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viernes, 9 de junio de 2023

Rogativa al agua.

Traigo aquí esta reflexión que conecta con nuestro trajín redecillano (-no solo nuestro, esto sucede en todos los pueblos, en todas las culturas, en todo el mundo-) de subir y bajar la Virgen Sra. de Ayago con la vieja y sana tradición de pedir su intercesión para que a nuestros campos, animales y salud les vayan bien.
No es tontería marcar la fe desde la debilidad, desde la realidad: hubo tiempos, no hace tanto los hemos vivido, en el que la precariedad, la ventura del día a día en el resultado de la cosecha,  o de la salud marcaban las necesidad de apoyo, del ruego, que socialmente se manifestaba en estas u otras rogativas... 

Ese contacto piel con piel con la todopoderosa naturaleza nos imponía humildad, perdón, no es humildad es la realidad. 
La realidad es que vivimos en un sistema natural finito y cerrado con espacios, recursos y tiempos finitos,  pero está gestionada por un sistema socioeconómico que apunta al infinito,  por unos seres humanos que nos creemos dioses, que nos creemos  una suerte de homodeus que con una varita mágica llamada tecnología es capaz de resolver cualquier situación. 

Pues ese es el problema: que la sociedad industrial y urbana, que no tiene ese contacto piel con piel con la naturaleza y su inmenso poderío, se ha impuesto a las sociedades agrarias, y vive y enloquece al margen de la naturaleza.
Aunque sea sólo por humildad, perdón, por realidad,  conviene recordarnos a nosotros mismos (porque ya estamos enfermos/locos),  que la Naturaleza tiene todos los títulos de propiedad, todas las escrituras del planeta son suyas, todas... 
Y cuando se presenta con sus títulos, no tiene conmiseración ante tanta soberbia con la que, desde nuestra chulería e imbecilidad, la maltratamos.

A tanta evidencia de insensatez no viene mal subir a los Montes de Ayago, recorrer 12 km, respirar aire puro, venernos las caras y charlar, conocer qué es un ezcarro..., sudar, oler una violeta.., y, entre baja y subida, seguir rogando a la Virgen Sra. de Ayago como una componente más de nuestra realidad finita...
Hay otras maneras de vivir este planeta, y las tradiciones, que nos han traído hasta aquí como la  de la Virgen de Ayago, aún pueden tener algún valor para afrontar lo que se nos viene encima, lo que hemos provocado nosotros, dioses de pacotilla...
V.B.S
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Rogativa al agua.

La sociedad industrial, a diferencia de la campesina, 
no solo se siente fuera de la Naturaleza a la que considera 
como un medio, como un ambiente, 
también olvida su dependencia de los ciclos de la vida.

Ni una sequía catastrófica como la actual es capaz de marchitar 
la soberbia de nuestra sociedad industrial.

La sociedad industrial ensancha los errores 
en lugar de reconocer y disculparse por su ignorancia, 
insiste en agrandar los paradigmas productivistas con propuestas 
como la ya clásica de “inyectar fondos para la modernización de los regadíos”.


Campo de olivos regado a manta en Calanda..    Manuel Barberán

Implorar
A vosotras, 
piedras, rocas, guijarros, 
madres primeras del agua, 
os rogamos que convoquéis a los árboles.

A vosotros, los árboles, 
os rogamos que os vistáis de verde 
para seducir a las nubes.

A vosotras, nubes, 
os rogamos que os desvistáis a cántaros 
para llenar los ríos y sus cauces 
donde el agua pueda gozar.

Así podría empezar un canto pagano que para muchas personas sería objeto de burla. 
¿Plegarias para que llueva? ¿Considerar a la Naturaleza y sus elementos como divinidades? 
En tiempos de modernidad y progreso, la civilización industrial considera que el ser humano es la verdadera divinidad, una suerte de homodeus que con una varita mágica llamada tecnología es capaz de resolver cualquier situación. 
Muy olvidados quedan los atávicos rituales que las comunidades campesinas practicaban porque, a decir de Noelia Barreales y Héctor Castrillejo en el último nº de la revista Soberanía Alimentaria, “necesitaban ahuyentar sus miedos, sentir que podían hacer algo para guiar la luz a través de la oscuridad, ser protagonistas de su propio destino, recuperar cierta ilusión de control ante aquella incertidumbre y propiciar la llegada de la próxima cosecha, el siguiente ciclo de la vida”.

La sociedad industrial, a diferencia de la campesina, no solo se siente fuera de la Naturaleza a la que considera como un medio, como un ambiente, también olvida su dependencia de los ciclos de la vida. 
En unos versos de la obra teatral Acorar de Toni Gumila, que podemos escuchar en la voz de Pau Riba, se nos advierte de que ya no solo no distinguimos chopos de encinas, sino que con un genérico “árboles” los humillamos. 
Que ya no distinguimos una lechuza de un pinzón o de un mirlo, y reducimos una diversidad casi infinita a un simple ‘pájaros’. Y desde luego, que no sabemos, como sabían nuestras abuelas y abuelos, discernir si es cebada o avena a las tres semanas de nacer el sembrado, cuando apenas es una hoja. Que no sabemos diferenciar entre una planta de calabaza y una de melón, aunque estos conocimientos sean básicos para sostener la vida. 
Pero ni una sequía catastrófica como la actual es capaz de marchitar la soberbia de nuestra sociedad industrial.

Contrición
Al contrario, la sociedad industrial ensancha los errores en lugar de reconocer y disculparse por su ignorancia. Lo estamos viendo con las soluciones que se proponen frente a la sequía. Aún cuando es obvio que los procesos industriales aplicados en la agricultura y ganadería globalizada y agroexportadora son corresponsables de desequilibrar el ciclo del agua, se insiste en agrandar estos paradigmas productivistas con propuestas como la ya clásica de “inyectar fondos para la modernización de los regadíos”.

Sin la sabiduría propia de quien hunde sus pies en la tierra, pareciera que un sistema de riego por goteo, por ejemplo, es una buena forma de ahorrar agua frente al riego a manta. Quizás en la factura, pero no para los cauces del agua. 
El riego a manta, que por cierto no requiere derivados del petróleo para los tubos, ni depende de comprar artilugios de multinacionales, es un agua que mientras riega una superficie y reparte semillas y nutrientes, vuelve a ser captada por los acuíferos. 
El gota a gota y su remojar la superficie, en cambio, representa mucha evaporación de agua. En realidad, este tipo de regadíos ha servido solo para insistir en superar los mandatos naturales, como en tierras de Málaga donde se cultivan los exigentes aguacates o en tierras de Lleida donde se cultiva maíz para alimentar cerdos, cuando lo normal por sus condiciones climáticas sería practicar una agricultura de secano. No solo eso: el regadío lleva a que, en lugar de felicitarse por garantizar una cosecha anual de cereales, se aspire a doblarla o triplicarla y, otra vez, en lugar de ahorrar se gaste más agua.

