POR LA SIERRA DE LA DEMANDA
Autor Natura Xilocae
Revista de observación, estudio y conservación
de la Naturaleza de las Tierras del Jiloca y Gallocanta (Aragón
Revista de observación, estudio y conservación
de la Naturaleza de las Tierras del Jiloca y Gallocanta (Aragón
La habíamos visto desde lejos antes de llegar a la
ciudad Burgos en los viajes que hemos ido haciendo hacia el norte
peninsular. Y le teníamos ganas. Este mes de febrero aprovechamos para
hacer una escapada de propio. Y nos ha sorprendido.
La sierra de la Demanda es un conjunto de montañas situadas en el extremo septentrional de la cordillera Ibérica.
Forman
la divisoria entre las cuencas del Duero y del Ebro. De hecho es el
nacedero de una serie de caudalosos ríos que los alimentan, como el
Arlanza y Arlanzón (Duero) o el Oca, Oja, Tirón y Najerilla (Ebro). Las
cimas más destacada es el monte San Lorenzo (2.2.71 m.) y el San Millán
(2.132 m.), algo por debajo del Moncayo, la cima de la cordillera. Sin
embargo, la mayor extensión de estas sierras y la proximidad a la
cordillera y al mar Cantábrico, favorecen la entrada de las masas de
aire oceánico por lo que las precipitaciones son abundantes, superiores a
los 800 mm. en amplias zonas y de más de 1.000 mm en todas las cotas
–no pocas- por encima de los 1.600 m. de altitud.
Históricamente
son tierras del nordeste de Castilla (Burgos, Soria y La Rioja). Su
nombre proviene del largo litigio por las tierras y pastos entre dos
pueblos vecinos, Barbadillo de los Herreros y Monterrubio de la Demanda.
Un territorio que basó su economía en un doble aprovechamiento: el de
los pastos estivales para el ganado ovino para la producción de lana y
el del mineral de hierro, tanto en su extracción como en las ferrerías,
empleando los abundantes bosques como combustible.
Nosotros recorrimos la parte burgalesa de la sierra.
Accedimos
desde la comarca de Los Juarros remontando el arroyo Salguero. Desde el
primer momento veíamos robledales de marojo, bien como tallares bien
como dehesas de trasmochos en cada uno de los términos que atravesábamos
y tierras de labor que definían la vocación agrícola. Suelo silíceo y
precipitaciones por encima de los 600 mm. en la tierra baja.
Llegamos
al valle del río Seco. Cambia el paisaje, las labores han dejado paso a
los pastos. Salimos del coche y oímos un rumor. Segunda sorpresa. El
río, en teoría seco, es un conjunto de cauces trenzados que se abren
paso entre los prados.
Al
llegar a Palazuelos de la Sierra comenzamos a adentrarnos en un paisaje
definido por extensos bosques de roble marojo y los pastos aprovechados
por grandes vacadas.
Las
inmediaciones de los pueblos contaban con dehesas de robles. Era el
terreno que se garantizaban los vecinos para asegurarse pastos para sus
propios ganados impidiendo el acceso de aquellos pertenecientes a las
grandes familias ganaderas que contaban con los privilegios de la Mesta.
De hecho, esta poderosísima institución castellana permitía la entrada
de los rebaños en todo aquel terreno que no fuera labor, viña o dehesa.
En
ocasiones las dehesas ofrecían un pujante desarrollo de los arbustos.
Un indicio de la menor carga ganadera por el retroceso de la ganadería,
sobre todo la lanar. Pero, en otras dehesas, se observaba una estructura
formada por prado corto y árboles viejos.
Camino de Villamiel de la Sierra asomó la nevada cumbre del Mencilla (1.929 m.) en su vertiente de solana.
Encontramos
los primeros rebaños de ovejas. Tenían un vellón largo del tipo que
presentan las churras, y unas manchas negras en el morro, orejas, patas y
en torno a los ojos. Al parecer, hay una variedad de oveja llamadas
“ojaladas” por tener cercos negros en torno a los ojos.
En
las tierras frescas del fondo del amplio valle nos sorprenden los
grandes ejemplares de sauces trasmochos, los tallares de sargas y los
viejos espinos. Un paisaje que ha cambiado muy poco en los últimos
siglos. Un paisaje de interés histórico.
