Novela que te introduce en la vida rural escocesa desde el s. XII.
En el conflicto entre yo rural y yo urbano.
«Y entonces tuvo una idea extraña en los campos empapados: que nada perduraba en absoluto, nada salvo la tierra por la que caminaba, removida, cavada y en perpetuo cambio a manos de los pequeños agricultores desde que los más antiguos de estos habían erigido las Piedras junto a la laguna de Blawearie y subían allí en sus días de fiesta religiosa y veían que las cosechas de sus bancales crecían al viento y al sol. El mar, el cielo y la gente que escribía, luchaba y era culta, y que enseñaban, hablaban y rezaban, duraban solo un suspiro, como la niebla en las colinas, pero la tierra era eterna; se movía y cambiaba debajo de ti, pero era eterna, estabas cerca de ella y ella de ti, y no podías dejarla, sino que te retenía y hería».
Del Blog Burgostecarios.
La Protagonista:
Cuando empieza a estudiar en la escuela de Kinraddie, un pequeño pueblo escocés, la joven Chris Guthrie, la protagonista de esta novela, se encuentra en la disyuntiva de elegir entre dos caminos diametralmente opuestos; por un lado, el de los libros y el conocimiento, y, por el otro, el de la vida rural dedicada a la tierra. Con esta contradicción perenne en su corazón, Chris crece, trabaja, aprende, sufre, conoce la felicidad, la melancolía, el amor y la pérdida.
Chris Guthrie es la segunda hija de una familia de campesinos originaria de Aberdeen, junto al río Don, donde siempre llueve bien. Su padre, un violento tirano incapaz de conciliar la lujuria con sus radicales preceptos religiosos, arrastra a su familia hasta la pequeña aldea de Kinraddie, en el noroeste escocés, en busca de un arriendo de tierras más económico. Los buenos resultados académicos de Chris y su amor por los libros y el conocimiento la tientan con convertirse en maestra, pero cuando llega a su nuevo hogar el hechizo de aquellas tierras indómitas la reclama con la fuerza de su sangre escocesa. El olor de la tierra, el color del tojo ardiente bajo las últimas luces del día, el estruendo del Mar del Norte más allá de las colinas, el silbido de los mirlos en primavera y ese olor a limpio del viento que sube por la laderas… Tumbada entre los brezales, cerca del lago y de las piedras celtas de los druidas, Chris entiende que por fin ha encontrado su lugar en el mundo.
Sobre la Novela y su entorno:
Hay
países que quedan a desmano en la conversación. No aparecen por lo
común en nuestros asuntos. Al menos, eso es lo que me sucede con
Escocia, salvo en algunos momentos en que se nos habla de su
nacionalismo. Pero hace poco me llamó la atención un libro de la mesa de
novedades de la biblioteca del barrio, La canción del ocaso –Sontag Song–,
de Lewis Grassic Gibbon (1901-1935), y durante un tiempo me ha
absorbido su lectura. Seguramente ha ayudado a ello el que mi infancia
transcurriera en un pueblo en el que se convivía con los sonidos del
viento y las olas verdes de los campos. Y de que haya sido testigo de la
transformación rural por la llegada de la civilización ciudadana, que,
en este caso, tala los bosques primigenios y deja el páramo al albur de
las tormentas.Sorprende, en primer lugar, que este
libro -parte primera de una trilogía- no haya sido traducido con
anterioridad, pues está escrito en 1932, una vez que el autor, al que la
muerte no le dio demasiada tregua, se alejó de su tierra y se
estableció en Inglaterra. Y, en segundo lugar, llama la atención el que
en aquel tiempo eligiera a una mujer como protagonista, Chris Guthrie,
espina dorsal de una historia colectiva, que la vida pone ante la
disyuntiva de elegir entre vivir de la cultura o vivir de la tierra.
Votada como la novela favorita de los escoceses y llevada a la gran pantalla por Terence Davies, Canción del ocaso es la obra más aclamada de Lewis Grassic Gibbon y un clásico imprescindible de la literatura escocesa. La historia de Chris dibuja con un lirismo extraordinario la dureza de la vida rural, los cambios producidos por el estallido de la Primera Guerra Mundial y la fortaleza de una mujer que, como la tierra que trabaja con sus manos, resiste y reverdece ante las inclemencias del destino.
«Una evocación inolvidable de una forma de vida que se ha desvanecido. Es una canción de amor por un paisaje y un lenguaje que aún resultan familiares y preciosos para una generación que nació mucho después de morir. Chris es una de las grandes mujeres de la literatura del siglo XX» – Guardian
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