Bateson pronunció en los años 60 una Conferencia
 en homenaje a su amigo el psicoterapeuta Eric Berne, fallecido 
tempranamente. En ella, el británico reflexionaba con hondura sobre la 
necesidad de trascender el nivel de pensamiento humano actual para 
llegar a solventar los grandes problemas que aquejan a la humanidad. Él 
consideraba que la cultura y la comunicación humanas debían servir para 
esto, pero lo que entendía por trascendencia era algo mucho más amplio 
de lo que hoy solemos atribuir a esta palabra. 
Bateson se dio cuenta de que una de las motivaciones 
fundamentales del ser humano es la dependencia incontrolable, la 
adicción. Así, consideraba que, en muchísimos aspectos y situaciones, el
 ser humano vive envuelto en adicciones, que van desde las propias 
drogadicciones al tabaquismo, al consumo o a la necesidad de incidentes o
 de reconocimiento por parte de los demás. Para este autor, toda la 
literatura, la cultura y la comunicación de mayor calidad, lejos de 
entretenernos o divertirnos, no hacen otra cosa que mostrarnos las 
consecuencias y las claves de nuestras adicciones y dependencias y, 
sobre todo, cómo podemos superarlas. Ese es su verdadero valor y 
función, y no la de hacernos pasar el rato o encandilarnos con su 
belleza.
Bateson consideró que las adicciones son 
problemas psicológicos, y no sólo bioquímicos. Una persona adicta tiene 
lo que él definió como doble vínculo: aquello que necesita es también lo
 que lo aniquila. O bien: quiere y no quiere algo a la vez. O bien: 
desea dos cosas contradictorias completamente entre sí. Los dobles 
vínculos son terribles para la mente humana y están relacionados con el 
desarrollo de la esquizofrenia.
En realidad, toda la 
civilización humana, según Bateson, está marcada por el doble vínculo, y
 no solamente los enfermos mentales aquejados de distorsiones. El doble 
vínculo aparece en la comunicación cuando emitimos un mensaje que rompe 
la confianza con los demás; por ejemplo, cuando a la pregunta "¿me 
quieres?" respondemos con la pregunta "¿qué es querer?". El doble 
vínculo destruye las soluciones afectivas y la libertad humana, aparece 
en una relación rota con el entorno, coloca a personas, grupos o a la 
civilización entera en posiciones imposibles en las que la satisfacción 
de un deseo lleva a la aniquilación, o la obtención de placer conlleva 
el castigo del dolor, o la elección de una alternativa conduce 
irremediablemente al deseo de la contraria. 
Como 
decimos, en la teoría de Bateson hay reflexión en profundidad. Porque el
 genial experto se dio cuenta de que vivimos asediados por la paradoja 
según la cual no podemos superar los dobles vínculos estando como 
estamos inmersos en sus contradicciones lógicas. 
Es imposible que 
superemos una dependencia si nos situamos dentro de ella, como es 
imposible que un componente de una clase lógica sea a la vez el 
contenedor de esa clase lógica. Hay un aspecto filosófico y lógico del 
doble vínculo, que puede ser superado mediante el uso de cierto tipo de 
abstracción. Hay, además, otras maneras de superar un doble vínculo 
contradictorio que anula nuestra libertad, la capacidad de pensar o de 
actuar sin sufrimiento.
Uno de los aspectos que más le
 interesó de todo esto era cómo superar una de las más devastadoras y 
contradictorias paradojas planetarias, como es la sociedad de consumo 
acelerado, una de las adicciones más peligrosas de nuestro tiempo, que 
nos está conduciendo a la aniquilación del planeta.
Bateson
 se dio cuenta de que es posible superar las paradojas aplastantes de la
 lógica del doble vínculo mediante diversos modos de lo que él llamaba 
"trascender". Y para explicarlo, contaba esta historia de delfines 
marsopas a los que había conocido trabajando sobre el comportamiento 
animal en Hawaii.
Bateson era experto en la capacidad 
lingüística y metalingüística (cuando hablamos acerca del propio 
lenguaje) de los animales. Se dio cuenta de que los mamíferos son 
capaces de comunicarse al respecto de la propia comunicación mediante 
las representaciones de conductas y uso de los signos de maneras 
graduadas. Así, estudiando a los monos jugando, se dio cuenta de que 
podían graduar la intensidad de sus gestos y cambiar lo que significan. 
Pero observando a los delfines vio algo extraordinario.
