lunes, 19 de abril de 2021

El mundo rural reclama medidas para los niños ante el revulsivo de la covid.

 Ayuntamientos, productores, maestros y gestores de proyectos europeos 
reivindican servicios y conexiones, con el fin de llenar los pueblos de niños y niñas, 
ante la oportunidad que ha dado la pandemia a las zonas rurales.
El presidente de la Red Española de Desarrollo Rural, Secundino Caso, padre de dos chicos (11 y 12 años), 
defiende que la enseñanza a distancia ha aumentado la socialización de estos preadolescentes 
y recuerda la llegada de la fibra óptica, que "cambió la vida familiar". 
 "Pero hay muchos sitios sin fibra, sin cobertura del móvil o señal de televisión (...), 
luego llevas al niño a la cabecera de comarca y parece que su amigo habla otro idioma", apunta.

Reportaje de Mercedes Salas, 

Profesionales rurales que defienden el entorno para sus hijos declaran a Efeagro que hacen falta políticas de refuerzo, porque para frenar la despoblación es decisiva la presencia de los niños y las niñas en los padrones.
Así lo perciben dos madres, dos padres y un maestro de Aragón, Cantabria y Castilla y León.
La pandemia puede aumentar las matrículas rurales "porque hay familias que consideran la escuela rural positiva por las vivencias, los resultados y la seguridad sanitaria y ambiental si en el pueblo hay servicios, vivienda, trabajo, comunicaciones e Internet", según el Informe España 2020 de la Universidad Pontificia Comillas.

Reactivación demográfica
El presidente de la Red Española de Desarrollo Rural, Secundino Caso, asegura que en zonas como Castilla-La Mancha se han reabierto colegios y que este curso hay más escolares en los pueblos de Madrid o de la costa rural cántabra.
Alcalde de Peñarrubia (Cantabria) y padre de dos chicos (11 y 12 años), defiende que la enseñanza a distancia ha aumentado la socialización de estos preadolescentes y recuerda la llegada de la fibra óptica, que "cambió la vida familiar".
"Pero hay muchos sitios sin fibra, sin cobertura del móvil o señal de televisión (...), luego llevas al niño a la cabecera de comarca y parece que su amigo habla otro idioma", apunta.

Brechas entre pueblos
La infancia en un municipio pequeño turolense no se puede comparar con la vivida a pocos kilómetros en Calanda o Alcañiz, o en un pueblo de Andalucía, según el gestor del grupo de acción local Cuencas Mineras de Teruel -del programa europeo Leader-, José Manuel Llorens.
La ganadera María Gómez Arredondo, de Soba (Cantabria), incide también en las diferencias entre pequeños núcleos -en el suyo hay tres vecinos- y las cabeceras comarcales.
Debido a la pandemia, sus hijas -de 12 y 8 años- no asisten a las actividades extraescolares como baile o carreras de "mountain bike" para las que debe recorrer muchos kilómetros al día y acudir precisamente a esos centros de comarca.
Gómez describió a Efeagro hace un año el confinamiento "privilegiado" en las montañas y once meses después sigue valorándolo, pero señala que el campo "no es tan idílico".
Al referirse a la brecha digital, remite a las dificultades para completar la entrevista telefónica por varias interrupciones debido a la poca cobertura en su explotación.
El horario de los deberes coincide con el del ordeño de vacas, en su caso, lo que condiciona la conciliación.

Cambio de mentalidad
"Que mis hijas sean astronautas o ganaderas, pero con buena educación; estudié Gestión Comercial y Marketing, volví con las vacas y no me arrepiento", subraya Gómez, en alusión a la necesidad de dotar a los niños rurales y urbanos de los mismos recursos.
Laura San Felipe, doctora, estudió Publicidad en Madrid, vivió en Ecuador y regresó a su comarca en Segovia, donde creó una agencia de comunicación para negocios rurales, que combina con teletrabajo para la Universidad Internacional de la Rioja.
En Cantalejo, con 4.000 habitantes, puede dejar a su hijo de dos años en una guardería y tiene buena conexión digital, a diferencia de su pueblo, Cabezuela (700 habitantes).
Aprecia la atención "personalizada" de los colegios rurales y el privilegio de que los niños jueguen en la calle y pasen la pandemia entre pinares.
Pero casi todas sus amigas viven en Madrid y reconoce que "la mentalidad" es pensar que "si quieres prosperar, tienes que irte".
En sentido inverso, Llorens, licenciado en Historia, se considera un urbanita atípico que hace 13 años aterrizó en Torrevelilla (200 habitantes) siguiendo a su mujer, farmacéutica rural.
Valora llevar a "Eva y Anaís", mellizas de seis años, al colegio de 20 niños adscrito al Centro Rural Agrupado (CRA) del Mezquín y la crianza en el pueblo, con más libertad e independencia.
Relativiza las carencias en Internet, porque en las ciudades "también hay diferencias", según el poder adquisitivo familiar, y defiende la escuela de sus hijas, con pizarras digitales y enseñanza bilingüe.
Pero ve un inconveniente en la alta rotación del profesorado.

El maestro que se queda
Patxi Artigot es maestro en Camarillas (Teruel), en un colegio adscrito al CRA de Aliaga, con "seis alumnos y seis niveles" de un pueblo de 86 habitantes; el curso pasado trabajó en prácticas en otro pueblo, en Allepuz.
Asegura que se quedará allí el año que viene y que en su círculo hay más colegas que piensan igual, porque en Teruel muchos jóvenes proceden del entorno rural como él, que aún tiene una abuela en el campo.  

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