pero preferí quedarme en
la casa del pueblo. Cuando empezó el proyecto de Las Nieves ya no sabía ni sonreír. Ahora he conseguido encontrarme y sentir también el cariño de la gente”.
¿Y de las actividades del centro, cuál le gusta más? “A mí me
gustan todas, en todo lo todito que he podido entrar, he entrado.
Hacemos gimnasia, me doy masajes, he hecho 28 pares de zapatillas con
unos borletones -abre las dos manos- así de grandes. He tejido
mucho”, finaliza Amalia, no sin antes abundar en las pequeñas rencillas
intrínsecas de cualquier asociación entre seres humanos.
Entre tanto, Goyo Martínez calienta un café en el microondas. “Las Nieves
me ha dado estabilidad. Me quedé viudo hace cuatro años. Lo echas de
menos hasta por reñir, ya sabes, el roce hace el cariño, pero también
otras cosas. Ahora estoy jubilado por enfermedad. Yo antes me dedicaba a
desbrozar con la máquina por el monte. Desbrozar”, subraya.
“Esto está bien. Hablas con la gente, siempre se aprende mucho.
Cada día que pasa es una victoria. Todo lo que han traído está bien. A
veces te mandan hacer dibujitos y cuentas, que en casa igual no los
haces, para la memoria”, se carcajea. Goyo tiene un hijo y acaba de ser
abuelo hace 15 días. “Pero no te creas que estoy todo el día allí
metido”, confirma. “Como dice el dicho, el ratón y el casado a su
rincón”, apostilla.
José del Valle conduce su propio coche hasta el centro y entra
bien derecho. Sufrió un ictus hace cuatro años: “Porque me lo han
contado, pero no tengo ningún recuerdo. No sé cómo explicarlo, me quedé
parado un día después de estar viendo la tele y ya no pude seguir
subiendo las escaleras. Luego no conseguía darme la vuelta en la cama.
Después me quedé frío. Y mi mujer me dijo que había que llamar a la
ambulancia. Todavía me recuerdo diciéndole a los camilleros que cuidado
con los escalones porque es una casa vieja. Y después, nada. Volví a
casa en silla de ruedas”, relata.
“Toda la parte derecha me quedó paralizada”, cuenta José.
“Empezó la pandemia y ahí te quedas.. Me dieron el alta y sin más. Yo ya
daba mi situación por perdida. Gracias a Las Nieves he
recuperado el habla, por ejemplo. Aquí hay gente que viene a que le
soben la espalda, para mí fue una rehabilitación”. Y se toma muy en
serio sus citas con la fisioterapeuta, las clases de psicomotricidad y
el taller de actividades relacionadas con la memoria cognitiva mientras
continúa rehabilitando su vivienda –es carpintero– y atendiendo la
huerta.
Gracias al centro he recuperado el habla después de sufrir un ictus. Ha sido mi rehabilitación
José del Valle
— Vecino de Campoo de Yuso
Esther Longo considera que el centro ha sido positivo en
particular para las que viven solas. “Yo me dedicaba a tejer, pero ya me
cansaba todo el día con lo mismo. Antes había un baruco en el pueblo, pero nos lo cerraron también así que no había nada. Pasaba mucho tiempo sola. Ahora vengo a Las Nieves
todos los días que puedo y este invierno tampoco me voy a ir a
Santander como hacía antes”, afirma. “Calla, que me dice mi hija que en
el vídeo –una
pieza audiovisual que recoge extractos de las entrevistas realizadas
por UNATE y la Fundación PEM tras el inicio de la actividad– digo
que es que no me han dicho nada. Digo: ‘No, no, no, yo no he dicho
eso’”, se ríe. “Además, tampoco me iba a quedar a su casa, que yo tengo
un piso allí”.
La soledad no es el problema de Milagros González: “Tengo seis
hijos y nueve nietos, pero esto es un aliciente. Venir, charlar, salir
del entorno familiar. Además, hacemos estas manualidades –señala a las
banderitas de ganchillo que decoran la entrada de Las Nieves– y
viene muy bien para la cabeza. Estamos muy contentas con el centro.
Ahora vamos a hacer un árbol de Navidad también de ganchillo y mira tú
que el otro día entré en YouTube y qué coincidencia que en Almansa, que
ya hacían esas mantas de ganchillo para dar sombra, van a hacer lo
mismo”.
Los lunes, los miércoles y los viernes por la mañana hacen
gimnasia, según explica Milagros. “Los martes venimos por la tarde a
hacer ganchillo y el jueves lo dedicamos a echar unas cartas”. Esther y
Milagros son dos de las vecinas que José Ortega, el conductor, recoge
cada día: “Venimos de cachondeo desde que nos subimos al coche. Ya le
hemos dicho que menos mal que va con viejas, que si fuera alguna joven
cualquiera le aguanta”, bromean.
“El transporte es básico”, incide Elsa Herrero, el alma dinamizadora de Las Nieves.