Agradecer
Giorgos Kallis, en Límites, advierte que esta obsesión productivista adoradora de la tecnología nace de un discurso de la escasez, ahora del agua, ahora del petróleo, ahora de los alimentos, muy propio de esta cultura de la modernidad y del progreso… Nace de la obsesión de superar los límites naturales de un sistema cerrado, nuestro planeta, que, quizás, el relato del ecologismo ha contribuido a agrandar.

Contrasta con otras culturas, como la de la nación onondaga, pueblo nativo norteamericano que considera el agradecimiento como la manera de tomar conciencia de la abundancia que nos rodea. Y así, en sus escuelas, como recoge Robin Wall Kimmerer en Una trenza de hierba sagrada, las mañanas se inician con un ritual de agradecimiento que las niñas y niños aprenden de bien pequeños:
Miramos ahora hacia el Oeste, donde viven nuestros Abuelos, los Seres del Trueno. Con rayos y truenos nos traen el agua que renueva la vida. Unimos nuestras mentes para saludar y darles las gracias a nuestros Abuelos, los Tronantes”.

Y que, repetido como un mantra, 
te recuerda que lo que tienes es suficiente, más que suficiente”.


*Gustavo Duch: Licenciado en veterinaria. Coordinador de 'Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas'. Colabora con movimientos campesinos. 

lunes, 1 de mayo de 2023

Rogativa a la Virgen Ntra. Sra. de Ayago, día 6 de mayo 2023.

Según la tradición el domingo siguiente a la Cruz de Mayo, 3 de mayo, se celebra desde tiempo inmemorial la rogativa ante la Virgen de Ayago.
Por tanto este año la rogativa sería el 7 de mayo, pero por necesidades del clero, se adelanta y 

Este año 2023 será el sábado día6 de mayo,
oficios religiosos a partir de las 13,30h.

Para subir andando se suele salir desde Redecilla unas dos/tres horas antes de los oficios. 

El sentido  de la Rogativa es/era rogar para que la Virgen de Ayago vigile la buena marcha del crecimiento y madurez de la cosecha. 
La advocación de Virgen de Ayago siempre ha sido una buena medianera y con una larga tradición comarcana de milagros vinculados al campo y agricultura, a la salud...
En este año con la realidad impuesta por la sequía, esta Rogativa puede tener especial significado:
La falta de agua que padece los montes y la riveras sin casi pastos primaverales, los campos los cereales sedientos, los abastecimientos de agua de boca con un claro déficit de reservas...

Reedificada la ermita a principios del s.XVII, la Virgen de Ayago, como en general sucedió con toda la devoción mariana del Barroco, continúa con su excelente fama de Virgen de mucho poder y milagro; fama y predicamento que no se acaba en Redecilla, ni en la comarca, sino que traspasa territorios, fronteras y océanos. 

Cuadro que recoge algunos de los prodigios que se atribuyen a Ntra. Sra. de Ayago.

Repasamos ahora la documentación que recoge los "éxitos" o milagros conseguidos rogando a la Vrigen Ntra. Sra. de Ayago en lo referente a la sequía...:  “Lo acontecido en el año de 1740 es un irrefragable testimonio de esta verdad”: una sequía, pertinaz, asola la comarca. “Perdidos los campos, muertos los ganados”,  los pueblos de Villarta-Quintana, Quintanar y Bascuñana junto con el de Redecilla suben al santuario a implorar remedio a la Virgen de Ayago. 
El día estaba sereno, pero al salir en rogativa, el cielo “se entoldaba, y en seguimiento de los que la acompañaban venía lloviendo. No se verificó que se mojase alguno...”; mas cuando  llegan a la Iglesia  “llovió por dos horas continuadas”.
El 25 de mayo de 1743 tiene lugar un prodigio a decir del siguiente documento:  “Se conserva en este Santuario la memoria de lo acaecido el 25 de Mayo de 1743 á D. Fermín Ameyugo, natural de Herramelluri...”
Se pueden ver este y otros Milagros de la Virgen de Ayago en la “Novena o Ejercicio Devoto en Honor y Obsequio de María Santísima Nuestra Señora de Ayago
Y dice en la documentación: “Y siendo en todas especies de enfermedades, y en todo género de peligros, su protección tan maravillosa, es el asilo y refugio no solo de esta villa, más también de las circunvecinas, en sus necesidades y trabajos”.

Todo ello lo acreditan los pueblos de Villarta Quintana, Quintanar y Bascuñana que subían en distintos días en rogativa a atributar veneración a la Virgen de Ayago.  
Bascuñana aún sube cada año, el día de San Marcos, el 25 de Abril, en rogativa a la ermita de Ayago, este año ha sido el día 29. Los últimos años lo hace el fin de semana próximo a San Marcos. .
También lo ratifican las rogativas, los votos, las promesas y las funciones que se  han hecho en acción de gracias  en Sevilla, Cádiz, Madrid y en los reinos de las Américas; y la capilla del colegio que los RR.PP. Franciscanos tuvieron dedicada a la Virgen de Ayago en reino de Chile.

Pero el milagro de todos los milagros que tiene significación en el presente es éste: “Es bien sabido cuántos ha salido de  esta villa para mejorar de fortuna a reinos y países extraños, confiados solo en el amparo y maternal clemencia de esta Madre Dulcisima y Sra. nuestra, y que cuanto más destituidos se veían de auxilio, socorro y favor en las criaturas, tanto más bien les era proporcionado su mejor establecimiento y subsistencia...; confesando ser deudores de la protección de nuestra Sra. la Santísima Virgen de Ayago, por su prosperidad, y de la que llaman fortuna”.

miércoles, 12 de abril de 2023

El 40% de las explotaciones agrícolas han desaparecido en 15 años: El ocaso del campo europeo.

En España, la reducción es menor, aunque está por encima del 14%, en una transformación que es especialmente intensa en países de Europa del Este, como Bulgaria o Hungría.

         “Es un drama. Es una reconversión brutal que ha traído otro modelo de producción, el de sustituir pequeñas explotaciones por otras más industrializadas, que se hacen con más producción y con más tierras”. El responsable de la cadena y de mercados de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), Andoni García, califica de drama el proceso, en toda Europa, hacia un menor número de explotaciones agrarias. 

Así lo ha constatado Eurostat, la agencia estadística de la Unión Europea (UE) que acaba de publicar datos sobre la evolución del número de granjas, agrícolas y ganaderas, a lo ancho del territorio europeo.

La conclusión es clara. En los 15 años comprendidos entre 2005 y 2020, el año de la pandemia, desaparecieron casi 4 de cada 10 explotaciones. En concreto, un 37%.

En el siguiente gráfico se puede comprobar cómo en el año que impactó el coronavirus había 9 millones de explotaciones agrícolas en el conjunto de la UE, según los censos que publica Eurostat. En cambio, 15 años antes, se superaban los 14 millones. 



Este cambio de modelo de producción agrícola y ganadera lleva al responsable de COAG a hablar de una “Europa vaciada” que constituye un “problema para toda la sociedad”. “Se han sustituido las pequeñas explotaciones, familiares y tradicionales, por otras más industriales, más intensivas y más ligadas a la especulación”, que colocan el “negocio por encima de la vida rural”, argumenta Andoni García.

