jueves, 10 de marzo de 2022
Vulnerabilidad socioambiental en la España Rural, Investigación SEVeRas.
lunes, 7 de marzo de 2022
Los bosques del Barranco de Artaso.
Enclavado en el municipio de Ojacastro, encontramos el desconocido barranco de Artaso. Un pequeño torrente que desagua su flujo hídrico hacia la margen izquierda del río Oja o Glera, aguas abajo de la mencionada localidad. La quebrada orografía que presenta este montaraz paraje riojano, permanece sutilmente camuflada entre la espesura de sus bosques frondosos. Una dilatada masa forestal que tapiza por completo las vertientes solanas y umbrías de este arbolado pie de monte demandés. A medida que nos adentramos a lo largo de su restringida cuenca fluvial, rumbo oeste, vamos notando como el fondo de su valle se va haciendo cada vez más estrecho y abrupto, hasta quedar encajado entre escarpados muros de roca sedimentaria. Y es que en sus tramos más accidentados, las verticales paredes que jalonan el barranco de Artaso llegan a superar los diez metros de caída.
Vistas del barranco a mitad de verano, con su magnífico arbolado reverdecido y lustroso. En verde oscuro tenéis los hayedos, colonizando las vaguadas y fondos de valle húmedos y sombríos, mientras que en verde cano podemos contemplar la marcada distribución que establecen los melojares, ocupando las cabeceras y topografías convexas, más soleadas y secas.
Este modelado topográfico es frecuente en toda la zona media del río Oja, correspondiéndose con la presierra demandesa, y es motivo de la composición lítica que en origen ostentan gran parte de sus suelos de aluvión. Si ahondamos en la naturaleza de su gea, podemos descubrir como el basamento o los cimientos sobre los que se erige dicha comarca, se hallan constituidos en su mayoría por conglomerados sedimentarios de origen Terciario. Como ingrediente primordial de esta clase de litología encontramos gravas, integradas por cantos rodados de diversas dimensiones, a la vez inmersas en una matriz arenosa, poco coherente y suelta. Dicha circunstancia geológica propició una importante acción erosiva, generalizada en tiempos pasados, cuando la cubierta vegetal del entorno se encontraba muy diezmada por la acción del hombre y sus ganados, lo que favoreció el desarrollo de profundos “tajos” o “barrancas“. A través de los mismos, durante las épocas de crecida y fuertes lluvias, se canalizaban arrolladores torrentes de agua. Al mismo tiempo, auspiciadas por un considerable desnivel altimétrico, sus desbordantes corrientes iban socavando, arrancando y trasportando ingentes masas de piedra y sedimento. A vueltas, rodando barranco abajo. Disolviendo y seccionado progresivamente los frágiles márgenes que procuraban reconducir el cauce fluctuante del arroyo de Artaso, hasta convertirlos en la quebrada garganta que podemos apreciar hoy en día, cubierta y camuflada ya de vegetación colonizadora.
Perfil edáfico del barranco de Artaso tras ser disuelto y disgregado por la acción erosiva del agua. En la sección vertical pueden apreciarse un afloramiento de gravas con diferente granulometría, incrustadas inestablemente en un masa de arena fina y suelta.
Increíbles paredes verticales flanquean la barranca de Artaso. Gravas, aglomeradas con arena, constituyen los frágiles sedimentos geológicos que cimentan el pie de monte de la Sierra de La Demanda riojana. Estos conglomerados de borde de cuenca, forman un sustancial relieve geológico a caballo entre las cumbres del Sistema Ibérico y las llanuras del Valle del Ebro, extendiéndose de este a oeste por gran parte de la región.
La importancia de este espacio natural radica en la extensión y estado de conservación que atesoran sus inmensos bosques caducifolios. Sus dominios forestales superan las 300 ha de superficie.
En la umbría, empezamos observando un tipología de rebollar húmedo que conforma un bosque mixto de gran valor y riqueza florística, en el se entremezclan, además de robles: avellanos, cerezos silvestres, fresnos, arces y tilos. El estrato arbustivo es muy variado. En el mismo comparten hábitat acebos, madreselvas, rosales silvestres, espinos, boneteros, hiedras y brezos. Esta evidente pluriestratificación, medida en niveles, resulta encomiable; pues sirve para conectar la cadena de múltiples biotopos que se reparten entre las copas de los árboles y el suelo del bosque, aumentando con ello la prosperidad y valía biológica de este ecosistema natural. Entre las hierbas vivaces destacamos las especies nemorales, adaptadas a vivir en los espacios más frescos y sombríos, bajo el sotobosque de fronda: Viola riviniana, Primula acaulis, Sanicula europaea, Lilium martagon, Doronicum plantagineum, Scilla lilio-hyacinthus, Asperula odorata, Melica uniflora. El grupo de los helechos cuenta con grandes y vigorosos representantes, acantonados a menudo sobre las paredes húmedas y rezumantes del barranco, lo que confiere al terreno una sugerente impronta selvática primaveral. Por su parte, la proliferación masiva de líquenes y musgos, abrazando troncos, ramas y piedras por doquier, nos indica unas excepcionales condiciones de pureza y calidad del microclima ambiental.
