viernes, 1 de marzo de 2024
Camino Francés: Santo Domingo de la Calzada-Redecilla del Camino-Belorado (22 Km.).
domingo, 25 de febrero de 2024
30 historias de vida en el Camino Francés.
No están todos los que son, pero, sin duda, todas y cada una de las personas que protagonizan esta serie de 30 vídeos vinculados al Camino de Santiago Francés, lo están por derecho y mérito propio.
La iniciativa parte de la Asociación de Municipios del Camino de Santiago (AMCS), gracias al apoyo de la Secretaría de Estado de Turismo, como una forma de conmemorar el trigésimo aniversario de la declaración de esta histórica ruta como Patrimonio Mundial
La realización de los vídeos se ha confiado al periodista Paco Alcántara, quien no solo ha publicado numerosos artículos vinculados al Camino, sino que también lo ha recorrido en varias ocasiones como peregrino. “El planteamiento general ha sido el de dar voz a 30 personas que vivan en el Camino de Santiago y que tengan relación con la senda. No solo hospitaleros y estudiosos del Camino. También era importante recoger los testimonios de artistas, músicos y empresarios, que han apostado por trabajar en alguna localidad del tramo francés”, explica Alcántara.
¿La meta? Mostrar a través de su testimonio y sus vivencias los aspectos más positivos de esta emblemática ruta. “Como toda selección, muchos personajes importantes han quedado fuera. Pero, todos los elegidos tienen derecho a estar ahí”, asegura el periodista, quien precisa que “existe un denominador común en todas las entrevistas: el amor al Camino y la atención a los peregrinos”.
Castilla y León
En la Comunidad más extensa del Camino, Castilla y León, nos topamos con 11 protagonistas. Pablo Arribas Briones. Investigador y ribereño del Camino. Ovidio Campo, quien cumplió el sueño de reabrir el Monasterio de San Antón en Castrojeriz, y convertir, lo que solo eran ruinas, en un hospital de peregrinos.
Paulo Caucci, quien fundó, en 1994, el albergue de Puente Fitero, recuperando las ruinas de una ermita del siglo XII en las inmediaciones de Itero de la Vega.
Jesús Merino que regenta, desde hace más de dos décadas, un albergue de peregrinos y un hotel rural en su pueblo, la localidad palentina de Boadilla del Camino.
Ángel Luis Barreda, que lleva toda una vida trabajando en la promoción y defensa del Camino.
Juan Carlos Urdiales, capitán del Juan de Homar, la barcaza que, durante tres kilómetros, recorre el Camino de Santiago en Palencia, a través del Canal de Castilla.
Sor Ana María y Sor Petri, en León, en la plaza del Grano, nos cuentan cómo su congragación lleva más de cuatro décadas gestionando uno de los albergues más emblemáticos del Camino, el Monasterio de Santa María de Carbajal. Enrique Notario, que se enamoró de Foncebadón cuando apenas eran unas ruinas y decidió abrir un negocio de hostelería. Antolín de Cela, rector de la basílica de La Encina en Ponferrada. Tomás Martínez, que conoció Manjarín en 1993 y devolvió a la vida este poblado abandonado. Cierra la serie Jesús Arias Jato, el hospitalero más veterano del Camino a quien encontramos en Villafranca del Bierzo.
30 personas que han apostado por vivir en el Camino Francés, que han decidido establecerse en alguna localidad de la senda y confirman con su testimonio que acertaron en la elección. Desde distintos quehaceres, todos andan empeñados en mantener con vida esta ruta milenaria.
La Rioja
Seis son las historias de vida que nos conectan con el Camino a su paso por La Rioja. Felisa Rodríguez, quien fue una institución en el Camino por su sentido de la hospitalidad. A la entrada de Logroño, ofrecía a los peregrinos agua, unos higos y, sobre todo, una breve conversación. “Falleció a principios del siglo XXI, con más de 90 años, pero dejó, como herencia, un puesto a la vera del Camino que continuó su hija, María, su nieta Felisa y, ahora, también, su biznieta”, explica Alcántara.
José Antonio Olarte, un creador a los pies del Camino, que ha encontrado aquí inspiración para realizar numerosas intervenciones artísticas en la senda. Marcelino Lobato, peregrino infatigable. Enrique Valentín, que abrió el albergue San Saturio, en Ventosa y puso en marcha la iniciativa Km Arte.
Javier Azpeitia y José Fuentevilla, antiguos priores de la cofradía de Santo Domingo de la Calzada. Completa el recorrido riojano, Marina Sanz, que encontró en el albergue parroquial de Grañón el modelo de hospitalidad que ella andaba buscando.