Desde la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), también se constata ese cambio de modelo. “Es una realidad que acontece en toda Europa desde hace años”, apunta su portavoz, Diego Juste. “La estructura de costes de las explotaciones y el hecho de que los precios pagados a los agricultores lleven tantos años siendo tan bajos, presionados por el resto de la cadena alimentaria, ha hecho que las explotaciones hayan tenido que dimensionarse”, asume. 

“Al final, las industrias y la distribución presionan para que haya explotaciones cada vez más grandes y controlables”, ahonda el portavoz de UPA, que apunta también a otros factores, como la progresiva “mecanización”, que conlleva que el nivel de gasto a veces no sea afrontable para las pequeñas explotaciones, y también el “progresivo despoblamiento” del territorio rural.



España no es una excepción. Según los datos del Censo Agrario publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en nuestro país los macro cultivos (las explotaciones de más de 100 hectáreas) han aumentado en los últimos veinte años, pasando de suponer el 54% de toda la tierra agrícola al 58%. El resto de cultivos de tamaños inferiores, en cambio, han ido perdiendo terreno.

Las diferentes situaciones en Europa

Las estadísticas señalan que, si bien la realidad de un menor tejido de explotaciones se da en toda la Unión Europea, no ha afectado igual a todos los países.

Como se ve en el siguiente gráfico, en España ha impactado, pero menos que en otros socios comunitarios. Aquí la caída de explotaciones agrícolas en esos 15 años se ha situado en el 14,5%, menos de la mitad de la media europea. 



En España el recorte es mayor que en Portugal, que ha perdido el 10% de su tejido de explotaciones agrícolas y ganaderas, pero está lejos del 30% que han superado tanto Francia como Italia. 

Más evidente es el cambio en gran parte de Europa del Este. En Polonia, por ejemplo, el número de explotaciones se redujo más de un 47% entre 2005 y 2020. Porcentaje que se dispara por encima del 67% y del 74% cuando se analizan las cifras de Hungría y Bulgaria, respectivamente. 

En estos mercados, explica Andoni García, se trata de la desaparición de explotaciones pequeñas y medianas. “Es un proceso que no para”, se lamenta.

El cambio de modelo en España

A lo largo de estos años, las explotaciones han disminuido en todo el territorio español, con una excepción: Andalucía. Según los datos que publica el organismo estadístico europeo, en 2020 esta comunidad autónoma alcanzaba las 267.700 granjas agrícolas y ganaderas, un 4,4% más que en 2005. Sin embargo, como se ve en el siguiente mapa, es un caso único en la distribución regional.



En las regiones del Cantábrico, la evolución ha sido muy diferente, con retrocesos que van del 48% de Euskadi y Asturias al 38% de Cantabria. En Galicia, la caída en el número de explotaciones es del 17,8%. En cambio, en la Comunitat Valenciana y Murcia, la disminución del número de granjas de este tipo roza el 30% y en Canarias e Illes Balears es más del 26%.

En el norte de España, uno de los motivos de esta transformación del campo es el progresivo desmantelamiento del tejido ganadero. “Desde 2008 se han perdido el 50% de las explotaciones de leche. Es vaciar a los pueblo de vida”, argumenta Andoni García. 

Los datos publicados por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación constatan que, en siete años, España ha perdido más de 9.000 ganaderos dedicados a la producción de leche. Son los que transcurren entre 2015, el año en el que desaparecieron las cuotas lácteas, y 2022. En ese lapso de tiempo, se ha pasado de 20.000 ganaderos dedicados a la producción láctea a poco más de 10.000, según los datos al final del último ejercicio. 

En el terreno agrícola, la producción en España también tiende a la concentración. Como se analizó en esta información, la superficie destinada en España al uso agrícola prácticamente no ha variado en la última década. 

En total, cerca de 24 millones de hectáreas dedicadas a producir todo tipo de cultivos: frutales, viñedos, olivares o pastos, que se han mantenido estables en extensión. En cambio, de nuevo, se percibe una caída del 9% en el número de explotaciones dedicadas a la agricultura entre 2009 y 2020, según los citados datos del Censo Agrario del INE.

El impacto de la Política Agraria Común

Las distintas fuentes consultadas sitúan la presión de la industria y la distribución, por mejorar las cifras de producción y su coste, como uno de los factores que están impulsando la transformación del campo. También, la política económica ligada al sector primario y la regulación del comercio internacional. Sobre todo, la desregulación. 

“La Unión Europea y las políticas que se aplican están basadas en la liberalización, en los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), los acuerdos con Mercosur. Estos traen una bajada de precios para los agricultores, que luego no ven los consumidores”, señala el responsable de COAG. “Se están favoreciendo las importaciones y eso tiene un impacto en los precios y en la destrucción de explotaciones locales. ¿Qué sentido tiene traer producciones de la otra parte del planeta cuando no se necesita, porque se puede hacer aquí? Lo hemos visto con la miel”, en referencia a la crisis que vive el sector apicultor por las importaciones que llegan de mercados como el chino que, en muchas ocasiones, no se reflejan en las etiquetas de los productos que llegan al supermercado. 

En el trasfondo, la Política Agraria Común (PAC). Actualmente, esta política está en transformación, porque trata de ligar la producción a un modelo más basado en la sostenibilidad. Está previsto que, entre 2023 y 2027, España reciba más de 47.700 millones de euros de la PAC. Es el tercer país receptor, solo por detrás de Francia y Alemania. Según los cálculos del Ministerio de Agricultura, estos fondos suponen el 20% de los ingresos agrarios del sector. 

La PAC está transformándose y, aunque ha disminuido ligeramente su presupuesto en las últimas décadas, no parece estar vinculada a la caída en el número de explotaciones que reflejan los datos de Eurostat. 

En el marco financiero que marcó Bruselas para el periodo 2007-2013, los fondos para el presupuesto agrícola y rural, el medio ambiente y la pesca alcanzaron los 413.000 millones de euros. Para el siguiente periodo, 2014-2020, se situaron en 408.313 millones. Y para el que está en curso, hasta 2027, esta suma se ha rebajado hasta los 386.603 millones de euros.

Una financiación que, según las organizaciones agrarias, en España debería tener un foco en la búsqueda de nuevos agricultores y ganaderos, pero para hacer que el campo sea rentable sin la necesidad de ese tipo de ayudas. “El reto es que la producción no deje de ser familiar, que esté vinculada al territorio, que haya diferentes generaciones y se pueda encontrar un relevo generacional”, concluye el portavoz de UPA.


sábado, 8 de abril de 2023

La agroganadería del futuro.

En ‘Regénesis (es una visión impresionante de un nuevo futuro para la alimentación y la humanidad)
George Monbiot propone que sustituyamos la cría de ganado 
por polvos proteínicos de laboratorio 
y que gran parte de la tierra recupere su estado salvaje. 
Hay ausencias llamativas en su discurso.