La riqueza botánica del bosque mixto húmedo, con su verdor y frondosidad, sobrecoge al visitante primaveral.
Turgentes alfombras de musgo revisten luminosamente los fustes de estos viejos robles rebollos.
En los reductos más frescos y resguardados, el estrato liquénico, presidido por líquenes, ostenta una notoria representación dentro del biotopo forestal. En esta imagen preinvernal, podéis valorar como los líquenes llegan a cubrir una cuantiosa porción del dosel arbóreo.
Algunos representantes de la flora nemoral umbrófila: Doronicum plantagineum, Aperula odorata y Viola riviniana.
Los hayedos se encuentran en franca expansión, ganando terreno a costa del rebollar, al que va desplazando y ahogando con el paso del tiempo. Las hayas, comienzan por ocupar las vaguadas más umbrías y húmedas de las laderas, para más tarde ir invadiendo cerros y divisorias, regenerándose eficazmente a la sombra de otras especies. Gracias a esto, en este paraje podemos observar las diferentes etapas que componen la vida de un hayal. Desde sus primeras fases de colonización, en las que sus brinzales forma arboledas mixtas en compañía de otras especies, hasta los últimos estadios de madurez, representados por vetustos ejemplares supervivientes, solitarios, y, a menudo, en avanzadas condiciones de decrepitud. La observación de hayas mochas o descabezadas, con aparentes vestigios de ramaje horizontal y muñones en sus nudos, evidencia que el bosque pudo encontrarse más aclarado y tratado en tiempos pretéritos. Asemejándose a una dehesa. Posiblemente al estar vinculado a antiguos aprovechamientos silvopastorales, ligados a la extracción comunal de maderas y leñas, al carboneo o a la voraz ganadería extensiva.
La vistosidad y contraste del hayedo primaveral, copiosamente regado por las lluvias, rivaliza con sus más afamados tonos cromáticos otoñales.
En un tramo del desfiladero, podemos observar una incipiente tejeda, que cuenta con varias decenas de jóvenes pies que crecen guarecidos sobre los farallones del cantil. En el fondo húmedo del barranco contamos con poblaciones relictas de la ciperácea Carex flexuosa y del arbusto Viburnum opulus, denominado Mundillo o Bola de Nieve, no citado por ahora en ningún otro punto del valle del Alto Oja.
Pequeños regatos intermitentes alimentan las corrientes que fluyen por la barranca del Artaso.
A nivel forestal, la solana de Artaso se halla algo más deteriorada que la umbría. Está cubierta por un dilatado rebollar de aspecto denso e intrincado, donde se cuentan demasiadas cepas con pies puntisecos y envejecidos, esquilmadas por la sobreexplotación de antaño. Los desbroces y claras selvícolas son necesarios para mejorar la estabilidad y grado de salud de ésta y de otras valiosas masas autóctonas de robledal presentes en la ibérica riojana, en concreto en todo el Medio Oja, descapitalizadas tras el abandono de usos agroforestales. En la desembocadura del barranco, en una solanita abrigada, se extiende la única formación de encinar que todavía perdura en la zona montañosa del Oja, apenas supera las 10 ha de terreno. Sin ir más lejos, el fito-topónimo de Artaso tiene su origen en la voz vasca “arte-artadi“, que significa encina. Lo que sin género de duda hace honor, desde antiguo, a su pequeño bosquete de encinas oscuras.
Todo esto y mucho más podemos contarte acerca del mágico e inexplorado Bosque de Artaso ¿Existe un mejor lugar para hacerlo que en mitad de dicho bosque?
viernes, 4 de marzo de 2022
¡Los riojanos de Burgos o los burgaleses de La Rioja!
Con ese panorama tan anárquico las Cortes de
Cádiz deciden hacer una reorganización territorial de España... Además de esa variedad de tipologías y de
dependencias administrativas, unos territorios estaban mezclados con otros, no
había continuidad geográfico/administrativa.
La reestructuración del Estado llevada a cabo en el Trienio Liberal aprobó la provincia de Logroño, constituyéndose oficialmente a comienzos de 1822. Aquella 1ª provincia de Logroño contaba con un mayor territorio: Rioja Alavesa, Riojilla burgalesa, parte del norte de Soria, algunos municipios de
Pero la reacción absolutista de Fernando VII en 1823 acabó con los planes del Trienio Liberal y en octubre de ese mismo año se volvió a la división anterior.
Fue el 30 de noviembre de 1833, con la llegada de nuevos liberales tras el fallecimiento del rey. Javier de Burgos, Ministro de Fomento, diseñó un nuevo mapa provincial para intentar resolver la secular atomización del Estado. Se aprueba una demarcación similar a la actual, en la que Redecilla y comarca está dentro de la nueva provincia de Burgos.
Pero en 1836 Redecilla del Camino vuelve a la provincia de Logroño, y, por fin, el Decreto de 24 de Febrero de 1837 vuelve a la delimitación de 1833, que es en la que ha permanecido[2].