Ingeniera técnica forestal y paisajista –“y florista”, añade– de
formación, conduce cada día 90 kilómetros –desde Valderredible hasta el
centro y de vuelta– para organizar la actividad diaria. Aunque su perfil
profesional es otro, y aunque acaba “agotada”, dice que el trabajo es
“muy gratificante”. “Me sale de manera natural. Luego está el tema más
de administración, porque al final lo hago todo yo”, reconoce.
“Y mira, si algo ha sido duro y ha costado”, continúa Herrero,
“es que quienes utilizan el transporte se acostumbren a avisar 24 horas
antes, porque funciona bajo demanda, y cada día hacemos la lista de
quién lo solicita. Lo que estamos viendo es que en este año y medio que
llevamos abiertos se está sumando gente nueva que empieza a venir de
forma habitual. A veces el conductor tarda hasta hora y media en traer a
todo el mundo. Casi cuando llegan las últimas se tienen que marchar las
primeras”.
Apoyo institucional
Amalia Montes, Goyo Martínez, José del Valle, Esther Longo y
Milagros González son solo algunos de los vecinos que forman el “núcleo
duro” –como lo define Elsa Herrero–, e incandescente de esta iniciativa
de la UNATE y la Fundación PEM que emite pulsaciones desde febrero del
año pasado gracias al apoyo del Instituto Cántabro de Servicios Sociales
(ICASS) y al compromiso del Ayuntamiento de Campoo de Yuso y, en
particular, de su alcalde, Eduardo Ortiz, y de la concejala de Servicios
Sociales, Noelia González.
Es un éxito rotundo y a nivel personal es lo más fructífero que he hecho y el dinero mejor empleado, Eduardo Ortiz
— Alcalde de Campoo de Yuso
“Es un éxito rotundo y, a nivel personal, de los 25 años que voy
a hacer como alcalde, es lo más fructífero que he hecho y el dinero
mejor empleado”, asegura Ortiz. “A mí me emociona porque muchas de las
personas que van al centro han sido empleados municipales y a veces las
circunstancias que los rodean después de jubilarse, al quedarse viudos o
viudas, con problemas familiares o de salud, son complicadas. Cuando
los ves allí, que van a la peluquería, que se arreglan para salir, que
aprenden historia o manejo del móvil, es una satisfacción”.
Aunque el centro Las Nieves abrió las puertas en junio
de 2022, el proceso de cocreación comenzó en febrero y fue un trabajo de
“pico y pala, puerta a puerta”, describe Ramón Gelabert, coordinador de
proyectos en la zona sur de Cantabria de la Fundación PEM. El fomento
de la participación, huyendo de modelos estancados en “perspectivas
tramposas”, como el concepto de “soledad no deseada” sin valorar las
causas de esa soledad o “la victimización” de las personas mayores con
“sesgos edadistas”, ha llevado a la construcción de un espacio común
donde “hacer, compartir y estar”, apunta Francisco Gómez Nadal,
coordinador operativo de UNATE. “En esta triple línea, donde al mismo
tiempo que no hay presión para hacer cosas se promueve la autogestión,
es donde surgen las propuestas y las iniciativas sin provocarlas”,
defiende.
Las Nieves, que este año ha contado con un presupuesto
“ajustadísimo” de unos 70.000 euros, ha conseguido asegurar su
supervivencia en 2024 con la participación de la Consejería de Inclusión
Social, Juventud, Familias e Igualdad de Cantabria. UNATE y la
Fundación PEM trabajan ahora en el diseño de un proyecto similar en la
localidad de Hijas, en el municipio de Puente Viesgo, que podría empezar
a andar en 2024. La metodología inicial será parecida, “pero seguro que
el resultado no es igual”, añade Gelabert. “Estoy convencido de que no
puede haber dos centros iguales porque todo depende de las necesidades
de los vecinos y futuros usuarios”, finaliza.
La experiencia del Centro Comunitario Multiservicios Las Nieves será una las protagonistas del próximoEncuentro nacional de experiencias de comunidades rurales amigables con las personas mayoresque
se celebrará los días 31 de noviembre y 1 de diciembre en Puente Viesgo
y donde participarán representantes institucionales, cargos
municipales, profesoras universitarias, periodistas, personas mayores y
responsables técnicos de programas de intervención en Cantabria,
Asturias, Navarra, Madrid y Cataluña.
«Lejos de ser una generación de cristal son la llave para cambiar el mundo».
«En la adolescencia hay una energía creadora que bien capitalizada puede ser impresionante»
Un centenar de jóvenes de entre 12 y 18 y una docena de docentes han protagonizado
este documental que «rompe con la percepción negativa que la sociedad tiene de los adolescentes»
Un gran número de vecinos de la comarca se acercó al patio del IES Hipólito Ruiz López para disfrutar del documental. SAÚL CANO MANSO. D.B
Belorado y Comarca han acogido el estreno de este documental protagonizado por alumnos de su Instituto de Educación Secundaria Hipólito Ruiz López.
Dirigido por Albert Cervera, de la firma Simbiotia, da voz a los jóvenes del mundo rural y recuerda que «lejos de ser una generación de cristal son la llave para cambiar el mundo».
