"Dietario íntimo"
del Peregrino camino a Santiago
Geofroi de Buletot, año 1381
Hace 633 años, el 5 de abril de 1381,
Geofrodo de Buleto pasaba por Redecilla del Camino .
Hacía El Camino entre Najera y Burgos; lo hacía a caballo.
Fue una etapa dura, larga y además le robaron unos ingleses.
Este es el texto del diario de esa jornada
Burgos
6 de abril de 1.381, textual
"La jornada de hoy ha sido sin duda la más larga en cuanto aleguas: Nájera - Burgos.
Por eso he llegado tan tarde y me pongo a escribir a la mañana siguiente, antes de salir a dar una vuelta por la Cabeza de Castilla. Me ha mareado la jornada de ayer. Atravesé ríos y montañas, recorrí lugares que ponen devoción, como son: Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega. He comido setas en los Montes de Oca, después que fui desvalijado por unos bandoleros o ladrones ingleses.
Ordenemos, pues, el relato, para que salga cada cosa a su tiempo.
La alberguería de Nájera depende de la Iglesia de Santa María; a la salida dirigí mis pasos por el hospital de la abadía, y me desvié hacia la iglesia de San Francisco. Había contratado antes, con un mozo de espuelas, la caballería que había de dejar en un corral de Burgos.
De la alberguería de los pobres de Nájera se dirá -a pesar de los robos a que fue sometida por varias veces-, lo mismo que del monasterio cluniancense del que dependía:
"Allí dan de grado por amor de Dios en los hospitales y tienes todo lo que quieres. Excepto en el hospital de Santiago, toda la gente es muy burlona. Las mujeres del hospital arman mucho ruido a los peregrinos, pero las raciones son muy buenas."
Me han hablado algunos peregrinos de lo compensador que resulta subir hasta San Millán de la Cogolla y, de paso, retornar al camino por el pueblo de Berceo, donde hasta hace poco, vivía un clérigo, buen rimador de temas referidos a los que al Apóstol de España van en romería. Desaparece el recuerdo de Carlomagno, para dar consistencia a la figura de Fernán González, tanto en Curueña como en Valpuerta.
Al llegar a Santo Domingo de la Calzada se toca el río Oja. Nada más construir el puente, se elevó una hospedería. Nose respira otro aroma que la presencia de aquel santo constructor de puentes junto con el de su discípulo Juan de Ortega.
En Santo Domingo me hablaron del caballero francés, poseso del "diablo", que camino de Compostela se libera de él en un rincón de la Calzada; además llegaron a mis oídos los dichos sobre Bernardo, el infeccioso purulento que se cura de la lepra, o peregrino normando que queda bien del ojo doliente. Nadie que pase por aquí dejará de visitar en la catedral el gallo y la gallina blancos, descendientes de aquellos otros que estaba comiendo el juez de Santo Domingo, en el momento en que el padre del muchacho normando -ajusticiado por la acusación de robar una copa de plata en el hostal de este pueblo- fue mantenido con vida por Santiago, no obstante hallarse en la horca, encaramado en la picota del pueblo. A la vuelta del viaje de Compostela, sus padres lo encuentran con vida; entran impetuosos en casa del juez, cuando engullía un buen plato combinado de gallo y gallina -¡Que vivan y cacareen y kikiriqeen esta aves del corral, si lo que me decís es cierto!- y, zás, se emplumaron de nuevo el pollo y la gallina asados. En recuerdo de tal milagro jacobeo, se conserva un par de gallináceas dentro de la catedral. Yo también, como otros, tomé varias plumas para colocármelas en mi sombrero de fieltro de ala ancha, que me protege contra el sol y la lluvia. Cada siete años -si no se mueren antes-cambian los animalitos por otros. A lo que ya no me presté fue a alargarles, por ver si picaban, unas migas de pan, colocadas en la punta del bordón, como es usual entre los más supersticiosos. Dicen los crédulos que eso da suerte para llegar a Compostela.
Grañón, Villarta, Redecilla del Camino, Belorado, Villafranca, nos conducen ariscamente a los Montes de Oca.
Antes de llegar a San Juan de Ortega fuimos sorprendidos por profesionales del hurto, ingleses que nos robaron. Lo único que nos dejaron de valor fue el caballo. Despojado de la escudilla, se me escurrieron todos los lises y florines. Tendré que ir mendigando hasta Compostela. No pocos lo han ensayado con éxito antes que yo.
No sé si será Thomas de Londres el que nos desvalijó. Lo indudable es que se me vinieron al magín las historias recientemente sucedidas, referentes al inglés Odín de Merry, que se hacía amigo de los romeros y acudía con ellos a las posadas para salir de tapadillo a medianoche con el victorioso productos del robo. Lo mismo que a Londres, le tocará ser llevado a la horca este otro inglés que "de noches que dormía en su lecho, seis florines de oro que le descosió de la manga de la saya e assí lo manifestó"
Y eso se lo hizo a un romero jacobita. En la Baja Navarra fue hecha justicia "de dos ladrones que robaron ros rumeos alemanes en el hospital de Izuat, de los quoales el uno fue enforzado, el otro azotado y desorellado".
Tuvimos suerte porque no nos dieron brevajes, como a otros, para dormirnos y reducirnos a inactividad. Eso suelen hacer después de sacarte la conversación de la sed. Te ofrecen un potingue y caes sin sentido.
Era también inglés, y por estas tierras fue ahorcado, aquel que "daba yerbas a los romeos a beber en los caminos e se adormecían y así los robaba" . El que nos desvalijó, lo hizo a base de enseñarnos amenazadoramente un cuchillo. Era aquello de la bolsa o la vida. Le di la bolsa, perfiriendo limosnera a lo largo del camino de Astorga. de esta manera decidimos ir por San Juan de Ortega, doléndonos un poco no haber aceptado las camas y la buena pitanza que nos ofrecían, en Villafranca de Montes de Oca. La culpa la tuvo el caballo. Por ir en él, bien enjaezado, debieron creer que era rico. Subiendo por estos montes de Oca feneció el hijo pequeño de un matrimonio peregrino. Las lágrimas de su madre se derramaron en tal medida que provocaron la resurección del muchacho, según cuentan las leyendas aúreas de Santiago, que son como "guías" de turismo de este viaje colosal.
En San Félix de Oca se me ha atravesado un arco de herradura mozárabe.
Entre robledales nos acercamos a Urtica, lugar muy frecuentado por los maleantes. Justamente, san Juan de Ortega funda un monasterio y una alberguería para defender a los romeros contra los ladrones que, por día y noche, robaban y mataban a cientos de peregrinos. Hoy está más pacífico. Hasta San Juan de Ortega acuden los estériles. Te hablan del borriquillo sobre el que iba montado un tullido que se cura. Y de las manzanas que pidió un niño irlandés.
La piedad romera encuentra motivos de devoción antes de acercarse a Burgos, por Ages, Atapuerca, Rubena y Gamonal. Por último, muchos de estos puentes comarcanos se deben a la pericia ingenieril de san Juan de Ortega, natural del pueblo de su nombre".