Está
claro que el Decreto de 1822 no tuvo
efecto, y es por lo que el Decreto de 30 de Noviembre de 1833 se considera como
la fecha real del cambio y constitución definitiva de nueva provincia de
Burgos, y de la 1ª provincia de Logroño conocida hasta esa fecha, (y no como dicen en el Diario de Burgos de estos días)
Hubo un periodo de 15 años de implantación de la organización territorial de España, en los que se estudia, se consulta... las nuevas fronteras provinciales.
Hubo
diversos proyectos previos de división y en
los primeros la mayoría de los
pueblos de la comarca actual se incorporaban a la nueva provincia de Logroño.
Esto se puede apreciar en el proyecto de divisoria de 1822, y se ve en el mapa
adjunto: De Belorado para abajo inicialmente se incorporaban a la provincia de
Logroño.
Pero fueron los pueblos de actual partido de Belorado los que se desmarcaron de esa pretensión riojanista, y solicitaron salir de ese proyecto de provincia de Logroño, e integrarse en la nueva provincia de Burgos. Ya en 1821, al menos Belorado y Cerezo de Río Tirón, se desmarcaron de la incorporación a la nueva provincia de Logroño y solicitaron por carta a las Cortes que el partido de Belorado permaneciera en la provincia de Burgos.
F. Javier Díez Morrás intenta explicar
esta opción: “Quizá fue la definitiva
elección de Logroño como capital de la provincia una de las razones que provocó
ese deseo por formar parte de Burgos”[3].
Cabe
recodar que hasta el año 1833 Redecilla
del Camino y comarca estuvo incardinado en el partido de Sto. Domingo de la Calzada, que a su vez pertenecía la
enorme provincia de Burgos que comprendía parte de Palencia, la actual Burgos y parte
Logroño actual y territorios de la actual Soria.
web bermemar.com |
Mapa riojanista, composición patriótica al uso. Estos tampoco parecen conocer bien el territorio, porque a Redecilla del Camino lo colocan más/menos en Valmala o en Sta. Cruz de V.U. |
miércoles, 2 de marzo de 2022
Ganadería entre árboles: una fórmula perfecta, silvopastoralismo.
Ganadería Cobrana. Somiedo.Asturias. |
Diego Cobrana es uno de los no más de 15 ganaderos del valle, y cuenta con una cabaña formada por más de 200 vacas de la raza asturiana de los valles. “A partir de abril o mayo, según como venga el año, las subiremos a las brañas (los pastos y prados situados a mayor altura), pero ahora pastan entre cualquier tipo de vegetación que tenemos más abajo, por ejemplo entre hayas, donde siguen comiendo hierba y algunas hojas caídas”, afirma este joven ganadero continuador de una tradición familiar de varias generaciones. Sus reses también se mueven entre fresnos, acebos y serbales de los cazadores, dos especies estas últimas apetitosas para un conviviente salvaje de las vacas, el oso pardo. “El oso no ataca, a veces algunos jóvenes simulan ataques como juego, y lo vemos porque subimos casi a diario a ver al ganado, porque el que sí puede hacer daño es el lobo”, apostilla Cobrana.
Pasamos de vacas a cabras, a las 50 de razas autóctonas (del Guadarrama y guisanderas) que Irene Jara y Mario de Castro tienen entre pinares del abulense valle del Tiétar. Las conozco bien porque, entre otras cosas, degusto casi a diario los quesos que elaboran con su leche desde Al Sur de Ávila, y comparto enseguida con ellos la inquietud que te entra al ver cabras comelotodo entre un denso pinar. “Ahora las tenemos entre pinos”, explica De Castro, “y se comen hasta los líquenes de los troncos, y es cierto que ramonean y comen los pinos más jóvenes, pero yo digo que por cada uno que comen plantan ocho con sus excrementos; piensa que de los cerca de tres kilos de estiércol que echa al día, dos se quedan en el bosque”.
Más biodiversidad y menos cambio climático con el silvopastoreo
No obstante, como apuntaba Diego Cobrana y ahora corroboro entre los cabreros de Santa María del Tiétar, resulta esencial un buen manejo del ganado entre bosques para que no haya un excesivo pastoreo que afecte a la capacidad de regeneración de la vegetación. “Tenemos un rodalillo (de rodal, conjunto de árboles que se diferencian de los dominantes en ese terreno) de castaños dentro del careo (las 60 hectáreas donde pastan) donde hasta diciembre comen incluso los erizos que cubren las castañas, y en verano las bajamos hacia los pastizales, a por la hoja del fresno, pero casi siempre son ellas las que van buscando el pasto más apropiado; es como si nos pastorearan ellas”, apuntan estos ganaderos también jóvenes. Este ir y venir entre bosques con pastos favorece incluso la salud de las cabras: “No las desparasitamos porque ellas mismas, cuando lo necesitan, tiran más del enebro; piensa que el aceite de miera de este árbol sirve para ese fin”.
