Recuerdo de San Indalecio
"Entonçes era Castyella un
pequenno ryncon,
era de castellanos Montes d'Oca mojón".
Poema de Fernán González.
Agustín Belmonte.
28.07.2013
Cruzado el
Río Oja, en Grañón el cura del lugar nos invitó a comer en el Albergue,
que funcionaba en régimen socialista o algo así: Deja lo que puedas,
toma lo que necesites, ponía en un cofre que contenía dinero.
redecilla del camino
Era el Km 200 desde Roncesvalles. Llegando al
Albergue de Redecilla del Camino se puso a llover.
La hospitalera, muy amable, nos abrió la
iglesia para enseñarnos la Pila Bautismal románica del Sg. XI, y hasta
nos hizo la foto desde un punto que ya tenía muy aprendido con la
práctica.
Hicimos la cotidiana sesión de cura de pies en la escalera del
Albergue, con estrechuras y lloviendo a mares.
Salimos antes de
amanecer, con la última llovizna, por carretera, hasta que amaneció 2
horas después -8 kms- y pudimos recuperar el Camino.
villafranca de montes de oca
En el Albergue-Campamento la tienda tenía bichos.
Con unas cuantas emboscadas y unas nanas que dedicamos a los pocos que
quedaron, pudimos dormir y fue éste uno de los mejores Albergues del
Camino, por sus buenos servicios y el aislamiento que proporcionaban las
tiendas.
Fuimos a ver el llamado Pozo de S. Indalecio. Indalecio fue uno
de los Siete Varones Apostólicos que en el Sg. I vinieron a la Península
en misión evangelizadora. Fijó su sede episcopal en Urci (Pechina,
Almería), donde según algunos textos depósitó el grial que había traído
de Tierra Santa. Fue decapitado por los romanos -donde golpeó su cabeza
se abrió este Pozo- y sepultado en Urci, donde permaneció su cuerpo
hasta 1.085, cuando los monjes de San Juan de la Peña (Huesca) se lo
llevaron en un alucinante viaje lleno de señales y milagros.
En Villafranca, una fortísima subida inicia la travesía de los
Montes de Oca, que tiene 12 kms. Es uno de los tramos más bellos del
Camino. La zona ha sido repoblada de robles que le han devuelto el
aspecto de bosque encantado, de cuento, que tiene. El solitario,
sudoroso y pensativo peregrino comprende por estas anfractuosidades cómo
ha sido siempre el bosque hábitat preferido de hadas, gnomos, duendes,
ogros y trasgos de todos los cuentos. Y una indefinida emoción, al
cruzar estos montes irreales, le hermana con los peregrinos medievales,
que se agrupaban en Villafranca al grito de: "¡Compañía! ¡Compañía!",
para acometer con más seguridad la travesía de estas salvajes soledades
que en el Medievo cobijaban a bandas de ladrones.
san juan de ortega
Al final de tantas subidas y bajadas -ambas igual de
extenuantes-, en el llano castellano se descubre la espadaña de San
Juan de Ortega, donde una fuente de agua fresca alivió a los peregrinos.
Lo más raro de este lugar es un capitel que cada 21 de marzo y
23 de septiembre, es decir, en los dos equinoccios del año, a las 5 de
la tarde, es iluminado por un rayo de sol que recorre sus facetas con
relieves de la Anunciación, la Visitación y la Natividad de Cristo.
En el Sg. XI Juan de Ortega renunció a una vida acomodada y se
vino aquí como ermitaño para recibir a los peregrinos que lograban salir
indemnes de los temibles Montes de Oca. Discípulo de Sto. Domingo de la
Calzada, alcanzó la categoría de Pontífice, construyó varios puentes en
la zona e hizo muchos milagros.
Como solamente llevábamos hechos 12 kms desde Villafranca
decidimos seguir algo más. El paisaje se salpica de encinas, grandes
robles, prados y labrantíos. Colgada de la mochila, mientras, se secaba
la colada del día anterior.
Atapuerca
En el enorme llano cerealista se yerguen dos
monolitos. Uno es homenaje a las Excavaciones Arqueológicas que desde
hace años se llevan a cabo en la sierra próxima. El otro es llamado Fin
de rey, y conmemora la Batalla de Atapuerca, ocurrida aquí en el 1.054.
Se enfrentaron Fernando I de Castilla y su hermano, García III de
Navarra. Derrotado y muerto este último, hombre de fuerte carácter
-ferox Garçeas en las crónicas-, los navarros huirían por los Montes de
Oca. La supremacía pasaba al incipiente reino castellano, que
reescribiría la historia hispana.
En el Albergue, una peregrina anotaba con cuidado en su diario
que padre e hijo hacíamos juntos el Camino, lo que le chocó mucho
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