A
veces pienso que nos han educado en valorar los monumentos como
catedrales, castillos o monasterios, por tratarse de un producto
elaborado por el ser humano y que forma parte de la historia y de su
identidad. Son bienes de interés cultural. Pero, así mismo, estos
paisajes creados y mantenidos durante siglos, que han producido bienes y
servicios diversos, son igualmente producto del hombre, son un paisaje
cultural que no se trasmite en los libros de texto, una especie de
decorado que si desaparece o se degrada por el desarrollismo pues se
mira para otro lado. Pienso que Castilla, y también en otras tierras
peninsulares, se ha ocupado en recuperar –y a veces ensalzar- en
patrimonio cultural monumental pero todavía no ha comprendido el enorme
valor de los paisajes agrarios tanto los de montaña, como los del llano.
Avanzamos
remontando el valle del río Seco. Al pie del Mencilla, en las zonas
altas, los robledales daban paso a los cultivos de pino. Uno imagina las
disputas de hace cincuenta años entre los ganaderos, los ayuntamientos y
los ingenieros de montes para ocupar pastos de montaña para la
plantación de coníferas. Nada nuevo.
Pasamos Tañabueyes …
… camino de San Millán de Lara.
Impresionante
iglesia. Nuestro primer contacto en el viaje con el románico burgalés.
No por sus dimensiones, sino por la armonía del conjunto. Fue levantada a
mediados del siglo XII sobre una cueva eremitorio de San Millán.
Con su pórtico …
y sus esculturas con motivos vegetales …
o fantásticas …
… labradas todas ellas en arenisca roja.
A
continuación entramos en Jaramillo de la Fuente, otro pueblecico con un
patrimonio artístico impresionante entre la que destaca su iglesia …
Tenían
junto a ella una vieja olma que hace años se murió. En su lugar han
plantado una carrasca llevando tierra de cada uno de los pueblos de la
provincia de Burgos. Singular iniciativa.
También destaca el rollo de ajusticiar, un potro de herrar caballos y una fuente.
Kilómetros
sin cruzar un coche. Prados y bosques. Bosques y prados. Y vacas, unas
vacas royas que inmutables veían pasar las nubes y a los viajeros.
Pueblos pequeñicos, casi vacío en un día laborable del mes de febrero, como Vizcaínos.
Allí asomamos al valle del río Pedroso.
Un río truchero.
Un río amenazado por un trasvase, como denunciaban las pintadas.
Comimos y repostamos en Salas de los Infantes y nos volvimos a internar en la sierra hacia Barbadillo del Pez desde donde nos desviamos hacia la umbría de la sierra de Neila, una parte del complejo de La Demanda. A esta parte de la comarca se le llama Valdelaguna. Llegamos a Huerta de Abajo y, de nuevo, nos desviamos hacia Tolbaños de Abajo. Caía la tarde y volvió el frío. Al pasar el pueblo …
… dimos con la espléndida dehesa de robles y acebos que hace la función de espacio público …
en donde destacan robles marojos, casi todos trasmochos, de grandes dimensiones y buen estado de conservación.
Y grandes rodales de piorno y de acebo …
Conforme remontamos por la carretera el robledal deja paso a los pinares de repoblación de pino albar.
Encontramos nuevos rebaños, con las ya conocidas vacas de pelaje pardo …
… junto a otras de capa marrón oscura pero frente rubia …
En
laderas con fuerte pendiente, peñascosas y en solana densamente
cubiertas por piornales que crecen con vigor tras reducirse el fuego
ganadero y la presión de los rebaños …
Poco a poco fuimos acercándonos a Huerta de Arriba …
Este pueblo tiene otra espléndida dehesa de roble marojo. En este caso en solana. Es una dehesa espectacular.
Desde
Huerta de Arriba, a través la de una carretera de montaña entramos un
tramo en la parte riojana de la sierra, para doblar hacia Monterrubio de
la Demanda. Predominan las areniscas rojas y las cuarcitas que le
confieren a estas tierras un color rojo característico que puede verse,
donde no se cubre de vegetación. Es decir, en pocos sitios. De
Monterrubio partía un tren minero que llevaba el mineral hacia Burgos
por el valle del Arlanzón para ser después transportado al puerto de
Bilbao y de allí a Inglaterra. Fue un ruinoso negocio en el que se
embarcó en 1895 Richard Preece Williams, empresario de Manchester. El
tren estuvo operativo menos de diez años por la escasa rentabilidad de
la explotación. Posteriormente se ha hecho muy famoso por haberse
encontrado el yacimiento paleoantropológico de Atapuerca en las simas
exhumadas de una de sus trincheras. Hoy es una amable vía verde para
ciclistas y senderistas.
Dos días después
volvimos a internarnos en la sierra de la Demanda. Ahora remontando el
valle del Arlanzón. Tras cruzar el pueblo del mismo nombre encontramos
las amplias dehesas de roble marojo recién desmochados en el paraje de
El Pastizal. Estaban podadas como en la la Sierra Pobre de Madrid y como
las hayas del País Vasco: dejando horca y pendón.
