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Campos de Zamora |
La realidad es tozuda y los números son los números, pero todo debe
ser objeto del correspondiente tamiz. Hablar hoy –como se hace– de
sangría demográfica es mirar por un pequeño agujero el amplio plano de
la Historia. La verdadera despoblación se produjo en nuestra tierra en los años sesenta y setenta del siglo pasado.
Hoy, si nos atenemos a las cifras, España tiene más población que hace
diez, veinte o cincuenta años, y siempre teniendo en cuenta que nunca
hemos sido un país excesivamente poblado, si lo comparamos con los de
nuestro entorno más próximo.
Castilla y León constituye una excepción a lo que acabamos de
afirmar. El problema de la despoblación en nuestra Comunidad viene de
lejos y no ha sido suficientemente afrontado a lo largo de este tiempo.
De ahí, entre otras muchas razones, que seamos una región escasamente
poblada y tendente a la despoblación. Por otro lado, somos una tierra envejecida y con una tasa de natalidad, por fuerza, de las más bajas de España que, a su vez, es de las más bajas del mundo.
¿Esta realidad, aparentemente tan catastrófica, tiene solución? Sí,
si nos ponemos a ello de inmediato, de manera consensuada y transitando
por nuevos caminos, pues las viejas veredas nos han demostrado que no nos conducen a la meta deseada.
Así que lo primero que tenemos que hacer es reconocer que estamos ante
un problema en el que nos jugamos no solo nuestro futuro sino la propia
existencia del sistema en el que vivimos; un problema que es de todos y
que requiere del esfuerzo de todos. Estamos ante lo que debemos
considerar un problema de Comunidad que exige del consenso.
Por otro lado, hagamos un ejercicio de sinceridad y reconozcamos que
los resultados de las decisiones que adoptemos ahora no se van a ver
reflejadas en el corto plazo. Y, asimismo, que las soluciones simples no
existen. El problema de la despoblación no se arregla poniendo
únicamente, por ejemplo, consultorios médicos, escuelas o servicios
sociales en todos los municipios de Castilla y León. La
solución no radica en implementar más servicios públicos (autonómicos o
locales) en los 2.248 municipios de nuestra Comunidad. Nadie se queda o
viene porque dispone de esos servicios, sino porque tiene o aspira a tener un proyecto de vida.
La solución debe arrancar, en primer lugar, en valorar nuestro medio
rural. Debemos acabar con la dicotomía medio urbano-medio rural
asociando el primero a la industria, el progreso, las nuevas tecnologías
y el segundo al sector primario, el retraso o el vacío. La solución no
pasa por poner más tierras de regadío o fomentar el relevo
intergeneracional dentro del sector agrario. La solución pasa, a mi
juicio, por constituir zonas de dinamización económica donde se cree
empleo de calidad. El teletrabajo, en estos tiempos de pandemia,
es, desde luego, una oportunidad para que nuestros pueblos se
encuentren más poblados, pero las soluciones se encuentran,
también, en lo tradicional como, por ejemplo, en la recuperación de
oficios que van desapareciendo y que siguen siendo tan necesarios como
hace tiempo y, junto a ello, en la formación de nuevas competencias que
necesita un agro y un mundo, en general, más global y digitalizado.
Deben, así, potenciarse los ciclos formativos relativos a la
industria agroalimentaria, energías, agua y, por supuesto, la Formación
Profesional dual. La enseñanza, en sus distintos niveles, debe tener muy presente el territorio.
Ahora bien, ese nuevo camino al que aludía por el que debemos
transitar procede del exterior. Hasta ahora, y a los resultados nos
remitimos, las políticas de fomento de la natalidad -por variadas
razones que no vienen al caso ahora explicar- no han conseguido que se
produzca el deseado incremento de población. Debemos tener presente para
buscar otras soluciones lo que, al menos, en los últimos diez años ha constituido la tabla de salvación de las cifras de despoblación en nuestra Comunidad. Me refiero a la migración.
La llegada y el asentamiento de los inmigrantes es lo que ha
posibilitado que Castilla y León, incluso algunos años, haya
incrementado el número de residentes. En este sentido, es por lo que
afirmamos que las soluciones debemos buscarlas, también, más allá de
nuestras fronteras.
Por ello, Castilla y León debe enfocar sus políticas de dinamización
geográfica hacia los migrantes comenzando por aquellos que más
necesidad tienen de acogida como son los refugiados y solicitantes de asilo. Castilla
y León debe convertirse en una tierra de acogida, tal y como Canadá
viene haciendo desde hace décadas y con tanto éxito.
Este camino no puede ser recorrido solo por la Administración
autonómica, sino que requiere del concurso del resto de Administraciones
públicas y, muy principalmente, las locales; también, de las
Organizaciones No Gubernamentales especialmente implicadas en esta
materia; y, asimismo, de las asociaciones, fundaciones y particulares
que por muchas razones quieran embarcarse en un proyecto que mira al futuro de nuestro tierra.
Castilla y León, en fin, debe convertirse en una Comunidad acogedora
para incrementar su población y, en definitiva, su riqueza.
*Antonio Calonge Velázquez, director general de Ordenación del Territorio y Planificación de la Junta de Castilla y León.