New Left Review 138, enero-febrero 2023,

En Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta [editado en España por Capitán Swing], el periodista y activista George Monbiot aborda el que en su opinión es “el tema medioambiental más importante” y, sin embargo, uno de los más olvidados del momento presente: la cuestión del uso de la tierra
La agricultura –explica de manera tajante– es la principal causa mundial de la destrucción del hábitat, la principal causa de la pérdida global de diversidad salvaje y la principal causa de la crisis de extinción global”. Hasta hace muy poco tiempo, defiende Monbiot, en las distintas regiones y países del planeta se seguían dietas radicalmente distintas, conformadas por sistemas de agricultura discretos, así como por la historia y las tradiciones de cada población. Pero se ha producido un inmenso cambio cultural que ha conducido a lo que él denomina la “dieta estándar global”, rica en grasas y proteínas y muy dependiente de un pequeño número de megacosechas: trigo, arroz, maíz, azúcar y (con destino al pienso animal) soja: una población de ganado en crecimiento vertiginoso consume ahora la mitad de las calorías que produce la agricultura. 
En el relato de Monbiot, el alimento de esta dieta estándar global se produce en la “granja estándar global”. Desde su implantación pionera en Estados Unidos, el agronegocio ha impulsado una enorme concentración de producción de megacosechas, sobre todo en este país, pero también en Brasil, Canadá, Argentina o Francia, bajo la égida de un puñado de poderosas multinacionales que han doblegado a los productores más pequeños. 
Cuatro empresas, Cargill, Archer Daniels Midland, Bunge y Louis Dreyfus, controlan ahora el 90 % del comercio global de cereales; otras cuarto (Bayer, Corteva, ChemChina y BASF) ha acaparado dos tercios del mercado de productos químicos para la agricultura y ese mismo grupo posee más de la mitad de las semillas del mundo.

Cuatro empresas controlan el 90% del comercio mundial de cereales.

Vacas pastando en el área renaturalizada de Knepp (Reino Unido).Matt Ellery (CC BY-SA 2.0) via Flickr

Estas multinacionales han promovido una estandarización de las técnicas agrícolas, de las variedades de cosechas, de los productos químicos, de la maquinaria, etcétera, impulsada por la búsqueda de resultados. 
La consecuencia es que los sistemas nacionales de producción de alimentos se están volviendo menos modulares y más sensibles a los choques globales: enfermedades, sequías o inundaciones, cuyo impacto se magnifica por la especulación financiera o por los cuellos de botella de una frágil cadena de suministros. En opinión de Monbiot, un sistema complejo empieza a “parpadear” cuando se acerca a un punto de inflexión y eso es lo que está ocurriendo ahora con el sistema alimentario global. No sabemos muy bien dónde pueden radicar esos puntos de inflexión o qué combinación de choques podría desencadenar una ruptura, nos advierte Monbiot: “De alguna manera necesitamos no solamente reducir las presiones externas que pesan sobre el sistema, esto es, la crisis medioambiental y la demanda en aumento, sino cambiar el propio sistema”.

Los sistemas nacionales de producción de alimentos se están volviendo más sensibles a los choques globales

Entonces, ¿cómo podemos alimentar a la población mundial sin destruir el planeta? 

El libro traza un programa radical: Monbiot quiere que sustituyamos la cría de ganado por polvo proteínico compuesto por una bacteria fermentada que pueda sustituir la proteína y la grasa de las dietas humanas, concentrar la producción de alimentos restantes en enclaves de alto rendimiento y permitir que el resto de la tierra recupere su estado salvaje. Pero Monbiot es un periodista avezado y endulza la píldora con entretenidos relatos de experiencias. Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta comienza en la parcela que Monbiot tiene en Oxford, con una oda de cinco mil palabras a un terrón:

La tierra, que antaño entendíamos como una masa homogénea, se compone de estructuras dentro de estructuras. Lombrices, raíces y hongos crean terrones pegados con las fibras y los pegajosos elementos químicos que producen, llamados agregados. Dentro de estos agregados, los animales diminutos, como los ácaros y los colémbolos crean terrones aún más pequeños. Dentro de estos, las bacterias y sus depredadores microscópicos –criaturas que ni siquiera puedo ver con la ayuda de mi lupa, como tardígrados, ciliados y amebas– forman unos agregados aún más pequeños […]. Hemos tardado todo este tiempo en aprehender con propiedad que el sustrato del que dependen nuestras vidas es una estructura biológica.

La majestad inadvertida del suelo le inspira para “relatar una nueva historia, una regénesis, sobre lo que comemos y cómo lo cultivamos”.  Monbiot procede a detallar el enorme daño medioambiental que ha producido la agricultura. Empieza junto a su hogar, en su amado río Wye, que ahora se ha convertido en una “asquerosa alcantarilla” después de que se permitieran granjas aviares en su cuenca. Después se reúne con algunos granjeros innovadores: Iain Tolhurst, en South Oxfordshire, que ha desarrollado un modelo de cultivo de frutales y verduras sin productos químicos ni productos procedentes del ganado, que evita la reducción del rendimiento mediante un manejo minucioso de la tierra; Tim Ashton, de Shropshire, que emplea los métodos “sin arado” para cultivar cereal, los cuales reducen la destrucción del suelo; Ian Wilkinson, cuya granja agroecológica experimental en West Oxfordshire, FarmED, ha creado una “economía circular rentable”. A Monbiot le emociona especialmente el trabajo de The Land Institute de Kansas, que cultiva variedades perennes de cosechas anuales, que de otra manera deberían replantarse cada año, como un pariente del trigo llamado kernza. Cualquier reconfiguración del sistema alimentario debería tener en cuenta también las necesidades que debe cubrir. Monbiot traza un vívido retrato de un banco de alimentos cerca de su casa y de la lucha comunitaria contra la pobreza alimentaria, lo que le conduce a una reflexión sobre la relación existente entre la protección medioambiental y la justicia alimentaria. Las campañas por la soberanía alimentaria, concluye, deben reconocer la colisión entre la defensa del medio ambiente y la agricultura, así como el hecho de que la producción local de alimentos en un país como Gran Bretaña nunca podrá cubrir los requisitos alimentarios modernos.

Finalmente, Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta aborda el tema de las proteínas y las grasas. Mientras que los capítulos anteriores se centraban en los métodos agrícolas alternativos, este se titula “Farm Free” [Sin cultivo]. Monbiot viaja a Helsinki, donde se emociona con el trabajo de Pasi Vainikka, director ejecutivo de Solar Foods, que emplea un procedimiento que inició la nasa en la década de 1960 para producir proteínas mediante la “fermentación de precisión” de microorganismos, que se reproducen rápidamente en tanques sin necesidad de la luz del sol por lo que “por primera vez en la historia de la humanidad […] tendríamos una comida básica que no proceda de la fotosíntesis”. La poco prometedora papilla amarilla que se bate en los tanques de fermentación de Vainikka se seca para formar Solein, “una harina dorada que huele a huevos revueltos”. “Supone –declara con júbilo Monbiot– el principio del fin de la mayor parte de la agricultura”. Producir alimento de esta manera  –y explica que Solein es solamente una de las docenas de opciones y que la bacteria del suelo que se emplea aquí es tan solo una de las miles de candidatas– liberaría vastos terrenos de la agricultura, permitiendo la reversión al estado salvaje a una escala previamente inimaginable. Una revolución contraagrícola de este tipo sería inmensamente disruptiva; los gobiernos tendrían que apoyar a quienes necesitaran encontrar empleo en otras áreas, con suerte en las nuevas industrias, que tendrían mejores patronos que los de la industria cárnica. Pero el cambio marcaría una era: “A la era de la Extinción le sucedería la era del Regénesis”.