Hay otra cuestión importante que surge en la conversación con Mario de Castro e Irene Jara: “Últimamente ha crecido mucho la zarza, la jara y la retama y las cabras regulan muy bien este sotobosque; además, hemos notado una mayor presencia y diversidad de aves desde que nos asentamos aquí”. Hablaremos de las dehesas más adelante, pero sobre este beneficio del silvopastoreo para la biodiversidad, la Estación Biológica de Doñana (EBD/CSIC) acaba de dar a conocer un estudio científico que ha liderado en el que subrayan: “Los paisajes adehesados del suroeste de la península ibérica, gracias a que mantienen usos agro-ganaderos tradicionales y ricas poblaciones de ungulados salvajes, atraen buitres leonados procedentes de toda España y Francia”. Y concluyen: “Las dehesas ibéricas son claves para la conservación de las grandes aves carroñeras del sur de Europa”.
Más sobre beneficios ambientales, porque documentándome para este artículo di con otro que redunda en esta cuestión, en los valores en pro de la biodiversidad, la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático que aporta el silvopastoreo. Lo escriben en The Conversation José A. Reque, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia, y Almudena Gómez-Ramos, profesora titular de Economía, Sociología y Política Agraria de la Universidad de Valladolid. De entrada me quedo con esta frase: “Una promoción racional a nivel mundial del silvopastoralismo puede llevar a un secuestro de CO₂ del orden de 26 a 42 gigatoneladas. Su potencial es superior al de la reforestación”.
Lógicamente, hablan de evitar los riesgos del sobrepastoreo, que pueden provocar fenómenos erosivos, pero también de dos esenciales provocados por no contar y valorar como se debe a la ganadería extensiva entre bosques: incendios y despoblación rural. Con base en recientes estudios publicados en revistas científicas, Reque y Gómez-Ramos recuerdan: “La combinación de vegetación herbácea de ciclo anual y fuerte potencial de regeneración, intercalada con vegetación leñosa con potentes sistemas radicales capaces de explorar suelos profundos, supone una opción excepcional para el secuestro y fijación de carbono”. Uno de esos trabajos recopiló datos de 86 estudios para concluir que, en promedio, se produce un mayor secuestro de carbono en el suelo en sistemas agroforestales clasificados como silvopastoriles que en el resto.
“Somos a la ganadería lo que la artesanía a la industria”
Del estudio científico al estudio de campo. Nos lo muestran Clara Rubio y Antonio Valencia entre robledales de roble melojo y castañares repartidos entre los pueblos salmantinos de Montemayor del Río, Colmenar de Montemayor y Peñacaballera. Tienen 40 vacas, más sus crías, de razas avileña negra ibérica, limusina y charolesa, y comparan “el robledal donde pasta nuestro ganado, que aporta el doble valor de un pasto controlado más un bosque sano y cuidado, y ese que ves a no más de cien metros con una vegetación cerrada en la que no se puede entrar y los árboles están mucho menos sanos”. Advierten más cosas: que esto “sí fija población y fija el paisaje” y algo inherente al bienestar animal en la ganadería extensiva, que “queremos ver a nuestras vacas a gusto, porque un animal hormonado y que sufre no produce en condiciones”.
A medida que nos adentramos en estas conversaciones regreso al artículo de Reque y Gómez-Ramos en The Conversation: “El imparable despoblamiento del medio rural y el mal funcionamiento de la cadena de valor, que no permite remunerar adecuadamente la actividad al ganadero, cuestiona a día de hoy la continuidad futura de la ganadería extensiva”. “Y no digamos entre bosques”, añaden Rubio y Valencia. “Nosotros somos a la ganadería lo que la artesanía a la industria”, prosiguen, “y somos conscientes de que nuestros filetes son más caros que los procedentes de explotaciones intensivas, pero también queremos que se valore y reconozca lo que hacemos por conservar todo esto, que no se nos meta en el mismo saco”. Y, como con Diego Cobrana en Somiedo, vuelve a surgir la queja de que estos bosques cuenten como superficie forestal no pastable y se les excluya de las ayudas de la PAC.
Esperando a una PAC más comprometida con los pastos entre bosques
Dentro de la PAC existe un coeficiente de admisibilidad de pastos (CAP) por el que se otorgan ayudas a la ganadería extensiva. Ese CAP, basado fundamentalmente en imágenes de satélite, descarta que se pueda pastar en determinadas masas boscosas muy densas, con mucha pendiente y afloramientos rocosos y, por consiguiente, que se opte a las ayudas, situación que afecta negativamente a una orografía diversa e irregular como la española. “Y lo peor es que esto no cambia sustancialmente con la nueva PAC”, señala Javier Alejandre, técnico de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA). “Es el problema de haber cambiado el modelo de pago y basarlo en la superficie en lugar de en el número de reses, o de no tener en cuenta la capacidad de regeneración de los pastos. Solo los eco-esquemas incluidos en esta programación de la PAC y la demostración, mediante alegaciones individuales, que tradicionalmente un tipo de ganadería ha aprovechado pastos entre bosques, pueden parchear esta situación”, concluye Alejandre.
