Oriundo de la Riojilla burgalesa, Isidro G. Cigüenza llegó a nuestra tierra hace más de cuarenta años. Enamorado del paisaje y del paisanaje ha realizado su labor didáctica durante todo este tiempo en el mismo pueblo (Estación de Gaucín) y con la misma gente (que no en vano han pasado por sus manos, abuelos, padres y nietos de las mismas familias). Autor de una didáctica específica, que funde y amplía a partir de las filosofías y prácticas avanzadas de la Historia de la Pedagogía (Sócrates, Rousseau, Freinet o Giner de los Ríos), ha venido llevando a cabo paralelamente una labor etnográfica, con libros como: “Habla de la Serranía de Ronda”, “Ecosistemas”, “Arrieros”, “Bandoleros”, “Brujas”, “Boabdil y el Camino Romántico”, “Cabreras”, “Monaguillos” o su último trabajo estelar: “La Pedagogía Andariega”.
– ¿Qué opinión te merece Vicente Espinel?
– A partir de sus tres aportaciones: la novela picaresca, la guitarra española y la Décima espinela, Vicente Espinel mantiene una vigencia inusitada. En su novela “Vida del escudero Marcos de Obregón”, por ejemplo…, introdujo unas temáticas y unas aseveraciones que, cuatrocientos años después, nos dejan pasmados. Leyendo sus textos es como se le conoce:
“Tienen los médicos la obligación de ser dulces y afables, de semblante alegre y palabras amorosas… Que sean corteses; que toquen y acaricien al enfermo de modo que parezca que sólo su visita ya les ha traído mejoría…“
“En este asunto de la crianza de los hijos hay tantas cosas a tener en cuenta que muchas veces, ni a los propios padres que los engendraron y parieron se les puede encomendar esa tarea. Y ello porque las costumbres y manías se contagian de padres a hijos.
– ¿Cómo le descubriste personalmente?
– En Ronda existen varias instituciones y calles que llevan su nombre: un Teatro, un colegio de Educación Primaria, una Asociación de Vecinos, una Coral, una calle de dedicada a su novela y la travesía más comercial y transitada de la ciudad: la Carrera de Vicente Espinel, conocida popularmente como “Calle La Bola”. Sin embargo, y como suele suceder con los nombres onomásticos, su biografía pasa absolutamente desapercibida. Por mi parte, fue escribiendo el libro “Bandolerismo en la Serranía de Ronda”, como lo descubrí. Existe allí un territorio asilvestrado, denominado “La Sauceda” donde Espinel centra una de las escenas más interesantes y divertidas de su obra. Leyéndolo me quedé prendado de su calidad, humor e inteligencia.
– ¿Y eso fue lo que te llevó a Adaptar su obra al lenguaje actual?
– Efectivamente. Mi oficio de “maestro de Escuela y profesor de Secundaria” me condujo precisamente a aprovechar los muchos recursos didácticos que, tanto en el terreno musical, histórico, andariego y novelesco, aportaba Espinel. Él me confirmó la bondad de la metodología didáctica basada en la necesidad de “educar divirtiendo y divertir educando”. Su libro, especialmente para niños y jóvenes malagueños y andaluces, me pareció una joya pedagógica que, superando en humor y calidad moral al propio Quijote de su coetáneo y amigo Cervantes, debía ser traída al lenguaje actual. Fue con motivo del IV Centenario del citado “Marcos de Obregón”, y respetando giros y formas antiguas, como fui conduciendo a sus lectores hacia el deseo ínclito de conocer el texto original. Por otra parte y ahora como aficionado a leer y escribir que soy, me parecía una obligación dejar constancia de mi agradecimiento hacia los grandes autores de la literatura universal, facilitando el conocimiento de uno de ellos. Ya lo dice el refrán: “De bien nacidos es ser agradecidos”.
– Nos consta tu ofrecimiento a Asociaciones, Colegios e Institutos para, con motivo de este IV Centenario, sacar a los niños de los Centros y, por calles y plazas ir realizando actividades didácticas.
