Mucho antes de la llegada de Halloween, nuestros antepasados, y nosotros en Redecilla del Camino y en casi todo el mundo, ya celebraban el "Día de la Calavera, la Noche de Animas, El Día de los Muertos"...
La víspera del Día de Todos los Santos, el 31 de octubre, se celebraban en las zonas rurales de todo el país diversas celebraciones en las que los protagonistas eran el misterio, la magia y el miedo, que los antropólogos y etnólogas encuadran dentro de las fiestas del otoño (asociado a la época del año en la que todo reposa, todo decae en el descanso del invierno..., como símil de la muerte)
Durante el día y la tarde, los mayores y lo niños recogían de las huertas las más grandes remolachas azucareras, les vaciaban el interior haciéndoles dos o tres agujeros simulando el aspecto de rostro humano de una calavera; y al atardecer les colocaban una vela en el interior para poder iluminarlas, o deambulaban por el pueblo en pandillas jugando dar sustos.
Los niños y niñas hacían durante esos días las calaveras de juguete con la intención de asustar e intimidar a sus vecinos: es un juego de la muerte, una manera asumir socialmente la muerte al margen de los tabúes que hay con ella a lo largo de la vida... En unos días se jugaba con la muerte y con sus significados y significantes.
Lo que ha venido de América, que lo llaman "jalouin", no tiene el trasfondo antropológico y mítico que encierran estas fiestas que esconde otro tipo de creencias, valores y significados de la cultura popular. Pero podemos utilizar esta ola para reverdecer/modernizar y mantener las expresiones culturales que en torno a la muerte hemos tenemos en los pueblos.
Asociado a ese juego entorno al horror que nos provoca la muerte, estaba una manera de atraer, dignos recordar, al ánimas de los familiares y amigos fallecidos para que volvieran a casa, por lo que se colocaban calabazas iluminadas en los portales, puntidos, ventanas, hasta en los tapiales de las huertas y cruces de caminos con el objetivo de mostrarles el camino a casa. Esta celebración relacionada con las almas de los fallecidos nos muestra otra visión de la muerte en la que los vivos tienen la oportunidad de reunirse con los muertos. La muerte está presente en muchos momentos de la vida, y para asimilarla, digerirla... necesitamos hacerla social, compartirla: es una manera inteligente de administrarla sin que nos "pueda" del todo.
Esta práctica pagana y ancestral (que está presente en casi todas las culturas del mundo) también nos enseña la importancia de otros valores como el recuerdo y la memoria de los difuntos, la cohesión familiar y comunitaria y del ser humano con la naturaleza y la "sobrenaturaleza".
Este día también era celebrado comiendo castañas, nueces... Y en los pueblos los niños y niñas se cubrían la cara y el cuerpo con trapos viejos e iban de casa en casa pidiendo los aguinaldos; y habitualmente se hacía un merienda con ellos.
Como hemos dicho, con esta celebración se daba inicio al largo invierno , es decir, esta era la primera fiesta que se celebraba para dar la bienvenida al nuevo ciclo invernal.
Con los cambios socioeconómicos producidos en el España a partir de mediados del s.XX, se produce la migración a las ciudades... y el abandono de muchas costumbres y usos que estructuraron la vida social de los pueblos durante siglos.
Hay una necesidad social, hoy como ayer y anteayer, de tener presente la muerte en nuestras vidas porque la "parca" es parte misma de esas vidas. Y la sociedad necesitará siempre unas liturgias, unos ritos que conjuren nuestra relación con ella, y estos necesariamente serán expresados social y comunitariamente, porque, si no es así, el individuo no encuentra salida, o la única que encuentra es el suicidio. Somos personas, no individuos. Los individuos sólo son números para las estadísticas y se mueren "más" que las personas, porque estas son para la sociedad, y esta es una manera que tenemos de pervivir a la muerte.
¡Descansen Paz Todos
los que nos han Precedido!
¡Va por ellos!

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu opinión importa. Danos tu Opinión.