Hay piedras sagradas que aparecen marcadas en los mapas y en las guías turísticas, y que guardan huesos y leyendas de tiempos pasados. Voces que recogió el viento y que en los peores temporales vuelven, como llegadas del más allá.También hay bosques sagrados. Silenciosos. A veces olvidados, que bajo sus hojas secas conservan anécdotas de otros tiempos. Secretos que deberíamos recordar para hacer de este mundo un lugar más sostenible. Sobre todo, en un contexto de cambio climático en el que toda la sabiduría ecológica tradicional debería reivindicarse como forma de vida.
Lucía*.
Haya, Ermita Ntra. Sra. de Ayago, Montes de Ayago |
En el corazón de la montaña aún quedan bosques de hayas, esos árboles sagrados que en otro tiempo fueron el hábitat de seres mitológicos y que nos dieron leña para sobrevivir a los peores inviernos. Sus frutos, los hayucos, nos alimentaron en las peores hambrunas, y hay quien los maceraba y obtenía licores. Y su madera nos dio cobijo en las largas y húmedas noches.
Bajo tierra, sus raíces mantienen reservas edáficas de agua. Y así, ocultándoselas al sol, impidiendo el ciclo del agua, ayudan a conservar el bosque.
Cuando la nieve desaparece y los días largos de la primavera comienzan a llenar de vida el monte, las hojas de las hayas comienzan a salir, al tiempo que estallan sus flores. Sus frutos aguardan al otoño, para regalarnos su energía cuando las hojas adoptan el color de la tierra. Cuando las hayas crecen solas, se extienden a lo ancho, mientras que cuando lo hacen en comunidad, crecen a lo alto, como queriendo tocar el cielo. Juntas, cogidas de las ramas, las hayas parecen infinitas e invencibles. Cuando las llamas de un incendio las acarician, las hayas poderosas resisten el fuego mejor que otras especies.
Hayedo, Montes de Ayago.
Las hayas: tan hermosas y silenciosas. Tan misteriosas y a la vez tan empleadas: por su madera, por su leña, por sus propiedades medicinales…
Hayucos (fabuco), africes (friz), oves del haya, Montes de Ayago
Sus hojas servían de alimento a cabras, ovejas y vacas, igual que los gromos (flores* masculinas pendulares) y que los hayucos (los frutos de las hayas), que o bien se recogían y se daban de suplemento al ganado, o se aprovechaban mediante el pastoreo. Y al mismo tiempo, esas hojas se empleaban también de cama para el ganado, que luego, mezclada con las heces, servía para abonar los campos.
El haya se ha usado en la medicina popular desde la época grecorromana. En los valles oscenses de Hecho y Ansó el agua del carbón de haya servía para tratar las inflamaciones bucales mediante enjuagues, y la decocción de la corteza para rebajar la fiebre; mientras que en los Picos de Europa la brea que quedaba en las chimeneas al quemar la madera de haya, se empleaba mediante friegas o tomando la decocción para tratar las pulmonías.
Con su madera se hacían tablillas para las roturas de los huesos y se elaboraban diversas herramientas (arados, mangos, cucharas, esquís…), así como abarcas, peonzas o sillas; aunque sobretodo se empleaba para leña. En Asturias dicen que “no hai bebida como l’agua, no hai pan como lo d’escalda, no hai lleñe como lo del haya”. Su leña se empleaba también para curar la matanza y para secar o ahumar quesos. También fue una de las principales fuentes de carbón vegetal en el norte de nuestra península.
Y lo que mucha gente no sabe es que, en algunos lugares, para obtener la energía para sobrellevar los trabajos más duros se masticaban sus hojas jóvenes o se chupaba la telilla que hay debajo de la corteza en los brotes verdes.
Hay quien dice que cuando un rayo impacta contra un haya esconde una piedra de rayo en las raíces del árbol. Quizás por eso en el País Vasco y Navarra existe la creencia de que las hayas protegen de los rayos.
En España hay 37 hayas catalogadas como árboles singulares. Una está en el País Vasco, tres en Navarra, cinco en Castilla y León, nueve en Cantabria, otras nueve en Cataluña y diez en Aragón.
En las novelas de la saga de Harry Potter, hay un haya al borde del Lago Negro, en los terrenos del Castillo de Hogwarts. A mí no me cabe duda de que tras sus troncos, entre el musgo, se esconden duendes y hadas que habitan en los bosques de hayas.
Cuando vayáis a un bosque de hayas, mostrad respeto a estos poderosos árboles y guardad silencio, con suerte igual veis alguna criatura mágica escondida entre sus hojas.
* El gromo es el nombre que recibe el amento masculino. El amento es una inflorescencia formada por muchas flores dispuestas en forma de racimo. La flor unisexual femenina se llama friz
** Lucía; Soy licenciada en Veterinaria, máster en Agroecología, Desarrollo Rural y Agroturismo y máster en Periodismo y Comunicación Científica.
Desde que finalicé mis estudios, he trabajado y colaborado en diversos proyectos en torno a la ganadería sostenible, el desarrollo rural y la soberanía alimentaria en Bolivia, Alemania, Aragón y Cantabria.
Soy autora de los libros Cuan plegue o colapso - Cuando llegue el colapso (Premio Arnal Cavero 2022) y Haciendo Mallata.
Actualmente vivo en un pequeño pueblo del Pirineo Aragonés y trabajo como coordinadora en Aragón de la ONG Justicia Alimentaria...
Bibliografía:
Pardo de Santayana, M., Morales, R., Aceituno-Mata, L., & Molina, M. (2014). Inventario español de los conocimientos tradicionales relativos a la biodiversidad.
Villar Pérez, L., Palacín Latorre, J. M., Calvo Eito, C., Gómez García, D., & Montserrat-Martí, G. (1992). Plantas medicinales del Pirineo Aragonés y demás tierras oscenses.
Pardo de Santayana, M., Morales, R., Aceituno-Mata, L., & Molina, M. (2014). Inventario español de los conocimientos tradicionales relativos a la biodiversidad.
Villar Pérez, L., Palacín Latorre, J. M., Calvo Eito, C., Gómez García, D., & Montserrat-Martí, G. (1992). Plantas medicinales del Pirineo Aragonés y demás tierras oscenses.