Para Monbiot, es necesario reconocer que la agricultura es la principal causa de la destrucción ecológica

Monbiot se ocupa de los obstáculos de diverso tipo que surgirán en el inicio de esta nueva era. Entre ellos se hallan las mistificaciones pastorales, tan imbricadas en la cultura occidental, el énfasis de la cultura gourmet contemporánea en la autenticidad, la incultura matemática de muchos activistas medioambientales y su insuficiente énfasis en el rendimiento. El nuevo movimiento tendrá que reconocer que la agricultura es la principal causa de la destrucción ecológica y juzgar cualquier sistema nuevo en virtud de tres criterios: 
¿produce más alimentos con menos cultivos?, 
¿quién los controla y posee?, 
¿los alimentos que produce son saludables, baratos y accesibles?.

En la estampa final, de nuevo en su parcela, golpeada por una helada intempestiva, Monbiot reflexiona sobre las frustraciones del activismo medioambiental: “Recogemos las pruebas, explicamos el problema, proponemos una solución y se nos recibe como al doctor Stockmann en la obra de Henrik Ibsen Un enemigo del pueblo: con ira, negación y deshonra”. Sin embargo, el éxito depende de que exista un movimiento preparado para el momento en el que se abra la posibilidad y su intuición es que, dado el alineamiento de las nuevas tecnologías, la fragilidad sistémica y el creciente desasosiego de la gente, “pronto nos encontraremos, creo, con un momento para que las condiciones cambien”.

Monbiot probablemente sea el periodista medioambiental británico más conocido. Netamente situado en la izquierda y partidario de la independencia escocesa, galesa y norirlandesa, ha mostrado su apoyo diversamente al Partido Verde, al Plaid Cymru, a los Liberal-Demócratas y al Partido Laborista de Corbyn. Estudiante de zoología en Oxford a principios de la década de 1980, empezó su carrera en la bbc, trabajando en la unidad de historia natural, y sus primeros libros –Poisoned Arrows (1989), Amazon Watershed (1991), No Man’s Land (1994)– eran relatos en primera persona de los abusos ecológicos y de los derechos humanos en Papúa Occidental, Brasil, Kenia y Tanzania. Columnista en The Guardian desde 1996, ha escrito extensamente sobre ecología, política y temas sociales y ha figurado en documentales y programas sobre temas de actualidad. Otros de sus libros destacados son Heat (2006), que versa sobre las soluciones a la crisis climática; Feral (2013), sobre la resilvestración, y Out of the Wreckage (2017), que defiende una “política de la pertenencia”. Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta, con su mezcla de historia, reportaje y activismo, con sus cambios de registros y énfasis, encaja perfectamente con su obra anterior. ¿Cómo deberíamos, pues, valorar este libro?

Monbiot tiene razón al argumentar que la “carnificación” de las dietas impulsa un ciclo destructivo.

Deberíamos empezar por agradecer la atención que el libro dedica a los efectos de la industria ganadera intensiva, detallando los problemas para deshacerse de los residuos, el abuso de los antibióticos, las enfermedades zoonóticas, la “expansión agrícola” masiva de los productos químicos y los monocultivos mecanizados de soja y maíz destinados a la alimentación de los animales confinados en macrogranjas. Monbiot tiene razón al argumentar que la “carnificación” de las dietas impulsa un ciclo destructivo. La carne, los lácteos y los huevos se vuelven relativamente baratos mediante la externalización de sus costes ecológicos; el aumento del consumo alimenta los beneficios que impulsan la expansión y la profundización del sistema. El libro contribuye también a fomentar la alianza de los movimientos climáticos con las luchas contra la destrucción ecosistémica. Aunque la biodiversidad y el calentamiento global fueron ambas convenciones fundacionales de la Cumbre de la Tierra de la onu celebrada en Río en 1992, las políticas sobre el clima hace tiempo que han dejado de lado la biodiversidad en parte debido a la necesidad de combatir el negacionismo bien financiado de las compañías de combustible fósil. Los académicos y activistas que se oponen a los procedimientos de la ganadería intensiva llevan tiempo argumentando que la transformación de la agricultura –actualmente gobernada por grandes empresas interconectadas que ejercen su control sobre los productos químicos y farmacéuticos, el comercio, las finanzas y, por encima de todo, sobre la genética de semillas y animales– es fundamental para resolver tanto la crisis climática como la ecosistémica. El libro de Monbiot se publica en un momento en el que las grandes corporaciones agrícolas, ellas mismas profundamente implicadas en las industrias de los combustibles fósiles, han empezado a aparecer, finalmente, en las reuniones internacionales sobre el clima y la biodiversidad. La oportunidad de la publicación de Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta resulta incrementada por la participación de Monbiot, junto con Extinction Rebellion, en la COP15 celebrada en Montreal, en un movimiento denominado Reboot Food, que apoya el programa descrito en el libro.

Como los anteriores libros de Monbiot, este se propone popularizar un tema complejo (en un momento, afirma, que ha leído tanto sobre la composición del suelo que podría haberse graduado, aunque tiene la sensación de que apenas ha empezado a arañar la superficie). Pero captar el cuadro completo de su razonamiento y de sus implicaciones sigue siendo, no obstante, un desafío. Hay temas importantes que no se abordan. ¿Cómo, por ejemplo, podrían responder las innovaciones de los diferentes granjeros que se describen en el libro a la llamada a la acción también contenida en el mismo? Monbiot no nos aclara cómo podría abastecer Tolhurst a una población más amplia que la de su vecindad, cómo podría acceder rápidamente a una tierra fértil y bien situada, ahora que está menguando, cómo podría competir con las ofertas del supermercado de productos exóticos y fuera de temporada, ni qué sucedería a quienes trabajan en esas explotaciones de Kenia, México y otros lugares, contratados para proporcionarlos. A la inversa, deduce que la granja de cereales mixtos de Wilkinson es “bella” pero “no correcta”, porque su rendimiento es insuficiente. Pero Monbiot no logra explicar cómo se mide ese rendimiento, ni tampoco cómo los cambios en las subvenciones y las políticas existentes, así como la contabilización de la totalidad de los costes o de las rentas garantizadas, podrían alterar los precios relativos y la asequibilidad.