Navarra
La mayoría de los protagonistas son personas acostumbradas a escuchar, “ahora, ante las cámaras, nos cuentan sus vivencias”. Así, por ejemplo, en la Comunidad de Navarra, lugar elegido para la presentación de esta serie de vídeos, conocemos a Maribel Roncal, una de las grandes hospitaleras del Camino. Su albergue, en Cizur Menor, era y es un referente.
En Viana reside uno de los estudiosos más singulares y eclécticos del Camino, el historiador, etnógrafo, músico y animador, Félix Cariñanos, quien nos aporta datos de la importancia de la mujer en el Camino, a lo largo de la historia. Es tal la popularidad de Cariñanos que uno de los cabezudos que salen en las fiestas de Viana lleva su rostro, recuerda el realizador de la serie.
“Tuvimos la suerte, también, de grabar a Javier Caamaño. Un histórico del asociacionismo jacobeo, que falleció a finales del año pasado. Nos contó cómo, desde la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Estella, la segunda más antigua del mundo, tras la de París, puso en marcha una iniciativa para realizar el Camino, por tramos. El proyecto aún funciona y cientos de personas han podido realizar las etapas, en diferentes partes del año”, cuenta Alcántara.
Carlos Mencos, responsable de la editorial Buen Camino, completa la selección de personajes vinculados a Navarra. Este periodista y peregrino comenzó su afición por el Camino, en su casa. Su padre era el presidente de la Asociación de Amigos del Camino en Navarra y, constantemente, los hijos tenían que atender el teléfono de casa, para responder a las preguntas que les hacían los jacobitas que pasaban por esta Comunidad.
Aragón y Galicia
En el tramo aragonés son cuatro los testimonios seleccionados. El de Jesús Fonseca, nos conecta con el Camino legendario, el de Somport, la ruta más directa para los peregrinos que venían de Roma. Francisco Orós, pionero en el asociacionismo jacobeo, rememora el que fuera el primer Congreso Internacional del Camino de Santiago, que se celebró en Jaca, en 1987. Junto a ellos, el matrimonio formado por Joaquín Jiménez y Mary Luz Vinacua, quienes nos hablan de la aportación del Camino a sus pueblos y de su posada ‘El Granero del Conde’, donde atienden al peregrino que hace parada en Arrés.
En Galicia los protagonistas son Elias Valiña, un visionario que trabajó por devolver a la vida esta ruta milenaria, como párroco de O Cebrerio. Laura Dennett, escritora y periodista canadiense que decidió regalar al Camino de Santiago un Jardín Tranquilo. Francisco Castro Miramonte, Fray Paco, un franciscano, socorrista de peregrinos. Xermán Aria, Luthier a los pies del Camino, en Sarria. Eloy Rodríguez, alcalde de Portomarín durante más tres décadas y, cómo no, José Fernández Lago, Deán de la Catedral de Santiago.
Disponibles en redes sociales
El destino final de estos 30 vídeos será su proyección progresiva en las redes sociales de la Asociación de Municipios del Camino de Santiago, especialmente en su canal youtube, donde ya pueden verse las primeras píldoras audiovisuales.
Posteriormente, se irán compartiendo en los perfiles de la asociación en Facebook e Instagram. Además, a la presentación de Navarra se sumarán otras en las distintas comunidades y provincias por las que discurre el Camino Francés y, muy posiblemente, la serie se irá ampliando con nuevos vídeos y testimonios.
martes, 20 de febrero de 2024
Sale a subasta, Censo de 1.656, realizado en Redecilla del Camino, por un Comisario de la Inquisición.
domingo, 18 de febrero de 2024
En defensa de los agricultores
¡Cómo han cambiado las cosas en muy poco tiempo! Tras las manifestaciones de los agricultores en Alemania, y, sobre todo, Francia, nadie hubiera imaginado una reacción como la que han tenido los agricultores y ganaderos españoles. Hace unas semanas en este mismo blog relatábamos las reivindicaciones de los agricultores en los países citados y cómo consiguieron el apoyo de la sociedad y las negociaciones con sus respectivos gobiernos (https://ruralsiglo21.org/2024/01/28/la-voz-del-campo/). Incluso, el presidente de la República Francesa trasladó las preocupaciones de los agricultores de su país a la presidenta de la Comisión Europea.
