jueves, 22 de abril de 2010

Día de Castilla y León, 23 de Abril, Día de los Comuneros de Castilla

El nacimiento de Villalar como símbolo se remonta tiempo atrás. Ya en el siglo XVIII León del Arroyal, ilustrado economista y destacado protoliberal, manifestaba que Villalar fue "el último suspiro de la libertad castellana". Los antecedentes de las conmemoraciones de Villalar habría que situarlos en 1821, cuando el guerrillero castellano, Juan Martín Díez "El Empecinado", y sus compañeros de la sociedad "Los Comuneros", organizaron una expedición a Villalar en busca de los restos de Padilla, Bravo y Maldonado. Estos hechos tuvieron su punto culminante con un acto de homenaje a los Comuneros en la plaza de Villalar el 23 de abril de 1821. En esta época es cuando ciertos sectores, entre ellos los miembros de las sociedades secretas "Los Comuneros" o "Los Hijos de Padilla", empiezan a emplear el en ocasiones discutido pendón morado.
Durante el Trienio Liberal (1820-1823), Los Comuneros pasaron a ser objeto de admiración por las corrientes progresistas del país. Durante la 1ª República, la revolución comunera fue también un referente de libertad para el ala federalista del Partido Democrático Republicano, que en 1869 proclamó el Pacto Federal Castellano, el primer intento de una organización territorial federalista en España. Así en el último párrafo de dicho pacto se afirma: "la sangre de los Padilla, Bravo y Maldonados que corre por vuestras venas y al ardimiento de que guardan memoria estos pueblos de las comunidades, garantizan el éxito de nuestras aspiraciones y deseos". En aquélla época el propio Pi i Margall, presidente de la 1ª República, afirmaba que "Castilla fue entre las naciones de España la primera que perdió sus libertades en Villalar bajo el primer rey de la Casa de Austria".
En los primeros años del siglo XX, durante la Restauración, hubo otros intentos de celebración en Villalar. Entre ellos la iniciativa de José María Zorita Díez, diputado liberal por Valladolid, que realizó una petición de un crédito extraordinario para conmemorar la batalla de Villalar. En 1920 el Ayuntamiento de Santander propuso que las corporaciones castellanas celebrasen el IV Centenario de los Comuneros de Castilla. Asimismo, la Casa de Palencia acordó en 1923: "que el 23 de abril próximo vayan todas las representaciones de Castilla a los campos de Villalar, a jurar el Santo Grial castellano, ante el escenario de la rota Villalar (...). Que el mismo día y a la misma hora se dedique en todas las ciudades castellanas un minuto de silencio a los héroes de Villalar".
Años después, son numerosas las referencias al simbolismo de Villalar. Pere Corominas, intelectual catalán de izquierdas, manifiesta en su libro "Por Castilla adentro" (1930): "el carácter eminentemente nacionalista de la guerra de las Comunidades de Castilla". Para él, el documento que remitió la Santa Junta al rey es "la más bella y libre Constitución que se haya dado nunca la nación castellana". Corominas afirma que el sentimiento de la libertad política "hace de los comuneros un núcleo precursor de las revoluciones inglesa y francesa. No sé si en lengua alguna se ha defendido el principio de soberanía popular en una forma tan elegante y humana como la usada por la Santa Junta en su mensaje al emperador". En aquellos años el profesor Misael Bañuelos manifestó que "Castilla deja de ser Castilla en los campos de Villalar, y el castellano deja de parecerse al antiguo castellano, coincidiendo con aquel suceso desgraciado de nuestra historia que aniquila la personalidad de Castilla (...)".
Con el golpe militar de 1936 y el estallido de la guerra civil española, la referencia comunera sigue presente entre las guerrillas defensoras de la República. Durante la contienda se crea el "Batallón Comuneros de Castilla". En su origen se difunde la convocatoria a formar parte de una "columna castellana" para liberar a las provincias de Ávila y Salamanca. Sus miembros eran básicamente castellanos y usaban como simbología el pendón morado.
Ya en la década de los años 60, el historiador José Antonio Maravall publica el libro "Las Comunidades de Castilla. Una primera revolución moderna", que constituye la primera contribución contemporánea que a la vez revisaba y contradecía en parte la particular y deformada visión que de los comuneros habían ofrecido hasta entonces historiadores próximos a las instancias oficiales del régimen de Franco. Maravall considera a las Comunidades de Castilla no como una simple rebeldía. Para este autor la guerra de las Comunidades fue mucho más que una serie de motines y disturbios, inspirada por un pensamiento político coherente que le confiere el carácter de primer movimiento revolucionario de la Europa moderna. Estas teorías son refrendadas en estudios posteriores llevados a cabo por investigadores de gran prestigio, como Juan Ignacio Gutiérrez Nieto en "Las Comunidades como movimiento antiseñorial" (1973) y por Joseph Pérez con su tesis doctoral "La revolución de las Comunidades de Castilla (1520-1521)", publicada en 1977. Los estudios de estos tres historiadores servirán de apoyo a los nuevos movimientos autonomistas que surgirán durante la Transición hacia la democracia, movimientos que tendrán en Villalar un referente fundamental.
Con la actividad antifranquista de principios de los años 70 y las luchas sindicales, se producen los primeros episodios que en cierta manera pueden considerarse como premonitorios para el posterior nacimiento del castellanismo moderno, y que tenían como objetivo la consecución de la democracia y las reivindicaciones autonomistas. En la primavera de 1972 se funda en Valladolid la librería "Villalar", cuyo nombre es un homenaje simbólico a las libertades castellanas. Desde esta librería se articuló buena parte del movimiento antifranquista clandestino en Valladolid. Ese mismo año, en la librería "Villalar" se presenta el poema "Los Comuneros" escrito por Luis López Álvarez, obra literaria que se convirtió en referencia e himno del autonomismo castellanoleonés, y más aún cuando en 1976 el grupo folk Nuevo Mester de Juglaría hizo una adaptación musical de dicho poema.
En 1976 se convoca la primera concentración autonomista en Villalar de los Comuneros (Valladolid). Pese a la prohibición gubernativa, unas 400 personas se concentraron allí convocadas por el Instituto Regional Castellano-Leonés, asociación regionalista que había nacido meses antes y que aglutinaba a intelectuales, profesores universitarios, periodistas, ecologistas y representantes de partidos políticos. Las personas congregadas en Villalar fueron disueltas por la Guardia Civil y las actuaciones musicales previstas finalmente no pudieron celebrarse. Estos hechos contribuyeron a reafirmar la importancia posterior de la conmemoración de Villalar. Al año siguiente, en 1977, cerca de 20.000 personas asistieron al Día de Villalar, en una convocatoria conjunta de los dos principales colectivos regionalistas de la época: el Instituto Regional Castellano-Leonés y la Alianza Regional de Castilla y León.

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