En segundo plano afloran temas más generales. Un ejemplo al respecto es la cuestión del estiércol, ¿cómo se adaptaría un sistema de producción alimentaria a la erradicación de la ganadería? A pesar del tributo inicial a la tierra, el libro evita el tema de su renovación, respecto a la cual todos los ejemplos proporcionados por Monbiot, con la excepción de Tolhurst, se apoyan en una pequeña cantidad de animales domésticos, que van desde las gallinas que merodean y los peces que comen insectos hasta, dependiendo de la bioregión, animales de pasto de mayor tamaño; Monbiot no menciona el rebaño de bisontes nativos que vive en The Land Institute. Tiene razón al decir que, en manos de la agricultura industrial, el estiércol se ha convertido en un elemento contaminante, pero el estiércol procedente de animales sanos, locales, entre los que se puede potencialmente incluir a los seres humanos, es una cuestión diferente. Lo mismo puede decirse de las fuerzas estructurales e históricas más generales. Monbiot da por sentadas las subvenciones a los productos agrícolas y las instituciones que respaldan el complejo de macrogranjas y monocultivos que los alimentan; al igual que desdeña la geografía de la especialización y el comercio, tratándolas no como constructos políticos, sino como obstáculos inamovibles respecto a un sistema alimentario local, inclusivo y diverso.

Las dietas se han modificado varias veces, siempre en relación con los patrones cambiantes de las clases y de la acumulación de capital

El cambio en la dieta, incluyendo la carnificación y los alimentos ultraprocesados, se entendería mejor en el contexto de los regímenes alimentarios históricos. Las dietas se han modificado varias veces, siempre en relación con los patrones cambiantes de las clases y de la acumulación de capital. Monbiot tiene razón cuando dice que el complejo monocultivo-ganadero surgió en el seno de un régimen alimentario establecido por la hegemonía estadounidense de posguerra, pero el bloque social que la sustentaba se derivaba en realidad de una clase creada por el régimen anterior dominado por la Gran Bretaña imperial. Su agricultura hereda la lógica de los plantadores coloniales que crearon las plantaciones de azúcar en el Caribe, roturando las complejas selvas durante mucho tiempo moldeadas por los pueblos arahuacos e importando la caña de azúcar, una planta asiática, para que allí la cultivara y cosechara una mano de obra esclava. En su libro Changes in the Land (1983) William Cronon documentó cómo las ideas puritanas del jardín del Edén –un imaginario explícitamente invocado por el título del libro de Monbiot– distorsionaron las percepciones del lugar que los colonizadores llamaron Nueva Inglaterra. Percibieron a las tribus abenakis como primitivas en un paraíso en el que abundaba la caza mayor, los bosques proporcionaban muchos estupendos productos para comer y las tierras eran fértiles para el cultivo del maíz. El paraíso se deshizo cuando los colonos dividieron y vallaron la tierra, porque no entendieron que las poblaciones indígenas practicaban lo que hoy se llamaría agroforestería, atrayendo a los venados a lugares específicos.

Más hacia el oeste en la línea fronteriza, el Estado expansionista del siglo XIX y el capital ferroviario fueron incapaces de concebir las praderas americanas como unos enormes pastos para decenas de millones de bisontes moldeados por la población lakota, cuyas formas de vida estaban intrincadamente unidas a la multitud de plantas y animales de las llanuras. A partir de la década de 1870, los granjeros europeos que se asentaron en las praderas, ahora ya despejadas de su población nativa, de sus plantas y de sus animales, practicaron una agricultura de exportación basada en el cultivo de cereales y en el ganado bovino, que se convirtieron en nuevos productos naturales incorporados a la economía mundial. El régimen de monocultivo-ganadería del periodo de posguerra descrito por Monbiot se conformó mediante precios subvencionados para productos concretos, especialmente el maíz y la soja, cuyos campos crecieron a la par de las industrias de alimentación de ganado, sustituyendo a la paja y el heno como alimento para el ganado bovino, porcino y aviar ahora estabulado. Un resultado de ello fue la inmensa reducción de número de explotaciones agrícolas; los subsidios recompensaban la producción a gran escala de monocultivos, lo que impulsaba a los operadores de mayor tamaño a concentrar las granjas de sus vecinos. Las operaciones agrícolas ampliadas se convirtieron con el tiempo en oportunidades de inversión; los inversores, y no tanto los granjeros, se embolsaban los subsidios. Una de las hojas de la tijera eran las grandes empresas químicas y de maquinaria, que vendían los insumos necesarios para reemplazar la fertilidad y los controles naturales de plagas y enfermedades que se habían perdido con la consolidación de los monocultivos. La otra hoja comprendía a las gigantescas industrias de procesado alimentario que monopolizaban las compras.

El régimen alimentario ha ido de crisis en crisis desde la Cumbre Mundial del Hambre de 1974

El complejo ganadero apuntaló un enorme aumento del consumo de productos cárnicos y lácteos, a la vez que proporcionaba los insumos colaterales del maíz y la soja, que pasaron de las industrias de alimentación para el ganado a las industrias alimentarias capitalizadas. Las mercancías comestibles que proliferaron en las estanterías de los supermercados combinaban estos productos derivados con productos químicos hasta entonces no consumidos por los seres humanos y amablemente denominados “aditivos”. Los supermercados, a su vez, arrinconaron a las carnicerías, fruterías y panaderías locales, lo cual modificó las dietas. Se centraron no solamente en la carne y los lácteos, sino también en los nuevos alimentos ultraprocesados. Los ingredientes sustituibles se agruparon en categorías inventadas de “almidones”, “grasas” y “edulcorantes”; las etiquetas nutricionales detallaron las proteínas, las calorías, las vitaminas, etcétera en minúsculas etiquetas, mientras que los productos de la granja, como el brócoli, se convirtieron en añadidos que ahora figuraban en la cara visible del paquete para invocar el espíritu de las cocinas clásicas.

Un puñado de megacorporaciones y sus laboratorios estarán en disposición de controlar las nuevas fuentes de proteínas

Ahora se está produciendo un cambio ulterior, procedente de un régimen alimentario que ha ido de crisis en crisis desde la Cumbre Mundial del Hambre de 1974. Una y otra vez los capitales agroalimentarios fueron rescatados por los Estados más potentes, arrinconando a los países más débiles y vulnerables y a los movimientos sociales. El papel de los Estados y de las organizaciones supraestatales está en buena medida ausente en Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta, pero sería complicado exagerar el impacto sobre la agricultura mundial de los programas de ajuste estructural del fmi, que obligaban a los países endeudados a maximizar las cosechas para la exportación, incrementando así el precio de los ingredientes de las cocinas locales. Las dietas pobres y las inhumanas condiciones laborales trajeron la inseguridad alimentaria a las poblaciones locales y las hicieron vulnerables ante las enfermedades. Ahora las industrias de alimentos ultraprocesados dirigen la persistente lógica de la incorporación de nuevos productos a la economía mundial. A medida que los ingredientes se vuelven cada vez más sustituibles, el último producto agrícola incorporado a esta (después del tabaco, los cereales, el ganado, el maíz y la soja) es la plantación de palma. El aceite de palma, primero cultivado domésticamente en África Occidental, se trasplantó a Asia a partir de la década de 1990. Las pequeñas explotaciones africanas aún plantan la palma dentro de una matriz de bosques y campos y continúan usándolas para sus necesidades culinarias y culturales. Las plantaciones de palma de Malasia e Indonesia proveen aceites aún más baratos para los alimentos ultraprocesados, después de roturar bosques tropicales y acabar con los seres vivos que los habitan. Contratan como mano de obra a quienes históricamente conformaron estos hábitats específicos. Las plantaciones de palma ahora han regresado a África, donde amenazan la agroforestería tropical.