‘Ruralescencia’ ya es una realidad. El cortometraje, dirigido por Albert Cervera y producido por la empresa Simbiotia, se ha estrenado en Belorado, la localidad en la que estudian y trabajan sus protagonistas.
‘Ruralescencia’ da voz a los adolescentes del medio rural, poniendo el foco en sus sueños, pensamientos, motivaciones y miedos y en lo que pueden aportar a la sociedad y al futuro.
Tras cinco meses de trabajo, el cortometraje se presentaba esta misma tarde en sociedad en la localidad burgalesa con la emoción de sus protagonistas en el ambiente. Los alumnos del IES Hipólito Ruiz López, que cumple treinta años de recorrido, se muestran en esta pieza audiovisual como el reflejo de una generación que llaman de cristal, pero que «en realidad está dispuesta a trascender, a ser diferente, a buscar nuevos caminos y a enfrentarse a los retos de un futuro incierto con las herramientas que tienen a su alcance».
La responsable de que este proyecto se haya llevado a cabo es Beatriz Vega, profesora del instituto beliforano, quien tras visionar el documental ‘La llamada del bosque’ que buscaba impulsar el proyecto de creación de un bosque terapéutico en el soto de Castaños de Villar de los Barrios (El Bierzo), comarca de nacimiento de la docente, contactó con Cervera para «contarle todas las acciones que nuestros chavales llevan a cabo desde el instituto».
A Cervera le apasionó lo que conoció y sobre todo que los protagonistas fueran adolescentes. «En la adolescencia hay una energía creadora que bien capitalizada puede ser impresionante», señala el director del documental.
En ese mismo punto se expresa la docente del instituto. «Nuestros adolescentes son el futuro de la sociedad en la que vivimos» apuntaba la docente antes de que arrancara la grabación de la pieza audiovisual. «La gente no se lo cree. Pero después de años trabajando con ellos aprendes que la intensidad que les rodea no tiene una connotación negativa. Todo lo contrario».
Así, un centenar de jóvenes de entre 12 y 18 y una docena de docentes han protagonizado este documental que «rompe con la percepción negativa que la sociedad tiene de los adolescentes». Y es que los jóvenes han reflexionado en el documental «sobre cómo han cambiado las generaciones en relación con las personas mayores, cómo ha variado la forma en que se relacionan entre ellos y cómo está evolucionando el concepto de familia».
Una vez se visionó el documental, se celebró una charla coloquio y un ágape para compartir impresiones. Si bien el documental se estrenaba en la localidad beliforana, el objetivo de creadores y protagonistas es «llevarlo a todos los rincones posibles porque queremos que estos chavales vuelen alto», porque «ellos tienen la llave para cambiar a mejor el mundo en el que vivimos».
«Innovación y tradición en la producción de alimentos».
El medio rural es el entorno en el que se producen los alimentos con los que se alimenta toda la sociedad. Los y las agricultores y ganaderos son la base de una cadena alimentaria que se completa con las industrias alimentarias, de mayor o menor dimensión, y de carácter más o menos artesanal, y con los establecimientos de la distribución comercial.
Esa labor de producción de alimentos constituye la principal actividad económica de las zonas rurales, y supone también un importante repositorio de prácticas tradicionales y culturales sobre las que se articula la vida de los pueblos. Unido a ello, la producción de alimentos no es ajena a las importantes innovaciones tecnológicas que se incorporan constantemente a todas las actividades productivas.
El Concurso de Fotografía del Mundo Rural 2023 centra su temática general en esa labor de producción de alimentos, desde su obtención en las granjas y parcelas, hasta llegar al consumidor tras pasar por distintos procesos de transformación, envasado y distribución. Unos procesos en los que la modernización e innovación se introduce sin perder de vista la tradición.
En la producción de alimentos, la innovación y la tradición se dan la mano para lograr productos de la máxima calidad y del gusto de los consumidores y consumidoras, al tiempo que se salvaguardan sabores y prácticas que trascienden lo material para convertirse en cultura de nuestros pueblos y nuestra sociedad.
Premios
. Primer PREMIO: 600€. Patrocinado por el Foro Interalimentario
. Segundo PREMIO: 400€. Patrocinado por el Foro Interalimentario
. Tercer PREMIO: 300€. Patrocinado por el Foro Interalimentario.
. Premio a la mejor fotografía relacionada con los seguros agrarios: 400€. Patrocinado por ENESA
. Premio a la mejor Fotografía del Ovino y el Caprino en el medio rural en España: 400€. Patrocinado por INTEROVIC
. Premio a la fotografía del Patrimonio Cultural Inmaterial en el Medio Rural: 400€. Patrocinado por el Ministerio de Cultura
. Premio Fademur a la fotografía de las Mujeres Rurales: 400€ (Destinado a mujeres fotógrafas). Patrocinado por el Foro Interalimentario
. Accésit a las 20 fotografías finalistas: 80€. Patrocinado por el Foro Interalimentario.