Castilla y León como Canadá:
Campos de Zamora |
Castilla y León constituye una excepción a lo que acabamos de afirmar. El problema de la despoblación en nuestra Comunidad viene de lejos y no ha sido suficientemente afrontado a lo largo de este tiempo. De ahí, entre otras muchas razones, que seamos una región escasamente poblada y tendente a la despoblación. Por otro lado, somos una tierra envejecida y con una tasa de natalidad, por fuerza, de las más bajas de España que, a su vez, es de las más bajas del mundo.
¿Esta realidad, aparentemente tan catastrófica, tiene solución? Sí, si nos ponemos a ello de inmediato, de manera consensuada y transitando por nuevos caminos, pues las viejas veredas nos han demostrado que no nos conducen a la meta deseada. Así que lo primero que tenemos que hacer es reconocer que estamos ante un problema en el que nos jugamos no solo nuestro futuro sino la propia existencia del sistema en el que vivimos; un problema que es de todos y que requiere del esfuerzo de todos. Estamos ante lo que debemos considerar un problema de Comunidad que exige del consenso.
Por otro lado, hagamos un ejercicio de sinceridad y reconozcamos que los resultados de las decisiones que adoptemos ahora no se van a ver reflejadas en el corto plazo. Y, asimismo, que las soluciones simples no existen. El problema de la despoblación no se arregla poniendo únicamente, por ejemplo, consultorios médicos, escuelas o servicios sociales en todos los municipios de Castilla y León. La solución no radica en implementar más servicios públicos (autonómicos o locales) en los 2.248 municipios de nuestra Comunidad. Nadie se queda o viene porque dispone de esos servicios, sino porque tiene o aspira a tener un proyecto de vida.
La solución debe arrancar, en primer lugar, en valorar nuestro medio rural. Debemos acabar con la dicotomía medio urbano-medio rural asociando el primero a la industria, el progreso, las nuevas tecnologías y el segundo al sector primario, el retraso o el vacío. La solución no pasa por poner más tierras de regadío o fomentar el relevo intergeneracional dentro del sector agrario. La solución pasa, a mi juicio, por constituir zonas de dinamización económica donde se cree empleo de calidad. El teletrabajo, en estos tiempos de pandemia, es, desde luego, una oportunidad para que nuestros pueblos se encuentren más poblados, pero las soluciones se encuentran, también, en lo tradicional como, por ejemplo, en la recuperación de oficios que van desapareciendo y que siguen siendo tan necesarios como hace tiempo y, junto a ello, en la formación de nuevas competencias que necesita un agro y un mundo, en general, más global y digitalizado. Deben, así, potenciarse los ciclos formativos relativos a la industria agroalimentaria, energías, agua y, por supuesto, la Formación Profesional dual. La enseñanza, en sus distintos niveles, debe tener muy presente el territorio.
Ahora bien, ese nuevo camino al que aludía por el que debemos transitar procede del exterior. Hasta ahora, y a los resultados nos remitimos, las políticas de fomento de la natalidad -por variadas razones que no vienen al caso ahora explicar- no han conseguido que se produzca el deseado incremento de población. Debemos tener presente para buscar otras soluciones lo que, al menos, en los últimos diez años ha constituido la tabla de salvación de las cifras de despoblación en nuestra Comunidad. Me refiero a la migración. La llegada y el asentamiento de los inmigrantes es lo que ha posibilitado que Castilla y León, incluso algunos años, haya incrementado el número de residentes. En este sentido, es por lo que afirmamos que las soluciones debemos buscarlas, también, más allá de nuestras fronteras.
Por ello, Castilla y León debe enfocar sus políticas de dinamización geográfica hacia los migrantes comenzando por aquellos que más necesidad tienen de acogida como son los refugiados y solicitantes de asilo. Castilla y León debe convertirse en una tierra de acogida, tal y como Canadá viene haciendo desde hace décadas y con tanto éxito.
Este camino no puede ser recorrido solo por la Administración autonómica, sino que requiere del concurso del resto de Administraciones públicas y, muy principalmente, las locales; también, de las Organizaciones No Gubernamentales especialmente implicadas en esta materia; y, asimismo, de las asociaciones, fundaciones y particulares que por muchas razones quieran embarcarse en un proyecto que mira al futuro de nuestro tierra.
Castilla y León, en fin, debe convertirse en una Comunidad acogedora para incrementar su población y, en definitiva, su riqueza.
*Antonio Calonge Velázquez, director general de Ordenación del Territorio y Planificación de la Junta de Castilla y León.
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