A simple vista se podría decir que a la dehesa no le afecta ese CAP, sobre todo a aquellas con un arbolado más disperso y en terrenos muy llanos. Sin embargo, desde colectivos como la Federación Española de la Dehesa y la Fundación Savia denuncian constantemente la injustica de que gran parte de la dehesa se quede fuera. En algunas de estas dehesas más cerradas terminamos el viaje. Primero con Helena Escaño, hija de ganaderos que tiene claro que “todos somos dehesa: los pastos y los árboles, los animales y las personas”. Estamos en Cortegana, Huelva, con una ganadería de porcino en ecológico y con denominación de origen Jabugo que pasta entre alcornoques, encinas y quejigos. Incluso hay olivar y parcelas con huertas y cultivos de alfalfa y guisante, para que se consiga una rotación agro-ganadera sostenible.
¿Y si el jamón de Jabugo también es FSC?
“En la dehesa el objetivo no es que el cerdo engorde, sino que aproveche a fondo la montanera”, explica Escaño. Justo ahora estamos en plena montanera, momento de la caída de la bellota que solía empezar en septiembre (“el cambio climático cada vez la altera más y empieza más tarde”, se queja Escaño) y se prolonga hasta febrero. Aquí también recuerdo a los cabreros del Tiétar y el efecto antiparásitos del enebro: “En verano comen alfalfa y calabaza, que tiene propiedades antiparasitarias”, me dice esta joven ganadera. En la finca Montefrío de Cortegana también disponen de alojamientos rurales. “Es una manera de poner más en valor lo que hacemos, pero también de difundir y compartir conocimientos en torno a la agro-ganadería ecológica”, concluye Escaño.
La última parada en tierras onubenses da algunas claves para terminar con esperanza este periplo silvopastoral, sobre todo en lo relativo a poner más en valor y diferenciar en positivo esta ganadería extensiva. “Al igual que he conseguido la certificación forestal FSC para la madera o el corcho, ahora estamos trabajando para que las setas y los jamones, que ya tienen la DO Jabugo, puedan tener el sello FSC y darle aún mayor valor añadido al producto”. Así lo cuenta José Joaquín Suárez, ganadero pero sobre todo impulsor de numerosas iniciativas para revalorizar este tipo de dehesas, por ejemplo a través de la Asociación de Dehesas Ecológicas (Adeheco) o la Fundación Agroecosistema.
En el artículo de The Conversation resaltan lo necesario de estas líneas de apoyo “a través de un distintivo de calidad en el producto –como pueda ser un sello de sostenibilidad– o bien a través de apoyos directos al ganadero por los beneficios generados. En este sentido deben ser citados aquí los exitosos programas de empleo de ganado en régimen de pastoreo controlado para reducir el combustible vegetal en zonas estratégicas y prevenir así incendios forestales: las ovejas bomberas”. O las cabras bomberas, como destacamos recientemente en El Asombrario. “Tampoco verás que sale una llama de estas dehesas”, afirma Suárez, al que cogemos igualmente en la montanera y con un ganado muy diverso que favorece ese “cortafuegos” tan especial: “Ahora el cerdo ibérico es el rey de la dehesa, las ovejas me las llevo a un olivar para que lo dejen limpio y las vacas a zonas con menos densidad de arbolado; luego las pasaré a la dehesa, para que se coman las bellotas que han dejado los cerdos”.
martes, 1 de marzo de 2022
“No debemos aceptar sin más que la agricultura intensiva forma parte del orden natural de las cosas”
¿Cómo se comportan las distintas cepas de gripe aviar que han ido apareciendo?
Las cepas H5Nx que se propagaron por Europa y EE UU hace un par de años cambiaron de nicho ambiental. Pasaron de golpear zonas de producción extensiva de pollos –características de la producción mayoritariamente minifundista– a lugares de producción intensiva de pollos, poblaciones humanas urbanizadas y horticultura gestionada. Esto significa que estas nuevas cepas parecen estar cada vez más adaptadas a la producción avícola industrial, cerca de los centros urbanos.
El H5Nx también evolucionó para infectar mejor a las aves de corral industriales. La proteína hemaglutinina pasó de unirse específicamente a los receptores de los intestinos de las aves acuáticas, a expandirse hacia los receptores que se encuentran en las gargantas de las aves de corral. Eso significa que el virus podría infectar ahora a una gama más amplia de especies huésped, incluidas las aves de corral que la agroindustria mundial cría por miles de millones. La cría industrial desempeña un papel muy relevante en la propagación de las gripes aviar y porcina, así como de otras enfermedades
¿Es posible la resiliencia ecológica en un contexto como este?
No debemos aceptar sin más que la agricultura intensiva forma parte del orden natural de las cosas, como el oxígeno que respiramos o el suelo bajo nuestros pies. La producción de este tipo impulsa cada vez más la deforestación y la aparición de enfermedades. No encontraremos la resiliencia ecológica hasta que acabemos con la agricultura industrial tal y como la conocemos.
¿Cómo se consigue?
La resiliencia necesita la agrobiodiversidad en la granja de paisajes alimentarios que la producción industrial rechaza por principio. Apoyar una diversidad de ganado y aves de corral en cualquier granja produce los cortafuegos inmunitarios que impiden que los patógenos mortales evolucionen hacia la infectividad y virulencia, y que acaba con toda la base económica agrícola de una región. Sin embargo, la producción industrial depende de la deslocalización de la cría para obtener características morfométricas homogéneas como el crecimiento rápido o mayor tamaño.