Tras
pasar Villasur de los Herreros alcanzamos el embalse de Uzquiza. Fue
terminado en 1986 y supuso la inundación de los núcleos urbanos de
Uzquiza, Herramel y Villorobe. Alguno de ellos de cerca de trescientos
habitantes. Así como la pérdida de buena parte de sus tierras de labor,
pastos y bosques.
Aguas arriba, a pocos kilómetros, aparece la presa de otro embalse: el del Arlanzón.
Su
construcción se decidió tras la inundación que sufrió la ciudad de
Burgos en 1930 con el objetivo de frenar las avenidas que se originan
tras el deshielo primaveral.
Desde allí, tras los inabarcables robledales, comenzamos a ver la vertiente norte del Mencilla y sus formas de modelado glaciar.
Abundaban cada vez más los rebaños de lanar, todos ellos sin pastor, como en las tierras cantábricas.
Antes
de llegar a Pineda de la Sierra, en la margen derecha del valle y
frente a una área de esparcimiento, encontramos un conjunto de tenadas,
construcciones ganaderas destinadas a recoger el ganado.
El
pueblo de Pineda de la Sierra es un conjunto histórico artístico. Es
bellísima la iglesia de Santa Juliana, una de las obras más destacadas
del románico rural castellano. Fue construida en el siglo XII con roca
arenisca roja, que le confiere parte de su singularidad. Destacan su
ábside, su portada, sus canecillos …
… pero, sobre todo, su elegante galería porticada …
Esta
localidad reunía a buena parte de las grandes familias dedicadas a la
ganadería durante siglos. Familias que basaron su prosperidad en la
explotación estival de los pastos de montaña para la producción de lana,
bien situadas dentro del Honrado Concejo de la Mesta y relacionadas con
las familias de comerciantes de la ciudad de Burgos para su exportación
al mercado flamenco. Algunas de sus viviendas, verdaderas casonas, son
evidentes muestras del esplendor económico.
Pineda
se encuentra al pie del monte Mencilla, en su vertiente norte. Cerca
del pueblo continúan los prados, algunos con prósperas acebedas …
Pero,
tan pronto se inicia el ascenso al puerto de El Manquillo, los tallares
de roble marojo primero y los hayedos después, tapizan las laderas en
formaciones densas y jóvenes .…
… donde no han entrado los pinos albares de las repoblaciones.
La
Diputación Provincial de Burgos hace unas décadas también quiso
promover la práctica del esquí mediante la construcción de una estación
invernal con la apertura una pista abierta entre el pinar, la
instalación de remontes y la construcción de un aula de naturaleza y de
un albergue. Su nombre es Valle del Sol, algo ochentero. Las pistas las
vimos cerradas y poblándose de piornos y pinos. En aquella mañana de
domingo un turismo familiar disfrutaba deslizándose por trineos por la
parte baja a pesar de la escasez de nieve.
Seguimos
remontando el río Arlanzón. En algunas solanas se han conservado los
pastos, antaño más abundantes, y ahora matorralizándose por la entrada
de los piornos. Es un paisaje que se está perdiendo por la regresión de
la ganadería extensiva.
En
paralelo también remonta el antiguo trazado del ferrocarril minero de
Monterrubio, que se adapta fielmente a las curvas de nivel. En sus
trincheras afloran unas pizarras carboníferas en las que se aprecian
restos de vegetación de aquellos bosques paleozoicos.
Volviendo
por la carretera, cambiamos de cuenca hidrográfica. Pasamos de la del
Duero, a la del Ebro, primero entrando en la cabecera del río Oca y, al
poco, en la del Urbión, afluente del Tirón. Un conjunto de montañas
encumbradas por el monte San Millán, la cima de la provincia burgalesa,
recogen sus aguas hacia los valles donde se emplazan unos pueblos de
sabor serrano. Albergan algunas casas blasonadas …
…
pero, sobre todo casas construidas siguiendo los patrones de la
arquitectura popular castellana con entramados de madera rellenos de
piedras y lucido con yeso.
Las vimos en Valmala …
… y después en Santa Cruz del Valle Urbión …
En esta localidad se acumulaban las protestas populares ante los proyectos de explotación de piedra …
.... como los de hidrocarburos no convencionales mediante la fractura hidráulica …
Terminamos
en Pradoluengo, principal localidad de la sierra, donde no pudimos
comprarnos los afamados calcetines pero sí comer en un diminuto bar
entre una multitud de personas que disfrutaban de la amistad y de la
vida, mientras bebían, reían y cantaban. Un cierre redondo.
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