En un contexto de reflexión sobre el futuro de la Política Agraria Común (PAC) y los condicionantes medioambientales, la presidenta de la Comisión Europea, influida, sin duda, por las próximas elecciones del mes de junio y el inusual impacto social de las reivindicaciones del campo en todo el continente, decidió dar marcha atrás a la decisión de reducir en un 50% el uso de fitosanitarios en la agricultura europea.
Creo, en primer lugar, que este nuevo planteamiento y lo que está sucediendo estos días, pone de manifiesto que las decisiones sobre la PAC, y sobre las cuestiones agrarias en general, deben tomarse teniendo en cuenta a los agricultores y ganaderos, los que están sobre el terreno y conocen la realidad de lo que sucede en el campo. Y, por otra parte, los que, en la práctica, en el ámbito agrario, van a tener que llevar a cabo los compromisos del Pacto Verde.
Una segunda reflexión es que el futuro de nuestra sociedad, y también de la agricultura, depende, en gran medida, de nuestro compromiso europeo, inquebrantable, con la lucha contra el cambio climático, la reducción de gases de efecto invernadero, la transición energética y los objetivos de la Agenda 2030. Este compromiso no puede ponerse en cuestión. Algunos, desde planteamientos muy reaccionarios, vinculados a partidos de ultraderecha, aprovechando el río revuelto, y rozando el ridículo, lo cuestionan, incluso señalan estos objetivos ambientales como el mayor problema para los agricultores y ganaderos. Hay que combatir este discurso, sin ambages. La agricultura y ganaderías europeas solo tendrán futuro en el marco de los compromisos del Pacto Verde. El componente ambiental ha de ser, además, un argumento fuerte para solicitar una PAC con más recursos y con un reparto mas justo de las ayudas, que priorice a las explotaciones familiares, pequeñas y medianas que, desde la multifuncionalidad, son las que vertebran el territorio, combaten la despoblación y cuidan del medio ambiente.
Es muy necesario hacer un esfuerzo pedagógico, hacia los agricultores y ganaderos, con los que, insisto, hay que contar para aplicar las medidas y para que éstas sean exitosas y consigan los objetivos propuestos en el Pacto Verde. Pero también hacia la sociedad en su conjunto, para que vea a los agricultores y ganaderos como un colectivo fundamental para el progreso social, en el desarrollo del medio rural, la preservación del medio ambiente o la garantía de la seguridad alimentaria. Quizá las manifestaciones de estos últimos días, que demuestran la fuerza del sector, mayoritariamente desde el respeto, y que han contado con un gran apoyo social, puedan constituir un punto de inflexión a este respecto.
Ajustando el foco, en el caso de España, hay algunas medidas en las que el gobierno ha actuado con rapidez y contundencia en los últimos años. El volumen de ayudas nacionales -al margen de la PAC- por la sequía, los efectos de la guerra de Ucrania o las consecuencias económicas de la pandemia, ha sido el más alto de nuestra historia. También, la subida exponencial del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de los últimos años o la reforma laboral, han tenido en cuenta, me atrevería a decir que, por primera vez, al eslabón más débil de la cadena agroalimentaria, los trabajadores asalariados del campo, tantas veces olvidados.
Es momento, ahora, de afrontar otras cuestiones. La defensa a ultranza de un modelo de agricultura familiar, que se asienta sobre pequeños y medianos emprendedores en nuestros pueblos, profesionales de la agricultura y ganadería, es urgente, imprescindible, si queremos que nuestro sector tenga futuro. Para ello, urge una PAC orientada a este modelo de explotación, que les priorice de verdad, que sea más sencilla y fácil de entender para nuestros agricultores y para el conjunto de la sociedad. Y es muy necesaria la elaboración de una ley de agricultura familiar que blinde este modelo de agricultura, que canalice la prioridad política hacia ellas, de tal forma que puedan competir en igualdad de condiciones con las grandes empresas y con los productores y operadores del feroz mercado global.
Y por supuesto, como ha comprometido el presidente del Gobierno, reforzar la Ley de la Cadena Alimentaria, para que exista rentabilidad en todos los eslabones, principalmente en el más débil, el primero. Que los costes sean razonables para todos, que los márgenes comerciales nos sean abusivos y que los precios sean dignos para todos. Parece muy lógico, pero no es fácil de lograr. Sin embargo, la batalla es necesaria, también muy urgente
Es evidente que la movilización de los agricultores y ganaderos tiene una motivación económica. Pero en la demostración de fuerza de estos últimos días hay también un deseo de decir a la sociedad de nuestro país algo así como: “Aquí estamos. Formamos parte de la sociedad, producimos alimentos y somos importantes. Y así queremos que nos veáis”
Nos lo están pidiendo. Y debemos escucharlos. Es momento de estar con ellos, de apoyarles y entenderles. No sólo estos días. Siempre.
jueves, 15 de febrero de 2024
Guía para abordar las tractoradas desde la España vaciada.
