Los recortes amenazan la supervivencia de la escuela rural
El cierre de centros en entornos rurales complica el acceso de los niños a la educación (Foto: Antonio Estrada)
Para Marina Torres, profesora de 46 años y con más de 20 de 
experiencia en Cercio (Pontevedra, 250 habitantes), esta es, sin duda, 
la peor época por la que pasa la educación pública. “Las cosas 
conseguidas en años se han pulverizado en meses”, se queja Marina, 
preocupada ahora más que nunca por los recortes anunciados por el 
Ministerio de Educación y estimados en 3.000 millones de euros. 
Precisamente para este 22 de mayo los sindicatos han anunciado una 
huelga en contra del tijeretazo educativo.
Marina ha visto vaciarse las aulas a lo largo de los años, y si la escuela en la que da clases de Infantil llegó a tener 150 alumnos, ahora sólo tiene 48.
 La decisión del ministro de Educación, José Ignacio Wert, de aumentar 
el número de alumnos por aula (de Primaria de 27 a 30 y de Secundaria de
 30 a 36) puede provocar el cierre de muchos de estos centros rurales 
que, con ratios muy bajas, tendrían que ser fusionados. Es lo que 
Marcelino Brea, de UGT-Fete en Galicia, define como “el peligro de 
terminar con el carácter igualitario de la educación” y que también 
recoge el artículo 82 del capítulo II de la LOE: “Las administraciones educativas tendrán en cuenta el carácter peculiar de la escuela rural”.
“El centro educativo es muy importante en las zonas rurales, en torno
 a él se organizan las aldeas, y los profesores cumplen una función 
dinamizadora”, indica Brea. Y en esto coinciden docentes veteranos como 
Marina, o recién llegados como Antonio Estrada, de 33 años y que da 
clase de Matemáticas en Villaviciosa de Córdoba (5.000 habitantes), 
donde un taxi recoge a las siete de la mañana a los pequeños
 que viven en los cortijos (y que suelen ser los hijos de los guardas) 
para llevarlos a clase. “Es fundamental tener una atención especializada
 hacia estos niños, a los que les cuesta desvincularse del mundo laboral
 y pensar en un futuro académico”, incide Estrada.
Sindicatos y profesores alertan de la amenaza que supone el cierre de
 centros educativos escolares para el crecimiento demográfico de las 
zonas rurales, ya de por sí muy afectadas por la despoblación. Algunos 
de los municipios como Teruel, Soria, Palencia, Lugo, Ourense o Zamora han perdido entre el 6 y el 8% de su población en los últimos 13 años, según datos del INE.
Hay dos modelos de escuela rural. En uno los niños de desplazan a 
estudiar a una población con un número mayor de habitantes (se suele dar
 más en Secundaria) y en el otro se quedan en sus localidades (si hay un
 mínimo de estudiantes) y son los profesores los que se mueven (para 
Infantil y Primaria). En este segundo modelo funcionan sobre todo los 
llamados Colegios Rurales Agrupados (CRA).
El dicho “un pueblo sin niños está condenado a desaparecer” cobra 
especial importancia cuando los afectados hablan de cifras. Al igual que
 Marina, Jesús Bernal, director del Colegio Rural Agrupado de Medina de 
Rioseco (5.000 habitantes, Valladolid) ha visto cómo en las últimas 
décadas las familias emigraban del campo a los núcleos urbanos y las 
aulas se quedaban cada vez más vacías. Bernal resume con un “muy fuerte”
 cuando se le pregunta cómo está siendo el proceso de despoblación
 en la zona. “A nuestro centro vienen niños de 23 aldeas, si hace unos 
años teníamos 350, ahora apenas llegan a 50”, alerta este profesor. 
Castilla y León es precisamente la comunidad que tiene la mayor parte de
 los núcleos rurales con un menor número de habitantes. En total, en 
esta autonomía hay 197 centros rurales con 22.000 alumnos, según un 
informe de UGT.
Francisco García, de CC OO en Madrid, pone cifras a la influencia de 
los recortes en la pérdida de calidad de la enseñanza: “Las horas 
dedicadas a alumnos que han suspendido han bajado un 20%, las dedicadas a
 la biblioteca, un 54%, las tutorías, un 38%…”. En la práctica, Marina 
Torres desde Galicia critica que ella está dando en una misma clase a 
niños de cuatro cursos diferentes, y Antonio Estrada desde Córdoba 
explica que no puede dedicar fuera del horario lectivo a sus alumnos 
todo el tiempo que le gustaria. “Se da clase, pero no se educa”, concluye este profesor.
 
 
 
 
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