Los
 delfines entrenados por los humanos suelen responder de manera 
excelente a los ejercicios de prueba y recompensa (como hacer una 
acrobacia y recibir un pescado por ello). Para los entrenadores de 
delfines, dado que en muchos casos se busca una acrobacia o ejercicio 
diferente cada vez, no fue difícil hacer comprender a los delfines que 
es necesario cambiar de acrobacia o de acción de vez en cuando. Bateson 
pidió a los entrenadores que propusieran a los delfines algo diferente: 
se premiaría solamente el "cambio" o la innovación en un ejercicio. Así,
 los delfines empezaron a seguir las órdenes de sus entrenadores, y en 
lugar de recibir el típico pescado por cada acrobacia, solamente lo 
recibían al hacer algo específicamente diferente. En las primeras 
intentonas, los delfines no comprendían nada en absoluto y manifestaban 
su confusión y nerviosismo. Pero pasadas unas horas, una de las hembras 
fue hacia su entrenador y emprendió una tras otra una serie completa de 
acciones distintas y diversas, reclamando finalmente su pescado. Lo que 
aquella marsopa hizo, según Bateson, fue "trascender". Efectivamente, 
entendió el concepto del cambio que el entrenador le estaba pidiendo 
para darle el pescado.
Esto significó, para Bateson, 
que estos delfines, como tantos otros animales, tienen la capacidad de 
saltar el tipo lógico, de modo que pueden trabajar con abstracciones, 
igual que los monitos que definen el juego o la pelea según la 
intensidad con la que mordisquean al adversario, o del mismo modo que 
los perros lo hacen cuando juegan entre ellos -de hecho, es posible 
proponer el juego a un animal graduando las señales que definen una 
relación distinta a la de pelea, y los animales en general son expertos 
definidores de situaciones por su uso de los signos en su nivel lógico-.
 Lo que nos interesa aquí, sobre todo, es que los delfines consiguieron 
salir de la confusión creada por una paradoja de doble vínculo 
trascendiéndola al pensar en ella y superarla.
Bateson
 indicaba que una mente capaz de ver la relación entre los elementos 
está arriba en el nivel de relación y puede solucionar los problemas. 
Pero esto rara vez ocurre cuando somos adictos a algo, es decir, cuando 
nuestro comportamiento supone a la vez nuestra destrucción o la 
destrucción de lo que deseamos y la satisfacción de lo que deseamos. 
Cuando estamos apresados por un doble vínculo adictivo no podemos 
trascender. No pensamos.
 
Otra manera de trascender es 
establecer una relación de nivel superior a través del afecto y de la 
empatía que sea capaz de superar los dilemas y contradicciones de una 
situación de doble vínculo. El amor y el afecto, la empatía y 
comprensión profundas, aniquilan en muchas ocasiones los problemas sin 
solución aparente en los que estamos apresados por nuestra propia 
conducta. El autor inglés aplicó toda esta teoría al campo general de la
 humanidad, y se dio cuenta de que podía aportar una 'ecología de la 
mente' que contribuyera a paliar los desequilibrios humanos que están 
destruyendo el planeta. Su óptica es acertadísima.
Bateson
 vio que en la sociedad consumista de producción desenfrenada, la 
carrera armamentística y la explotación animal y natural son facetas de 
una relación adictiva para con el mundo en el que vivimos. Tenemos una 
relación enferma, una relación psicológica rota con el ecosistema en el 
que habitamos. Consumimos y explotamos sus alimentos y riquezas y con 
ello, a la vez, lo aniquilamos. Dependemos absolutamente de una conducta
 de explotación que nos hace terriblemente ineficaces e infelices, que 
nos lleva a la absoluta extinción y a los modos más nefastos de 
supervivencia. Es exactamente lo mismo que hace un adicto al tabaco, 
dice Bateson: consume algo de modo que se mata a la vez.
Es
 bastante ineficaz, plantea Bateson, que al adicto le razonemos o nos 
comuniquemos con él de maneras racionales o lógicas, porque, apresado 
como está en una jaula férrea de adicción, no es capaz de no responder a
 su deseo e interés ciegos, aunque sabe -e incluso porque sabe- que ello
 lo mata. 