Esto sigue presente, y creo que es lo que explica el hecho de que un ganadero que trabaja a pérdidas por culpa de tratados de libre comercio vote opciones neoliberales. No es algo exclusivo del campo: ocurre lo mismo con los autónomos de las ciudades. No hay espacio aquí para hablar del gran error de considerar al pequeño propietario el enemigo, como si fuera lo mismo poseer Inditex que una zapatería o una cafetería de barrio. Pero sí tengo que resaltar que en el campo ese error sale aún más caro, porque el poso histórico del miedo a la pérdida de la tierra que da de comer es mucho más grande de lo que pueda parecer. Esto es lo primero que la izquierda tiene que entender.
No, no va a funcionar hablar de ecologismo. Primero, porque es percibido como algo de izquierdas. Así de sencillo y así de complejo. Pero además, no va a funcionar porque los agricultores y ganaderos sienten que se les hace pagar a ellos la factura ecológica de todos. Es uno de sus hartazgos. La Unión Europea le está sacando partido a la ola verde de las protestas de 2019. Pone medidas restrictivas dentro mientras firma tratados de libre comercio con países que desde luego no participan de pacto verde alguno. Y si los agricultores protestan, siempre podrán decir a la opinión pública que la UE quería ser verde, pero que estos señores bloquearon las calles con tractores pidiendo volver a lo de siempre. Y así, Von der Leyen y compañía ya tendrán lo que buscan: que se acreciente ese falso dilema entre el mundo rural y el desarrollo sostenible; que los de abajo se enfrenten entre ellos. Por eso ha sido muy inteligente la maniobra de retirar la ley que pretendía reducir el uso de pesticidas.
Además, mientras se ponga el acento en la cuestión ecológica, no se pone en la económica. Mientras debatamos sobre los mililitros de fertilizantes permitidos que recoja la siguiente normativa, no hablamos de que todo apunta a que de aquí a unos pocos años toda la agricultura y la ganadería estarán en manos de grandes corporaciones transnacionales, y que los pueblos de Europa estarán más vaciados si cabe, porque arruinados, sus habitantes pasarán a formar parte de la masa desempleada o precarizada de las ciudades. Es muy difícil y a la vez muy fácil: hay que hablar en términos económicos, hay que explicar adónde se va el dinero que están dejando de ganar los agricultores, para que todos tengamos claro quiénes son los culpables y dónde está el enemigo. Sin perdernos en detalles, por muy importantes que puedan ser esos detalles. Hay que ir a lo estructural; hay que hacer una suerte de pedagogía de lo estructural. Porque en los últimos años se ha querido articular tantas demandas distintas, que quizá hemos acabado por perder de vista la demanda que tiene que articular a las demás, eso que podríamos llamar “la demanda estructural”. Y no es que haya demandas que no sean importantes. Lo que ocurre es, entre otras cosas, que lo que se está haciendo no funciona, porque interpela sólo a quienes se identifican con la izquierda. Se podría ir al campo a hablar en términos de ecologismo y vestidos con chaquetas de coderas, pero les puedo ahorrar el trabajo: no va a funcionar. Y la razón de ello, insisto, no está en el contenido del mensaje, está en una cuestión de identidades. Se percibe una amenaza de izquierdas, pero no la amenaza neoliberal, y eso hace que si la lucha contra las macrogranjas o contra el libre comercio la abandera alguien con ropaje de izquierdas, esa lucha será lucha del enemigo y se percibirá como un ataque.
Se pueden crear nuevas identidades, claro está. Se suponía que, desde el análisis de Mouffe y Laclau, era lo que pretendía hacer el primer Podemos, pasando de la dicotomía izquierda-derecha a los de abajo contra los de arriba. Pero al final todo quedó en un nuevo partido de izquierdas, y lejos de interpelar a una mayoría, la mitad del país vio el proyecto como algo situado a la izquierda de la izquierda. O sea, como al enemigo. Y ahora, una vez muerto el espíritu del 15M, ¿sigue habiendo oportunidades de articular un “los de abajo” contra el capitalismo salvaje? ¿Por dónde empezamos? Las nuevas identidades no nacen de la nada, sino que surgen a partir de las que preexisten, que se funden, se separan, se desarrollan, mutan… Y es una mala idea pretender que surja una nueva identidad popular partiendo de la identidad “izquierda”, porque no va a funcionar. Desde sectores como el campo (pero no sólo), todo lo que surja a partir de la izquierda se verá como un otro amenazante: en el peor de los casos, un otro enemigo, y en el mejor, un otro que habla desde lejos y que los mira con condescendencia.