¿Cuál es el papel de los agricultores?
Solo se puede producir un paisaje alimentario ecológicamente resistente devolviéndoles la autonomía. Los agricultores deben ser capaces de tomar decisiones sobre lo que es mejor para sus tierras y comunidades. No encontraremos la resiliencia ecológica hasta que acabemos con la agricultura industrial tal y como la conocemos
Una vez más, no podemos llevar a cabo las prácticas agrícolas que encajonan a los patógenos más mortíferos sin devolver a las comunidades agrícolas locales la toma de decisiones. Estamos hablando de resiliencia socioeconómica comunitaria, de economías circulares, de fideicomisos de tierras comunitarias, de redes cooperativas de suministro integradas, de justicia alimentaria, de reparaciones y de revertir traumas históricos de raza, clase y género.
En contraposición con la agroindustria.
Esta depende de la transformación de las agriculturas en economías industriales, convirtiendo la tierra y la comunidad en mercados de escala, organizados en torno a los beneficios que se obtienen en sedes corporativas a cientos de kilómetros de distancia. Si queremos impedir la aparición de patógenos, en primer lugar, hay que retroceder más hacia lo que se denominan economías naturales. Tales sistemas solo funcionan cuando se permite a los lugareños ajustar la estrategia agrícola y la planificación regional a las realidades de la tierra y de la mano de obra en tiempo real, en lugar de mantenerlo para los intereses de los beneficios corporativos trimestrales.
¿Qué ocurre con el bienestar animal?
Los animales de granja se tratan como clases de activos sujetos a volatilidades de precios. En consecuencia, la cría, el nacimiento y el desarrollo se inclinan logísticamente para servir primero a las proyecciones de mercado. Las cerdas industriales que están a punto de parir, por ejemplo, son sacrificadas en masa antes o después del parto mediante una histerectomía terminal. Se les retira el útero y se les coloca en cunas húmedas o se les rocía con un antiséptico antes de extraer los lechones de su envoltura uterina.
A continuación, los lechones se aíslan y, en algunos casos, se les induce médicamente a un destete precoz. Estamos hablando de las medidas extremas que toma la agroindustria para evitar cambiar el mismo modelo de negocio que seleccionan muchos de estos patógenos. No podemos estudiar la evolución y la propagación de los microorganismos sin incluir las realidades de los contextos socioecológicos y políticos en los que están evolucionando. Una laguna de estiércol estalla y produce una muerte de peces en un río local, ¿Quién paga? La empresa no. En el mejor de los casos, suele recibir una pequeña multa. Los millones de euros en daños y limpieza los pagan los vecinos y los gobiernos
En el caso de los residuos y los problemas que generan, también señala que son las poblaciones locales las que pagan las consecuencias de este tipo de producción. ¿Cómo podemos hacer para que las industrias contaminantes paguen las consecuencias?
La agroindustria empresarial solo tiene éxito si externaliza los costes de su producción en todos los demás: agricultores, consumidores, gobiernos, animales de granja, fauna local… Todos absorben los costes y los daños de la producción para que estas empresas puedan obtener beneficios. Una laguna de estiércol estalla y produce una muerte de peces en un río local. ¿Quién paga? La empresa no. En el mejor de los casos suele recibir una pequeña multa, si es que la recibe. Los millones de euros en daños y limpieza los pagan los vecinos y los gobiernos de todas las jurisdicciones, desde la ciudad local hasta la Unión Europea.
¿Qué propone entonces?
Devolver los costes externalizados a los balances de las empresas garantizaría que los causantes de los daños pagaran por ellos. Una intervención de este tipo también acabaría con la agroindustria tal y como la conocemos. Y eso no es malo. Hay modelos de producción de alimentos perfectamente razonables y ya bien elaborados que pueden alimentar al mundo y devolver a la humanidad –y a nuestra producción de alimentos– a la matriz ecológica de la que depende nuestra especie.
¿Son soluciones reales?
Sí, si la gente se organiza lo suficiente para actuar en consecuencia. De lo contrario, caemos en la trampa de lo que se conoce como “ecopragmatismo”. No podemos cambiar las cosas a menos que las corporaciones y la clase política que ha comprado estén de acuerdo con ello. Si eso sigue siendo así, todo está perdido. Muchas de las infecciones protopandémicas que ya circulan –las gripes, el ébola, los coronavirus, la gripe porcina africana, etc.– estallarán globalmente, y mucho antes que los cien años que separaron a la gripe de 1918 de la covid-19.
Usted señala que hay varias propuestas para garantizar la seguridad alimentaria con paradigmas alternativos y ambientalmente sostenibles. ¿Cuáles de estas propuestas le parecen más razonables y eficaces a corto plazo?
