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lunes, 27 de diciembre de 2021

La multiplicación de los panes…, y de los caminos jacobeos.

La multiplicación de los panes y peces fue un milagro y, según parece, una bendición, 
pero la multiplicación de los itinerarios jacobeos, 
con la misma intención de saciar a miles de bocas hambrientas no precisamente de pan,
 lleva camino de convertirse en un grave problema.

En España es sabido que prima el mercadeo político, y así mientras que, 
grandes rutas bien fijadas por la historia y de mucha importancia, 
ocupan hoy una posición marginal,
entre tanto florecen los productos turísticos inventados y tocados de vieiras
 como el caballero del milagro de Maia, los de los últimos partos dotados de nombres ingeniosos, comerciales 
o tan desternillantes como «Céltico» o «A Orixe».
 Resultado, una plaga de pseudocaminos advenedizos, sin imaginación ni vergüenza, 
que construyen artificios comerciales con nombres de opereta.


Hasta ahora podemos sistematizar tres grandes fases en la recuperación de las rutas a Santiago: 
.- la primera, que comenzó con el Camino Francés y fue rápidamente seguida con la reivindicación de los grandes itinerarios históricos; 
.- una posterior, promovida por las asociaciones jacobeas, en la que se procuró conectar todas las comunidades autónomas, y sus principales ciudades, con los ejes mayores antes definidos; 
.- y ahora mismo estamos en la tercera, en la que si bien se van incorporando caminos con cierta lógica histórica, sobre todo enlaces y variantes, es la que venimos denominando como de la «fiebre amarilla», caracterizada por un contagio mimético del monocultivo turístico de las vías compostelanas y también por una plaga de advenedizos, sin imaginación ni vergüenza, que construyen artificios comerciales con nombres de opereta —también vale serie de Netflix— y practican un lamentable uso de la historia y la arqueología para documentar lo que sea menester sin el más mínimo recato.

La ponte de Brandomil (Zas), paso histórico del camino directo a Muxía

Una noticia reciente, la de que la Xunta de Galicia selecciona de la enorme lista de espera una serie de rutas, siete para ser más exactos como los pecados capitales, para estudiar su historicidad, nos pone en estado de alerta. Se trata de los caminos conocidas como Miñoto-Ribeiro (también llamado en Portugal da Geria, y en Galicia de los Arrieros), Künig (alternativa a la subida por O Cebreiro y con paso por Lugo), do Mar (Ribadeo-Ferrol), de San Rosendo (por Bande y Celanova hasta Ourense), Mariñán (cortos enlaces con el Camino Inglés), de Muros-Noia (con ramales desde Muros y Porto do Son) y la variante a Muxía por Brandomil.

Es bien sabido que tras estas solicitudes ya no solo están asociaciones jacobeas o culturales enamoradas de su comarca, sino también los municipios con sus alcaldes al frente, las diputaciones de turno y, en algún caso, ilustres prebostes de los partidos gobernantes. Por lo tanto, para la Axencia de Turismo y el Xacobeo se trata de una patata caliente que rápidamente le pasan a la Dirección Xeral de Patrimonio, que es la encargada de aceptar o no estas propuestas, dando paso a un reconocimiento oficial que se hará, con toda seguridad por mayoría absolutísima, en el parlamento. En cuanto a la Ley de Patrimonio de Galicia es bastante ambigua en los requisitos: «Podrán ser reconocidas como Camino de Santiago aquellas rutas de las que se documente y justifique convenientemente su historicidad como rutas de peregrinación a Santiago de Compostela y su influencia en la formalización de la estructura del territorio por el que transcurren», que es como decir ya veremos y depende.

Recordemos que hasta ahora se han ido guardando las formas dentro de lo que cabe, que no es mucho. Los dos últimos caminos en haber accedido al parnaso, por ejemplo, fueron el Portugués de la Costa (A Guarda-Redondela) y el mal llamado de Invierno (2016). En ambos casos había serias carencias documentales, pues si bien en el primero estaba bien definida, sobre todo desde el siglo XVI, la ruta costera lusa de Porto a Caminha, se sabía que la mayor parte de los peregrinos, llegados a este punto, remontaban el Miño hasta Tui por tierra o en barca; pero ahí estaba Vigo, la única ciudad de Galicia sin Camino, y el temor a agravar el discurso del victimismo, que es la marca del alcalde de las luces de Navidad, pudo con todo. En el segundo caso, si bien hasta Monforte la apoyatura documental era notable, a partir de aquí se miró para otro lado forzando el enlace a través del monte do Faro y Lalín.

Más aún, en sentido estricto hay caminos de la primera fase que tampoco pasarían una exigente prueba de resistencia histórica, sobre todo si tenemos en cuenta la fórmula del profesor Caucci, Presidente del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, que ya hace años estableció las pautas para que un itinerario pudiese ser considerado como «Camino de Santiago». Entre ellas se suele obviar una relevante: que el susodicho camino, además de contar con una red de acogida y testimonios fehacientes de peregrinos, tuviese una permanencia a lo largo del tiempo; y permanencia, en casi 1.200 años de peregrinación, ¡son siglos!

Esta fiebre ya no es solo española, pues nuestros vecinos se han contagiado a gusto. En Francia, por ejemplo, los principales caminos históricos, como ha demostrado una investigadora tan rigurosa como Denise Péricard-Meá, eran los de Tours, en primer lugar, y la Vía Tolosana; y sin embargo, allí la que tiene mayor predicamento es la Vía de Le Puy. Hace más de un siglo Alexandre Nicolaï (Monsieur Saint-Jacques de Compostelle, Burdeos, 1897) ya había profetizado lo que sucedería al señalar que, si recuperásemos todos los caminos con vestigios del paso de peregrinos, o en los que hubo hospitales, acabaríamos por definir la trama viaria medieval francesa (o de cualquier país) completa.

Los portugueses, pisando el acelerador como James Dean en Rebelde sin causa, se han dejado arrastrar por el pícaro e irreverente Torres Villarroel, camino de autor donde los hubiere que no merecería pasar de la anécdota, y sin embargo han ignorado uno de los más relevantes, tal es el de Lisboa al norte por Torres Vedras, y abandonado a su suerte el más antiguo, según el profesor Arlindo de Magalhães, que es el Interior.

En España es sabido que prima el mercadeo político, y así mientras que grandes rutas bien fijadas por la historia, así las del túnel de San Adrián (Camino Vasco del Interior), el Camino Aragonés, el del Salvador o el catalán por Barcelona que tuvieron mucha importancia, ocupan hoy una posición marginal —otros son directamente ignorados, caso del camino de Vilalba a Betanzos, prolongación principal del Camino Norte—, y entre tanto florecen los productos turísticos inventados y tocados de vieiras como el caballero del milagro de Maia, los de los últimos partos dotados de nombres ingeniosos, comerciales o tan desternillantes como «Céltico» o «A Orixe». 

*Antón Pombo
Periodista e historiador especializado en el Camino de Santiago.

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