– Así es. Dentro de mis posibilidades y continuando con mi labor docente (precisamente por ello) llevo años ofreciéndome de forma altruista para llevar a cabo acciones en torno a Proyectos Educativos como éste de Vicente Espinel. Un proyecto, por cierto global e interesante donde los haya y que abarca infinidad de áreas: historia, literatura, rutas, música… En este caso el tema tiene un atractivo añadido que es la de ahondar en la rima y los ritmos acústicos a partir de la Décima Espinela y de la mano de cantantes actuales como pueden ser Rozalén, El Kanka, Alexis Pimienta, los trovadores hispanos o los raperos improvisadores de las “peleas de Gallos”. Nuestra tierra ofrece además unos recursos artísticos y arquitectónicos fabulosos… Mi labor consiste en mover a maestros y profesores para que saquen a sus alumnos fuera de las aulas. Para que no se dejen domeñar por esa panoplia de horarios, programaciones, libros de texto y contenidos ajenos a sí mismos y a los niños que tutelan. La educación tradicional está muerta, y la tan cacareada “digital” sedentaria y homogeneizada. Debemos recrear una educación proactiva, próxima y comprometida con la colectividad que nos acoge.
– ¿En qué consisten esa “Rutas Espinelianas” que llevas a cabo con niños y jóvenes, acompañados de tu burrita Molinera?
– Se trata de realizar caminatas que enmarcan los relatos de la biografía de Espinel y las aventuras del Marcos de Obregón. Así, y aprovechando la lección que nos dan monumentos, lugares y senderos de aquella época, caminamos por Ronda leyendo sus textos, ampliando aprendizajes y llevando a cabo juegos callejeros que por su simplicidad y jerga rítmica nos resultan entrañables: “Al pasar la barca, me dijo el barquero, las niñas bonitas no pagan dinero…” Pero no nos quedamos aquí, también nos vamos de viaje a Salamanca, Madrid o Sevilla. ¡A Salamanca, por ejemplo, propongo ir caminando, como en su día fuimos Molinera y yo mismo tras las huellas del joven Vicente Espinel cuando fue a estudiar a su universidad: Adamuz, Córdoba, Mesón del Potro, Hinojosa, Sierra Morena…! ¡Una pasada!
– Creo que también implicas a escritores actuales en vuestro proyecto…
– Lo mejor del itinerario rondeño es que, una vez hecho el recorrido por calles y monumentos renacentistas…, una vez leídos textos…, cantadas las espinelas y jugado a juegos de toda la vida…, concluimos nuestro periplo en el rincón más delicioso de la Calle Marcos de Obregón: en el patio de la casa del mejor y más prolífico escritor de la ciudad: D. Antonio Garrido. Un autor que nos recibe con una alegría y una generosidad proverbiales. Un hombre que, octogenario de edad, nos muestra su bibliografía y sirve a niños y jóvenes de referencia y modelo para entender que, quizás también él, resultará homenajeado dentro de otros cuatrocientos años como lo es hoy D. Vicente Espinel. ¿Habrá algo más aleccionador, vívido y educativo al mismo tiempo? ¡Pasado, presente y futuro, al alcance de la sensibilidad y la memoria tangible de niños, jóvenes y profesores! ¡Un modelo proverbial que no podíamos dejar escapar! ¡Una maravilla!
– Isidro, jubilado… y sigues trabajando en pos de una pedagogía, La Andariega que tú mismo has fundamentado y que estás empeñado en fomentar.
– Y ello porque entiendo mi profesión de educador como un oficio. Un oficio artesanal que no concluye con la jubilación, sino todo lo contrario. Un oficio proverbial e imprescindible que, como si se tratara de un ebanista, un ceramista o un herrero, manipula la materia prima con la que trabaja con respeto, conocimiento, afabilidad y destreza. Mi relación así, con niños y jóvenes, es muy similar a la de aquellos sabios artesanos: trato de fundirme con los intereses y aptitudes de mis compañeros de viaje; busco con ellos encontrar en el entorno próximo (paisajes, monumentos, fábricas, comercios y personas singulares) los recursos pedagógicos que satisfagan nuestros intereses y habilidades. Propicio y fomento, a partir de la experiencia, un compromiso personal y social con lo que nos rodea. Trato, en fin, de llevar a cabo una enseñanza efectiva, afectiva, y solidara. Mi pedagogía, La Pedagogía Andariega, nace de las posibilidades que nos brinda nuestro cuerpo, nuestro corazón y nuestra mente para, en constante movimiento, salir a buscar esas respuestas sempiternas que técnica, moral y humanamente nos hacemos. Relegamos la tecnología, lo digital, los libros y las aulas, a lo meramente instrumental. Renegamos de una Educación impuesta por el Sistema. Lo importante para nosotros es descubrirnos a nosotros mismos y nuestro papel en el barrio y en el Cosmos que habitamos. Vicente Espinel, en este caso, es el recurso inmediato que nos permite, siempre caminando, averiguar cosas del futuro a partir del camino recorrido en el pasado. Ya lo dice su Marcos de Obregón en uno de los pasajes: “El camino me lleva…, no soy yo quien lo llevo a él”.