El tiempo se ha comprimido. La supervivencia a corto plazo requiere ahora pensar a largo plazo. De lo contrario, nos quedamos con el pensamiento que nos colocó en múltiples precipicios medioambientales y epidemiológicos. Llevará tiempo salir de una producción de alimentos dirigida por el capital que está destruyendo el mismo planeta que necesitamos para regenerarlos para muchas generaciones más. La alternativa que mejor funcione depende de una serie de circunstancias específicas de cada comunidad: la disponibilidad de agua, el tipo de suelo, la demografía o temas culturales.
También habla de las diferentes formas de tratar la agroindustria entre EE UU y en Europa. ¿Qué diferencias existen?
Europa se felicita a sí misma por no ser EE UU. Es verdad que este país y China están a la vanguardia de las tecnologías y prácticas de producción industrial -me vienen a la mente los campus de los hoteles para cerdos en China- pero, a riesgo de pintar las cosas con una brocha demasiado gruesa, Europa se esfuerza en gran medida por seguir el ritmo. El continente está tan centrado en orientar las prácticas agrícolas en direcciones que aumentan el rendimiento y reduciendo la agrobiodiversidad que, en última instancia, favorecen la evolución y la propagación de patógenos mortales. Como resultado, Europa está tan inundada de patógenos industriales como cualquier otra parte del planeta.
¿Me puede dar algún ejemplo?
Me viene a la mente es el Grupo Alimentario VION, de propiedad holandesa y alemana, con sede en los Países Bajos, la mayor empresa porcina europea. En contraste con el modelo cooperativo de Danish Crown, en el que los ganaderos son propietarios de la empresa, VION opera con el modelo americano de integración vertical. Es decir, subcontrata la producción a ganaderos de los Países Bajos y Dinamarca. Estas empresas han facilitado la concentración del mercado mediante adquisiciones horizontales de competidores directos.
¿Y de buenas prácticas?
Existen ejemplos de éxito en todo el mundo. La agroecóloga política Jahi Chappell escribió sobre Belo Horizonte, la ciudad brasileña de 2,5 millones de habitantes que desarrolló un sistema alimentario regional. Este método subvencionaba a los agricultores de la periferia para que cultivaran alimentos de forma agroecológica, protegiendo los bosques locales y suministrando a los residentes de la ciudad alimentos nutritivos en los mercados de barrio y en los restaurantes municipales, de los que se eliminaron los intermediarios usureros.
Con el apoyo del gobierno mexicano, los indios zapotecas desarrollaron una silvicultura certificada como sostenible y controlada por la comunidad. El pino de la llanura se vende al gobierno estatal, y los productos acabados, incluidos los muebles, se producen en una fábrica local. La cooperativa oaxaqueña reinvierte sus beneficios en la empresa, en la preservación del bosque y en sus trabajadores y la comunidad local. Así se mantienen las pensiones, una cooperativa de crédito y viviendas para sus hijos que estudian en la universidad.
La Federación de Uniones de Grupos de Agricultores de Níger –con más de 62.000 miembros, más del 60% mujeres y una cooperativa que opera a escala– les ofrece formación, banco de cereales, tiendas de insumos, líneas de crédito, servicios de ahorro, consulta, defensa y radio comunitaria. Antes de esto, al desmantelarse las cooperativas estatales, los agricultores solo podían consumir sus cosechas o venderlas a comerciantes con los que acumulaban enormes deudas.
Son iniciativas esperanzadoras…
Hay muchos más ejemplos de este tipo. Es como si hubiera todo un mundo ahí fuera, aparte de Europa, EE UU y su huella colonial en el mundo. Está claro que, con un gran esfuerzo, estos modelos son algo más que pruebas de concepto localizadas. Pueden ampliarse o, mejor aún, escalarse hasta abarcar el bienestar de millones de personas.
viernes, 25 de febrero de 2022
La mejora de la conectividad en las zonas rurales es una necesidad y un derecho, pero no logrará por sí sola evitar la despoblación.
Shutterstock / Evgeniya Uvarova |
Durante las últimas décadas, se han ido presentando acciones y medidas contra la despoblación del medio rural español.
Se ha hecho hincapié en el empleo. Se ha incidido en que era necesario crear nuevos trabajos y diversificar las actividades. Sin embargo, muchos trabajadores se desplazaban al medio rural mientras residían en ciudades pequeñas y medianas, gracias en parte a las mejoras de las comunicaciones.
Se insistió en que era necesaria la ampliación de la cartera de servicios públicos para atraer y fijar población, hecho indiscutible. Pero, de nuevo, estas medidas, que pueden ser mejorables, no han frenado la despoblación.
Uno de los momentos más interesantes en este sentido llegó con el turismo rural. Era una vía que apostaba por la diversificación de las actividades económicas y productivas, en un contexto de transformación del propio sector turístico. Pero el turismo tampoco fue la solución a pesar de su importancia en la generación de empleo y en la puesta en valor del territorio, entre otros aspectos.
La brecha digital en el mundo rural
En la actualidad, la digitalización es una de las líneas centrales entre las medidas para frenar la despoblación y revertir la situación del medio rural.