La lejanía y la condescendencia, aunque sean involuntarias, se aprecian en el propio uso del lenguaje: ¿por qué los medios de izquierdas hablan de los “campesinos”, si es un término con el que jamás se identificaría un agricultor? ¿Saben dónde no se cometen esos errores? En Vox. Y ojo, no hay que confundir la capitalización que hace Vox de la causa de los agricultores y ganaderos con la acusación de que sea ese partido quien los esté convocando. Porque ahora se está hablando de dos tipos de agricultores: los fieles a los sindicatos, cuya lucha es legítima, y los que pasaron por encima de estas organizaciones y convocaron sus propias manifestaciones el 6 de febrero, presentándose a estos últimos como marionetas de Vox que alteran el orden público con métodos fascistas por no tener una autorización de la subdelegación del gobierno que corresponda. Si la izquierda quiere una receta para terminar de regalarle a Vox la causa del campo, ahí la tienen: continúen insultando a un gremio al borde de sus límites, y sobre todo, alíense con sus enemigos. Porque, créanme, ahora mismo la inmensa mayoría de los ganaderos y agricultores de este país ve en los sindicatos agrícolas a un lastre con el que ya no están dispuestos a seguir cargando. Y no, esa misma inmensa mayoría, no ha acudido a ninguna cita de Vox. Es difícil saber aún quiénes han liderado la organización del movimiento y qué intereses puede haber detrás, pero a efectos de esta guía, me da igual: los agricultores no han sacado los tractores pensando en acudir a un acto de Vox.
Pero si seguimos por este camino, quizá la próxima vez sí lo hagan. Se le está poniendo en bandeja a Vox que capitalice un movimiento al que probablemente se le sumen los transportistas y quizá al final todos los autónomos. Sigan llamándoles fascistas, hasta que al final se dé una profecía autocumplida en media España. Después, ustedes dirán que ya avisaron del peligro. Yo diré lo mismo.
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* Bárbara del Arco es profesora de filosofía en Las Palmas de Gran Canaria, pero procedente de un pueblo de Zamora.
domingo, 11 de febrero de 2024
Hace 15 años, se publicaba este post en el blog: "Ayago, un topónimo primitivo"
Imagen y traducción del Cartulario de San Millán donde se cita a San Andrés de Ayago: "Y séptima decanía San Andrés de Faigo con sus viñas y dehesas sus montes y sus manzanos". |
Blog sobre Redecilla del Camino y comarca.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Ayago, un topónimo primitivo
Ayago es, clarísimamente, una localización; no es sólo el nombre de
En general a las palabras latinas que empezan por f, y sólo en el norte castellano y algo en sur de Francia, el castellano las convirtió con el paso el tiempo en h aspirada inicialmente y muda después, llegando la h a desaparecer de la escritura; Por ejempo: fagea se transforma en faga, luego en faia (faia-go en el año 863); se transforma la f en h, en (h)aya, aia, el aya-go (de nuestros días)[1].
Dice Rafael Lapesa que el foco inicial de ese fenómeno se da en el norte de Burgos y en
Rafael Lapesa nos está diciendo que este fenómeno, que se da en la comarca, tiene sus raíces en idiomas muy anteriores a los romanos, anteriores incluso a los celtas. Esos factores pudieron ser de órigen íbero o vasco. Estamos hablando de un sustrato lingüístico muy antiguo, del que esta comarca es protagonista, y que tiene su traslación directa en unos de sus topónimos, o vocablos más significativos: Ayago.
Como luego se dirá, la primera vez que aparece Ayago escrito lo es en documento sobre un acto jurídico del año 863; en la forma, tal como la analiza Rafael Lapesa, primitiva Fai(a(go) que nos llega como hay(a(go), o ay(a(go).
El subfijo o terminación –a-go puede tener relación con el sufijo precéltivo ieg. El sufijo ibero/vasco ago unido a palabras de origen latino nos ha llegado en castellano para darles fuerza, singularidad o grandeza al significado normal de las palabras latinas: como muerciélago, vástago, tartago, bálago.
