A mediados del siglo XII las muchedumbres que recorrían el camino hacia Compostela indujeron al cartógrafo hispanomusulmán Al-Idrisi a comparar esta ruta con una calle muy transitada. Más de ochocientos años después el trayecto jacobeo ha vuelto a convertirse en principal arteria de Europa, espacio de reunión de multitud de gentes de muy variada condición, y especialmente en años de celebración jubilar, como este de 2010.
Hoy día, además, las celebraciones de los que se han dado en llamar "años jacobeos" incluyen multitud de actos culturales y promocionales destinados a entender y apreciar en mayor medida una herencia tan frágil como longeva. El sentido de esta nueva entrega de la colección 'Las Guías del Duero' no es ofrecer al lector una guía más para lanzarse al Camino a descubrirlo por sí mismo, que también, sino, yendo siempre un poco más allá como se exige al peregrino (ultreia), proporcionarle claves para ese descubrimiento, coordenadas para trazar el itinerario conceptual, comprensivo e histórico que explique la profusión de testimonios materiales y espirituales de primera línea agrupados en esta senda universal.
Portada del libro
Por qué el Camino surgió, por qué triunfó, sobrevivió y ha vuelto a imponerse con la fuerza de un mito aún vigente, ésas son las preguntas. Así, nuestra 'Guía del Duero del Camino de Santiago' se asienta en tres partes que la dan estabilidad: la exploración del mito y del rito a través de su contexto histórico y antropológico; la descripción sumaria de la ruta francesa o principal y una selección de hitos representativos del Camino que nos permitan caracterizarlo en la forma de un espacio singularmente pautado por manifestaciones culturales de muy diverso pero distintivo signo.
Quién iba a decir hace tres o cuatro décadas que la ruta compostelana iba a reavivarse hasta alcanzar una nueva edad dorada. Si es verdad que lo hace al rebufo de una europeidad restaurada o de un turismo cultural en boga que lo promociona por doquier, no es menos cierto que en ella se aúnan otros valores muy en alza para nuestra sociedad: el contacto con la naturaleza, ideal de toda sociedad urbana; el conocimiento de las tradiciones, o de lo que queda de ellas, sean creídas o no; el ejercicio físico, que puede llegar a ser extenuante pero culmina en una meta alcanzable; o la confianza o interés por una serie de creencias religiosas o míticas que conforman un ámbito diferente, extraño, significante, "inútil" en el sentido más sugerente y «peregrino» de la palabra...
Sin embargo si hoy día la ruta compostelana vive una nueva edad de oro, quizás sea por esos mismos motivos. Una renovada sugestión por la ruta de las estrellas, la Vía Láctea que lleva al Occidente, que revela el interés de nuestra sociedad por alcanzar un lugar en que vislumbrar dónde y cómo se buscó antaño el hilo de lo trascendente, saber por qué en ese lugar que, en realidad, no existe, los lazos con lo absoluto se manifiestaron con infrecuente naturalidad y, quizás, aún lo hagan. Hoy, como ayer, el Camino de Santiago sigue drenando peregrinos al más apartado rincón del viejo continente.
El recorrido
La Guía del Duero inicia su recorrido literario con una preparación que permite entender por qué lo hicieron otros, y, en definitiva, por qué lo vamos a emprender nosotros.
Y lo hace, al menos, desde tres facetas: su origen y triunfo, tanto legendario como histórico, pues ambas ramas se entrelazan y confunden en el relato santiagués; su sentido y significado en el contexto de los mitos y las creencias, y la carga simbólica y sígnica que ha dejado tras de sí y que permite reconocer al peregrino jacobeo entre la nómina de sus semejantes.
San Martín de Fromista (Palencia)
Y, tras este preámbulo, la Guía del Duero se adentra en la ruta Jacobea. Y, aunque el sentido de esta colección de La Posada es siempre Castilla y León, en este caso se realiza, aunque de manera somera, la ruta jacobea completa: el Camino de Santiago Francés que arranca en Roncesvalles (Navarra) y llega hasta la ciudad de Santiago de Compostela (Galicia) y que recorre 750 kilómetros, de los que más de la mitad discurren por territorio castellano y leonés, un total de 450 kilómetros cargados de historia y arte.
Nuestra andadura en la Región comienza sin distinciones orográficas ni de otro tipo, en la riojilla burgalesa aún deudora del Ebro, donde Redecilla del Camino ofrece la memoria de dos hospitales y un principio simbólico de excepción, pues los relieves de su pila bautismal románica (s. XII) representan la ciudad de Dios, ciudad a la que accede el iniciado por las aguas de tal ceremonia.
Y continua, paso a paso, monumento a monumento, hito a hito recorriendo las tierras de la Comunidad, atravesando la cuenca del Duero y tierras de campos hasta llegar a León. Alrededor de 200 kilómetros leoneses hacen de esta provincia la más extensamente jacobea, y su intensidad no le va a la zaga. Y desde el Bierzo a Galicia, donde el resto de la ruta jacobea no necesita mayor presentación, pues esta tierra está marcada de parte a parte por este Camino como lo está su enseña por el curso diagonal y azul del río Miño.
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