Nuestra situación en el planeta, hoy por hoy, es más obvia aún
 que cuando Bateson lo planteó: sabemos muy bien que con nuestro ritmo 
de producción y consumo no podemos sostener la vida en la Tierra y a 
pesar de saberlo, o porque lo sabemos incluso, seguimos actuando igual, 
sin tomar las medidas oportunas. Y a la humanidad se le hace un mundo 
cambiar su conducta y dejar de consumir masivamente, dejar de producir 
desaforadamente o dejar de matar animales y agotar recursos y elementos 
esenciales de los que no puede prescindir a la vez. 
Cuando, 
precisamente, todas las señales apuntan a cómo solucionar este asunto, 
parece que la humanidad fuera, como dice Jorge Riechmann, más inepta que una ameba. 
No
 somos ineptos, somos adictos. Debemos empezar a considerar, como hizo 
Bateson, que la solución al problema, al doble vinculo, de extinguir o 
extinguirnos, está en trascender, como tan bien hacían los delfines 
marsopas de Hawaii. Subir de tipo lógico, ascender a la capacidad de 
establecer relaciones y de conservarlas, deshacer el lazo venenoso de 
comer matando o de vivir aniquilando el planeta. 
¿Y cómo?
Bateson
 planteó muchos modos de superar los dobles vínculos adictivos. Mediante
 un salto mental, mediante la empatía y relación de amor, mediante una 
operación de escalada, en un salto evolutivo. Trascender un doble 
vínculo es superar su contradicción mostrando que no nos apresa: la 
libertad de la mente humana le permite no depender de sustancias o de 
afectos, y graduar o hacer desaparecer la esclavitud de una vida 
destructiva. Es posible superar la culpa y el dolor de ser responsables 
de la muerte de los animales, protegiéndolos y ayudándolos. 
Es posible 
dejar de relacionarnos de manera destructiva y sangrienta con aquello de
 lo que dependemos y, en su lugar, construir una relación positiva y 
vital de cooperación evolutiva. En todos los casos, la elevación del 
nivel mental no la producen ni las luchas violentas ni el razonamiento 
elemental, pues superar una adicción es un trabajo arduo, penoso e 
incierto, en el que el amor, el cambio de mentalidad o la maduración son
 claves. La comunicación, la cultura y los medios que la humanidad 
siempre usó para explicar y ayudar a superar sus tragedias puede 
transmitirnos ese impulso.
Quizá debamos introducir, 
en los mensajes anti-exterminio del planeta y en el sentido de la 
comunicación animalista y ecologista, mensajes trascendentes que ayuden 
ante los terribles efectos inmovilizadores de la adicción mundial al 
consumo productivista y agresivo. Una trascendencia mayor hacia 
comunicaciones con un nivel superior tiene que llevar a un salto de 
mentalidad, es decir, a una nueva mente humana, ecológica y sostenible.
 
Esto se puede conseguir con activismo constante y firme, con intenso 
esfuerzo, con innovaciones en la relación con la naturaleza que surgen 
constantemente reforzando el lado positivo de la superación; sobre todo,
 con un lenguaje que muestre que no necesariamente debemos vivir 
matando, con el temible peso adictivo que ello genera.
Sin
 duda, una parte esencial del oscuro panorama que vivimos tiene que ver 
con la escasa capacidad de esas formas de comunicación cultural para 
llegar a grandes grupos de la humanidad, encenagados como están en un 
mundo de comunicaciones rastrero y simple en el que nada puede ayudar a 
elevarse al ser humano por encima de sus propias dependencias creadas. Y
 raro sería que pudiera darse ese milagro trascendental con una 
humanidad que no piensa, no tiene una relación afectiva con el mundo y 
no puede sentirlo sin cegarse ante culpa e ira.
Bateson,
 como tantos otros, consideraba que era posible salir de las adicciones.
 Aquellos que han superado alguna saben muy bien que ese esfuerzo no es 
racional ni puede apelar al interés del adicto. No se trata de convencer
 a nadie, ni de hacer caer del caballo a ningún ignorante. 
La adicción 
al sistema consumista actual no se vence con lógica. 
Se vence con ánimo,
 relación, constancia y convicción 
de que otro mundo nos espera ahí, más
 allá de este terrible panorama.
*Gregory Bateson nació en Grantchester, Reino Unido, el 9 de mayo de 1904. Fue un antropólogo, científico social, lingüista y cibernético cuyo trabajo tuvo repercusión en muchos otros campos intelectuales. Algunos de sus escritos más notables se plasman en sus libros Pasos hacia una ecología de la mente (1972), Espíritu y naturaleza (1979) y El temor de los ángeles: epistemología de lo sagrado (1987).