La falta de atención a las relaciones de poder es especialmente evidente en el planteamiento de Monbiot sobre las proteínas y las grasas, respecto a las que pide básicamente que los movimientos medioambientales se alineen detrás del subsector emergente del capital riesgo atento a la producción de proteínas de laboratorio. Festeja las posibilidades –“limitadas únicamente por nuestra imaginación”– sin comentar el cambio de la evolución de las formas de cocinar guiadas por la experiencia y el deseo a otras guiadas por el interés de grupos empresariales. E ignora al sector líder de las “alternativas a la carne” –la carne celular– con el desplazamiento de la tecnología, de la química a la genética. Todo ello se adecúa al desplazamiento de la fuerza impulsora del libro. La protección de los suelos del mundo acaba subsumida en el objetivo de abolir la industria cárnica y láctea; el veganismo, más que la preservación, se convierte en el motor de la argumentación. Detrás de Solar Foods, pronto se descubre un abanico vertiginoso de empresas recién creadas, de emisiones de acciones y de absorciones y adquisiciones de empresas públicas y privadas dedicadas al diseño genético y la manufactura de proteínas, entre ellas Bayer, dueña de Monsanto, y Exxon, que está investigando la fermentación microbiótica para fabricar biocombustibles. A este subsector le interesa trasladar sus tecnologías desde los márgenes al centro de los mercados alimentarios, lo cual tendrá como resultado que un puñado diferente de megacorporaciones y sus laboratorios estarán en disposición de controlar las nuevas fuentes de proteínas del mundo a partir de una base genética aún más endeble. Cuesta entender que un desarrollo así sea algo distinto de la extensión de la dieta estándar global.

Hoy la comida barata son las pastas precocinadas y las pizzas congeladas, mientras que los ricos comen productos frescos orgánicos

Lo que el concepto de Monbiot no tiene en cuenta es que, en realidad, se trata de una dieta de clase, lo cual no es nada nuevo. El azúcar colonial proporcionó consuelo a la población londinense empobrecida durante el siglo XVIII; Engels describía la dieta de la clase obrera de Manchester durante la década de 1840 como lo que quedaba en los mercados que la clientela con más dinero había frecuentado a primera hora del día. Mientras que antaño la gente pobre consumía menos carne y de peores cortes que la gente rica, hoy la comida barata son las pastas precocinadas y las pizzas congeladas, mientras que los ricos comen productos frescos orgánicos, cuyos elevados precios son el resultado de su existencia en los márgenes de la agricultura predominante liderada por las megacorporaciones agrícolas y ganaderas. Esta división dietética de clase solo puede agrandarse a medida que la producción alimentaria industrial desplace a los productos agrícolas. Monbiot tiene la esperanza de que pueda evitarse la conquista de este nuevo sector por parte de las grandes corporaciones, pero suena como un deseo ingenuo. No explica cómo podrían imponerse realmente leyes antimonopolio o límites a la propiedad intelectual. La ciencia ficción ya nos ha advertido de esta posibilidad futura. La película de 1973 Soylent Green (Cuando el futuro nos alcance) describe un futuro distópico –en 2022 ni más ni menos– en el que los habitantes de Nueva York ingieren únicamente galletas de soja y lentejas manufacturadas en una fábrica pantagruélica; no pueden ni imaginar el sabor de la carne o de las fresas, restringidas a una minúscula élite que puede permitirse sus precios exorbitantes.

Detrás de las causas de la soberanía alimentaria y la agroecología se halla quizás el movimiento social más importante del mundo

En Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta la democracia y el poder corporativo se relegan a un segundo plano. ¿Cómo explicar esto? Monbiot tiene un historial de posturas poco ortodoxas. Podríamos traer a colación su defensa de la energía nuclear: opuesto a ella en un primer momento, rompió con buena parte del activismo verde en 2011 por su apoyo a la misma. Igualmente resulta sorprendente que a diferencia de su entusiasmo por el subsector de la alimentación industrial “no cultivada en explotaciones agrícolas”, Monbiot descuide o rechace a quienes sería esperable que respaldara. Detrás de las causas de la soberanía alimentaria y la agroecología se halla el que probablemente sea el movimiento social más importante del mundo. Vía Campesina es una organización de pequeños agricultores fundada en 1992 para protestar contra la incursión de la Organización Mundial del Comercio en la agricultura, que defiende los derechos sociales y culturales al tiempo que la prosecución de objetivos medioambientales. Entre sus miembros se cuenta el Movimiento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra brasileño, la Alianza por la Soberanía Alimentaria en África (AFSA) y muchos otros movimientos locales. Vía Campesina lucha para defender los paisajes bioculturales contra el capital extractivo y sus Estados cautivos. Los miembros de la AFSA han logrado promover leyes que combinan el derecho consuetudinario con la protección de los derechos de las mujeres, la infancia y la juventud. Organizaciones de pequeños agricultores como estas buscan defender las ecologías y las culturas de sus territorios amenazados por los poderes corporativos de la minería y la extracción de madera, así como por los monocultivos. Las personas que lideran estos movimientos, que defienden el agua y la tierra, son cada vez más víctimas de asesinatos.

Vía Campesina y sus aliados han logrado una serie de victorias ante la ONU y la FAO

En los últimos años, Vía Campesina y sus aliados han logrado una serie de victorias ante la ONU y la FAO en las que se han adoptado principios agroecológicos por diversos comités. El Grupo Forest Tenure Funders adjudicó 1.700 millones de dólares en la COP26 para apoyar los derechos de las poblaciones indígenas y la salvaguarda de los bosques. Ahora Francia está pidiendo el reconocimiento de las tierras renovadas mediante buenas prácticas agrícolas como sumideros de carbono y presiona a la Unión Europea para que apoye la agricultura saludable, incluyendo la agroecología. Naturalmente, siempre existe el peligro de la apropiación. “Smoke and Mirrors”, un informe del Panel de Expertos Independiente sobre Sistemas Alimentarios Sostenibles apunta que términos como “soluciones basadas en la naturaleza” y “sostenibilidad” están siendo utilizados para esquivar las críticas. Como sus aliados del sector de los combustibles fósiles, el capital agroalimentario se apropia rápidamente del lenguaje que lo critica. La industria pesticida, experta en propaganda, hoy se denomina CropLife.

Monbiot justifica su marginación de este movimiento global por sus bajos rendimientos. Quienes promueven la agroecología y la soberanía alimentaria, defiende, a menudo son “ciegos ante el rendimiento” y olvidan que “es imposible alimentar al mundo con una agroecología de bajo rendimiento”. Aquí y en otros textos, Monbiot se basa en una agronomía, cuyo compromiso con la modernización de la agricultura aplica criterios de eficacia estrechos, que favorecen las cosechas únicas en campos homogéneos, lo cual le lleva a cuantificar inadecuadamente buena parte de lo que es realmente importante para los sistemas naturales. Los criterios del “mayor rendimiento en la menor cantidad de tierra posible” se aplican únicamente en campos en los que se cultiva un único producto: el rendimiento es mucho más difícil de calcular en sistemas de cultivos mixtos, especialmente en los integrados en el seno de las dinámicas de ecosistemas específicos, ya sean bosques, marismas o praderas. Monbiot reconoce a medias que “a veces los rendimientos de la agroecología son mayores que los de la agricultura convencional”, si se tienen en cuenta la totalidad de los factores, y menciona de pasada los éxitos cosechados en la India y Malawi. Pero seguir este hilo socavaría sus prescripciones.