Normalmente ese sufijo es átono (no lleva acento), pero también forma palabras en las que es sí acentuado, o tónico. Y curiosamente cuando este sufijo es tónico, es cuando se refiere, aunque no sólo, a árboles, plantas o vegetales, como apiago, viscarago, mucilago, plantago (plantaina, llantén), lappago(lampazo)[3]. Y podría ser éste el caso de Ayago, con raíz linguística de un árbol: el haya.
En ese sentido Ayago nos describiría un haya de singular magnitud o significación: un árbol memorable...; un árbol singular.
Cabe reseñar que la desinencia –ago del vascuence servir para formar el grado comparativo superior: en ese sentido Ayago sería el haya más grande, o muy grande.
Con mucha probabilidad la existencia de ese haya singular y “copuda[4]” estuvo asociada a mitos y ritos religiosos de los primitivos pobladores de la zona... Ya se ha demostrado que en la zona se produjo el culto mítico a los árboles: El poeta latino nacido en Calatayud (40 d.C.), Marcial, se refiere en su obra (4,55,23) a que en Buradón había un robledal sagrado adorado por los autóctonos o indígenas. (Buradón estuvo a menos de 5 klm de Redecilla del Camino)
Los ritos y mitos vinculados a la deificación de elementos de la naturaleza, con el trascurrir del tiempo, se cristianizan, y, en este caso, se asocian inicialmente a San Andrés, y cuando el culto a
En el documento que refiere la decanía de San Andrés de Faiago, el genitivo/complemento locativo de la preposición “de” expresa en este caso la pertenencia o relación de esa decania de San Andrés con el lugar o la comarca/montes de Ayago en la que está ubicado.
El Ayago de esta comarca es un nombre propio, no común. Estamos ante un San Andrés de Ayago, ante unos Montes de Ayago, ante una Virgen de Ayago.
Ayago aquí es el nombre propio de una posición geografica.
Es la pertencia de San Andrés, de unos Montes o de una Virgen a una entidad de nombre propio de carácter localista, llamada Ayago.
El “de Ayago” determina la localización singular, el nombre propio de un elemento físico localizado en un espacio concreto y llamado Ayago.
[1] Rafael Lapesa, Historia de
DRAE; Pilar García Mouton, Toponimia Riojana Medieval; y D. Manuel Alvar, Dialecto Riojano, Biblioteca Románica Hispánica, Madrid 1986.
Rufino Gómez Villar, Toponimia Vasca en la comarca de Belorado, Fontes Linguae Vasconum. Nº 92, Enero-Abril 2003; recoge un interesante y documentado estudio de la influencia vascuence que se percibe en los múltiples pagos de la comarca, sobre todo en la conservada en los Montes de Ayago.
[2] Rafael Lapesa, Historia de
[3] Términos todos estos que se hallan en la obra de San Isidoro de Sevilla, anterior al año 863. Isabel Velázque, Formación de las palabras en las Etimologías de San Isidoro de Sevilla.UCM, Madrid 2003
[4] “Copuda”, singular adjetivo que los cantares y poemas de los danzadores y el “cachuburrio” de Redecilla, aún hoy día, dedican a el haya en el que se apareció
jueves, 8 de febrero de 2024
El malestar del campo: la crisis del neoliberalismo que amenaza con teñirse de pardo.
Cuando te equivocas de diana, o escupes contra el cielo.
Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual.
Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó
Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar
Manifestación de agricultores en Belfort (Francia) 31 enero de 2024. / Thomas Bresson (vía Wikimedia Commons) |
Las botas pardas se tiñen del marrón del barro. Algunos dirigentes de la extrema derecha europea habrán pisado más el campo en estas últimas semanas que en el resto de sus vidas. Desde Vox hasta Alternativa para Alemania, pasando por la Reagrupación Nacional de Marine Le Pen o Hermanos de Italia, las formaciones ultras pretenden instrumentalizar la actual oleada de protestas de agricultores. Y eso que promueven el mismo modelo económico que tanto malestar genera entre los campesinos: el capitalismo neoliberal.
Cuando faltan cuatro meses para las próximas elecciones europeas, esta rabia del campo aparece como un regalo caído del cielo para la ultraderecha, que ya tenía el viento en popa de cara a los comicios del 9 de junio. Si bien en 2019 las manifestaciones climáticas de los jóvenes tuvieron una incidencia en ese escrutinio y favorecieron el crecimiento de los verdes en la Eurocámara, la actual oleada de protestas campesinas aparece como un síntoma del cambio de época. Es una señal del efecto backlash (reacción conservadora) que sufre el ecologismo, pero también de los límites e incoherencias del neoliberalismo verde.