Ya antes de la pandemia de covid-19 se hacía hincapié en que una de las principales debilidades de no pocos pueblos era la baja calidad de la conectividad a internet, la inexistencia de banda ancha e, incluso, la imposibilidad de acceso a la red. Las causas fundamentales eran la accesibilidad y las dificultades del terreno de esas zonas. De esta forma, personas, familias y actividades que podrían estar interesadas en establecerse en el medio rural, no lo harían en parte por esta cuestión.
Sin embargo, no debe perderse de vista que hay una trascendencia mayor en esta situación ya que se generan escenarios de desigualdad vinculados al acceso y uso de internet. Las noticias sobre municipios sin acceso a internet o con graves dificultades han estado presentes en los medios de comunicación. La imagen más frecuente era la de la búsqueda de puntos concretos donde llegase la cobertura de la señal.
Internet, ¿la solución definitiva?
Planes y estrategias, desde Europa hasta las Comunidades Autónomas, incidían en superar la brecha de acceso a las telecomunicaciones que lastraba las posibilidades del medio rural.
La pandemia de la covid-19 se presentó como una oportunidad para captar teletrabajadores en estas zonas. Pero, de nuevo, regresamos a ese “solucionismo” que podemos extrapolar a lo que anteriormente había ocurrido con el turismo, con los servicios y con el empleo. Es decir, se vuelve a pensar y a transmitir que, a través de una acción específica y sencilla, se va a resolver un problema complejo y en el que intervienen numerosos factores y variables.
Que internet llegue a todos los lugares en igualdad de condiciones y con calidad es un derecho. No estamos hablando de un capricho. Al contrario, es una necesidad.
El cierre de centros educativos en el comienzo de la pandemia mostró un escenario que se puede extrapolar, en parte, al medio rural. Por una parte, se constató la importancia y potencialidad de internet en dicha situación. Pero, por otra, se evidenció que no solo había brechas de uso sino que persistían las de acceso, parte de las cuales se creían superadas. Además, una de las enseñanzas más importantes que se puede extraer de esa situación es la necesidad de no caer en el citado “solucionismo” tecnológico, ya que había más factores que no se habían tenido en cuenta.
La digitalización no es suficiente
En el caso del medio rural y el acceso a internet, debe partirse de ese derecho ya señalado. Es una cuestión ya no de igualdad sino de equidad. Pero, hay que evitar caer en visiones simplistas y reduccionistas sobre esta realidad. Es decir, por el hecho de que los pueblos cuenten con mejores conexiones a internet no se va a producir un cambio de tendencia. Ayudará, obviamente, y será un valor a tener en cuenta, ya que las dificultades de conectividad puede que no supongan un factor desmotivador para ir al medio rural. Y esto se puede aplicar tanto para residir como para desarrollar una actividad.
Sin embargo, esta medida debería ir acompañada de otras más estructurales y que no se van a dar en el corto plazo. Una de ellas es compleja ya que atañe al cambio de valores y mentalidades. Es decir, que aumente el número de personas que quieran residir en el medio rural. Pero para ello deben también generarse actividades productivas o que las existentes, especialmente en el caso del sector primario, no estén sujetas a los condicionantes actuales. Sin estos cambios, entre otros, por mucho que mejore la conectividad y digitalización de los pueblos no será suficiente para reducir o revertir la despoblación.
Además, también tendrán que tenerse en consideración las consecuencias no queridas de la digitalización. Ya hemos señalado las brechas de acceso y de uso, intensificadas en el caso del medio rural, ya que cuenta con una población envejecida.
Hay dos ejemplos claro de este proceso: la digitalización de trámites de las Administraciones públicas y la situación de los bancos. De hecho, esta última ha tomado relevancia en los últimos meses en el medio urbano, pero en el medio rural el problema viene de atrás con el cierre de numerosos oficinas e incluso de cajeros automáticos.
Además, la forma de afrontar la digitalización en estas zonas también mostrará el tipo de medio rural que se quiere construir. Es decir, si se apuesta por la atracción de teletrabajadores, de empleos cualificados, no cabe duda que la accesibilidad a internet es imprescindible. Pero, por otra parte, se generará un medio rural que tendrá poco que ver con la vinculación al sector primario, por ejemplo. Además, en el medio rural actual conviven diferentes formas de estar y trabajar.
Por lo tanto, internet es una necesidad para el medio rural, una oportunidad para sumar valor añadido a estas zonas. Es una cuestión de derechos, de igualdad y de equidad, garantizando la accesibilidad y la conectividad. Pero internet únicamente y por sí mismo no puede solucionar la despoblación. Ni internet ni ningún otro factor o actuación en solitario, y mucho menos a través de visiones cortoplacistas.
La digitalización tiene sus impactos positivos en la vida de los individuos y en las actividades productivas. Permite una conectividad que puede facilitar el acceso a determinados servicios, venta de productos, difusión de la oferta turística, etc. Pero también cuenta con sus riesgos, como son la generación de nuevas brechas y desigualdades, o el hecho de que en internet se compite de forma global. Es un gran desafío que precisa de diagnósticos certeros, de evaluaciones y de altas dosis de realismo, evitando caer en esos “solucionismos” que tantas expectativas no cumplidas han generado.
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