Las consecuencias ecológicas y para la salud de reemplazar las granjas mixtas por monocultivos están bien documentadas. Estas incluyen la pérdida de “servicios ecológicos” procedentes de los bosques talados y la desaparición de las cosechas que fijan el nitrógeno, del estiércol animal, de las plantas de hoja verde y de los insecticidas fabricados a base de plantas. Todos estos elementos son sustituidos por fertilizantes y pesticidas químicos, así como por maquinaria, como en el caso de los pozos que extraen agua del subsuelo para que las cosechas sean más fiables que si dependieran de la lluvia… hasta que esta se gasta. A ello se añade la contaminación que tan bien describe Monbiot. La gente desplazada por los monocultivos pierde acceso a los alimentos locales. En la India, la Revolución Verde, que fue el origen del argumento de la preservación de la tierra, que adoptan determinados conservacionistas incluyendo a Monbiot, hizo que las lentejas fueran más caras que el arroz y dejó a la gente sin proteína vegetal. También se les privó de verdura (redefinida como hierbas) y de los productos del bosque, que proporcionaban vitaminas, minerales, pienso para animales y medicinas tradicionales. El primer déficit nutricional del que se informó ampliamente después de la Revolución Verde fue el de vitamina A, que causa ceguera. Por supuesto, esto puede remediarse con suplementos: el capitalismo siempre vende soluciones para los problemas que crea. Sin darse cuenta, Regénesis: Alimentar al mundo sin devorar el planeta nos lleva de vuelta a la lógica del sistema agrícola global que buscaba subvertir.

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Este texto se publicó originalmente en New Left Review.

sábado, 11 de febrero de 2023

En España, invertir en agricultura es tendencia: las inversiones en fincas agrícolas han aumentado considerablemente en los últimos años

La agroindustria está en auge en España. En estos tiempos de incertidumbre económica, las inversiones en fincas agrícolas han aumentado considerablemente en los últimos años. En 2022 incluso batimos récords, con más de 155.000 transacciones realizadas.

El suelo agrícola se considera un refugio seguro.
Se revaloriza más lentamente pero conserva mejor su valor


La España rural está de moda. En 2022, la compraventa de masías rústicas ha alcanzado niveles no vistos desde hace 15 años. Regino Coca es el fundador del sitio web Cocampo, que se especializa en la venta y alquiler de bienes inmuebles rurales. Un año después de su lanzamiento, la plataforma se beneficia del repunte del sector, que se ha convertido en un refugio seguro para los inversores.

“Por un lado, tenemos fondos corporativos que están invirtiendo, especialmente en agricultura de regadío. Han encontrado una oportunidad en la transformación agrícola apostando por la tecnología y obteniendo, a través de economías de escala y la gestión de grandes fincas, una mayor rentabilidad. Por otro lado, hay particulares que, después de la pandemia, han encontrado en el campo una alternativa de inversión más atractiva que la tradicional casa de playa”, explica Regino Coca.

“Quien invierte en el sector sabe que dentro de 30 años seguirá siendo dueño de su tierra”, concluye Regino Coca.

Según los profesionales del sector, son varios los factores que explican el auge del suelo rústico, como la inestabilidad económica y geopolítica, la volatilidad de los mercados financieros, la inflación, la subida de los tipos de interés o la creciente demanda mundial de alimentos. Pero la pandemia también ha jugado un papel importante porque muchos españoles ahora quieren volverse ecológicos. Y luego no hay que olvidar la rentabilidad de estas inversiones que, según los expertos, se sitúa entre el 4 y el 11%, según el tipo de cultivo.

Del cultivo del olivo a los terrenos de cría o caza

Los bienes adquiridos son variados. Los nuevos actores presentes en el mercado, a saber, fondos de inversión, grandes empresas y grandes fortunas, favorecen sobre todo a las grandes fincas de regadío superintensivo, más rentables, y destinadas al cultivo de olivos, pistachos, almendros, nogales, viñas, pero también aguacate, caqui, cítricos o frutos rojos. Invirtieron principalmente en Andalucía, Castilla y la región de Valencia.

Los inversores más tradicionales, que ya estaban presentes en el mercado, siguen apostando por las parcelas agrícolas de secano. Pero además de la agricultura, algunos también compran propiedades para la cría, la caza o la recreación. En cuanto al futuro de las inversiones en el mundo rural, los profesionales están convencidos de que el suelo rústico seguirá revalorizándose, más aún siendo España uno de los principales productores agroalimentarios de la Unión Europea.

sábado, 21 de enero de 2023

Mesas de consulta para el procedimiento/evaluación de la representatividad de las Organizaciones Profesionales Agrarias.

CONSEJERÍA DE AGRICULTURA, GANADERÍA Y DESARROLLO RURAL

ANUNCIO de la Secretaría General de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, por la que se hace pública la relación de mesas de consulta y de sus locales de ubicación para el procedimiento de evaluación de la representatividad de las Organizaciones Profesionales Agrarias en la Comunidad de Castilla y León convocado por Acuerdo 201/2022, de 1 de diciembre, de la Junta de Castilla y León.

COMUNIDAD DE CASTILLA Y LEÓN
Fecha de publicación: 18/01/2023
Nº de Boletín: 11/2023
Sección: I.
Subsección: E. ANUNCIOS

A Redecilla del Camino le corresponde en Belorado.

martes, 3 de enero de 2023

Saludable Año Nuevo 2023, memoria del blog año 2022, lo publicado en él durante el año ya pasado.

Aullidos de esperanza en estos días en que comienza un nuevo año.

¡A los que os tocó ser fuertes en 2022,

os deseamos que os toque ser felices en 2023!

 

¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO 2023 Y SALUD!!!

Calle y Camino, Vitor Barrio Sierra



En el año 2021 fueron 168 fueron las publicaciones, noticias, eventos, comentarios, artículos... publicados en este blog "Redecilla, Calle y Camino"; y en el anterior 2020, año de la COVID-19, fueron 139 las publicadas.

Este año 2022 han sido 156 las que han subido al blog. 
Muchas de ellas además han sido replicadas en las redes sociales: 

Aquí el índice por meses de esas entradas al blog 2022. 
Con él nos podemos hacer una idea de cómo ha ido la vida, la imagen, la economía... de Redecilla del Camino, sus gentes y los contextos en los que se vive y se comparten. 
Ezcarro otoñal de los Montes de Ayago.


Bajamos a la Virgen, Ntra. Sra. de Ayago, día 15 de mayo, desde su ermita 12:15h.

 El próximo día 15 de mayo procedemos a bajar la Virgen de Ayago  desde los Montes al pueblo de Redecilla del Camino. La Virgen saldrá de la...