Alemania, Francia, Polonia, Países Bajos, Rumania, Italia… Es larga la lista de los Estados donde se han producido este tipo de movilizaciones, que también han alcanzado a España desde principios de febrero. La dimensión continental de esta contestación evidencia el carácter estructural de los problemas del sector primario. Los agricultores y ganaderos europeos sufren una crisis capitalista de manual. Es decir, una crisis de crecimiento de una actividad que se desarrolló y prosperó durante décadas gracias a su modernización e industrialización, pero que se encuentra estancada desde principios del siglo XXI. Está encerrada en un modelo productivista que ya no crece y genera malestar entre unos endeudados y empobrecidos campesinos.
En 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibió el 16,6% de los fondos de la PAC
A eso se le suman las incoherencias de las políticas agrarias de la Unión Europea. Por un lado, el hecho de dar una gran cantidad de ayudas al sector, sobre todo los 41.400 millones de la PAC, pero hacerlo sin criterios de justicia social –en 2020, el 0,5% de las explotaciones más grandes recibieron el 16,6% de los fondos, con ayudas individuales superiores a los 100.000 euros– ni climática –se reparten en función de las hectáreas, lo que incentiva una agricultura productivista y contaminante–. Por el otro, el haber renunciado a una regulación de los precios que se pagan a los campesinos y haber suprimido los aranceles sobre los alimentos de fuera de la UE, con la firma de tratados de libre comercio.
Estos factores económicos no resultan las únicas explicaciones del actual malestar agrícola –también alimentado por las sequías, el exceso de papeleo, las normas medioambientales, la competencia “desleal” de los productos ucranianos…–, pero han influido en el estallido social de esta profesión, tan desigual como precarizada.
“Queremos vivir de nuestro trabajo”, “Cuando llego a final de mes, no me queda ningún ingreso neto. Vivo gracias al salario de mi mujer”… Testimonios como estos resultan habituales entre los campesinos que han cortado carreteras en Francia.
Grupúsculos ultras se infiltran en las protestas
A pesar de ello, los grandes medios y buena parte de la clase dirigente han impuesto una interpretación mucho más simplista y parcial: el campo contra la ecología. Este diagnóstico solo tiene en cuenta las últimas gotas que han colmado el vaso –la supresión de la subvención del diésel rural en Alemania o Francia o una reducción del tamaño de las granjas en Bélgica o Países Bajos– en lugar del caudal de este malestar. También sirve para no cuestionar a la industria alimentaria y la gran distribución –una de las dianas predilectas de los campesinos movilizados– ni los dogmas económicos neoliberales, como la no regulación de los precios o los tratados de libre comercio. Y, de hecho, se trata del mismo marco discursivo de la extrema derecha.
Los grandes medios y parte de la clase dirigente han impuesto
una interpretación simplista y parcial: el campo contra la ecología.
“La ecología se lleva a cabo de manera sistemática en perjuicio de nuestros campesinos”, dijo a la cadena TF1 Jordan Bardella, número dos de la RN. Era el 20 de enero y apenas dos días después de que hubieran empezado los primeros cortes de carreteras, el cabeza de lista en las europeas del lepenismo intentaba instrumentalizar las protestas visitando una explotación ganadera en el suroeste de Francia, propiedad de simpatizantes de su partido. Ese ejercicio comunicativo no terminó de salirle bien, ya que luego se supo que esos mismos granjeros habían robado el año pasado tres hectáreas y 39 fardos de henos. Pero inauguró el desfile preferido en las últimas semanas de los dirigentes ultras: el del campo.
Ya sea haciéndose el imprescindible selfi encima de un tractor o a base de tuits, los Le Pen, Abascal o Geert Wilders quieren sacar rédito electoral a la rabia del campo. Además, militantes de grupúsculos neofascistas participaron en protestas de viticultores en Montpellier, donde hicieron proclamas de “más para nuestros campesinos y menos para los migrantes”. Y a principios de enero, el ministro de Economía alemán, el verde Robert Habeck, quedó bloqueado en un ferri en el norte del país debido a una concentración de campesinos cabreados, organizada a través de un canal de Telegram conspirativo y xenófobo.
¿La extrema derecha saldrá beneficiada?
Más que su presencia en las protestas, el riesgo de la ultraderecha es ideológico y electoral. “Desde principios de los años 2000, el auge del lepenismo se debió a su capacidad de implantarse electoralmente en los territorios rurales”, explica el historiador Edouard Lynch, especialista del mundo agrícola y profesor en la Universidad Lumière-Lyon 2, refiriéndose a la estrategia de Marine Le Pen de convertirse en la portavoz de la “Francia de los olvidados”. La mayor parte de los 88 diputados de RN en la Asamblea fueron elegidos en circunscripciones rurales en las legislativas de 2022. Es el mismo modelo “ruralista” que intenta aplicar Vox en España.
Hablar del “campo” no solo sirve para intentar seducir electoralmente a los campesinos –el 30% de ellos votó a Le Pen o Zemmour en la primera vuelta de las presidenciales de 2022, un porcentaje parecido a la media del país–, sino también a todos los habitantes de los territorios rurales y periurbanos. Ellos ya habían estado sobrerrepresentados a finales de 2018 en la revuelta de los chalecos amarillos, que marcó asimismo la campaña de las europeas del año siguiente.
El Movimiento Campesino Ciudadano fue la primera fuerza en las elecciones provinciales de Países Bajos el año pasado
¿La ultraderecha sacará un rédito electoral a este malestar del campo? “Me cuesta imaginar que no lo vaya a hacer”, reconoce el politólogo Guillaume Letourneur. Sin embargo, este especialista de la implantación rural de RN matiza que “esto dependerá de la oferta electoral en las europeas”, en las que el presidente de la Federación de los cazadores, Willy Schraen, liderará un nuevo partido ruralista.
“Quizás será esta lista la que saldrá más beneficiada por las protestas”, sostiene Letourneur. Este nuevo partido francés se inspira en el Movimiento Campesino Ciudadano, que dio la sorpresa en Países Bajos y se convirtió en la primera fuerza en las elecciones provinciales en marzo del año pasado. La candidatura de la España Vaciada también pretende dar la sorpresa en los comicios de junio.
Demonizar la ecología sin caer en el climato-escepticismo
La derecha mainstream –desde la CDU en Alemania hasta el PP en España, pasando por el macronismo en Francia– sigue con inquietud esta evolución del electorado rural. Esto ha provocado que haya endurecido su discurso contra el ecologismo. El presidente del Partido Popular europeo, el alemán Manfred Weber, ya se había opuesto el año pasado con claridad al Green Deal (Pacto Verde) de la Unión Europea, a pesar de que esa batería de medidas ha quedado descafeinada ante la influencia de los grupos de presión. “El gran problema es el Green Deal y su visión claramente basada en el decrecimiento”, ha denunciado recientemente el presidente de la FNSEA (principal organización agrícola en Francia), Arnaud Rousseau, conocido por poseer más de 700 hectáreas.
Aunque la ultraderecha se presenta como defensora de los pequeños campesinos,
en realidad respalda las políticas que alimentan su malestar.
“Ante cada dificultad, ustedes se dedican a señalar a los agricultores” y los presentan “como delincuentes, contaminadores de nuestras tierras y como los torturadores de los animales”, reprochó el primer ministro francés, Gabriel Attal, a una diputada verde en la Asamblea Nacional. En lugar de hablar de “competencia desleal”, señalar a la gran distribución o cuestionar la desregulación de los precios, el Gobierno de Emmanuel Macron ha acusado de este malestar agrícola a los ecologistas. Ha sacrificado varias medidas medioambientales, como el final progresivo de la subvención del diésel rural o un plan para reducir el uso de pesticidas, para responder a la rabia del campo.
Esta reacción representa, sin duda, una victoria ideológica para la extrema derecha. Intentando distanciarse de los discursos climatoescépticos, el lepenismo (y también los ultras en otros países) afronta el debate sobre el cambio climático con una nueva estrategia. Lo plantea como una confrontación entre el “falso medioambiente” punitivo, que defienden los tecnócratas de Bruselas y los “burgueses” urbanos que votan a la izquierda, y el “verdadero medioambiente” de los campesinos y cazadores. Una posición puramente retórica y llena de contradicciones, pero que también ha abrazado una parte de la derecha clásica.
Aunque la ultraderecha se presenta como la defensora de los pequeños campesinos ante Bruselas, en realidad respalda aquellas políticas que alimentan el malestar del sector primario. Votó en la Eurocámara, a finales de 2021, los fondos de la PAC, repartidos sin criterios de justicia social ni climática. También ha respaldado recientemente acuerdos de libre comercio con Chile o Kenia. En cierta manera, la rabia del campo refleja la paradoja en que se encuentra atrapada Europa: un continente enfermo de un neoliberalismo que nutre el voto a la ultraderecha. Y eso que esta defiende el mismo modelo que alimenta el descontento
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